"Hay personas que eligen surcar la vida en llaüt pudiendo hacerlo en barcos más grandes... Yo conozco muchos así y tengo para mí que son los que están en el camino cierto, que los equivocados somos los demás, los que nos afanamos en prosperar y en crecer más de lo que deberíamos a costa de dejar nuestro tiempo en ello...
la ambición no es el mejor camino para la felicidad por más que nos lo diga la publicidad, esa ideología moderna que consagra la competitividad y la inmediatez por encima de todo"
Cuadro de Elmer Nelson Bischoff
LLAÜT
En la mallorquina bahía de Alcudia, a donde llego en ferry desde Menorca, tenía su llaüt el escritor soriano Avelino Hernández, el hombre que mejor supo contar la decadencia de la meseta y la despoblación del mundo rural en el que nació y al que dedicó la mayor parte de sus escritos ¿Qué pensaría viendo las velas blancas de otros veleros y la animación del mar de Mallorca mientras navegaba en su pequeñito llaüt, él, que venía de la tierra adentro? ¿Soñaría como un Ulises castellano en regresar a su Ítaca natal, tan lejana y tan cercana en su memoria al mismo tiempo? El escritor soriano murió aquí finalmente, pero su espíritu vaga por donde van sus libros como les pasa a todos los escritores y a estos pequeños llaüts que todavía surcan las aguas mediterráneas entre los enormes ferrys de pasajeros y los fabulosos yates de los adinerados.
Hay personas que eligen surcar la vida en llaüt pudiendo hacerlo en barcos más grandes. Son esos para los que lo principal de aquélla es la paz, el silencio de una tarde a solas o en compañía de unos pocos amigos, los olores de la naturaleza, el sabor de unas sardinas asadas junto al mar o de una torrada de sobrasada al calor de la parrilla y a la luz de las estrellas. Yo conozco muchos así y tengo para mí que son los que están en el camino cierto, que los equivocados somos los demás, los que nos afanamos en prosperar y en crecer más de lo que deberíamos a costa de dejar nuestro tiempo en ello. Cierto que la descansada vida de los que huyen del mundanal ruido que cantó Fray Luis de León tiene también sus inconvenientes y que la falta de ambición da muchas satisfacciones pero exige también sacrificios, pero lo que parece claro es que la ambición no es el mejor camino para la felicidad por más que nos lo diga la publicidad, esa ideología moderna que consagra la competitividad y la inmediatez por encima de todo. No hay más que ver a toda esa gente que compite de la noche a la mañana por navegar más rápido que los otros y por tener el barco más grande de todos.
(Fuente: El País, 04-03-2017)
'BEATUS ILLE'
“Feliz aquel que, ajeno a los negocios,
como los primitivos,
labra tierra paterna con sus bueyes
libre de toda usura;
que no oye el agrio son de la corneta,
ni teme el mar airado,
y evita el Foro y las soberbias puertas
de los más poderosos;
y los largos sarmientos de las vides
une a los altos álamos,
o contempla de lejos su vacada
en un valle apartado;
y, las ramas inútiles podando,
injerta otras más fértiles,
o guarda espesa miel en limpias ánforas,
o esquila sus ovejas.
O, cuando Otoño adorna su cabeza
de fruta sazonada,
cómo goza coger peras de injerto
y las uvas de púrpura,
que a ti, Príapo, da y a ti, Silvano,
que cuidas de las lindes.
Grato es yacer bajo una vieja encina
o sobre espeso prado.
Mientras, fluye el arroyo por su cauce,
trina el ave en el bosque
y hay un rumor de fuentes manantiales
que invita a sueños leves.
Pero, en invierno, cuando Jove envía
lluvias y nieves juntas,
acosa al jabalí con su jauría
a las abiertas trampas,
o extiende redes ralas con un palo,
engaños para tordos,
y la liebre y la grulla coge a lazo,
presas muy agradables.
Ante estos goces, ¿quién no olvidaría
las penas que Amor trae?
Mas si una mujer fiel cuida en su parte
de la casa y los hijos,
como una de Sabina o bien de Apulia
por soles abrasada,
apila en el lar sacro leña seca
para su hombre cansado,
y, llevando al redil la grey alegre,
ordeña las ovejas,
y saca del barril vino del año
e improvisa una cena,
no me placieran más ostras lucrinas,
o escaro o rodaballo,
si el invierno en las olas orientales
en este mar los vierte.
Ni ave africana, ni faisán de Jonia
descienden en mi vientre
con más gusto que olivas escogidas
en las ramas del árbol,
o la acedera, amante de los prados,
y las salubres malvas,
o un cabrito salvado de los lobos,
o un cordero en las fiestas.
En la mesa, qué bien ver las ovejas
recogerse de prisa,
ver los bueyes exhaustos arrastrando
la reja, el cuello flojo,
ver esclavos nacidos en la casa
en torno de los lares.”
Esto enunciado, el usurero Alfio,
campesino futuro,
cobró en los Idus todo su dinero
y lo presta en Calendas.
'EPÍSTOLA MORAL A FABIO'
Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiere
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
El ánimo plebeyo y abatido
elija en sus intentos temeroso
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.
Aquel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien la alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Peculio propio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.
El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo, precede y pasa al bueno,
¿qué espera la virtud o en qué confía?
Vente, y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno.
Adonde, por lo menos, cuando oprima
nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
"Blanda le sea", al derramarla encima;
donde no dejará la mesa ayuno
cuando en ella te falte el pece raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
que si acortas y ciñes tu deseo
dirás: "Lo que desprecio he conseguido;
que la opinión vulgar es devaneo."
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.
Cese el ansia y la sed de los oficios;
que acepta el don y burla del intento
el ídolo a quien haces sacrificios.
Iguala con la vida el pensamiento,
y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de uno a otro momento.
Casi no tienes ni una sombra vana
de nuestra grande Itálica, y, ¿esperas?
¡Oh terror perpetuo de la vida humana!
Las enseñas grecianas, las banderas
del senado y romana monarquía
murieron, y pasaron sus carreras.
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño me despierte?
¿Será que pueda ver que me desvío
de la vida viviendo, y que está unida
la cauta muerte al simple vivir mío?
Como los ríos, que en veloz corrida
se llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.
De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?,
o, ¿qué tengo yo a dicha, en la que espero,
sino alguna noticia de mi hado?
¡Oh si acabase, viendo cómo muero,
de aprender a morir, antes que llegue
aquel forzoso término postrero;
antes que aquesta mies inútil siegue
de la severa muerte dura mano,
y a la común materia se la entregue!
Pasáronse las flores del verano,
el otoño pasó con sus racimos,
pasó el invierno con sus nieves cano;
las hojas que en las altas selvas vimos
cayeron, ¡y nosotros a porfía
en nuestro engaño inmóviles vivimos!
Temamos al Señor que nos envía
las espigas del año y la hartura,
y la temprana lluvia y la tardía.
No imitemos la tierra siempre dura
a las aguas del cielo y al arado,
ni la vid cuyo fruto no madura.
¿Piensas acaso tú que fue criado
el varón para el rayo de la guerra,
para surcar el piélago salado,
para medir el orbe de la tierra
y el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo entiende, cuánto yerra!
Esta nuestra porción alta y divina,
a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina.
Así aquella, que al hombre sólo es dada,
sacra razón y pura, me despierta,
de esplendor y de rayos coronada,
y en la fría región, dura y desierta,
de aqueste pecho enciende nueva llama,
y la luz vuelve a arder que estaba muerta.
Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente
que no afecto a los nombres ni a la fama.
El soberbio tirano del Oriente,
que maciza las torres de cien codos
del cándido metal puro y luciente,
apenas puede ya comprar los modos
del pecar; la virtud es más barata,
ella consigo misma ruega a todos.
¡Mísero aquel que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata!
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
Esto tan solamente es cuanto debe
naturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve.
No, porque así te escribo, hagas conceto
que pongo la virtud en ejercicio:
que aun esto fue difícil a Epiteto.
Basta, al que empieza, aborrecer el vicio,
y el ánimo enseñar a ser modesto;
después le será el cielo más propicio.
Despreciar el deleite no es supuesto
de sólida virtud; que aun el vicioso
en sí proprio le nota de molesto.
Mas no podrás negarme cuán forzoso
este camino sea al alto asiento,
morada de la paz y del reposo.
No sazona la fruta en un momento
aquella inteligencia que mensura
la duración de todo a su talento.
Flor la vimos ayer hermosa y pura,
luego materia acerba y desabrida,
y sabrosa después, dulce y madura.
Tal la humana prudencia es bien que mida
y compase y dispense las acciones
que han de ser compañeras de la vida.
No quiera Dios que siga los varones
que moran nuestras plazas macilentos,
de la verdad infames histrïones;
estos inmundos, trágicos, atentos
al aplauso común, cuyas entrañas
son oscuros e infaustos monumentos.
¡Cuán callada que pasa las montañas
el aura, respirando mansamente!
¡Qué gárrula y sonora por las cañas!
¡Qué muda la virtud por el prudente!
¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!
Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres sólo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.
No resplandezca el oro y las colores
en nuestro traje, ni tampoco sea
igual al de los dóricos cantores.
Una mediana vida yo posea,
un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.
En el plebeyo barro mal tostado
hubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso Múrino preciado;
y alguno tan ilustre y generoso
que usó, como si fuera vil gaveta,
del cristal transparente y luminoso.
Sin la templanza, ¿viste tú perfeta
alguna cosa? ¡Oh muerte! Ven callada,
como sueles venir en la saeta;
no en la tonante máquina preñada
de fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.
Así, Fabio, me enseña descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.
No te burles de ver cuánto confío,
ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.
¿Es, por ventura, menos poderosa
que el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.
La codicia en las manos de la suerte
se arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.
Y ¿no serán siquiera tan osadas
las opuestas acciones, si las miro
de más nobles objetos ayudadas?
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.