"Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña... Todo se las permite, menos la sinceridad... con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor y el silencio de un esclavo"(Don Diego, 'El sí de las niñas')
"... mas no alcanzo que por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama… el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. … Yo nací libre" (Marcela, 'Don Quijote de la Mancha')
Programa de radio 'Si yo tuviera una escoba' (Asociación Cultural Costa de la Lua / Radio Esquina), dedicado a la Violencia Machista 16-11-2017). Moderación y Coordinación General, Darío Galo. Introducción, Luis Enrique Ibáñez. Reportaje internacional, Danniela Nery. Conclusión, Juan Antonio Gallardoski. Invitadas: Sofía Vega (Marea Violeta), Ifigenia Bueno (IU), Carmen Pérez (PP) y Gloria Jurado (Podemos)
Dejamos aquí todo el material (vídeo íntegro del programa incluido) para que quien lo desee pueda trabajar con él. Añadimos a ese material la película de Iciar Bollaín, 'Te doy mis ojos', y el cortometraje de la misma autora 'Amores que matan', sobre la violencia de género.
INTRODUCCIÓN, por Luis Enrique Ibáñez
Aquel día, en clase, estaba intentando cerrar la lista de alumnos de 2º de Bachillerato que iban a ir a una excursión cultural. Se acercó a una alumna (17 años) que todavía no había confirmado su asistencia. Cuando le pregunté por ello, la chica contestó: "Es que no sé, a mis padres les parece muy bien, pero mi novio no quiere..." Otro día, cuando estaba pagando la compra en un supermercado, escuché la conversación entre la cajera (unos 22 años) y su amiga. Esta le preguntaba si iba a salir con ellas esa tarde. La cajera contestó: "No puedo, mi novio tiene turno de trabajo hoy". Dos cursos antes, les pedí una redacción en la que hablaran, sólo era porque escribieran, de cómo pasaban un fin de semana normal. Una de mis mejores alumnas, siempre atendía, siempre hacía todo lo encomendado, leyó su redacción. En ella decía que los viernes estudiaba y también tenía clases de Inglés, los sábados por la mañana, además de estudiar, ayudaba a su madre en las tareas domésticas… y los sábados por la tarde, su novio iba a su casa y veía el partido de fútbol con su padre… ella y su madre les ponían las tapas. Al final, ella, en el patio, tenía un rato de conversación con su chico, antes de que él se marchara, pero, según lo contaba, imaginé que aquella escena era la más opuesta a la de Romeo y Julieta en el balcón… comprendí sin querer que los roles siguen ahí, inscritos en un inconsciente colectivo que se muestra tan poderoso que uno, además de bajar la cabeza, se queda, es lo mismo, sin palabras.
Y recordé entonces a Nora, ese personaje de Henrik Ibsen en 'Casa de muñecas, aquella conversación con el marido...
Nora: ¿A qué llamas tú mis deberes más sagrados?
Helmer:¿Necesitas que te lo diga? ¿No son tus deberes con tu marido y tus hijos?
Nora: Tengo otros debers no menos sagrados
Helmer: No los tienes ¿Qué deberes son ésos?
Nora: Mis deberes conmigo misma
Helmer: Ante todo eres esposa y madre
Nora: Ya no creo en eso. Creo que ante todo soy un ser humano, igual que tú... o, al menos, debo intentar serlo. Sé que la mayoría de los hombres te darán la razón, y que algo así está escrito en los libros. Pero ahora no puedo conformarme con lo que dicen los hombres y con lo que está escrito en los libros. Tengo que pensar por mi cuenta en todo esto y tratar de comprenderlo.
Helmer: Pero, ¿No entiendes cúal es tu puesto en tu propio hogar? ¿No tienes un guía infalible para estos dilemas?¿No tienes religión?
Nora: ¡Ay, Torvaldo! No sé qué es la religión
Helmer: ¿Cómo que no?
Nora: Solo sé lo que me dijo el pastor Hansen cuando me preparaba para la confirmación. Dijo que la religión era esto, y aquello y lo de más allá. Cuando esté sola y libre, examinaré también ese asunto. Y veré si era cierto lo que decía el pastor, o cuando menos, si era cierto para mi.
NORA (Sin variar de tono): Quiero decir que de manos de papá pasé a las tuyas. Lo arreglaste todo a tu gusto, y yo participaba de tu gusto, o lo simulaba; no lo sé a ciencia cierta; quizá lo uno y lo otro. Ahora, mirando hacia atrás, me parece que he vivido aquí como los pobres… al día. He vivido de las piruetas que hacía para recrearte, Torvaldo. Por eso te satisfacía. Tú y papá habéis sido muy culpables con respecto a mí. Ustedes tienen la culpa de que yo no sirva para nada…
UNA MIRADA A LA ADOLESCENCIA
Un 21% de los adolescentes españoles está de acuerdo con la afirmación de que los hombres no deben llorar. Uno de cada cinco cree que está bien que los chicos salgan con muchas chicas, pero no al revés. El 12,8% no considera maltrato amenazar —o recibir amenazas— en caso de que su pareja quiera romper la relación. El sexismo y los estereotipos de género perviven entre los adolescentes españoles. Y el retrato robot de cómo son y cómo viven sus relaciones muestra que, además, no son conscientes de ello. Conocen el discurso y la información sobre violencia de género, pero no la trasladan a su vida. La radiografía es llamativa: el 4% de las adolescentes de entre 14 y 19 años han sido agredidas por el chico con el que salen o salían; y casi una de cada cuatro confiesa que su novio o exnovio las controla hasta el punto de fiscalizar con quién hablan o como visten. Control, relatan, a golpe de Tuenti y WhatsApp.
Los adolescentes españoles, como muestra el estudio Evolución de la adolescencia española sobre la igualdad y la prevención de la violencia de género, empiezan sus relaciones sentimentales cada vez antes. Y mantienen y alimentan sus relaciones, sobre todo, gracias al contacto a través de las redes sociales o por teléfono. El plan común ya no es bajar a la calle, sino quedar en la Red. El estudio, realizado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid con las entrevistas online a 8.000 menores, muestra que efectivamente se ven menos (...)
Esa forma de vivir el noviazgo, creen psicólogos y educadores, unida a que los estereotipos que dibujan al hombre dominante y agresivo como alguien con atractivo y a la mujer como la sumisa, puede derivar en un incremento de las situaciones de control y, con el tiempo, de violencia (...)
La realidad se percibe en las cifras: el 25% de las chicas asegura que su novio o exnovio la controla a través del móvil; el 23,2% confiesa que su pareja la ha tratado de aislar de sus amistades. Comportamientos y situaciones que Estévez asegura encontrarse muy habitualmente. Su fundación imparte desde hace 10 años talleres en colegios e institutos de Andalucía, y esos seminarios son un buen termómetro para medir el problema (...)
El porcentaje de chicas que afirma haber sufrido agresiones físicas se mantiene. Sin embargo, aumenta en un 7% el número de adolescentes que afirman haber sufrido situaciones de control extremo por parte de su novio o exnovio. Algo más preocupante aún si se analiza que más de un 12% de los adolescentes (chicos y chicas) no consideran como maltrato conductas como que un chaval le diga a su novia con quien puede hablar, dónde ir o qué hacer (...)
“No identifican estas formas de control como violencia de género hasta que llegan a un punto grave”, explica Susana Martínez, presidenta de la Comisión de Estudios de Malos Tratos a Mujeres (...) “Cuando se utilizan mal y de manera inconsciente, las nuevas tecnologías son un elemento de riesgo, porque hay casos en los que, inconscientemente, las víctimas están permitiendo actitudes que se pueden llegar a convertir en armas contra ellas”, sigue Martínez.
Naida S. se ve reflejada en ese caso. Esta joven de 18 años cuenta que hace un año y medio mantuvo una relación con un chico de su barrio. Relata, como muchas otras mujeres que se ven envueltas en la espiral de la violencia o el acoso, que al principio era “la relación ideal”. “Después, cuando los celos y la agresividad me tiraron para atrás y quise dejarlo las cosas se pusieron feas”, relata. Cuando lo dejó, él entró en su cuenta de una red social y se dedicó a mandar mensajes insultantes a conocidos y amigos. “Yo le había dado mis claves, pero nunca pensé que me haría esto. Tampoco que enviaría a gente las fotografías algo comprometidas que nos habíamos hecho”, se lamenta. Finalmente, Naida pidió ayuda a su madre. “Habló con los padres de él y la cosa está calmada, pero yo sigo muy mal”, dice. Ahora participa en un taller de jóvenes que han vivido situaciones similares. No son pocas: el 14,8% de las adolescentes afirma que su novio o exnovio utilizó sus contraseñas para acciones similares.
Pero si la percepción del riesgo es baja cuando se trata de situaciones vividas con las parejas o exparejas, no es mucho mayor si los insultos o amenazas proceden de fuera de la relación; incluso de desconocidos. Un ejemplo: uno de cada cuatro adolescentes no considera arriesgado responder a un mensaje de alguien que no conocen y les ofrece cosas; tampoco ven peligro en responder a un mensaje insultante (...)
Casi el 8% de los adolescentes creen, por ejemplo, que si una mujer es maltratada por su compañero y no le abandona es porque no le disgusta del todo esa situación. Y el 12,4% se muestra algo o muy de acuerdo con la afirmación de que para tener una buena relación de pareja es deseable que la mujer evite llevar la contraria al hombre. “Los estereotipos que creíamos superados se reiteran. Los patrones alimentados por la televisión, la literatura, el cine o las relaciones que ven en el entorno, terminan por sumir a muchas adolescentes en el papel de la mujer sumisa y al hombre en el de alguien dominante que debe hacer oír su voz por encima de las de los demás”, analiza la psicóloga Rosa López... desde hace unos años, las nuevas tecnologías juegan un papel de protagonismo creciente en las conversaciones de sus grupos. “Las chicas cuentan por ejemplo que sus novios les leían todos los mensajes del móvil o el correo para saber con quien hablaban o que vigilaban su cuenta de redes sociales”, apunta. “Algunos llegan hasta un punto tal que le piden a su pareja que les hagan una videollamada para ver dónde están o les envíen un localizador de donde se encuentran”, incide. Es lo que los propios menores llaman pruebas de amor. Dar al otro la llave de la vida y la intimidad (...)
Casi el 8% de los adolescentes creen, por ejemplo, que si una mujer es maltratada por su compañero y no le abandona es porque no le disgusta del todo esa situación. Y el 12,4% se muestra algo o muy de acuerdo con la afirmación de que para tener una buena relación de pareja es deseable que la mujer evite llevar la contraria al hombre. “Los estereotipos que creíamos superados se reiteran. Los patrones alimentados por la televisión, la literatura, el cine o las relaciones que ven en el entorno, terminan por sumir a muchas adolescentes en el papel de la mujer sumisa y al hombre en el de alguien dominante que debe hacer oír su voz por encima de las de los demás”, analiza la psicóloga Rosa López... desde hace unos años, las nuevas tecnologías juegan un papel de protagonismo creciente en las conversaciones de sus grupos. “Las chicas cuentan por ejemplo que sus novios les leían todos los mensajes del móvil o el correo para saber con quien hablaban o que vigilaban su cuenta de redes sociales”, apunta. “Algunos llegan hasta un punto tal que le piden a su pareja que les hagan una videollamada para ver dónde están o les envíen un localizador de donde se encuentran”, incide. Es lo que los propios menores llaman pruebas de amor. Dar al otro la llave de la vida y la intimidad (...)
Los propios adolescentes explican que los mensajes sexistas les llegan desde su entorno. El 54,3% de los chicos y chicas de entre 14 y 19 años afirman haber escuchado a menudo o muchas a los adultos de su entorno la idea de que para tener una buena relación de pareja deben encontrar a su media naranja para “llegar a ser como una sola persona”. Es decir, la idea de amor romántico que, según los expertos, contribuye a crear relaciones de dependencia. Además, el 36,3% asegura que los adultos de su entorno les han dicho con frecuencia que los celos son “una expresión de amor”.
Ana Bella Estévez se revuelve con la idea. “Hay que ser tajante. Los celos no son amor, son lo contrario al amor”, dice. Esta mujer, que se define como una “agente del cambio para acabar con la violencia machista” apunta que hay que observar, además, los celos en su amplio sentido. “Puede haber celos de las relaciones con los amigos, la familia. Todo ello va conformando una situación de abuso emocional”, explica. ¿Cómo? De nuevo a través del control: de la ropa que las chicas se ponen, de si van a hacer deporte, de qué estudian, de cuánto tiempo dedican a los demás.
A Estévez y el resto de expertos les preocupa la radiografía que muestra el comportamiento adolescente. También que se alimenten de mensajes que les llegan de su entorno. Desde los adultos que les rodean hasta las películas o las series de televisión que contribuyen a perpetuar el estereotipo de género. “Muchas veces, las madres o los padres no nos hemos educado en igualdad y somos los primeros que inconscientemente contribuimos a que los roles sexistas permanezcan. Es importante que analicemos qué pasa en nuestra familia, que hablemos con nuestros hijos abiertamente del amor, de las relaciones, de las amistades”, dice (...)
La catedrática de Psicología María José Díaz-Aguado considera que una de las herramientas para erradicar estos comportamientos es hacer un diagnóstico de lo que ocurre para determinar dónde se puede actuar y con qué medios. “La violencia de género no es una fatalidad biológica con la que nos tenemos que conformar. Podemos cambiarla”, añade.
(Fuente: El País, 'Sexismo a golpe de whatsapp', reportaje de María R. Sahuquillo)
Si antes fue Nora, ahora es Prudencia quien llama a la puerta ('Algún amor que no mate', de Dulce Chacón)
“Es raro cómo cambian las cosas después del matrimonio. Y a Prudencia le extraña. Recuerda que, cuando eran novios, su marido estaba muy pendiente de ella, le hacía regalos, le mandaba flores y la llamaba por teléfono todo el rato. Después que se casaron, él perdió el interés. Y ella se quejaba a sus amigas. Lloraba y les decía que ya no la quería.
No entendía por qué su marido empezó a ponerse arisco con ella. Un día Prudencia le pidió una caricia. ¡Ay hija, qué pesada eres!, le dijo; y le dio un beso en la mano, como a un obispo. Tampoco sabía por qué dejó de sacarla de paseo por las tardes y se iba con los amigos a jugar al mus. La pobre, si le decía que le apetecía salir, él le preguntaba si no tenía cosas que hacer en casa. Su marido empezó a tomar decisiones sin contar con ella y Prudencia empezó a sufrir. Prudencia aprendió a esperar, y su marido aprendió a hacerla esperar. Un día no la llamaba para decir que no iría a cenar, otro se olvidaba de su aniversario. Ella se ponía muy triste y él le decía que no era para tanto.
Prudencia estaba que daba lástima, la pobre, y mi prima intentaba consolarla diciéndole que los hombres son todos así, raritos, y que cuando se casan se creen que han firmado un contrato de compra-venta y que ya son dueños de la mujer y no tienen que preocuparse de más.
«Prudencia cometió un error. Y los errores se pagan. Creyó que su vida era la de su marido y, cuando quiso darse cuenta, el marido tenía su vida y ella no tenía la propia. Todo lo hacía calculando si a él le gustaría y jamás se preguntó qué le gustaba a ella».
«Cuando hay que pedir amor todo está perdido. El amor no se pide, el amor se da.
Prudencia lo supo al preguntar a su marido por primera vez si la quería. Estaban en la cama y ella se acercó, ofreciéndose. ¿Me quieres? Esas cosas no se preguntan, le respondió, déjame dormir, nenita. Prudencia se levantó, se fue a la cocina, se bebió una copita de anís y se comió una tableta entera de chocolate. Con ansia.
Nunca más preguntó, nunca más pidió, nunca más se ofreció.»
A partir de ahí, ya todo podría pasar, igual que a las hijas del Cid...
Allí los mantos y pieles les quitaron a las dos,
sólo camisa y brial sobre el cuerpo les quedó.
Espuelas llevan calzadas los traidores de Carrión,
cogen en las manos cinchas que fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las damas así hablaba doña Sol:
“Vos, don Diego y don Fernando, os lo rogamos por Dios,
Las damas mucho rogaron, mas de nada les sirvió;
empezaron a azotarlas los infantes de Carrión,
con las cinchas corredizas les pegan sin compasión,
hiérenlas con las espuelas donde sientan mas dolor,
y les rasgan las camisas y las carnes a las dos,
sobre las telas de seda limpia la sangre asomó.
Las hijas del Cid lo sienten en lo hondo del corazón.
sólo camisa y brial sobre el cuerpo les quedó.
Espuelas llevan calzadas los traidores de Carrión,
cogen en las manos cinchas que fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las damas así hablaba doña Sol:
“Vos, don Diego y don Fernando, os lo rogamos por Dios,
Las damas mucho rogaron, mas de nada les sirvió;
empezaron a azotarlas los infantes de Carrión,
con las cinchas corredizas les pegan sin compasión,
hiérenlas con las espuelas donde sientan mas dolor,
y les rasgan las camisas y las carnes a las dos,
sobre las telas de seda limpia la sangre asomó.
Las hijas del Cid lo sienten en lo hondo del corazón.
Se hace fácil agradecer a Giovanni Boccaccio su dedicatoria a las mujeres en 'El Decamerón'...
“¿Y quién negará que, sea como sea, no convenga mucho más ofrecerlo a las bellas señoras que a los hombres? Ellas, en sus delicados pechos, por temor o por vergüenza tienen las amorosas llamas ocultas... y además, obligadas por los deseos, los gustos, los mandatos de sus padres, de sus madres, de sus hermanos y de sus maridos, pasan la mayor parte del tiempo encerradas en el pequeño recinto de sus alcobas..."
La mirada, ahora, de Concha Caballero, cuánto la echamos de menos...
"Creemos haber puesto a salvo a nuestras hijas de la violencia machista. Las hemos educado en el ejercicio de la igualdad y estamos seguros de que ellas, tan libres y decididas, nunca consentirán que limiten sus vidas. Pero no hemos cuidado con igual esmero el terreno en el que crecen. No hemos eliminado complicidades, trampas sentimentales, discursos míticos en torno al amor y a las relaciones"
ES COSA DE HOMBRES, por Concha Caballero
Nos creemos a salvo. Tendemos a pensar que nuestra formación, nuestra cultura, nuestra forma de vida nos mantienen a salvo de la violencia canalla que asesina a varias mujeres cada semana. Estamos convencidos de que no formaremos parte de ese racimo de víctimas que se asoman débilmente a los informativos. Tenemos la seguridad de que esa escalera, ese bloque de pisos, esos vecinos no serán nunca los nuestros.
Aunque repetimos que no hay un perfil de víctima de la violencia de género, en el fondo creemos que es un mal que acecha a los otros, a los que no supieron defenderse, ni educar, ni rebelarse contra la discriminación. Esta semana hemos tenido pruebas evidentes de lo contrario: una mujer fuerte, feminista, que aconsejaba denunciar a la primera agresión y que participaba en los actos de violencia contra las mujeres, ha sido asesinada por su exmarido. Las flores de la igualdad no pueden crecer en un campo minado de malas hierbas, cruzado de amenazas, costumbres y viejas complicidades que nos obligan a ser “buenas” más allá de nuestros propios intereses.
Creemos haber puesto a salvo a nuestras hijas de la violencia machista. Las hemos educado en el ejercicio de la igualdad y estamos seguros de que ellas, tan libres y decididas, nunca consentirán que limiten sus vidas. Pero no hemos cuidado con igual esmero el terreno en el que crecen. No hemos eliminado complicidades, trampas sentimentales, discursos míticos en torno al amor y a las relaciones. Hemos levantado un ideal igualitario para las mujeres jóvenes pero no se ha construido un ideal masculino de nuevos valores que atraiga a los varones, que los haga parte indispensable de estas formas de vida igualitarias.
Hablamos a los jóvenes de igualdad, pero lo que detectan a diario en su vida cotidiana es la tremenda incomodidad masculina frente a la libertad de las mujeres. El inconsciente colectivo no se ha desprendido aún de la materia pegajosa y sucia de los viejos tiempos. Se renuevan viejos mitos contra la nueva libertad de las mujeres: son egoístas, astutas, golfas, interesadas o manipuladoras. Lo dicen escritores que lamentan la pérdida de la feminidad, jueces que intencionadamente lanzan el infundio de que la mayor parte de las denuncias de malos tratos son falsas, programas de televisión que ritualizan una lucha de sexos con los viejos esquemas o informativos que presentan un execrable crimen machista como una historia de amor.
Las nuevas redes sociales sirven de refugio al más viejo machismo. Las descalificaciones, los insultos contra las mujeres proliferan como setas venenosas. La crisis económica y la irritabilidad so cial son, además, un buen campo de cultivo del nuevo antifeminismo, de una revuelta anónima y clandestina contra la igualdad de las mujeres. Los amargos frutos de esta situación no se han hecho esperar. En varias comunidades el número de mujeres menores de 25 años atendidas por maltrato supone ya más del 25% del total. Los datos nos indican que no hay tampoco un perfil determinado de víctima. Que no hay vacuna que inmunice a nuestras chicas frente a las miles de caras y de estrategias de culpabilización con las que el machismo se disfraza, empezando por un concepto de amor romántico que es pura posesión. Pero donde realmente tenemos que poner los esfuerzos es en cambiarlos a ellos, a los agresores.
Para eso, nada mejor que presentar referentes masculinos igualitarios, defensores de este nuevo territorio recién conquistado. Hombres que pongan voz y acciones, que sean los primeros en denunciar los crímenes machistas, indignarse por la muerte de cada mujer y avergonzarse de cada acción que atente contra la igualdad de las mujeres.
Es el momento de que los hombres que han hecho suyos los ideales de igualdad se hagan visibles en las redes, en la educación, en los medios de comunicación. Si queremos que crezca la flor de la igualdad, es indispensable que hagamos visible, deseable y feliz una nueva masculinidad. La nueva etapa de la lucha contra la violencia de género, es ahora cosa de hombres.
Hombres como aquel Don Diego en 'El sí de las niñas', de Moratín...
DOÑA FRANCISCA.- Haré lo que mi madre me manda, y me casaré con usted., seré mujer de bien.
DON DIEGO.- Eso no lo puedo yo dudar... Pero si usted me considera como el que ha de ser hasta la muerte su compañero y su amigo, dígame usted, estos títulos ¿no me dan algún derecho para merecer de usted mayor confianza? ¿No he de lograr que usted me diga la causa de su dolor? Y no para satisfacer una impertinente curiosidad, sino para emplear método en su consuelo, en mejorar su suerte, en hacerla dichosa
DOÑA FRANCISCA.- ¡Dichas para mí!... Ya se acabaron.
DON DIEGO.- ¿Por qué?
DOÑA FRANCISCA.- Nunca diré por qué.
DON DIEGO.- Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, con tal que se presten a pronunciar, cuando se lo manden, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor y el silencio de un esclavo.
Acabamos con lo que debería ser el futuro, Marcela en 'El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha'...
"Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama… el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. … Yo nací libre … Fuego soy apartado, y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras..."
YO NACÍ LIBRE, Y LIBRE QUIERO SER
LA MIRADA INTERNACIONAL, por Danniella Nery
Hoy vamos a empezar con un dilema… Hemos intentado traer para nuestros oyentes ejemplos de lugares que logran disminuir sus problemas con voluntad real de cambio y políticas serias. Pero, al hablar de los países que menos poseen desigualdad de género en la Unión Europea, por sus políticas avanzadas, es también hablar de los que más tienen violencia de género. Suecia, Finlandia y Dinamarca se encuentran entre los países con la mayor igualdad de género del mundo, pero, desproporcionadamente, tienen altas tasas de violencia de pareja contra las mujeres, fenómeno descrito como la ‘paradoja nórdica’.
Enrique Gracia, catedrático de Psicología Social de la Universitat de València, y Juan Merlo, de la Universidad de Lund, en Suecia, han publicado un artículo que da pistas sobre las causas y apunta la necesidad de promover nuevas investigaciones que ayuden a comprender esta paradoja.
La paradoja nórdica es una de las cuestiones más desconcertantes en el campo del estudio de la igualdad de género y la violencia contra la mujer, e incluso parece una situación contradictoria. La violencia de pareja contra las mujeres ha sido considerada por la Organización Mundial de la Salud como un problema de salud público global de proporciones epidémicas. En este contexto, investigadores, gobiernos e instituciones internacionales preocupados por su prevención han llamado a emprender acciones urgentes.
De hecho, un estudio de la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales del año 2014 mostró que sobre un promedio del 22% de violencia de pareja en la Unión Europea, y un 13% en los países con los índices más bajos, Dinamarca, con un 32% (el índice más alto de la Unión), Finlandia (un 30%) y Suecia (un 28%), los tres países nórdicos dentro de la Unión Europea, están muy por encima de la media.
Igualmente, la violencia contra las mujeres fuera de la pareja, como la violación, y datos respecto a la aceptación y actitudes de culpabilización de las víctimas en los casos de violencia contra las mujeres en los países nórdicos, apoyan la visión de una alta prevalencia de la violencia contra la mujer en estos países.
Las cifras indican que países como Portugal, Italia o Grecia, con índices de prevalencia de la violencia de pareja de un 19%, tienen índices de Igualdad de Género más de 30 puntos más bajos que los países nórdicos, los cuales, a su vez, tienen índices de violencia de pareja entre un 9 y un 14% más altos que los países citados.
Los niveles de agresiones no han bajado en la última década en Suecia. En su expresión más extrema, los asesinatos, las cifras sí están descendiendo, pero tienen 13 muertes al año en un país de 10 millones de habitantes. En España, con una población de 46,5 millones, en 2016 fueron asesinadas 44 mujeres.
Los investigadores plantean varias líneas de trabajo para comprender qué ocurre. La primera hipótesis es que en los países nórdicos las mujeres han logrado más poder y eso suscitaría una reacción violenta del mundo más rígido y machista. La segunda sería que en estos países se denuncia más, pero eso, de ser cierto, no rompería la paradoja. Otra posibilidad tiene que ver con un factor de riesgo que comparten los nórdicos, y consiste en un patrón de consumo de alcohol diferente al de otras regiones. Los investigadores afirmas que aún no tenemos respuesta, hay que investigar.
El Consejo de Ministros Nórdico, que engloba a los tres países nórdicos de la Unión Europea (Suecia, Finlandia y Dinamarca), ha destacado este año 2016: “la igualdad de género se refiere a iguales derechos, responsabilidades y oportunidades en cada área de la vida de mujeres y hombres y niños y niñas. Significa que cada persona –independientemente del sexo– tiene el mismo poder e influencia en la sociedad”. “Por tanto –apuntan Enrique Gracia y Juan Merlo–, la igualdad entre mujeres y hombres es un valor fundamental en los países nórdicos, que ha contribuido a convertir la región en la zona con la mayor igualdad de género”.
Así, los tres países tienen el más alto Índice de Igualdad de Género, un indicador desarrollado por el Instituto Europeo para la Igualdad de Género y que está basado en seis dimensiones centrales como trabajo, dinero, conocimiento, tiempo, energía y salud y que permite establecer comparaciones entre todos los estados de la Unión Europea. Por ejemplo, en la UE los países nórdicos tienen índices entre 70,9 y 74,2 siendo la media 52,9, y el índice más bajo 33,7.
También Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia son, de acuerdo al Informe Global de la Brecha de Género del año 2015, los países con la menor diferencia entre hombres y mujeres medida en cuatro categorías: participación económica y oportunidades, nivel de educación, salud y supervivencia y autonomía política. El Índice de Desarrollo de Género, basado en tres dimensiones de desarrollo humano: salud (esperanza de vida al nacer), educación (años de enseñanza) y control de los recursos económicos (ingresos estimados del trabajo femenino y masculino), estima que los países nórdicos alcanzan puntuaciones que van desde 0,975 a 0,999, donde uno significaría la igualdad absoluta.
Los suecos llevan décadas experimentando políticas para reducir la brecha de género. Tienen un Gobierno que se declara feminista y el esfuerzo por la equidad se extiende por escuelas, casas y oficinas.
El combate contra el sexismo impregna la vida cotidiana de los suecos, desde la escuela a las empresas. Es una sociedad donde surgen debates como el del mansplaining, esa situación en la que un hombre da una explicación condescendiente y no solicitada a una mujer, a menudo sobre materias en las que ella es experta. La idea de montar una línea de teléfono para denunciar esta práctica en las oficinas, aunque solo durara una semana del pasado noviembre, es un ejemplo del nivel de reflexión sobre género de los suecos. La impulsó uno de los principales sindicatos del país, Unionen. Christina Knight, una publicista especializada en el tema, respondió a decenas de llamadas en tres días. “Muchas mujeres estaban agradecidas de que se hablara de esto. Les aliviaba saber que el mansplaining que habían experimentado una y otra vez no eran imaginaciones o paranoias suyas; también les ocurría a otras”, cuenta.
La escuela infantil Egalia de Estocolmo, para niños de entre uno y seis años, es conocido como una escuela de género neutro, una experiencia aún minoritaria incluso en Suecia. Es público –lo financia el Ayuntamiento, y a los padres les cuesta al mes unos 100 euros incluyendo comida– y en él se refuerzan los principios de igualdad que se enseñan en todos los colegios. En Egalia, los muñecos no tienen sexo. Son de trapo, blancos y negros, y sus caras tienen muecas de risa, llanto o ira para trabajar las emociones. En otra sala hay un póster con distintos grupos familiares: unos tienen dos padres y dos madres, otro es una madre y un niño; otro más un padre, una madre y dos bebés… Con ese cartel juegan a familias en vez de a papás y mamás. Los baños no tienen puerta y no son ni de niños ni de niñas.
A pesar de todos estos esfuerzos la ‘paradoja nórdica’ continua en Suecia y en otros países del norte de Europa: la mayor igualdad de género con los más altos índices de violencia de pareja europeos.
INVESTIGACIÓN:
http://www.tribunafeminista.org/2016/05/la-paradoja-nordica-la-mayor-igualdad-de-genero-con-los-mas-altos-indices-de-violencia-de-pareja-europeos/'MIS PROBLEMAS CON LAS MUJERES', de Juan Antonio Gallardoski
Me fue criando una mujer. Las pasó canutas para hacerlo, pero con mis defectos, que los tengo, y mis virtudes, que las tendré, aquí estoy: criado. Uno ochenta y cuatro de hombre y más kilos de la cuenta.
Tuve una complicidad especial que tras cuatro décadas se mantiene intacta con dos mujeres, primas mías. Nos vemos y recuperamos enseguida ese cariño que se fragua en la infancia y que dura para siempre. Cuando de niño eliges esa forma de estar en el mundo de las mujeres, tus primos de la facción cafre se molestan contigo y, algunas veces, tenía que hacer un poco el cafre con ellos para poder seguir jugando al fútbol o para tirarnos piedras un barrio contra otro. Encontré refugio en los libros, que eso incluso a tan temprana edad te da cierta independencia de la manada.
Algunas de mis mejores amigas fueron y son mujeres. Disfruto de su amistad, canto con ellas, celebro con ellas lo mejor de la vida.
Tuve durante más de quince años como compañera de trabajo a una mujer y supe lo que valía y lo que luchaba cada jornada por hacer bien las cosas, por progresar en la larga carrera, por ser una persona honrada.
Vivo desde hace más de veinticinco años con ella y no sé vivir sin ella. Y esto no es una declaración de amor, que también, hoy constato esta afirmación “no puedo, no sé vivir sin ella” como una realidad empírica.
Tengo una hija con veinticinco años y cada pequeña meta que se consigue en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, la celebro por ella, pero sobre todo por mí.
Me enseñaron, cuando iba uno de provocador y de papafrita, el esfuerzo que había significado la dura pelea con la vida y con el entorno social de algunas valientes; Marili, Paqui, Luisa, Lola Carrasco, Esperanza y muchas otras. Y siempre sucedía lo mismo: cuanto más libres eran ellas, más libre era yo. No saben cómo agradezco mis controversias con ellas, ni cuánto aprendí escuchándolas, les debo que me hicieran mejor persona. Nunca lo he dicho, hay muchas cosas que nunca he dicho pero que ya va siendo hora de ir diciendo.
Me enseñaron, como digo, a ser más libre yo también.
Libre de ser el macho de la manada, libre de ser la bestia de la tribu, libre de los parámetros fascistas del lenguaje, libre del aquí mando yo, esa agresión cateta y bestia a la convivencia entre seres humanos. Libre de la competición en la berrea, porque crecí para ser hombre, no para ser ciervo, ni ciervo macho. Libre de esos atavismos tan interiorizados, que sí, se manifiestan muchas veces, pero ahí están ellas, las que luchan para decirme que acabo de hacer el gilipollas, o que les sorprende que yo, con tantas ganas de alejarme del ciervo, me pueda comportar a veces como un ciervo.
Se deduce que mi devoción por su libertad, por su igualdad, es puro egoísmo. Qué esfuerzo el del bestia por mantenerse en la barbarie, qué esfuerzo absurdo y doloroso para todos.
Soy de esa parte, tomo partido, soy de la parte agredida, matada, violada, humillada. No tengo ni un gramo de empatía con el agresor y sus sicopatías, ni con el asesino y sus complejos horribles, ni con el violador y su espantosa cabeza con demonios, ni con el victimario que engorda su patético ego a costa de la humillación de su pareja. Los podría diseccionar sicológicamente, como puedo estudiar la figura del Nazi, pero me pueden el estupor y la náusea. No quiero que estén. Que se crucen en la vida de las mujeres a las que quiero. No quiero que existan, ni ellos ni la posibilidad de ser como ellos.
'TE DOY MIS OJOS', de Iciar Bollaín
'AMORES QUE MATAN', cortometraje de Iciar Bollaín sobre la violencia de género