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'GOVERNMENT WALLS', JAMES... DERRIBAR LOS MUROS DEL GOBIERNO

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Otra necesaria sugerencia del El Emboscado, César Figueras

"Derribar los muros del Gobierno... Si ellos puede esconder sus crímenes con disfraces legales, la verdad nunca podrá ser oída... Es tiempo de hablar claro... Derribar los muros del Gobierno...



... Acabar con los genes de la duda... Derribar los muros del Gobierno... Nuestros intereses están detrás de la cortina... Descorramos la cortina... Veamos lo que ocultan... Derribar los muros del Gobierno..."



LETRA:

"Government Walls"

Break down the goverment walls
Speak in tongues, power is money
I see our interests fall
Well behind their curtain
Break down the government walls
Infiltrate our television
Break down the government walls
Time to be outspoken

I can hear the sound of falling masonry
As they try to plug that leak
I am tempted by their cloak of secrecy
To find out what their games are about
Ask a question and they'll talk of secret services
Secrets from the people they should serve
When they can hide their crimes in a legal disguise
Truth will not be seen nor heard

In ireland they may shoot to kill without
Warning you
Or lock you away for a while without trial
And if an honest cop gets to close to the
Truth of it
They'll set him up in style in style
In china, they murder
Their youth
Who are questioning
How their lives are controlled
Do they have the means to rewrite history
Wipe out the genes of doubt

Bring down the government walls
Bring them down within my lifetime
Let's see the curtain drawn
See what they are concealing
Bring down the government walls
Crime to be outspoken
It's a crime to be outspoken



MÁS DE JAMES EN ESTE SITIO:


("Nos estamos saliendo con la nuestra, todo al carajo, que le den por saco a todo. Así es la vida... Daniel quiere salvar a Grace, espero que sea un buen nadador")








'CRÓNICA SENTIMENTAL DE ESPAÑA' (fragmentos), de Manuel Vázquez Montalbán

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Leer el ayer, para pensar hoy... " Qué agresivo puede ser el verso... del por qué de este por qué la gente quiere enterarse... "

"... no faltaban los maestros con visión del futuro, precursores del espíritu neocapitalista, que recomendaban la lectura del 'Juanito'... un niño pequeñoburgués, regenerado tras el artero robo de una manzana y que... llega a ser un próspero comerciante, querido y respetado...

“¿Qué haremos con los protestantes?”, preguntaban los encelados sacerdotes. “¡Cogerlos a todos y echarlos al mar!”, contestaba la xenófoba chiquillería"


CRÓNICA SENTIMENTAL DE ESPAÑA (fragmentos)

1. En los años cuarenta, la radio, la enseñanza, los cantantes callejeros y rurales, la prensa, la literatura de consumo se aprestaron a despolitizar la conciencia social. Lo consiguieron casi totalmente e introdujeron el reinado de la elipsis, tácitamente convenido, para expresar lo que no podía expresarse. También el temple popular era elíptico y, en la dificultad de llamar al pan pan y al vino vino, a veces hay que buscar la clave en un acento, en un tono, en un silencio entre dos palabras. Qué agresivo puede ser el verso... 

del por qué de este por qué la gente quiere enterarse... 

... aunque sea el verso de una tonadilla que trata de cuestiones de amor prohibido. Había que oírlo cantado por las mujeres de la postguerra, por las mujeres que más padecían la postguerra, por las mujeres que siempre han padecido todas las postguerras de la Historia, sin ganar ninguna guerra.

2. Esta visión de las afinidades electivas cambió sustancialmente a partir de 1945. Pero durante todos los vagos años cuarenta,- la afirmación de una España diferente, reivindicativa, en las rutas nuevas del Imperio, estaba presente en la educación de los escolares. Los niños jugaban a anexiones territoriales. Hijos de vencedores o vencidos, todos estaban vacunados de peculiaridad histórica. Era todavía una España artesanal y agraria, lejos de los préstamos norteamericanos y de las fábricas automatizadas de corchetes y chorizo pamplonica. La pugna entre los elementos doctrinales constitutivos del nuevo orden ideológico ya se dejaba sentir en la didáctica nacional. Así algunos maestros ponían especial énfasis en la majeza épica del pueblo. Era una historia escrita por Rodrigo Díaz de Vivar, Vasco Núñez de Balboa, Agustina de Aragón, María Pita y el hijo del general Moscardó. En cambio, otros maestros, ancien régíme, seguían perdiendo la chaveta por los Borbones y hablaban del amor creador que había unido a Fernando VI y a doña Bárbara de Braganza, de lo popular que era Isabel II, de lo señora que era María Cristina de Habsburgo, de lo bien que montaba a caballo Alfonso XIII. Luego no faltaban los maestros con visión del futuro, precursores del espíritu neocapitalista, que recomendaban la lectura del Juanito, de Pallavicino: ejemplar historia de la ejemplar educación sentimental de un niño pequeñoburgués, regenerado tras el artero robo de una manzana y que, gracias al ejemplo de sus padres, llega a ser un próspero comerciante, querido y respetado, que tiene coche de caballos propio, hijos propios, mujer propia, propias chinelas de piel de cabritillo. Algunos curas, progresistas para la época, organizaban extrañas procesiones medievales que tenían un ritmo paralelístico establecido por una pregunta lanzada a la chiquillería que secundaba la manifestación sacro-popular: “¿Qué haremos con los protestantes?”, preguntaban los encelados sacerdotes. “¡Cogerlos a todos y echarlos al mar!”, contestaba la xenófoba chiquillería. No había duda. Qué diferente intentaba ser España en los lejanos años cuarenta.




'LO RECIENTE QUEDA ANTIGUO', por Luis Goytisolo

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".... la Red establece una relación íntima con el usuario puesto que, a la vez que este entra en ella, sea para resolver un problema o una duda, sea por puro placer adictivo, en justa reciprocidad, la Red entra en el usuario tocando o afectando sus puntos más sensibles, trazándole o configurándole un carácter, un perfil...

Para el usuario —y aunque no sea consciente de ello— más estimulante que utilizar la Red es la posibilidad de ser él quien se vuelque en ella"


LO RECIENTE QUEDA ANTIGUO
La gente, según va entrando en años, tiende a comparar el mundo presente con el de su propia juventud. “Cuando yo era joven…”. Por lo general, una realidad más positiva que la conocida por la juventud actual: antes había más seriedad, más conciencia, más educación, etcétera. Y cuando la evocación es negativa —la guerra, la posguerra, los rigores del sistema educativo de entonces—, el hecho de haberla superado la convierte en un triunfo personal. El resto, curiosidades para amenizar la tarde, tanto más chocantes cuanto más remotas: apenas había coches, el Atlántico solo se cruzaba en barco, etcétera. Curiosidades que han ido cambiando de generación en generación a lo largo de los últimos 200 años.

Claro que a veces los cambios son más bruscos, y a eso responde la tradicional división de la Historia en Edades.

Con todo, en el curso del pasado siglo, esa sucesión de cambios, esa constante evolución perfeccionista así en lo bueno como en lo malo, era más de lo mismo. Había un progreso social y económico interrumpido de vez en cuando por una revolución o una guerra, y la técnica no dejaba de incrementar sus aplicaciones, desde el avión a reacción hasta el aire acondicionado o el frigorífico. Y esa progresión en los ámbitos más diversos era lo que recogían los abuelos al destacar ante sus nietos las diferencias entre el ayer y el ahora. Cosas que hoy a los menores de 20 años les parecen poco menos que irrelevantes, simples aspectos de ese más de lo mismo antes mencionado. Y es que, en poco más de dos décadas la realidad circundante parece haberse diluido en sus contornos. Las crisis económicas y financieras se producen casi sin saber cómo por más que se les busque un referente concreto. A las guerras entre bloques han sucedido los enfrentamientos entre milicias de difícil identificación. La clase obrera ha sido sustituida por simples trabajadores y los títulos universitarios no han hecho más que perder relieve. Los Estados semejan cada vez más una empresa y las empresas, un Estado. Vamos, un mundo fluido, de consistencia desdibujada, en contraposición a la firmeza de los bloques enfrentados hace tan solo poco más de dos décadas. Una realidad en la que la única referencia válida acaba por ser Internet. Solo que la Red, y en especial las redes sociales que propicia, no es el espejo en el que se reflejan y visualizan esos cambios, sino una realidad estrechamente ligada al origen de tales cambios.

La clase obrera ha sido sustituida por simples trabajadores y los títulos universitarios no han hecho más que perder relieve. Los Estados semejan cada vez más una empresa y las empresas, un Estado. Vamos, un mundo fluido, de consistencia desdibujada

En efecto, la consolidación totalizadora de Internet y las redes sociales supone, en la vida y hábitos cotidianos, un cambio de mayor trascendencia que el que en su día supuso la máquina de vapor o el motor de explosión, en la medida en que afecta directamente a la sociedad considerada en su conjunto, individuo por individuo; en la medida en que ese individuo interioriza su uso de forma similar a como se pueda asumir una ideología o una creencia religiosa. Algo no comparable, por ejemplo, a tener un coche o a viajar en tren, en avión o en barco; ni siquiera al acto de darle a un interruptor y que se encienda una luz, una luz que ilumina el entorno más inmediato de quien la ha encendido. Lo propio de la Red es su capacidad de introducirse en todos los órdenes de la vida del individuo, de cada individuo. Y ese cambio, que por su carácter generalizado produce en los hábitos sociales creando así un antes y un después, da pie a empezar a pensar que tal vez nos encontremos ante un cambio de Edad similar al que se creó en el Renacimiento, en el tránsito de la Edad Media y la Edad Moderna.

 El epicentro de ese volcarse es el selfie o, mejor dicho, el intercambio de selfies. Una adicción que... termina impulsándole a hacer tal o cual cosa sin otro objetivo que introducir sus ocurrencias en ese intercambio de selfies

La importancia de los hábitos sociales, de un cambio en esos hábitos es, a este respecto, decisiva: cuando se produce, la vida de los ciudadanos es otra. Y es que, a diferencia de otros inventos, la Red establece una relación íntima con el usuario puesto que, a la vez que este entra en ella, sea para resolver un problema o una duda, sea por puro placer adictivo, en justa reciprocidad, la Red entra en el usuario tocando o afectando sus puntos más sensibles, trazándole o configurándole un carácter, un perfil —como suele decirse—, al tiempo que ofreciendo a los otros, al mundo entero, la posibilidad de que le conozcan tal cual es o como quisiera ser. Algo que no le sucede, como decíamos, a quien se compra un nuevo coche, por ilusión que le haga conducir un ejemplar de tal o cual marca; ni emprender un vuelo intercontinental, por no hablar ya del tren o el metro. Para el usuario —y aunque no sea consciente de ello— más estimulante que utilizar la Red es la posibilidad de ser él quien se vuelque en ella.

El epicentro de ese volcarse es el selfie o, mejor dicho, el intercambio de selfies. Una adicción que si comienza con el propósito de dar a conocer su actividad cotidiana al tiempo que recibe la de los otros, termina impulsándole a hacer tal o cual cosa sin otro objetivo que introducir sus ocurrencias en ese intercambio de selfies.

Así, cuando las vacaciones, al emprender un viaje, lo de menos es ya el viaje en sí, las peculiaridades de los lugares que se visita. Lo importante es poder ir mandando imágenes de esas peculiaridades o curiosidades a las que se va accediendo, a la vez que a las ideas ingeniosas que tales peculiaridades puedan suscitar aunque poco o nada tengan que ver con el viaje. Lugares o monumentos famosos junto a los que fotografiarse. O las vicisitudes de un crucero marítimo. O de un hotel de ensueño en una isla paradisiaca. O de un imprevisto cualquiera de lo más chocante. Más que el disfrute de la cosa en sí lo que interesa es el resultante proceso de integración propio de un chat. El resto es lo que a una obra de teatro el decorado.

La repercusión de ese cambio radical en los hábitos sociales terminará afectando a todos los aspectos de la vida cotidiana. Por el momento, los más perceptibles se revelan en los ámbitos más mediáticos de la realidad circundante. La prensa, los libros, las salas de cine. Y es que, ¿por qué ir al cine, por ejemplo? Trasladarse hasta él, hacer cola, comprar entrada, conseguir un asiento aceptable… ¿No es mucho más sencillo bajarse la película? Y en cuanto a la prensa y los libros, ¿por qué someterse a esa tarea de ir pasando páginas y más páginas? O sea que si cierran cines y librerías, ¡pues que cierren!

Por suerte, desde la época de los papiros al libro actual, la lectura, acompañada a veces de la imagen, ha traspasado todas las Edades, adaptándose siempre su formato a las características del momento. Y el que no haya sido nunca una afición mayoritaria permite pensar que va a seguir subsistiendo, al margen de su siempre más evanescente versión digital. Por algo es una afición minoritaria. Como la caza o la pesca. O el ajedrez. Eso sí: cuando se le cuente a un niño cómo era el mundo hace poco más de dos décadas no acabará de entender que la gente pudiese apañárselas sin la Redcómo era el mundo hace poco más de dos décadas no acabará de entender que la gente pudiese apañárselas sin la Red.

(Fuente: El País, 15-05-2011)

ENTRADAS RELACIONADAS:


("Mis alumnos no leen los periódicos. Ni en formato digital ni en papel. Las noticias llegan a ellos... solo cuando tienen carga emocional. Tampoco son tan distintos a gran parte de la sociedad donde triunfa el género de la emo-noticia: violencia, amenazas, sexo, rarezas y escándalos... El selfie es una gran metáfora de la vida actual. Ya no interesa lo que ocurre alrededor sino lo que nos ocurre a nosotros: a mí y a mis amigos, a mí y a mi grupo. Las segundas y terceras personas han desaparecido por ajenas, problemáticas, difíciles. Más allá del yo y del nosotros está el abismo")

MÁS DÓCILES Y MÁS COBARDES


("... hoy tenemos “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad”. Esa docilidad y esa cobardía que Agamben percibe está relacionada con los teléfonos móviles y con las tabletas a las que vive conectado un habitante común del siglo XXI... parece que alguien se ha puesto a aplicar aquella máxima de divide y vencerás, o mejor: atomiza y tendrás una multitud de individuos solitarios, dóciles y cobardes")


("... el cerebro del hombre es originariamente un desván vacío, que uno deber ir llenando con los enseres que prefiera. El necio, le dice Holmes, mete en él todos los trastos que encuentra, de modo que los conocimientos que podrían serle útiles no disponen de lugar, mientras que en cambio el artesano habilidoso controla lo que introduce en su cerebro-desván")


("Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes, la va a contemplar el universo mundo... Todo esto recuerda a los niños pequeños que precisan la constante atención de la madre o el padre: “Mamá, mira lo que hago”... El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe... Esa inseguridad inicial solía pasarse... Ahora... las personas exigen contar con espectadores y espejos de todas sus actividades, hasta de las más vulgares")

("Hasta ahora el cerebro no ha tenido rival. Ni el corazón ni el sexo... hoy le ha salido un competidor, un cerebro nuevo que ya no es carbónico sino metálico... El iPhone es el nuevo centro de mando que obliga al viejo cerebro a pensar, sentir y comunicarse según los nuevos instintos informáticos. Lo que antes se llamaba el yo, ahora se llama el pin")

(“Cómo es posible que no haya una rebelión de los jóvenes contra aquellos que han inventado el futuro sin ellos... Las maquinitas han dejado fuera del empleo a millones de jóvenes en todo el mundo... miles de jóvenes están siendo sustituidos por voces que vienen de la nada... por qué los jóvenes españoles, que forman parte de la legión más grande de jóvenes desocupados de Europa, no se rebelan, no dicen algo en contra del mundo que los mantiene al margen?”
("... Estamos rodeados de niños que desde que nacieron, nos han visto vivir como robots... Somos una generación de idiotas, de teléfonos inteligentes y gente tonta...")
("Igual que los empleados de El círculo, vivimos cada vez más fiscalizados por los otros, ya no podemos perdernos ni desaparecer porque tantas ventanas al exterior transparentan nuestra casa, nos la han convertido en una casa de cristal... en este siglo desaparecer resulta casi imposible, a quién no abre la puerta o no contesta el teléfono, se le contacta por e-mail, o por SMS, por WhatsApp o Skype, o se irrumpe en mitad del salón o en la cama")
("En los whatsapps la rapidez en responder a las llamadas es más determinante que el contenido de los propios mensajes...  hoy los móviles se diseñan para poder expresar una idiotez cada día un segundo más rápido")
("... De pronto un día se sintió perseguido y acorralado en la red por una multitud de seguidores y amigos que trataban de devorarlo. Cortó por lo sano, arrojó el móvil a un pozo y comenzó a vivir por dentro como un hombre nuevo, no como un insecto capturado.")
("En la mutación continua que como especie estamos experimentando los humanos desde la aparición del teléfono móvil, ese aparato que acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca y que últimamente sirve incluso para hablar, el último escalón ya no es el selfie...")

OTROS ARTÍCULOS DE LUIS GOYTISOLO EN ESTE SITIO:

("Fue una comparación poco afortunada por parte de Obama... mucho más acertado hubiera estado Obama al relacionar la muerte del piloto jordano con los linchamientos por motivos raciales propios de su país, algo mucho más próximo así en el tiempo como en el espacio, y a los que Hollywood ha popularizado en diversas películas... Sí, tomar distancias como remedio. Y ese factor irritativo que resulta de la proximidad se esfuma. Por suerte. Vamos, o por desgracia")


("Gracias a las actuales técnicas, el despliegue informativo que nos llega suele ser tan apabullante como de dudoso crédito no menos respecto a la noticia en sí que a las imágenes que la ilustran... ese carácter instantáneo de la información es perfectamente compatible con un elemental montaje de imágenes ubicables en un escenario que nada tiene que ver con lo redactado a pie de foto... los avatares de ese petróleo que mana del Kurdistán sigue siendo un misterio")






Columna periodística: 'LAS PALABRAS', por Manuel Vicent. PROPUESTA DE EXAMEN / 'ALTO', VETUSTA MORLA

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"Antes de creer en lo que dicen, míralos a la cara. Verás rostros de cemento armado, que están de mierda hasta el cuello y es como si la corrupción no fuera con ellos... ante todo, guárdate de ese espécimen que se llama animal político. Suele ser alguien que conoce por instinto las reglas de circo mediático; en la pista unas veces usa las palabras del domador y otras las del payaso"(M. Vicent)

"... vienen decididos a robar de cada expresión su significado... todas las palabras del lugar se han intoxicado"(Vetusta Morla)

LAS PALABRAS

“Mentir es un vicio terrible. Lo único que nos une y nos hace humanos son las palabras”, dice Montaigne. Tal vez sea cierto, pero los animales también hablan, aunque lo hacen a través de códigos más puros, que no permiten ningún engaño. El ladrido del perro, el canto del gallo e incluso el gruñido del cerdo expresan una verdad y a veces aventajan en sutileza a las expresiones de algunos políticos, que suelen utilizar el lenguaje para ocultar el pensamiento. Solo una mínima parte de las relaciones entre personas se establece con palabras; el resto lo hacemos con actos, gestos, miradas y silencios. La mejor palabra es la que no se pronuncia, dicen en Palermo. En plena campaña electoral he aquí un consejo para protegerse de la turbia corriente verbal que generan los políticos. Antes de creer en lo que dicen, míralos a la cara. Verás rostros de cemento armado, que están de mierda hasta el cuello y es como si la corrupción no fuera con ellos; los hay cuya ambición se nota en los ojos muy juntos a semejanza de los predadores; en cambio, otros tienen la mirada de rumiante y son capaces de mover las orejas hacia atrás para avizorar al enemigo que llega por la espalda. Pero ante todo, guárdate de ese espécimen que se llama animal político. Suele ser alguien que conoce por instinto las reglas de circo mediático; en la pista unas veces usa las palabras del domador y otras las del payaso; puede dar un salto mortal en el trapecio siempre con red y tal vez te asombre su empatía con los monos cuyo lenguaje entiende a la perfección a la hora de pedirles el voto. Hay políticos con sonrisa de arroz con leche que apacientan las palabras como ovejas, mientras otros las usan como balas. A la hora de votar fíate solo de su cara. En ella está todo escrito. Basta un gesto, un tic, una mirada o un silencio para adivinar su pensamiento.

(Fuente: El País, 17-05-2015)



LETRA:

¡Alto! 
He visto llegar
a cientos de soldados.
Visten uniformes de alquiler,
crean confusión;
tienen un encargo.

Muchos llevan por aquí
demasiados años.
Vienen decididos a arrancar
de cada expresión
su significado.

Ahora vete con cuidado,
las ganas de volver te irán acompañando.
La "próxima vez" ya dura demasiado.
Yo guardo la fe, 
tú encuentra el milagro.

¡Lejos!
Van a fumigar
todos estos campos.
Todas las palabras del lugar
se han intoxicado.

¿Quién me echó de vuestro lado?
La tierra que planté se ha convertido en barro.
Huelen el metal del aire envenenado.
Yo guardo la fe, 
tú encuentra el milagro.

¿Quién quemó nuestro tejado?
La lluvia artificial nos sigue intoxicando
Huelen el metal del aire envenenado
Yo guardo la fe, 
tú encuentra el milagro.

PREGUNTAS:
1ª ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS
2ª TEMA. RESUMEN

3ª COMENTARIO CRÍTICO
Preguntas guía para el comentario crítico

1ª ¿Cómo está organizado el texto? (Estructura)
2ª ¿Qué tesis defiende el autor? (Ver Orientaciones para determinar el tema...)
3ª ¿Podrías resumir brevemente el texto con tus propias palabras?
(Las tres primeras preguntas corresponden, evidentemente, a las preguntas de Selectividad, ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS, TEMA Y RESUMEN. A partir de la cuarta pregunta comenzaría -es sólo una propuesta- el COMENTARIO CRÍTICO)
4ª ¿Qué tipo de texto es? Si es un texto literario, ¿a qué momento histórico pertenece, está "encuadrado" en algún movimiento literario?
5ª ¿Es un tema actual? ¿Crees que hay alguna idea "secundaria" importante?
6ª ¿Es un tema polémico?
7ª ¿Es un tema local/universal
8ª ¿Qé argumentos utiliza el autor para defender su tesis?
9ª ¿Es objetivo en sus planteamientos, o es subjetivo?
10ª ¿Cuáles son las “marcas lingüísticas” de su supuesta subjetividad? ¿Cuáles son las expresiones más impactantes, más significativas? Coméntalas.
11ª ¿Es un tema original?
12ª Si no lo es, ¿lo es, al menos su tratamiento, su enfoque?
13ª ¿Cuál es tu opinión?
14ª ¿Qué argumentos añadirías?
15ª ¿Qué argumentos opondrías a los del autor?
16ª ¿Puedes relacionar el texto, su tema principal, con otros textos, noticias… que conozcas?
17ª Teniendo en cuenta la intención del autor, ¿crees que ha sido eficaz? ¿Qué funciones del lenguaje predominan?
18ª ¿Cómo concluyes tu análisis, tu comentario?

4ª EXPLICAR LAS RELACIONES SINTÁCTICAS QUE SE DAN ENTRE LAS SIGUIENTES PROPOSICIONES:
Verás rostros de cemento armado, que están de mierda hasta el cuello y es como si la corrupción no fuera con ellos
5ª EL LENGUAJE PERIODÍSTICO / LOS GÉNEROS DE OPINIÓN / LOS GÉNEROS INFORMATIVOS / CLASIFICACIÓN DE LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS

ENTRADAS RELACIONADAS:
INFECCIÓN
("A estas alturas, un ciudadano libre tiene la obligación de saber que votar a un Gobierno corrupto es un acto inmoral, que te hace cómplice de la corrupción... si de forma consciente votas a un político corrupto es porque tú en su caso harías exactamente lo mismo... Aunque los medios de información descubran y aireen cada día sus delitos de cohecho, malversaciones de caudales públicos y robos descarados... Los votas, pero tú eres un ciudadano honorable..."

ACERCA DE 'LA DERIVA', ÚLTIMO TRABAJO DE VETUSTA MORLA

URGENTE: LIMPIAR LAS CLOACAS
("llevamos décadas viviendo una democracia secuestrada, un expolio organizado, un robo a mano armada;  y lo cierto es que ningún partido de los que ha gobernado ha puesto ningún tipo de cortafuego real a esto, ni ha favorecido la real separación de poderes, ni ha creado verdaderos controles (sino al contrario), ni ha castigado la corrupción y ni siquiera se ha preocupado un poco por la confusión entre lo público y lo privado...")

LUIS CERNUDA REVOLUCIONARIO: 'LOS QUE SE INCORPORAN' / 'VIENTRES SENTADOS'

("... Sonreís rasgando maliciosamente la hedionda boca... Y desde allí emitís como el antiguo oráculo... Henchidas necedades... La verdad está en lucha y en ella os aguardamos"


EL INSOPORTABLE CIRCO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL

("Cualquier campaña electoraldebería servir para denunciar la falsedad del juego democrático. Si alguien no lo hace, está asumiendo la derrota... no cree realmente en esa hiriente falsedad y aspira, como los otros, a pillar una silla manchada en esta partida de póquer amañada... O aquellos en los que, más o menos, uno podía creer... rescatan, para gritarla, la expresión 'Proceso Constituyente', o, por favor, que dejen de hablarme... Me quedaré leyendo una y otra vez aquella frase, "reformar para que nada cambie") 

EN PRESENCIA DE UN PAYASO

("... no es que estuvieran defraudados de la clase política oficial, era sencillamente que hablaban idiomas distintos... El proyecto de Abel no era proponer una enmienda al sistema sino poner de manifiesto su inutilidad, y para eso tenía el delirante propósito de hacerse con un escaño para sentar en el Congreso de los Diputados un maniquí de Lola Perpetua... "Sentar a ese maniquí para que el descontento quede por fin legítimamente representado. Tendrán que darse la vuelta y mirar a este fantoche sentado como un igual")




'ALGUNAS PREGUNTAS PARA LOS CANDIDATOS A LA ALCALDÍA DE SANLÚCAR'... O DE CUALQUIER CIUDAD, por Luis Enrique Ibáñez

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¿Van a cancelar las cuentas que el Ayuntamiento tenga con entidades financieras que ejecutan desahucios y/o poseen un excesivo parque inmobiliario vacío, mientras hay muchas familias sin techo? ¿Cómo van hacer real la tan cacareada participación ciudadana? ¿Cuáles van a ser las vías concretas, los organismos responsables, la periodicidad de consultas e intervenciones, el grado de vinculación a asumir...? ¿Qué tienen que decir de aquella frase de Ghandi, "Cuando una ley es injusta, lo mejor es desobedecer"?


ALGUNAS PREGUNTAS PARA LOS CANDIDATOS A LA ALCALDÍA DE SANLÚCAR

Partimos de la premisa de que este llamado juego democrático es una farsa, no obstante, creemos que sería interesante que contesten a las siguientes preguntas.

1ª ¿Van a cancelar las cuentas que el Ayuntamiento tenga con entidades financieras que ejecutan desahucios y/o poseen un excesivo parque inmobiliario vacío, mientras hay muchas familias sin techo?

2ª ¿Qué medidas concretas van a tomar para solucionar el trágico problema de esas familias que se han visto obligadas a ocupar viviendas vacías, y, en general, de todas las personas que no tienen acceso a una vivienda aquí, en Sanlúcar?

3ª ¿Cómo van hacer real la tan cacareada participación ciudadana? ¿Cuáles van a ser las vías concretas, los organismos responsables, la periodicidad de consultas e intervenciones, el grado de vinculación a asumir...? ¿Van a consultar a la ciudadanía, a los barrios, aquellas medidas o decisiones que sean de gran trascendencia para sus vidas? ¿Harán públicos, antes de ser ejecutados, los proyectos de gran envergadura, sus presupuestos, las personas responsables?

4ª ¿Cuántos asesores, cargos de confianza, mantiene en la actualidad el Ayuntamiento de Sanlúcar, y cuántos tendrán ustedes en caso de ganar? ¿No creen que, en lugar de puestos a dedo, sería mejor prestigiar, reconocer, la figura de los funcionarios públicos?

5ª ¿Cuáles serán los criterios que mantendrán en materia de subvenciones? Existe una Ley que, más o menos, regula ese tema, pero siempre se puede dirigir la mirada, el interés, hacia un lado, o hacia otro.

6ª Muchos ciudadanos de esta ciudad pensamos que lo público, lo oficial, lo institucional, está excesivamente abrazado a lo religioso, y este ámbito debería ser absolutamente íntimo, privado, ¿qué opinan al respecto?

7ª Aunque las competencias en materia de Educación no son estrictamente municipales, ¿cómo harán ver su sincero interés por la Educación en Sanlúcar? ¿Cuáles van a ser sus líneas de actuación con los colegios y los institutos, sobre todo, con aquellos ubicados en zonas de mayor riesgo de exclusión social? ¿Piensan que sería oportuna la creación, desde el propio Ayuntamiento, de una Escuela de Padres?

8ª Desde hace muchos años, muchas personas del ámbito de la cultura en Sanlúcar han manifestado la necesidad de que, aparte del turismo de playa (sucia y con aguas residuales) y tapas, esta ciudad tiene argumentos para fomentar un turismo cultural, de congresos, de arte, de literatura, de divulgación de su gran patrimonio histórico, ¿qué piensan al respecto?

9ª Criticamos a nuestra juventud por su apego al 'botellón', ¿qué otras opciones de ocio les podemos ofrecer? ¿Dónde pueden ir? ¿A qué otras actividades pueden acceder... teatro, conciertos... talleres culturales?

Abordemos ahora algunas cuestiones de carácter general.

1ª ¿Creen que realmente vivimos en un estado democrático?

2ª ¿Saben lo que significa el MEDE, sus consecuencias? ¿Qué opinan sobre la reforma nocturna y agostosa del artículo 135 de la Constitución?

3ª ¿Piensan que, de verdad, las oscuras relaciones entre los grandes partidos, los medios de comunicación y los bancos, no prostituyen la esencia democrática?

4ª Los estados europeos, nosotros, aportan fondos al BCE. El BCE no puede prestar dinero a los estados. Se lo presta a la banca privada a un interés irrisorio. Los estados tienen que pedir dinero a la banca privada, a un interés obsceno... ¿qué tienen que decir de esto?

5ª ¿Por qué no critican e intentan acabar con esa abyecta Ley Electoral que eterniza -a algunos les viene bien- la vigencia de un Pensamiento Único, la imposibilidad real de nuevas opciones? ¿Y sobre la Ley de Financiación de partidos?

6ª ¿De verdad piensan que a la gente le puede parecer normal ver a un expolitico, exministro, expresidente, en los consejos de administración de multinacionales, de esos bancos que tanto mandan?

7ª ¿Creen que es real la separación de poderes?

8ª ¿Estarían de acuerdo en que los ciudadanos españoles pudieran decidir sobre el modelo de estado que quieren habitar? Sí, me refiero a Monarquía o República.

Por último, tres cuestiones más o menos personales.

1ª Mencionen, si quieren, tres títulos de películas que les hayan impactado.

2ª ¿Cuál es el último libro que han leído? ¿Y cuál es el que están leyendo ahora?

3ª ¿Qué tienen que decir de aquella frase de Ghandi, "Cuando una ley es injusta, lo mejor es desobedecer"?

(El candidato que lo desee puede responder por escrito a estas preguntas. Lo puede hacer enviando sus respuestas al correo luisenriqueibanezcepeda@yahoo.es. Dueloliterae se compromete a publicar esas respuestas, y también se concede el derecho a réplica)







'EL ABECÉ DEL CANDIDATO', por Alex Grijelmo

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"La gramática y su aplicación adecuada sirven para ordenar las ideas y construirlas de forma más inteligible. La ortografía y la sintaxis son la ropa que se ponen nuestros argumentos para salir a la calle. Con ella nos observan los demás y con ella se hacen una idea de cómo somos...

Todavía la imagen física provoca más preocupación y despierta mayor interés que el ropaje intelectual"



EL ABECÉ DEL CANDIDATO

Ángel Biaggini aspiraba a la presidencia de Venezuela en 1945 por el Partido Democrático Venezolano (PDV), agrupación política de corte progresista. El redactor del diario Últimas Noticias Nelson Luis Martínez le pidió durante la precampaña electoral una declaración autógrafa como saludo a los lectores, y el candidato le escribió unas amables líneas.
Pero en el manuscrito cometió un error: puso “entuciasmo”, con ce, confundiendo la fonética correcta de América con la escritura incorrecta de cualquier lugar del idioma español. El periódico publicó el texto caligráfico en primera página, y se organizó un buen escándalo. Enseguida, el ambiente general determinó que un presidente debía ser una persona culta que no cometiera faltas de ortografía, y que Biaggini no podía aspirar a la jefatura del Estado. (Carlos Alarico Gómez, El poder andino. Editorial CEC. Caracas, 2007. Página 226).
Los comentarios en la prensa adquirieron enseguida ciertos tintes hirientes, la gente compuso una guaracha popular titulada La ce de Biaggini y se llegaron a hacer juegos de palabras con “el abecé del candidato”: la A de Ángel, la B de Biaggini y la C de entuciasmo.
Las dificultades de ese y otros partidos para encontrar aspirantes de prestigio fueron esgrimidas de inmediato por el Ejército para propinar a Venezuela un golpe de Estado que basó su sinrazón en la escasa categoría de los políticos democráticos.
Un error lo puede cometer cualquiera, y dos errores también. ¡Quién está libre de un despiste, de un mal día! La prensa suele destacarlos cuando suceden, y salir al paso para que la inconveniencia no se extienda, tal como sucedió hace unos años con aquello de los miembros y las miembras (y aun así ha tenido su reflujo).
Ahora bien, en la vida se nos suele medir en porcentajes. No se juzga igual a quien se equivoca en un 1% de sus decisiones que a quien lo hace en el 60%. Todos erramos alguna vez, pero ciertos políticos escriben a menudo con faltas en las redes sociales, y eso debe conducir ya a otro tipo de juicio.
Por ejemplo, la concejal ¡de Cultura! de Valencia, Mayrén Beneyto, anunció hace unas semanas su retirada del cargo con un mensaje en Facebook de 19 líneas que contenía 30 faltas de ortografía o de sintaxis. Y ahí la proporción nos parece ya insufrible. No se trataba de errores o despistes, sino de la expresión de un pensamiento estropeado.
La gramática y su aplicación adecuada sirven para ordenar las ideas y construirlas de forma más inteligible. La ortografía y la sintaxis son la ropa que se ponen nuestros argumentos para salir a la calle. Con ella nos observan los demás y con ella se hacen una idea de cómo somos.
Llama la atención que alguien pueda argüir que las prisas y el corazón le hicieron escribir así (“el corazón fue más rápido que la cabeza”, se excusó la concejal). Pero esa misma persona que descuida su aspecto ortográfico no habría asistido nunca a un estreno en el Palau de la Música vestida con la ropa de hacer gimnasia, ni explicaría luego que no le dio tiempo a cambiarse y que se estaba dejando llevar por la prisa y por su corazón de deportista. Todavía la imagen física provoca más preocupación y despierta mayor interés que el ropaje intelectual.

(Fuente: El País)

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LOS ERRORES QUE SE RECONOCEN EN SUBJUNTIVO

("La irrealidad engloba la incertidumbre, la conjetura, la posibilidad, las emociones y las obligaciones (sobre todo si no se han cumplido). Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo... No se puede rectificar un error si no se admite sin tapujos, si no se analiza por qué se cometió, si no se aceptan sus detalles, con la autoría o con la parte de responsabilidad o de culpa que hay en él; si no se presenta en el lado de la realidad... Quizá no debamos confiar mucho en que se estén asumiendo de verdad los errores reconocidos en subjuntivo" )

("Toda información incluye una perspectiva. Todo lo miramos desde algún punto, real o imaginario... Se informó hace días de que el paro había bajado en 64.405 personas durante el mes de diciembre, y los titulares de prensa recogieron esa opción. También habría sido posible destacar que “4.447.711 personas continuaron sin empleo”... No consideramos noticia lo que sigue como estaba, sino aquello que cambia... algunas perspectivas se adoptan con cierta arbitrariedad o interés...")

("La vida y la gramática se parecen pero no son lo mismo... Los pronombres demostrativos nunca han sido capaces de demostrar nada. El idioma español tiende al uso activo frente al pasivo, a diferencia de lo que ocurre ahora en la contabilidad.
Los posesivos son a menudo pura ilusión. Decimos “duermo en mi casa” o “voy a mi empresa”. Pero “mi casa” es del banco. Y “mi empresa” es de… ¡anda, qué casualidad!")
(Ay, que manía tienen... cuando la realidad les agrede, nunca se refieren a ella con su verdadero nombre. "A veces procuramos no poner nombre a algo... Para combatir algo, hace falta conocerlo y nombrarlo. Es decir, asumirlo como real; y enfadarse con palabras reales. Los vocablos inconcretos sirven para salir del paso pero transmiten escasísima confianza al paciente (que tenderá a impacientarse). Nos hablan de regeneración. Pero mal empezamos si quienes dicen enfrentarse a la corrupción no se atreven siquiera a mirarla a los ojos y llamarla por su nombre")
("... sabemos que las palabras no sólo significan sino que también evocan. Y evocan porque se contaminan... Cuando escuchamos esa expresión, todos nos quedamos más tranquilos... tiende a poner en igualdad de condiciones al agresor y a su víctima, quienes supuestamente saldan con la sangre un desequilibrio en su balanza de agravios... Los ultras, los delincuentes... también forman parte del género humano")
ARRANCAR UN VERBO PEGAJOSO

("Las etapas, los congresos, los campeonatos no empiezan o comienzan: arrancan. Las obras, los empeños o los programas no se acometen, se emprenden o se inician: arrancan. Los procesos, las tormentas o los acontecimientos no se desencadenan o se desatan: arrancan. Las ideas no se activan o se impulsan: arrancan. Y, luego, cuando se trata de arrancar el coche, resulta que lo ponemos en marcha")

("El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herramientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden... “Pifostio” tampoco ha entrado en el nuevo Diccionario, y sin embargo miles de lectores entenderán la oración “se montó un pifostio”... “Jo, tengo la pantalla de la tableta muy dedoseada”)

(Acerca de una palabra amable que, además de ser maltratada, es utilizada para mafiosos cambios semánticos. "... el Consejo de Administración de Telefónica había aprobado una aportación única de 35 millones de euros para el “plan de pensiones” de su presidente... La voz “pensión” nos evoca de ese modo el esfuerzo previo y el pequeño fruto de lo que se logra al ahorrar de a poquito... ahora nos topamos con un nuevo sentido de “pensión”: una pensión rica, tremendamente rica incluso; que se beneficia de la connotación de la palabra pero se parece poco a las circunstancias en que este prestigio se ha forjado")

(Sobre significado y sentido, dos conceptos con los que algunos juegan demasiado bien... cuidado con ellos. "Esa técnica de llevar al lector a entender lo que no se dice (estudiada en la pragmática, una rama de la lingüística) se usa con demasiada frecuencia en la prensa, en el lenguaje político y en el sindical. ¿Se está mintiendo cuando se induce a una conclusión falsa? Como explica Williams, si vemos a un ciego que camina hacia un precipicio y no le advertimos de ello, nosotros no lo matamos; pero ¿qué diferencia hay?")
("... los agentes actúan antes de preguntar y de analizar. Arrojan a la persona inmigrante al otro lado de la linde sin saber si está enferma o exhausta, sin decirle ni buenos días, sin saber si es objeto de persecución política o discriminatoria, si ha caído en una red de trata de personas o si huye de un violador... la lavadora de palabras ya se ha puesto en marcha. El poder y su entorno no hablan de "expulsiones en caliente", sino de que se quiere "adecuar la ley a la práctica" )
(Para la reflexión y el debate. Cuando tratamos el tema de 'El lenguaje periodístico' con nuestros alumnos de Bachillerato, hacemos especial hincapié en la obligación que tienen los distintos medios de comunicación de diferenciar claramente los géneros informativos, por un lado, y los géneros de opinión, por otro. A raíz del falso documental (falsedad aclarada al final del programa) emitido en el famoso programa de Jordi Évole sobre el intento de golpe de estado del 23-F, Alex Grijelmo reflexiona sobre las difusas fronteras que separan información, opinión... y ficción. "El programa de La Sexta se hallaba en su derecho de ofrecer un espectáculo, o una provocación para demostrar lo fácil que resulta engañar a un público. Pero lo estaba haciendo con un formato que los telespectadores habían entendido, hasta ese momento, destinado a contenidos rigurosos, serios, precisos. Un formato de documental")
("Este cibermundo sin jerarquías vivirá mucho tiempo. Por eso convendría responder a su desafío reforzando las estructuras previas del pensamiento de los escolares, de modo que procesen con inteligencia la información desestructurada, tan inadvertida como fenómeno que ni siquiera la calificamos con ese adjetivo. Casi nadie usa una palabra de connotación negativa para algo que ahora se ve tan prestigioso")

("... las palabras tienen su propio inconsciente y, por tanto, se pueden psicoanalizar también... El lenguaje político está repleto del verbo “querer”, pero con la idea dentro de él de hacer, de decidir, de ordenar... si entre el “quiero” de un ciudadano y el logro de su anhelo media un tramo largo, apenas se aprecia distancia psicológica entre estos “quiero” tan repetidos por los poderosos...)

("Los políticos abusan de estas fórmulas, que suelen sonarnos ajenas. Nuestra desconfianza se activa quizás con dos indicios: lo artificioso del vocablo y el hecho de que sólo se pueda pensar en su lado bueno, pues casi nunca tienen un antónimo simétrico... En esto se ha producido una nueva expropiación de la calle, y también de las palabras. Podían haberlo denominado internalización, sin embargo se llamó casting. Ya está todo listo para que algún día ese vocablo pueda funcionar como eufemismo de la censura")
("... resulta curioso que las mismas personas que dicen "catalanes y catalanas", o "españoles y españolas", o "murcianos y murcianas", para que las catalanas, las españolas y las murcianas no queden fuera del discurso, acudan luego a fórmulas como "Cataluña no está de acuerdo", "España piensa tal cosa" o "Murcia prefiere", expresiones con las cuales se silencia a los ciudadanos y ciudadanas que, dentro de esos sujetos colectivos, tienen posiciones divergentes... cualquier catalán puede presumir, si así lo desea, de que en su tradición literaria figuren tanto el Quijote como Tirant lo Blanc, obras ambas que leerá sin problema en la lengua original")
("... una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo... el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas")
("Un objeto no puede sentirse ofendido. Tampoco una idea. Por mucho que lo intentemos... ¿cómo se pueden regular las ofensas y los ultrajes a España, a la bandera, a las comunidades y, ya puestos, también a los ayuntamientos, las diputaciones, las comarcas, las vegas y los valles? Malamente... Está en marcha una ley que se prevé incluya palabras desviadas de su significado, como “ofender” o “ultrajar”; verbos que tampoco se realizan por sí mismos, sino que necesitan la contribución del complemento que recibe la acción. Y los complementos de esta ley no pueden contribuir a ello porque no son personas")
("... comprobamos a veces que alguien se queda más ancho que largo ante un caso de corrupción tras anunciar que “se van a depurar responsabilidades”. Y cuando un significado se fuerza, cuando no responde a lo que el Diccionario viene diciendo de él, conviene reflexionar al respecto. Sobre todo si la manipulación semántica procede del poder, ya sea político, económico o sindical: cuando viene de los que pontifican ante el micrófono, y no de lo que circula entre el pueblo... esas expresiones hacen luego que algunos se sientan cómodos al proferirlas, porque inconscientemente les sirven de escondrijo... nos gustaría más que ... se propusieran en su lugar “la dimisión de todos los culpables")

("Cristiano Ronaldo no recibe el apelativo de “inmigrante”, sino el de “extranjero”, pese a que técnicamente cumple los requisitos del inmigrante... los hijos de los inmigrantes marroquíes o colombianos de empleos más menestrales tienen reservado otro nombre en las estadísticas y en nuestro imaginario: son “inmigrantes de segunda generación”... ... a menudo les negamos lo más definitivo, lo que va por la vía emocional: las palabras. La palabra español, la palabra igual, la palabra votante, la palabra ciudadano, la palabra vecino, la palabra contribuyente. El término “inmigrante”, hereditario además, las aniquila todas, ocupa sus espacios y, a veces, también arrincona los derechos que se vinculan a ellas")
("La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo")
(Alex Grijelmo nos regala un paseo generoso por esa ciencia tan española, la del insulto popular, ciego. "En un hipotético código penal de los insultos, algunos (como “nazi”) deberían acarrear una indemnización severa, y otros sólo una buena multa pagadera en cómodos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificación simétrica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe. Así que, por favor, señorías: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con más cuidado.")
("La política y el periodismo abundan en pleonasmos malos. Y queríamos llegar hasta aquí para preguntarnos si la abundancia de pleonasmos no implicará que algunas personas están dejando de creer en la fuerza de muchas palabras y en sus significados redondos... Quienes se expresan así imaginan acaso fisuras en las palabras más sólidas; o quizás esos vocablos se les han desgastado por su desempeño falso y artificial... Dentro de un cuento infantil o dentro de algún que otro programa electoral")

("El episodio da pie a deducir un Cervantes que asume el léxico hermano (también escribe lladres, en vez de ladrones) y que retrata el deseo de entendimiento de la época por encima de diferencias entre catalanes y castellanos o bandoleros y caballeros... ... Pistoletes o pedreñales, galgos o podencos, amigo Sancho, son poco más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan")

(“Auditoría”, “evolución”, “sostenible”, ”crecimiento”, ”racionalizar”, “transparencia”… son vocablos de prestigio... palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos engañan... ... El discurso político regala vocablos como estos, que endulzan la frase... valdrá la pena fijarse bien en todas las palabras que haya alrededor")
(Una lección de gramática para hacer una crítica al, con tanta frecuencia, falaz lenguaje de los políticos. "Los políticos (por acá y por acullá) abusan de la ambigüedad y de los conceptos amplios: “Futuro”, “libertad”, “institucionalización”... Es el lenguaje que le sirve al poder, no el que le sirve a la gente. Y cuando ellos se expresan así, los demás tenemos derecho a decidir que preferimos sustantivos precisos y verbos con todos sus complementos")

(Por eso son tan importantes los matices que, en nuestro idioma, las formas verbales nos regalan. Son inmensas las posibilidades que, por ejemplo, la coexistencia del pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto compuesto, pongamos, abren para nuestra expresividad... y también para la manipulación. Qué razón tiene el autor, porque ¿cuánto duró tu error, amiguete? 
"Esa elección (“en dos palabras”) de la forma “me equivoqué”, cuyo tiempo verbal (pretérito perfecto simple) presenta además la acción como terminada hace mucho, modifica nuestra percepción subliminal de lo ocurrido. Al ser expresada de ese modo, se reducen los daños al momento en que una persona decide apoyar a otra porque confía en ella. Y se diluye la circunstancia de que el nombrado defraudó una y otra vez esa confianza, y no de repente ni de forma inopinada, sino martilleando...")

("Dentro de la misma maniobra, la expresión “rueda de prensa” se va arrinconando para dejar paso a esta “comparecencia” voluntaria. El compareciente, además, suele explicarse de pie, con tribuna o atril, en posición superior. No con la cabeza a similar o inferior altura como sucedería en el juzgado. Para eso es un alto cargo, para estar en alto")

("La verdad jurídica de las palabras difiere a veces de su verdad semántica y etimológica, y de cómo las entiende la sociedad. Eso suele generar disgusto y derivar en controversia; pero, sobre todo, alienta la desconfianza.... generalmente el sentido de las palabras coincide con el sentido común")



("El problema sobreviene cuando alguien se topa con un lenguaje vulgar en un ámbito donde esperaba un léxico esmerado, o, por el contrario, cuando quien está diciendo algo suelta unas cuantas frases pedantes que no casan con el ambiente de desenfreno y cachondeo que le envuelve")


("Las oraciones adversativas y las concesivas muestran a veces nuestro subconsciente: Alguna vez habremos oído: “Es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, o algo similar. Y ahí la conjunción “pero” delata el pensamiento estropeado.... en algunas ocasiones los periodistas transferimos nuestros prejuicios junto con la información que difundimos.")


("... La austeridad consiste ahora en que las medicinas se conviertan para muchos en un lujo... en que llegar a fin de mes constituya todo un alarde. Austeridad es que a alguien lo echen de su casa y que por tanto recorte sus gastos en calefacción y en electricidad.")


("Tal vez la calidad de la vida pública se pueda medir contabilizando el léxico circulante (cabría componer un índice con el aumento de eufemismos, la abundancia de archisílabos o la profusión de tecnicismos oscuros); pero también la calidad de los periódicos tendrá algo que ver con el número de rumores que publiquen.") 



'YO VOTARÍA A ATILA', por Rosa María Artal / 'DEATH TO MY HOMETOWN', BRUCE SPRINGSTEEN

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"¿Qué más tienen que hacerle a esta sociedad para que reaccione y cambie? Se diría que ha perdido la dignidad. Porque hay mermas cuya aceptación envilece. En daños a nuestros semejantes, en derechos, en democracia...

Las leyes mordaza han sido igualmente pergeñadas con un único fin: acallar las protestas ciudadanas.  A pesar del sosiego de las protestas, de todas, mareas incluidas, el PP tenía muy claro que 15M nunca más. La ciudadanía está, parece, para obedecer y ser usada"

YO VOTARÍA A ATILA

“Ningún escudo rasgó el cielo de la tarde, no hubo ciudades ardiendo.  Ningún ejército irrumpió en las orillas donde moriríamos.  Ningún dictador fue coronado. Me desperté después de una noche tranquila, no oí ningún sonido.  Los merodeadores irrumpieron en la oscuridad y trajeron la ruina a mi ciudad”  Bruce Springsteen (Death To My Hometown )
Cuatro años después de que la indignación saliera a las calles, cuatro años después de que se iniciara un ciclo que entregaría prácticamente todos los poderes del Estado al Partido Popular, llega la hora de evaluar lo sucedido. De ratificar o cambiar. Y también de, haciendo acopio de la mayor honestidad, dejar toda tibieza porque nos jugamos mucho.
 Cuando escucho que quizás ciertos candidatos tienen uno u otro inconveniente que suscita dudas, me digo que es cierto pero que yo votaría a Atila antes de seguir igual. Antes al mítico y feroz rey de los Hunos, que a la mayoría de quienes ahora ostentan el poder. Es como si, porque me molestara la colonia de un candidato, votara a Jack, el Destripador o a Lucrecia Borgia y sus ponzoñas.
Si tras el paso de los Hunos no crecía la hierba, esta legislatura ha terminado por segar el futuro de muchas personas que es tanto como el del  propio país como modelo de convivencia. Miles de jóvenes han tenido que marcharse de su casa (insultados además por la ministra de la “movilidad exterior”). Y aún así el paro juvenil permanece en torno al 53% cuando estaba en el 40% aquel 20 de Noviembre de 2011. La pobreza infantil (que ha pasado del 17% al 33% en este período) deja secuelas. Los desahucios, la falta de ingresos en casa, las medicinas que no se compran por el costoso repago, la formación que se trunca por la subida de las tasas universitarias, los propios hachazos a la ciencia, la investigación y la cultura, echan sal a los campos de esta sociedad al punto de llegar a abrasar algunas de sus raíces.
Los proclives a buscar excusas, intentarán relativizar los datos. Marearlos para disuadir el criterio. Y que no creamos ni a nuestros propios ojos. Pero hay hechos incuestionables y tozudos en los que es imprescindible insistir:
España es, hoy, el país más desigual de la Zona Euro y uno de los más desiguales de Europa. El Índice de Desarrollo Humano de la ONU -que evalúa los factores que cuentan para que un pueblo sea considerado próspero- nos ha enviado con Rajoy al puesto 27, cuando en 2008, con Zapatero, estábamos en el 13. Y es que entre las variables manejadas están los elementos de salud y el Sistema Nacional Español ha pasado de ser el 5º más eficiente del mundo, al número 14. El PIB no se come y la desigualdad mata. Hasta el Human Capital Index del World Economic Forum (o Foro de Davos), mucho más orientado al mercado, nos sitúa en un poco airoso puesto 41 a pesar de la fuerte devaluación de los salarios. Han vaciado la Hucha de las Pensiones que el PSOE dejó repleta. Y encima nos han vendido (privatizado) como, en un delirio, patrimonio y empresas rentables. Y aún así no les llega y Rajoy nos ha endeudado en 300.000 millones de euros.  Casi un tercio del total que debemos. De momento. El PP ha aprovechado la crisis (internacional y local) para imponer su modelo de sociedad.

Un país serio, con una sociedad madura y responsable, exigiría responsabilidades por corrupción antes de ir a votar. Esto no ocurre en España, pero sería posible con una reforma a fondo de las Instituciones, de los tres pilares de la Democracia
Dejémonos, sin embargo, de enumeraciones tan sabidas por unos como ignoradas u obviadas por quienes son impermeables a la verdad. La percepción de la sociedad es que esto ha sido un saqueo Y que el diseño de la Justicia, como explica con coraje la periodista especializada Elisa Beni, está atado y bien atado:¿Qué vamos a esperar si el presidente del Tribunal Supremo fue un alto cargo en el Gobierno de Aznar? 
 Las leyes mordaza han sido igualmente pergeñadas con un único fin: acallar las protestas ciudadanas.  A pesar del sosiego de las protestas, de todas, mareas incluidas, el PP tenía muy claro que 15M nunca más. La ciudadanía está, parece, para obedecer y ser usada.
 No tendríamos que vernos en esta situación. Un país serio, con una sociedad madura y responsable, exigiría responsabilidades por corrupción antes de ir a votar. Esto no ocurre en España, pero sería posible con una reforma a fondo de las Instituciones, de los tres pilares de la Democracia.
 ¿Qué más se puede hacer a esta sociedad? ¿Atila hubiera sido más cruel?  Es dudoso porque la falta de empatía que muestra el PP con las víctimas de sus políticas –y de las corrupciones y corruptelas de muchos de sus miembros- es difícilmente superable. Dolores De Cospedal acariciando con aparente ternura y evidente hipocresía a un niño discapacitado -sector con el que se ha ensañado en recortes- sonroja. Como un botón más de una campaña que algunos candidatos han hecho grotesca demostrando lo que realmente les preocupa. Y sucia, al punto de volver a repetir el acarreo de ancianos demenciados o enfermos psiquiátricos para que voten al PP.

 La primera cita es el domingo. Votamos por las ciudades y comunidades en las que vivimos. Despertemos ya del maleficio. El modelo del PP, o de los Ciudadanos neoliberales, es el gran centro comercial del lujo que solo beneficia a unos pocos. No espacios donde residen las personas con sus problemas y aspiraciones diarios: salud, educación, servicios. ¿Cabe mayor brutalidad que vender a fondos buitre viviendas sociales o cobrar impuestos por ayudas vitales para subsistir?
 Apura los días la #MarcaPP en Madrid para cerrar proyectos urbanísticos, ganados por las empresas habituales, aunque chirríen los contratos por el fuerte olor a pelotazo. Ese hotel que Abel Matutes y El Corte Inglés anunciaron un año antes (2013) de que el edificio elegido fuera declarado en quiebra (2014), tras no hacer nada por recuperarlo, como ejemplo de la febril y muy precisa actividad urbanística de Ana Botella. Esos contratos que hipotecan las arcas públicas durante décadas y que Ignacio González se empecina en adjudicar en puertas de marcharse. Deudas odiosas que deberían pagar sus firmantes. 
 ¿Qué más tienen que hacerle a esta sociedad para que reaccione y cambie? Se diría que ha perdido la dignidad. Porque hay mermas cuya aceptación envilece. En daños a nuestros semejantes, en derechos, en democracia.
 Es la hora de la verdad. De imaginar los municipios como espacios para los ciudadanos y, más adelante, España y sus instituciones trabajando por el bien común y liberados de tanta podredumbre. Visualicemos un país sin tal saturación de mentiras y corrupción. Sin que medios y periodistas sucumban al PP que provee su subsistencia. El regreso de unas televisiones públicas que no manipulen. La vuelta de los defenestrados. De la ilusión por reconstruir lo que no haya quedado definitivamente arruinado. Confío en que una de esos valores rescatables sea la dignidad. 
 Yo votaré a personas honestas. Que luchen por la justicia social (a riesgo de que cambien sus risas por evidencias en  la Caverna mediática y política). Votaré un cambio evidente. Votaré a quienes intenten lograr ciudades y pueblos para las personas. Muy lejos, por tanto, de Atila, porque a un Atila devastador e inhumano ya lo votaron ampliamente hace 4 años varios millones de personas. Difícilmente le superaría al caudillo de los Hunos que, en estos tiempos, a caballo y pecho descubierto no llegaría a tanto como facilita la llave de la caja fuerte y el BOE.
Pueden seguir. Atentos a votos que son avales de continuidad. De insistir en arrasar los bienes y derechos que queden en pie. Será el momento de buscar nuevos horizontes. Pero, hoy, aún es posible todo.
(Fuente: eldiario.es)


LETRA:
"Death To My Hometown"
Well, no cannon ball did fly, no rifles cut us down
No bombs fell from the sky, no blood soaked the ground
No powder flash blinded the eye
No deathly thunder sounded
But just as sure as the hand of God
They brought death to my hometown
They brought death to my hometown

Now, no shells ripped the evening sky
No cities burning down
No army stormed the shores for which we’d die
No dictators were crowned
I awoke on a quiet night, I never heard a sound
The marauders raided in the dark
And brought death to my hometown
They brought death to my hometown

They destroyed our families, factories
And they took our homes
They left our bodies on the plains
The vultures picked our bones

So, listen up my sonny boy, be ready when they come
For they’ll be returning sure as the rising sun
Now get yourself a song to sing
And sing it ’til you’re done
Sing it hard and sing it well
Send the robber barons straight to hell
The greedy thieves who came around
And ate the flesh of everything they found
Whose crimes have gone unpunished now
Who walk the streets as free men now

They brought death to our hometown, boys
Death to our hometown
Death to our hometown, boys
Death to our hometown






'RELATO DE UN NÁUFRAGO' (fragmento), de Gabriel García Márquez

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Los tiburones que nos esquilman no se presentan a las elecciones, sin embargo, algunos que sí lo hacen les ofrecen nuestros cuerpos como alimento...

",,, Otros tiburones se acercaron a la balsa, pacientemente, y estuvieron merodeando hasta cuando anocheció por completo... los sentía rondar en la oscuridad, rasgando la superficie tranquila con el filo de sus aletas...

En aquel momento yo habría vendido el alma por el pedazo más pequeño de las sobras del tiburón..."



RELATO DE UN NÁUFRAGO (fragmento)

Fue el primer animal que vi, casi treinta horas después de estar en la balsa. La aleta de un tiburón infunde terror porque uno conoce la voracidad de la fiera. Pero realmente nada parece más inofensivo que la aleta de un tiburón. No parece algo que formara parte de un animal, y menos de una fiera. Es verde y áspera, como la corteza de un árbol. Cuando la vi pasar orillando la borda, tuve la sensación de que tenía un sabor fresco y un poco amargo, como el de una corteza vegetal. Eran más de las cinco. El mar estaba sereno al atardecer. Otros tiburones se acercaron a la balsa, pacientemente, y estuvieron merodeando hasta cuando anocheció por completo. Ya no había luces, pero los sentía rondar en la oscuridad, rasgando la superficie tranquila con el filo de sus aletas.

Desde ese momento no volví a sentarme en la borda después de las cinco de la tarde, Mañana, pasado mañana y aun dentro de cuatro días, tendría suficiente experiencia para saber que los tiburones son unos animales puntuales: llegarían un poco después de las cinco y desaparecerían con la oscuridad.

Al atardecer, el agua transparente ofrece un hermoso espectáculo. Peces de todos los colores se acercaban a la balsa. Enormes peces amarillos y verdes; peces rayados de azul y rojo, redondos, diminutos, acompañaban la balsa hasta el anochecer. A veces había un relámpago metálico, un chorro de agua sanguinolenta saltaba por la borda y los pedazos de un pez destrozado por el tiburón flotaban un segundo junto a la balsa. Entonces una incalculable cantidad de peces menores se precipitaban sobre los desperdicios. En aquel momento yo habría vendido el alma por el pedazo más pequeño de las sobras del tiburón...






'INDEFENSOS ANTE LA MANIPULACIÓN', por Rafael Argullol / 'EL MUNDO DE AYER' (fragmentos), de Stefan Zweig

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"El mundo de ayer es una lección magistral sobre la demolición de los vínculos entre palabra y verdad. Los totalitarismos, a través de los cuales la Europa exaltada por Zweig... se había “destruido a sí misma”, ponían al descubierto que aquella demolición dejaba indefenso por completo al individuo y, en consecuencia, listo para la manipulación y la sumisión. Extirpando la verdad a las palabras se extirpaba también el espíritu a los hombres...

Nuestra época ya no ha recuperado, o no ha querido recuperar, la verdad interna de la palabra. Si somos sinceros, nuestra época ya no piensa en términos de palabra o de verdad"



"... en nuestra vida pública la presencia de la verdad se ha convertido en fantasmagórica, aplastada por las obesas siluetas de la rentabilidad, la eficacia, el impacto o la utilidad"

INDEFENSOS ANTE LA MANIPULACIÓN

Hace años, estando en Río de Janeiro, me empeñé en visitar Petrópolis, una ciudad situada en la sierra de Orgaos, a 60 kilómetros de la capital carioca. Tenía curiosidad por ver la ciudad que albergó la corte estival de los emperadores de Brasil, dado que siempre resulta una sorpresa ser informado de que Brasil tuvo emperadores, aunque por escaso tiempo, en el siglo XIX. Petrópolis es agradable, con un clima seco que contrasta con el de Río. Su principal patrimonio es, precisamente, el Museo Imperial. Sin embargo, tiene otro pequeño museo cuyo contenido tiene una importancia simbólica mucho mayor que el que recuerda la pompa extravagante de los fugaces emperadores. Me refiero al dedicado a Stefan Zweig, en la casa donde el escritor austriaco y su mujer Lotte se suicidaron el 22 de febrero de 1942.

En este pequeño museo advertí, por primera vez, que no había una fotografía, sino dos, sobre aquella muerte. En la que yo conocía hasta entonces los cadáveres de Stefan y Lotte se mostraban, separados, sobre una cama, con una mesilla al lado con diversos objetos: un vaso, una botella de agua, una caja de cerillas, una lámpara. En la otra fotografía, desconocida para mí, el cadáver de Lotte aparecía inclinado sobre el de Stefan, juntas las manos de ambos. Me comunicaron amablemente que la variación de la escena era la consecuencia de que la policía, tras tomar una primera fotografía, habría separado pudorosamente los cadáveres, de modo que la siguiente fotografía fue la que se hizo pública para la prensa. Pensé que en la variación de las dos imágenes se alojaba todo un mundo, y que así lo hubiese considerado el propio Zweig.

Modestamente enmarcado colgaba en una pared de la casa el llamado testamento de Stefan Zweig, un breve texto que el novelista había escrito, al parecer, el día anterior al suicidio, dirigido al juez y a la policía. En realidad era un documento tan singular que sólo podía estar dirigido al conjunto de los hombres. En la primera mitad del texto, tras advertir que dejaba la vida por propia voluntad y en plena posesión de sus facultades mentales, Zweig agradecía a los brasileños la extraordinaria hospitalidad que le habían ofrecido, al tener que huir él de Europa, acosado por el nazismo. Finalizaba: “Europa, mi patria espiritual, se ha destruido a sí misma (…). Por eso me parece mejor concluir a tiempo y con ánimo sereno una vida para la que el trabajo espiritual siempre fue la alegría más pura y la libertad personal el mayor bien sobre la tierra. Saludo a mis amigos. ¡Ojalá puedan aún ver el amanecer! Yo, demasiado impaciente, me adelanto a ellos”.

compárese el tono con el que se proclama la actual construcción europea con el que refleja Zweig en 'El mundo de ayer' cuando hace referencia al entusiasmo con que Rilke, Valéry y tantos otros se referían a la “unidad espiritual” de Europa. Europa era una cultura; no, como alardean los portavoces del presente, una marca

En Petrópolis entendí el resurgimiento, en los últimos decenios, de Zweig como escritor. Al igual que sucede en otros casos, su recepción había experimentado un violento zigzag. Tremendamente popular en la Europa de entreguerras, había desaparecido de las estanterías después de la segunda contienda mundial, como si los estudiantes nazis que quemaban sus libros en las plazas de Alemania hubiesen conseguido exterminarlo para siempre. Con frecuencia veíamos Veinticuatro horas de la vida de una mujer y otras novelas de Zweig en las bibliotecas de nuestros abuelos, pero en la universidad ningún profesor recomendaba a un escritor que parecía definitivamente periclitado. Pero los últimos años del siglo XX, el siglo que lo había llevado a la cima y lo había destruido, albergaron el inesperado retorno de Zweig a las librerías de los países europeos. Cuando un retorno de este tipo se produce no hay duda de que la época, con sus interrogantes, lo exige, aunque sea de manera oblicua.

Recientemente he releído El mundo de ayer; Stefan Zweig subtituló Memorias de un europeo a un libro escrito en circunstancias adversas: sin apuntes, sin archivos, sin amigos con los que compartir los recuerdos del pasado y, por encima de todo, en una situación de permanente hostigamiento traumático que, como se deduce del testamento previo al suicidio, no se amortigua ni siquiera en el amable exilio de Brasil. Es más, El mundo de ayer sirve para encontrar explicación al suicidio, aparentemente chocante, de alguien que no está enfermo, no es un fracasado y no es sentimentalmente infeliz. Sirve para encontrar explicación a lo que quizá podría ser definido como un suicidio civilizatorio, si es que tenemos —no tenemos— necesidad de definir actos como este.

Más allá de sus múltiples aciertos literarios, El mundo de ayer es una lección magistral sobre la demolición de los vínculos entre palabra y verdad. Los totalitarismos, a través de los cuales la Europa exaltada por Zweig, junto a tantos otros escritores, se había “destruido a sí misma”, ponían al descubierto que aquella demolición dejaba indefenso por completo al individuo y, en consecuencia, listo para la manipulación y la sumisión. Extirpando la verdad a las palabras se extirpaba también el espíritu a los hombres. Es posible que, en la lejana Petrópolis, Zweig, antes de suicidarse, pensara que los efectos de lo que estaba sucediendo conmoverían irreparablemente el futuro.

Y, al menos en parte, tenía razón. Nosotros, por fortuna y por el momento, vivimos muy lejos de aquel paisaje apocalíptico que se tragó el mundo de Zweig. Sin embargo, en muchos sentidos somos herederos de aquella extinción. Nuestra época ya no ha recuperado, o no ha querido recuperar, la verdad interna de la palabra. Si somos sinceros, nuestra época ya no piensa en términos de palabra o de verdad. “Dar la palabra”, un ritual sacralizado hasta hace poco, ha dejado, en apariencia, de tener significado, y en nuestra vida pública la presencia de la verdad se ha convertido en fantasmagórica, aplastada por las obesas siluetas de la rentabilidad, la eficacia, el impacto o la utilidad. En lenguaje, o la falta de lenguaje, lo dice todo: compárese el tono con el que se proclama la actual construcción europea con el que refleja Zweig en El mundo de ayer cuando hace referencia al entusiasmo con que Rilke, Valéry y tantos otros se referían a la “unidad espiritual” de Europa. Europa era una cultura; no, como alardean los portavoces del presente, una marca.

Con todo, donde el lector actual puede encontrar la mayor vibración al recorrer las páginas de Zweig es al percibir ciertos paralelismos entre los riesgos del pasado y del presente. Huérfanos de la verdad de las palabras, o incapaces de encontrarla y compartirla, también nosotros nos encontramos indefensos ante la manipulación, por más que nuestra fe tecnológica nos mantenga ensimismados. Las épocas parecen muy distantes, es cierto. En la nuestra sólo ha irrumpido una multitud de pequeños brujos que juegan con la mentira y casi todos convivimos indiferentemente con ella. Pero la falta de amor a la verdad entraña el mayor peligro: es el terreno abonado para que los grandes brujos entren en escena.

(Fuente: El País)

EL MUNDO DE AYER (fragmentos)
"Nuestros maestros... No eran ni buenos ni malos, ni tiranos ni compañeros solícitos, sino unos pobres diablos que, esclavizados por el sistema y sometidos a un plan de estudios impuesto por las autoridades... eso sí que se veía claro, se sentían tan felices como nosotros cuando, al mediodía, sonaba la campana que nos liberaba a todos"

1.Nuestros maestros tampoco tenían la culpa del desolador ambiente que reinaba en aquella casa. No eran ni buenos ni malos, ni tiranos ni compañeros solícitos, sino unos pobres diablos que, esclavizados por el sistema y sometidos a un plan de estudios impuesto por las autoridades, estaban obligados a impartir su "lección" -igual que nosotros a aprenderla- y que, eso sí que se veía claro, se sentían tan felices como nosotros cuando, al mediodía, sonaba la campana que nos liberaba a todos. No nos querían ni nos odiaban, aunque tampoco había motivos para ninguno de estos sentimientos, pues no sabían nada de nosotros; aun al cabo de varios años, con excepción de unos pocos, seguían sin conocernos por el nombre: según el método pedagógico al uso en aquel entonces, lo único de lo que se tenían que preocupar era del número de errores que había cometido "el alumno" en el último ejercicio. Ellos se sentaban arriba, en la tarima, y nosotros, abajo; ellos estaban allí para preguntar y nosotros, para contestar; aparte de ésta, no existía entre los dos colectivos relación alguna. Y es que entre el maestro y el alumno, entre la tarima y los bancos, entre el Alto visible y el Bajo igual de visible se levantaba la invisible barrera de la "Autoridad" que impedía cualquier contacto. Que un maestro considerase al alumno como un individuo que exigía un trato específico, acorde con sus características personales, o que redactase, como se hace hoy en día, unos informes detallados sobre él, habría supuesto un trabajo muy superior a las atribuciones y capacidades de nuestros pedagogos; por otro lado, una conversación privada habría socavado su autoridad, pues con tal cosa habría colocado a los alumnos a su mismo nivel, que no en vano era "superior". A mi juicio, nada resulta más característico de la total falta de relación que, tanto en el terreno intelectual como en el anímico, existía entre nosotros y los maestros, como el hecho de que me he olvidado de los nombres y los rostros de todos ellos. Mi recuerdo guarda todavía, con una nitidez fotográfica, la imagen de la tarima y del diario de clase, al que siempre intentábamos echar una mirada con el rabillo del ojo porque en él constaban las notas; todavía veo aquel pequeño cuaderno rojo en que se inscribían nuestras calificaciones y el gastado lápiz negro que registraba las cifras; veo mis propios cuadernos, plagados de correcciones del maestro hechas con tinta roja, pero no veo ninguno de aquellos rostros... a lo mejor porque siempre permanecimos ante ellos con los ojos bajos o cerrados.
"Quisiera una lengua que estuviera por encima de las lenguas, una lengua a la que sirvieran todas las demás"
2. De entre todas aquellas personas, las más dignas de lástima para mí (como si ya me hubiera asaltado un presentimiento de mi futuro destino) eran las que no tenían patria o, peor aún, las que, en lugar de una patria, tenían dos o tres y no sabían a cuál pertenecían. Por ejemplo, en un rincón del café Odeon se sentaba, a menudo solo, un joven que llevaba una barbita de color castaño y unas gafas ostentosamente gruesas ante unos penetrantes ojos oscuros; me dijeron que era un escritor inglés de gran talento. Cuando, al cabo de unos días, trabé conocimiento con James Joyce, rechazó rotundamente cualquier relación con Inglaterra. Era irlandés. Cierto que escribía en inglés, pero no pensaba ni quería pensar en inglés. Me dijo: 

-Quisiera una lengua que estuviera por encima de las lenguas, una lengua a la que sirvieran todas las demás. No puedo expresarme del todo en inglés sin incluirme en una tradición. 

No lo comprendí muy bien, porque no sabía que entonces ya estaba escribiendo su Ulises ; sólo me había prestado su libro Retrato de un artista adolescente , el único ejemplar que tenía, y su pequeño drama, Exiles, que yo precisamente quería traducir para ayudarlo. Cuanto más lo conocía, más admiraba su fantástico conocimiento de lenguas; tras aquella frente redondeada, moldeada a martillazos y que brillaba como porcelana bajo la luz eléctrica, estaban estampados todos los vocablos de todos los idiomas y él jugaba con ellos y los mezclaba de una manera brillantísima. En cierta ocasión me preguntó cómo traduciría al alemán una frase difícil de Retrato del artista y juntos probamos la solución en italiano y en francés; él tenía preparadas para cada palabra cuatro o cinco traducciones en cada lengua, incluso dialectales, y sabía su valor y peso hasta el último matiz. Pocas veces lo abandonaba una cierta amargura, pero creo que en el fondo era esa irritación la fuerza interior que lo volvía vehemente y creativo. El resentimiento contra Dublín, contra Inglaterra y contra ciertas personas había adoptado en él la forma de una energía dinámica que sólo se liberaba en la obra literaria. Pero él parecía amar esa dureza suya; nunca lo vi reír ni de buen humor. Daba siempre la impresión de una fuerza oscura concentrada en ella misma y, cuando lo veía por la calle, con los delgados labios estrechamente apretados y caminando siempre con pasos apresurados, como si se dirigiera a algún lugar determinado, me daba cuenta de la actitud defensiva y del aislamiento interior de su carácter mucho más que en nuestras conversaciones. Por eso después no me sorprendió en absoluto que fuera precisamente él quien escribiese la obra más solitaria, la menos ligada a todo y que se abatió sobre nuestra época como un meteoro.



ACERCA DE STEFAN ZWEIG:

Escritor y pacifista austriaco, famoso sobre todo por sus biografías. Nació en Viena, en cuya Universidad estudió. A raíz del estallido de la I Guerra Mundial, Zweig se convirtió en un ardiente pacifista y se trasladó a Zurich, donde podía expresar sus opiniones. En su primera obra importante, el poema dramático Jeremías (1917), denunciaba apasionadamente lo que él consideraba como la locura suprema de la guerra. Después de la guerra Zweig se estableció en Salzburgo y escribió biografías, por las que se hizo famoso, narraciones y novelas cortas y ensayos. Entre estas obras destacan: Tres maestros (1920), estudios sobre Honoré de Balzac, Charles Dickens y Fedor Dostoievski y La curación por el espíritu (1931), donde da cuenta de las ideas de Franz Anton Mesmer, Sigmund Freud y Mary Baker Eddy. El ascenso del nazismo y el antisemitismo en Alemania llevó a Zweig, que era judío, a huir a Gran Bretaña en 1934. Emigró a los Estados Unidos en 1940 y después a Brasil en 1941, donde se suicidó llevado por un sentimiento de soledad y fatiga espiritual. Como escritor, Zweig se distinguió por su introspección psicológica. Omitiendo detalles no esenciales, fue capaz de hacer sus biografías tan entretenidas como una novela. Los últimos escritos importantes de Zweig incluyen las biografías Erasmus de Rotterdam (1934) y María Estuardo (1935), la novela El juego real (publicada póstumamente en 1944), y su autobiografía El mundo de ayer (1941)
(Fuente reseña: epdlp.com)



OTROS ARTÍCULOS DE RAFAEL ARGULLOL EN ESTE SITIO:

VIDA SIN CULTURA

("No sólo...  jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia... El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad... habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar... la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas... el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes")

(Lúcido artículo -como siempre- de Rafael Argullol, en el que explica que después de la primera, después del cierre de la Ilustración, después de la Guerra Civil, ahora, en España, asistimos, casi sin darnos cuenta, a la cuarta Contrarreforma. Y no parece un delirio. "Y cuando el suelo se quebró... reemergieron, con máscaras nuevas, las criaturas del subsuelo: el desprecio por la libertad y la crítica, el fanatismo, los populismos de todo tipo. Y la más dañina: la ignorancia autosatisfecha que contempla apáticamente la destrucción de la cultura y la dispersión del talento")
("... la universidad actual se ha convertido, por inseguridad, cobardía u oportunismo, en cómplice pasivo de la actitud antiintelectual que debería combatir. En lugar de responder al desafío arrogante de la ignorancia ofreciendo a la luz pública propuestas creativas, la universidad del presente ha tendido a encerrarse entre sus muros... el humanista ha sido arrinconado por el burócrata...")
(En enero, dos personas murieron en Chicago, ahogadas en el río por intentar recuperar su smartphone. El FC Barcelona pone en marcha su Espacio Mermorial, "un recinto funerario que albergaría las cenizas de todos aquellos difuntos que decidiesen escoger el estadio azulgrana como lugar de reposo para la eternidad". "... la trascendencia aprisionada en la corriente de la banalidad es lo que desemboca en formas más o menos lastimosas de idolatría. Al parecer nosotros nos hemos acostumbrado a vivir sin lo divino pero tenemos una acuciante necesidad de lo idolátrico. Hemos sustituido la aspiración a la gloria por la consecución del éxito...")
FAUSTO, SIGLO XXI

("... el Fausto que somos, sería un ser inmerso en la contradicción, notablemente preparado para actuar libremente, pero imbuido de un espíritu apático que le hace desinteresarse por todo aquello que excede a lo inmediato... Mefistófeles somos nosotros cuando renunciamos al conocimiento por la comodidad de la posesión")









Columna periodística: ' IGUALDAD', por Leila Guerriero. PROPUESTA DE EXAMEN (según PAU)

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"Desde 1939 y hasta 1959 vinieron miles de gallegos a la Argentina, huyendo del hambre y la persecución política...

El ministro del área, Alfonso Alonso, dijo que no tiene sentido que esa gente no reciba atención primaria, pero que está en contra de darles la tarjeta... Su ministerio es el de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Le viene sobrando una palabra. O faltando un poco de memoria"


IGUALDAD

Desde 1939 y hasta 1959 vinieron miles de gallegos a la Argentina, huyendo del hambre y la persecución política. Conocí a un puñado. A Susi, que me mostró una bolsa de pan: “Este pan tiene cuatro días. Para comerlo, lo caliento. Me quedó la costumbre de no tirar nada. Allá estaba el racionamiento. Te daban un pan negro, un cuarto de aceite y un cuarto de azúcar por mes”. Su marido, Cari, había llegado en 1953, a los 18. “Vine por la desesperación. No había comida. Si encontrabas un pedazo de pan, le dabas un beso y lo dejabas en un pedestal para que lo comiera algún pájaro”. Aquí, Cari y Susi se habían ganado bien la vida, ella confeccionando cuellos de camisas y él como chófer particular. José Campos Barral había llegado en 1949: “Cuando caminaba por aquí y veía los tachos de basura llenos de comida pensaba: ‘Ay, mi madre, con esto se alimenta toda Galicia”. Manuel Fajardo había venido en 1947. Antes de ser el dueño de una cadena de pizzerías, la más grande de Buenos Aires, había sido peón de cocina, mesero, taxista. Hablo de gallegos, pero la historia se repitió con españoles de toda España, italianos, árabes, polacos, en Colombia, en Chile, en toda América Latina. Hace semanas, el Gobierno español devolvió los derechos sanitarios a las personas sin papeles, pero no la tarjeta sanitaria, retirada en 2012 con una reforma que expulsó del sistema a más de 80.000 personas. El ministro del área, Alfonso Alonso, dijo que no tiene sentido que esa gente no reciba atención primaria, pero que está en contra de darles la tarjeta (que permite, entre otras cosas, consultar a médicos especialistas) porque eso les daría un derecho que “no existe en ningún otro país de Europa”. Su ministerio es el de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Le viene sobrando una palabra. O faltando un poco de memoria.

(Fuente: El País, 20-05-2015)

PREGUNTAS:
1ª ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS
2ª TEMA. RESUMEN

3ª COMENTARIO CRÍTICO
Preguntas guía para el comentario crítico

1ª ¿Cómo está organizado el texto? (Estructura)
2ª ¿Qué tesis defiende el autor? (Ver Orientaciones para determinar el tema...)
3ª ¿Podrías resumir brevemente el texto con tus propias palabras?
(Las tres primeras preguntas corresponden, evidentemente, a las preguntas de Selectividad, ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS, TEMA Y RESUMEN. A partir de la cuarta pregunta comenzaría -es sólo una propuesta- el COMENTARIO CRÍTICO)
4ª ¿Qué tipo de texto es? Si es un texto literario, ¿a qué momento histórico pertenece, está "encuadrado" en algún movimiento literario?
5ª ¿Es un tema actual? ¿Crees que hay alguna idea "secundaria" importante?
6ª ¿Es un tema polémico?
7ª ¿Es un tema local/universal
8ª ¿Qé argumentos utiliza el autor para defender su tesis?
9ª ¿Es objetivo en sus planteamientos, o es subjetivo?
10ª ¿Cuáles son las “marcas lingüísticas” de su supuesta subjetividad? ¿Cuáles son las expresiones más impactantes, más significativas? Coméntalas.
11ª ¿Es un tema original?
12ª Si no lo es, ¿lo es, al menos su tratamiento, su enfoque?
13ª ¿Cuál es tu opinión?
14ª ¿Qué argumentos añadirías?
15ª ¿Qué argumentos opondrías a los del autor?
16ª ¿Puedes relacionar el texto, su tema principal, con otros textos, noticias… que conozcas?
17ª Teniendo en cuenta la intención del autor, ¿crees que ha sido eficaz? ¿Qué funciones del lenguaje predominan?
18ª ¿Cómo concluyes tu análisis, tu comentario?
4ª EXPLIQUE LAS RELACIONES SINTÁCTICAS QUE SE DAN ENTRE LAS SIGUIENTES PROPOSICIONES:
El ministro del área dijo que no tiene sentido que esa gente no reciba atención primaria, pero que está en contra de darles la tarjeta porque eso les daría un derecho que “no existe en ningún otro país de Europa
5ª EL LENGUAJE PERIODÍSTICO / LOS GÉNEROS DE OPINIÓN / LOS GÉNEROS INFORMATIVOS / CLASIFICACIÓN DE LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS




'EL PRECIO TRÁGICO DE PAGAR LA DEUDA', por Luis Matías López (crítica de la película 'LA DEUDA')

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"Lo más llamativo de 'La deuda' es el contraste entre el frío cálculo económico de los especuladores sin escrúpulos, que se ceban en un país pobre sin reparar en las víctimas que dejan en el camino, y un campesino, líder de una comunidad agrícola y ganadera a más de 4.000 metros de altura, que defiende numantinamente el derecho a la dignidad y la tierra...

permite hacerse una idea más cabal de lo que implica que, por ejemplo, que un país en la ruina como Grecia, con sus gentes al borde de las asfixia a causa de los recortes, satisfaga una deuda exterior monumental"


EL PRECIO TRÁGICO DE PAGAR LA DEUDA

El régimen implantado en Perú tras el golpe de Estado que encabezó el 2 de octubre de 1968 el general Juan Francisco Velasco Alvarado tuvo sus claros y oscuros, pero durante unos años encarnó para las clases desfavorecidas una esperanza de poder popular y de recuperación de soberanía y dignidad nacionales con escasos precedentes en América Latina. A golpe de decreto, la banca, la minería, el petróleo y la industria pesquera pasaron a control estatal. En apenas nueve meses, se puso en marcha una reforma agraria que expropió latifundios de la oligarquía terrateniente y permitió crear cooperativas con las que los campesinos más humildes pudieron entender por fin el sentido del grito de guerra la tierra para quien la trabaja.
Esas expropiaciones se pagaron a los grandes propietarios con bonos que casi se convirtieron en papel mojado, pero también, con el paso del tiempo, en apetitoso objeto de deseo de tiburones financieros que intentan comprarlos a precios de saldo para forzar al Gobierno a pagar por ellos su valor nominal, so pena de perder su crédito internacional. En definitiva, un ejemplo más de la vieja historia titulada Las deudas hay que pagarlas, con un revelador remake en Grecia, y que el norteamericano afincado en Lima Barney Elliot ha utilizado como materia prima de un estimable filme político, La deuda, coproducción hispano-peruano-estadounidense.
Con un estilo que recuerda al de Babel, con tres historias aparentemente desconectadas que al final encajan, con una excelente fotografía, buenos actores y un ritmo que apenas adolece de defectos propios de una ópera prima, La deuda es una película que hace reflexionar, lo que no es poco entre tanta basura insustancial como puebla la cartelera cinematográfica.
En una ilustrativa escena, el tiburón estadounidense encargado de convencer a los antiguos propietarios de que vendan sus bonos pone entre la espada y la pared, con la exigencia del pago urgente, al mismísimo ministro de Finanzas peruano. De nada sirve que éste, con una ingenuidad que cuesta imaginar en un político actual, le suplique que reflexione sobre los recortes sociales que supondría atender su exigencia, como el cierre de numerosas clínicas y hospitales en un país en el que la adecuada atención sanitaria ya es de por sí un lujo para la mayor parte de la población.
Para hacer más evidente el precio trágico que el pago de la deuda impone a los países de lo que en otro tiempo se llamó Tercer Mundo, una de las historias muestra el caso de una auxiliar de enfermería que tiene que recurrir al chantaje para que su anciana madre, que sufre atroces e incontrolables dolores, sea operada pese a la escasez atroz de médicos. El director del filme no hace concesiones: ni siquiera permite que esta mujer quede con la conciencia tranquila, sino que la sitúa ante la evidencia de que a veces salvar una vida supone arruinar otra.
Lo más llamativo de La deuda es el contraste entre el frío cálculo económico de los especuladores sin escrúpulos, que se ceban en un país pobre sin reparar en las víctimas que dejan en el camino, y un campesino, líder de una comunidad agrícola y ganadera a más de 4.000 metros de altura, que defiende numantinamente el derecho a la dignidad y la tierra. El tiburón más cercano -que en esta ocasión es peruano- se compincha con sus congéneres de la misma especie rapaz norteamericanos para lograr un objetivo común que pasa por privar a los pequeños propietarios de la herencia legada por la reforma agraria de Velasco Alvarado.
La película engarza con habilidad las historias personales y el mensaje político y, pese a algunas insuficiencias, logra su objetivo de despertar en el espectador un reflejo de rebeldía, probablemente inútil pero no por ello menos necesario. Cuando menos, permite hacerse una idea más cabal de lo que implica que, por ejemplo, que un país en la ruina como Grecia, con sus gentes al borde de las asfixia a causa de los recortes, satisfaga una deuda exterior monumental. David Graeber ha tratado el tema en su globalidad en un libro revelador: En deuda. Una historia alternativa de la economíaeditado por Ariel.

(Fuente: publico.es )




ENTRADAS RELACIONADAS:

 DEUDA E(X)TERNA Y SUPERYÓ

("El contraer una deuda, sea por la vía de pedir prestado o por la vía de nacionalizar la deuda privada mediante el denominado “rescate”, no sólo condiciona a un país sino también a los habitantes presentes y futuros. Todos son convertidos en deudores y culpables ante el gran capital... El objetivo es que esta situación de endeudamiento del Estado no termine nunca, transformando la deuda externa en la deuda eterna y a cada uno en un deudor... ¿Por qué los países, el pueblo, cada uno de los ciudadanos, aceptan esta posición de hombre endeudado sin rebelarse contra ella? Es un circuito infernal, sin salida, si se sigue su lógica... cuánto más paga el deudor más le falta por pagar")

POR QUÉ LA DEUDA PÚBLICA NO DEBE PAGARSE

("... Es como si una persona robara dinero a otra y luego tuviera la osadía de prestarle el dinero robado (porque no había dinero disponible de ninguna otra fuente) a la persona robada, a unos intereses elevadísimos. El ladrón robaría dos veces a la persona robada. Esto es lo que la banca ha hecho.")

LA ESTAFA DE LA DEUDA PÚBLICA

("En realidad, los famosos 100.000 millones de euros que la Unión Europea puso al alcance de España para “salvar sus bancos” era, en realidad, dinero (aprobado por el Parlamento Alemán) para salvar a los bancos alemanes")

ENTREVISTA A PABLO MARTÍNEZ (activista de la Plataforma Ciudadana de la Deuda)

("... cuando una persona comete una ilegalidad, cuando roba a una población y sale impune se le está dando la oportunidad de que lo vuelva a hacer. Los representantes de la banca son en gran parte los causantes de la situación actual... nos ha conducido a una situación de extrema pobreza. Si encima les ayudamos a salir de los ejercicios anuales con beneficios y ninguno de sus directivos acaba en la cárcel, lo van a seguir haciendo porque les sale a cuenta...")

¡DESPIERTA IMBÉCIL! / 'DEUDOCRACIA'








'CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA' (reunión de materiales)

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"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros..."




("El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros...")


Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada... Debajo de esa paráfrasis de desaliento, con un trazo feliz de la misma tinta de sangre, dibujó un corazón atravesado por una flecha"

("La honra es la razón de la muerte de Santiago Nasar, y está relacionada con el hecho de que Ángela Vicario no es virgen en el momento de su matrimonio. Esta es una mentalidad tradicional en la sociedad hispana, y estas ideas forman el núcleo del teatro español clásico.")
(“si no hubiera sido escritor, hubiera querido ser taxista. En vez de estar sentado detrás de un escritorio día y noche, estaría escuchando las historias de los pasajeros y navegando las calles” "La raíz de su genio era tomar algo real, sumamente frecuente y habitual y casi periodístico, y exagerarlo hasta lo descomunal. Igual que Colombia, igual que nuestra América, igual que nuestra increíble humanidad que nadie como él, taxista de la eternidad, supo conquistar y expresar y volver inmortal."
("Si sus tres o cuatro novelas magistrales engañan a incautos, que las toman por espejos en lugar de espejismos, es porque él creó con ellas un universo paralelo, donde el tiempo circula en vez de pasar. En ese tiempo viven sus obras, sin recibir lesión apreciable con los años. Y él vive en ellas... García Márquez conoció esa cumbre y abismo de los grandes artistas: fue mayor que él mismo. Y así se le habrá venido encima la muerte, como al patriarca de su invención")
"Cuando más se odió a la poesía, se odiaba a la poesía épica, la poesía que contaba algo... ya nadie lo quiso hacer más, la poesía del relato de un pueblo... de las pasiones vividas... y yo no le tuve miedo a eso..." (P.N) "... a medida que uno avanza en el trabajo literario va perdiendo el sentido de la realidad y, en cambio, el trabajo de reportero tiene la ventaja de que lo mantiene a uno todos los días en contacto con la realidad inmediata (G.G.M)"


("Y no es que su padre “le enseñara” o “le mostrara” el hielo, es que le llevó a “conocerlo”. Tantos niños han esperado impacientemente a conocer el mar, a conocer la caza del oso, a conocer el amor, a conocer el mundo, a conocer la victoria, que el conocimiento del hielo es una hipérbole magnífica de todas las desesperadas ilusiones de la infancia...")


("El caudillo... busca convertir a las instituciones en meros decorados para imponer su voluntad única que termina siendo la razón de estado. Es la misma soledad sin ecos de Zacarías, el dictador de El otoño del patriarca... A través de la ficción aprendemos que el poder, su erótica y sus trasuntos no cambian nunca, enquistado como está en las entretelas del corazón humano, una bestia peligrosa que algunos logran domesticar y otros más bien azuzan dentro de sí mismos")

("... Anoche mismo me han contado que lo vieron con Aureliano Buendía en una pulquería de los arrabales de Macondo... Apuraban los tragos a puro pelo y se les hinchaba la vena de justicia cuando denunciaban los corazones blindados de hormigón olvidados de todos cuantos caen al otro lado de las avenidas...")


("... el escritor colombiano nunca abandonó ese tono de narrador oral que dijo haber aprendido de su abuela. Así, sus novelas y cuentos los habitan personajes que, como salidos de la mano de un dios, parecen tener vida propia. Algunos forman parte ya de ese universo de inconfundibles seres imaginarios que es la literatura universal")


("... el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad... Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz")

("... no existen sistemas establecidos de captación precoz de aptitudes y vocaciones tempranas... Los padres no están preparados para la grave responsabilidad de identificarlas a tiempo, y en cambio sí lo están para contrariarlas. Los menos drásticos les proponen a los hijos estudiar una carrera segura, y conservar el arte para entretenerse en las horas libres")

("Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo...")

(«Esta es mi mejor novela, la que mejor he podido controlar... He utilizado una técnica de reportaje, pero en la novela ya no queda del drama mismo o de los personajes sino el punto de partida, la estructura... La violencia en América Latina, y principalmente en Colombia, es un fenómeno de toda su historia, algo que nos viene de España")




'24 DE MAYO: OTRA APOTEOSIS DE LA FARSA', por Santi Ortiz

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".... procedieron a poner los cimientos precisos para degenerar al ciudadano en súbdito, al trabajador en esclavo y convertir sus derechos en papel mojado... Volveremos a caer en la misma trampa y seguiremos atrapados en el mismo círculo vicioso... quienes detentan el poder real no se presentan a las elecciones, de ahí que cambiando de partido no se cambia nada... 

no se trata de cambiar, se trata de romper... hay que escapar de este sistema y construir otro; uno que esté al servicio de las personas y no de la economía, la falsa democracia o las “razones de Estado”

24 DE MAYO: OTRA APOTEOSIS DE LA FARSA

     El próximo domingo se celebrará la culminación de una nueva mascarada. Bajo la consigna de la responsabilidad, del “deber” ciudadano, del miedo al cambio o del deseo de tal, o del temor a perder las prebendas que el partido de turno o el Sistema les garantiza, millones de españoles se dirigirán a legitimar con su voto un modelo de Estado injusto e implacable, donde los que tienen el verdadero poder y la capacidad de decisión no aparecen en las listas electorales, dejando el torneo y la lid –sea a nivel municipal, autonómico o general– para los que buscan medrar y corromperse poniéndose bajo cuerda a su servicio, salvo algunas honrosas excepciones que, en buena parte, aún están por ver.

     Fustigado de modo insoslayable por prensa, radio y televisión acerca de lo que ellos pomposamente llaman “la fiesta de la Democracia” y yo considero “la apoteosis de la Farsa”, me pregunto qué se ha hecho de nuestra memoria. Si el grueso de la ciudadanía la conservara, no podrían permitirse los políticos de los partidos que se han alternado en el poder o de sus acólitos clientelares la osadía de jactarse de lo que se jactan, de reclamar para sí la confianza de la gente y de mentir de forma tan descarada como lo hacen. Sabemos que es proverbial su falta de vergüenza, su vasallaje al lema de que “el fin justifica los medios”, su indecente desahogo y ese insufrible e implícito convencimiento de que tratan con subnormales a los que pueden engañar cuantas veces quieran; pero nada de eso les serviría si repasáramos, serena y racionalmente, nuestros archivos memorísticos y compusiéramos con ellos el verdadero cuadro de la realidad; esto es: el cuadro de la verdadera realidad. 

     El huracán de locura que ha venido asolando España en este episodio intitulado “crisis”, bajo el que se esconde y refocila la estafa más ruin y despiadada perpetrada contra el pueblo trabajador de todo el territorio de la Unión Europea entre otros, no ha sido sino la culminación de la obra destructora emprendida hace décadas, con total meticulosidad y alevosía, por el capitalismo financiero y los políticos a su servicio, buscando exterminar, entre otras cosas, el Estado del bienestar.

     Sin detenerse ante motivo o consideración alguna, procedieron a poner los cimientos precisos –como, en 2011, la modificación del artículo 135 de la Constitución española y ahora el temible y arcano TTIP entre la UE y EE.UU.– para degenerar al ciudadano en súbdito, al trabajador en esclavo y convertir sus derechos en papel mojado carente de vigencia, al tiempo que, con cruel minuciosidad, iban vendiendo el país, arruinando el comercio, la ciencia, la industria, las artes y la esperanza de generaciones enteras de españoles condenados al paro, al exilio o al parasitismo más alienante, y podando a base de recortes cuanto sustentaba nuestros servicios públicos, principalmente los suculentos “bocados”, para la codicia privada, de la Sanidad y la Educación. Paralelamente, se iba tejiendo una inmensa tela de araña; una red de corrupción y expolio que, más que salpicar, anegaba a los dos principales partidos de la aristocracia política: ese PPSOE, que unirá realmente sus siglas, sin trauma alguno, en cuanto el panorama político lo haga necesario para seguir teniendo –ahora en comandita– la sartén por el mango.

     Al margen de esa podredumbre, pero infestada de torpezas, de incoherencias y presa de una pertinaz incapacidad para superar la errónea identificación de la izquierda con el PSOE, aparece Izquierda Unida, cuya desunión interna, falta de iniciativas y de velocidad de respuesta, han propiciado que haya sido fagocitada en buena parte por Podemos, pese a contar con miembros de reconocido prestigio, tal que Julio Anguita, y otros de ilusionante lucidez y juventud, como Alberto Garzón. En un territorio mucho más conservador, aparecía la tercera alternativa de Unión, Progreso y Democracia, de Rosa Díez, convertida hoy en “tercera vía muerta” abocada a la catástrofe final que, a buen seguro, habrán de certificar las Elecciones Generales del próximo otoño.

     Circunscribiéndonos únicamente a los de ámbito nacional, nos queda por reseñar los dos partidos emergentes: Ciudadanos y Podemos. El primero, cuya base se encuentra en la plataforma cívica Ciutadans de Catalunya, ha irrumpido en dicho ámbito con una fuerza tan súbita e inesperada como sorprendente. Y por más, sospechosa. Sobre todo por la cobertura obtenida en los medios de comunicación generalistas –No se olvide: todos ellos órganos de propaganda y adoctrinamiento del Sistema– y la manera acrítica de aceptarlo e incluso bendecirlo como un vitaminado repuesto del PP.

     Podemos ha tenido una arrancada espectacular. Fundado en enero del pasado año, le bastaron cuatro meses para lograr cinco escaños en las Elecciones Europeas y convertirse en la cuarta formación más votada de España. Incluso ha llegado a aparecer como la primera fuerza política en intención de voto. Su origen se encuentra en los movimientos de “indignados”, el 15-M y Democracia Real Ya, y su talante abiertamente rupturista, su desmarque de la que denominó “casta” política y la radicalización de sus propuestas fundamentales para la regeneración democrática –aspecto éste utilizado en la propaganda de todos los partidos, incluidos los menos democráticos–, hizo temblar la “solidez” del panorama político, llenándolo de nerviosismo y de malos augurios para la continuidad del “chiringuito”. En contraprestación, se rodeó de un halo ilusionante que calaba hondo en las clases más castigadas por el neoliberalismo, que veían en la formación de Pablo Iglesias el viento de progreso que limpiara la pestilente atmósfera política y económica del país y le diera el golpe de timón necesario para librarnos de una vez por todas de la tiranía de los mercados y los mercaderes. De ese modo atrajo hacia sí muchísima gente. Sin embargo…

     Hoy Podemos se distingue bastante menos de aquella “casta” a la que fustigaba sin cesar. Pareciera como si al hacer tangible la posibilidad de tener un considerable peso específico en las altas instituciones del país, se olvidara de encabezar la necesaria e imprescindible ruptura, de legitimar la necesaria auditoría de la deuda, de liderar la posibilidad de abrir un nuevo e imprescindible proceso constituyente que permitiera afrontar los tremendos retos que tiene el estado español de una forma radicalmente distinta a la que nos está llevando a la mayor de las ruinas. Se nos ha vuelto más “tibio”, más ambiguo, menos “indignado”. Podemos puede convertirse en Pudimos incluso antes de empezar. Y esto es de resaltar, pues, no debemos olvidar que, pese a su incontestable capacidad de convocatoria, Podemos aún no ha hecho nada significativo en el ruedo político. No ha tenido oportunidad, es cierto; pero a veces sus dirigentes, con su altanería y prepotencia, dan la impresión de comportarse como si contaran ya con el respaldo de toda una “revolución” y comienzan a recordarme al cínico Felipe González del 82.

     El próximo domingo, la ciudadanía depositará con sus votos la confianza en una de estas cinco –u otras– formaciones políticas para elegir sus alcaldes o gobiernos autonómicos. Volveremos a caer en la misma trampa y seguiremos atrapados en el mismo círculo vicioso. No lo digo sólo por aquellos insensatos o chupópteros que arropen con sus votos a los que han propiciado esta ruina, rescatando a bancos y cajas con nuestro dinero, desmantelando la Sanidad y la Educación, multiplicando el paro, pagando la mitad de salario por el doble de trabajo, convirtiendo en coto de caza y pesca los contenedores de basura, poniendo las medicinas al alcance del dinero y no de la salud, echando las persianas de cientos de miles de pequeñas y medianas empresas; a esos a quienes no parece llegarles el fétido olor de ver a un Rodrigo Rato o a un Pujol, o a un Blesa sueltos, deambulando tan campantes por la calle. Lo digo sobre todo por quienes aún alientan la esperanza de que el partido votado venga a cambiar las cosas. A esos, vuelvo a recordarles que quienes detentan el poder real no se presentan a las elecciones, de ahí que cambiando de partido no se cambia nada. Además, no se trata de cambiar, se trata de romper. Y para eso hay que escapar de este sistema y construir otro; uno que esté al servicio de las personas y no de la economía, la falsa democracia o las “razones de Estado”.

     Recuerden también la validez de nuestra “democracia”. Contemplen lo que le está ocurriendo a Syriza en Grecia. Un partido mayoritariamente votado por los griegos, un partido que se mantiene fiel a sus compromisos electorales de sacar al pueblo heleno de la penuria en que lo ha sumido el austericidio diseñado por la Troika. Un partido al que le están poniendo los “demócratas” europeos y yanquis un pie en el pescuezo para que no pueda librarse de su cepo. Esa es la verdadera imagen de nuestra “democracia”. Ese es el verdadero rostro de la parodia de nuestras elecciones. Ese es el verdadero discurso de nuestra “soberanía”, da igual que sea Grecia, España, Italia o Portugal. Así que, ¿para qué mantener este despilfarro de campañas, mítines, sobres, pegatinas, papeletas, asesores de imagen, jefes de prensa, directores de campaña, etc.? Salga quien salga, van a seguir mandando los mismos. Votar es hacerles el juego tanto a ellos como a toda la “casta” política. Ese es el tan cacareado voto “útil”, útil para ellos, se entiende. Aquí se impone salir del sistema. Y salir del euro. Y escapar de la tela de araña que nos tiene atrapados. Y una buena forma de comenzar a hacerlo es no participar, ignorar sus tretas y cortinas de humo. Además, estoy convencido de que una abstención del 90% les causaría más dolores de cabeza que todas las promesas de Podemos juntas. Lo difícil, claro está, es lograrla. Tampoco sería por sí sola una solución, pero sí el comienzo de la misma.

     Si no me cree, vaya a votar. Le aseguro que su papeleta, unida al conjunto de todas las demás, sufrirá una singularísima metamorfosis una vez llegado su acuse de recibo a las sentinas del Poder: se transformará en una sardónica y jubilosa carcajada; una carcajada que no llegará a sus oídos, pero sí repercutirá en su bolsillo, en su vida y en sus esperanzas.


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'100 AÑOS DE SOLEDAD', capítulo V, Elecciones

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"La proximidad de las elecciones fue el hilo que le permitió encontrar de nuevo la madeja de la subversión. Estableció contacto con la gente joven del pueblo, que carecía de formación política, y se empeñó en una sigilosa campaña de instigación. Las numerosas papeletas rojas que aparecieron en la urna, y que fueron atribuidas por don Apolinar Moscote a la novelería propia de la juventud, eran parte de su plan: obligó a sus discípulos a votar para convencerlos de que las elecciones eran una farsa"



'100 AÑOS DE SOLEDAD', capítulo V, Elecciones

Aureliano Buendía y Remedios Moscote se casaron un domingo de marzo ante el altar que el padre Nicanor Reyna hizo construir en la sala de visitas. Fue la culminación de cuatro semanas de sobresaltos en casa de los Moscote, pues la pequeña Remedios llegó a la pubertad antes de superar los hábitos de la infancia. A pesar de que la madre la había aleccionado sobre los cambios de la adolescencia, una tarde de febrero irrumpió dando gritos de alarma en la sala donde sus hermanas conversaban con Aureliano, y les mostró el calzón embadurnado de una pasta achocolatada. Se fijó un mes para la boda. Apenas si hubo tiempo de enseñarla a lavarse, a vestirse sola, a comprender los asuntos elementales de un hogar. La pusieron a orinar en ladrillos calientes para corregirle el hábito de mojar la cama. Costó trabajo convencerla de la inviolabilidad del secreto conyugal, porque Remedios estaba tan aturdida y al mismo tiempo tan maravillada con la revelación, que quería comentar con todo el mundo los pormenores de la noche de bodas. Fue un esfuerzo agotador, pero en la fecha prevista para la ceremonia la niña era tan diestra en las cAosas del mundo como cualquiera de sus hermanas. Don Apolinar Moscote la llevó del brazo por la calle adornada con flores y guirnaldas, entre el estampido de los cohetes y la música de varias bandas, y ella saludaba con la mano y daba las gracias con una sonrisa a quienes le deseaban buena suerte desde las ventanas. Aureliano, vestido de paño negro, con los mismos botines de charol con ganchos metálicos que había de llevar pocos años después frente al pelotón de fusilamiento, tenía una palidez intensa y una bola dura en la garganta cuando recibió a su novia en la puerta de la casa y la llevó al altar. Ella se comportó con tanta naturalidad, con tanta discreción, que no perdió la compostura ni siquiera cuando Aureliano dejó caer el anillo al tratar de ponérselo. En medio del murmullo y el principio de confusión de los convidados, ella mantuvo en alto el brazo con el mitón de encaje y permaneció con el anular dispuesto, hasta que su novio logró parar el anillo con el botín para que no siguiera rodando hasta la puerta, y regresó ruborizado al altar. Su madre y sus hermanas sufrieron tanto con el temor de que la niña hiciera una incorrección durante la ceremonia, que al final fueron ellas quienes cometieron la impertinencia de cargarla para darle un beso. Desde aquel día se reveló el sentido de responsabilidad, la gracia natural, el reposado dominio que siempre había de tener Remedios ante las circunstancias adversas. Fue ella quien de su propia iniciativa puso aparte la mejor porción que cortó del pastel de bodas y se la llevó en un plato con un tenedor a José Arcadio Buendía. Amarrado al tronco del castaño, encogido en un banquito de madera bajo el cobertizo de palmas, el enorme anciano descolorido por el sol y la lluvia hizo una vaga sonrisa de gratitud y se comió el pastel con los dedos masticando un salmo ininteligible. La única persona infeliz en aquella celebración estrepitosa, que se prolongó hasta el amanecer del lunes, fue Rebeca Buendía. Era su fiesta frustrada. Por acuerdo de Úrsula, su matrimonio debía celebrarse en la misma fecha, pero Pietro Crespi recibió el viernes una carta con el anuncio de la muerte inminente de su madre. La boda se aplazó. Pietro Crespi se fue para la capital de la provincia una hora después de recibir la carta, y en el camino se cruzó con su madre que llegó puntual la noche del sábado y contó en la boda de Aureliano el aria triste que había preparado para la boda de su hijo. Pietro Crespi regresó a la media noche del domingo a barrer las cenizas de la fiesta, después de haber reventado cinco caballos en el camino tratando de estar en tiempo para su boda. Nunca se averiguó quién escribió la carta. Atormentada por Úrsula, Amaranta lloró de indignación y juró su inocencia frente al altar que los carpinteros no habían acabado de desarmar. El padre Nicanor Reyna -a quien don Apolinar Moscote había llevado de la ciénaga para que oficiara la boda- era un anciano endurecido por la ingratitud de su ministerio. Tenía la piel triste, casi en los puros huesos, y el vientre pronunciado y redondo y una expresión de ángel viejo que era más de inocencia que de bondad. Llevaba el propósito de regresar a su parroquia después de la boda, pero se espantó con la aridez de los habitantes de Macondo, que prosperaban en el escándalo, sujetos a la ley natural, sin bautizar a los hijos ni santificar las fiestas. Pensando que a ninguna tierra le hacía tanta falta la simiente de Dios, decidió quedarse una semana más para cristianizar a circuncisos y gentiles, legalizar concubinarios y sacramentar moribundos. Pero nadie le prestó atención. Le contestaban que durante muchos años habían estado sin cura, arreglando negocios del alma directamente con Dios, y habían perdido la malicia del pecado mortal. Cansado de predicar en el desierto, el padre Nicanor se dispuso a emprender la construcción de un templo, el más grande del mundo con santos de tamaño natural y vidrios de colores en las paredes, para que fuera gente desde Roma a honrar a Dios en el centro de la impiedad. Andaba por todas partes pidiendo limosnas con un platillo de cobre. Le daban mucho, pero él quería más, porque el templo debía tener una campana cuyo clamor sacara a flote a los ahogados. Suplicó tanto, que perdió la voz. Sus huesos empezaron a llenarse de ruidos. Un sábado, no habiendo recogido ni siquiera el valor de las puertas, se dejó confundir por la desesperación. Improvisó un altar en la plaza y el domingo recorrió el pueblo con una campanita, como en los tiempos del insomnio, convocando a la misa campal. Muchos fueron por curiosidad. Otros por nostalgia. Otros para que Dios no fuera a tomar como agravio personal el desprecio a su intermediario. Así que a las ocho de la mañana estaba medio pueblo en la plaza, donde el padre Nicanor contó los evangelios con voz lacerada por la súplica. Al final, cuando los asistentes empezaron a desbandarse, levantó los brazos en señal de atención. -Un momento -dijo-. Ahora vamos a presenciar una prueba irrebatible del infinito poder de Dios. El muchacho que había ayudado a misa le llevó una taza de chocolate espeso y humeante que él se tomó sin respirar. Luego se limpió los labios con un pañuelo que sacó de la manga, extendió los brazos y cerró los ojos. Entonces el padre Nicanor se elevó doce centímetros sobre el nivel del suelo. Fue un recurso convincente. Anduvo varios días por entre las casas, repitiendo la prueba de la levitación mediante el estímulo del chocolate, mientras el monaguillo recogía tanto dinero en un talego, que en menos de un mes emprendió la construcción del templo. Nadie puso en duda el origen divino de la demostración, salvo José Arcadio Buendía, que observó sin inmutarse el tropel de gente que una mañana se reunió en torno al castaño para asistir una vez más a la revelación. Apenas se estiró un poco en el banquillo y se encogió de hombros cuando el padre Nicanor empezó a levantarse del suelo junto con la silla en que estaba sentado. -Hoc est simplicisimun -dijo José Arcadio Buendía-: homo iste statum quartum materiae invenit. El padre Nicanor levantó la mano y las cuatro patas de la silla se posaron en tierra al mismo tiempo. -Negó -dijo-. Factum hoc existentiam Dei probat sine dubio. Fue así como se supo que era latín la endiablada jerga de José Arcadio Buendía. El padre Nicanor aprovechó la circunstancia de ser la única persona que había podido comunicarse con él, para tratar de infundir la fe en su cerebro trastornado. Todas las tardes se sentaba junto al castaño, predicondo en latín, pero José Arcadio Buendía se empecinó en no admitir vericuetos retóricos ni transmutaciones de chocolate, y exigió como única prueba el daguerrotipo de Dios. El padre Nicanor le llevó entonces medallas y estampitas y hasta una reproducción del paño de la Verónica, pero José Arcadio Buendía los rechazó por ser objetos artesanales sin fundamento científico. Era tan terco, que el padre Nicanor renunció a sus propósitos de evangelización y siguió visitándolo por sentimientos humanitarios. Pero entonces fue José Arcadio Buendía quien tomó la iniciativa y trató de quebrantar la fe del cura con martingalas racionalistas. En cierta ocasión en que el padre Nicanor llevó al castaño un tablero y una caja de fichas para invitarlo a jugar a las damas, José Arcadio Buendía no aceptó, según dijo, porque nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios. El padre Nicanor, que jamás había visto de ese modo el juego de damas, no pudo volverlo a jugar. Cada vez más asombrado de la lucidez de José Arcadio Buendía, le preguntó cómo era posible que lo tuvieran amarrado de un árbol. -Hoc est simplicisimun -contestó él-: porque estoy loco. Desde entonces, preocupado por su propia fe, el cura no volvió a visitarlo, y se dedicó por completo a apresurar la construcción del templo. Rebeca sintió renacer la esperanza. Su porvenir estaba condicionado a la terminación de la obra, desde un domingo en que el padre Nicanor almorzaba en la casa y toda la familia sentada a la mesa habló de la solemnidad y el esplendor que tendrían los actos religiosos cuando se construyera el templo. «La más afortunada será Rebeca», dijo Amaranta. Y como Rebeca no entendió lo que ella quería decirle, se lo explicó con una sonrisa inocente: -Te va a tocar inaugurar la iglesia con tu boda. Rebeca trató de anticiparse a cualquier comentario. Al paso que llevaba la construcción, el templo no estaría terminado antes de diez años. El padre Nicanor no estuvo de acuerdo: la creciente generosidad de los fieles permitía hacer cálculos más optimistas. Ante la sorda indignación de Rebeca, que no pudo terminar el almuerzo, Úrsula celebró la idea de Amaranta y contribuyó con un aporte considerable para que se apresuraran los trabajos. El padre Nicanor consideró que con otro auxilio como ese el templo estaría listo en tres años. A partir de entonces Rebeca no volvió a dirigirle la palabra a Amaranta, convencida de que su iniciativa no había tenido la inocencia que ella supo aparentar. «Era lo menos grave que podía hacer -le replicó Amaranta en la virulenta discusión que tuvieron aquella noche-. Así no tendré que matarte en los próximos tres años.» Rebeca aceptó el reto. Cuando Pietro Crespi se enteró del nuevo aplazamiento, sufrió una crisis de desilusión, pero Rebeca le dio una prueba definitiva de lealtad. «Nos fugaremos cuando tú lo dispongas», le dijo. Pietro Crespi, sin embargo, no era hombre de aventuras. Carecía del carácter impulsivo de su novia, y consideraba el respeto a la palabra empeñada como un capital que no se podía dilapidar. Entonces Rebeca recurrió a métodos más audaces. Un viento misterioso apagaba las lámparas de la sala de visita y Úrsula sorprendía a los novios besándose en la oscuridad. Pietro Crespi le daba explicaciones atolondradas sobre la mala calidad de las modernas lámparas de alquitrán y hasta ayudaba a instalar en la sala sistemas de iluminación más seguros. Pero otra vez fallaba el combustible o se atascaban las mechas, y Úrsula encontraba a Rebeca sentada en las rodillas del novio. Terminó por no aceptar ninguna explicación. Depositó en la india la responsabilidad de la panadería y se sentó en un mecedor a vigilar la visita de los novios, dispuesta a no dejarse derrotar por maniobras que ya eran viejas en su juventud. «Pobre mamá -decía Rebeca con burlona indignación, viendo bostezar a Úrsula en el sopor de las visitas-. Cuando se muera saldrá penando en ese mecedor.» Al cabo de tres meses de amores vigilados, aburrido con la lentitud de la construcción que pasaba a inspeccionar todos los días, Pietro Crespi resolvió darle al padre Nicanor el dinero que le hacía falta para terminar el templo. Amaranta no se impacientó. Mientras conversaba con las amigas que todas las tardes iban a bordar o tejer en el corredor, trataba de concebir nuevas triquiñuelas. Un error de cálculo echó a perder la que consideró más eficaz: quitar las bolitas de naftalina que Rebeca había puesto a su vestido de novia antes de guardarlo en la cómoda del dormitorio. Lo hizo cuando faltaban menos de dos meses para la terminación del templo. Pero Rebeca estaba tan impaciente ante la proximidad de la boda, que quiso preparar el vestido con más anticipación de lo que había previsto Amaranta. Al abrir la cómoda y desenvolver primero los papeles y luego el lienzo protector, encontró el raso del vestido y el punto del velo y hasta la corona de azahares pulverizados por las polillas. Aunque estaba segura de haber puesto en el envoltorio dos puñados de bolitas de naftalina, el desastre parecía tan accidental que no se atrevió a culpar a Amaranta. Faltaba menos de un mes para la boda, pero Amparo Moscote se comprometió a coser un nuevo vestido en una semana. Amaranta se sintió desfallecer el mediodía lluvioso en que Amparo entró a la casa envuelta en una espumarada de punto para hacerle a Rebeca la última prueba del vestido. Perdió la voz y un hilo de sudor helado descendió por el cauce de su espina dorsal. Durante largos meses había temblado de pavor esperando aquella hora, porque si no concebía el obstáculo definitivo para la boda de Rebeca, estaba segura de que en el último instante, cuando hubieran fallado todos los recursos de su imaginación, tendría valor para envenenaría. Esa tarde, mientras Rebeca se ahogaba de calor dentro de la coraza de raso que Amparo Moscote iba armando en su  cuerpo con un millar de alfileres y una paciencia infinita, Amaranta equivocó varias veces los puntos del crochet y se pinchó el dedo con la aguja, pero decidió con espantosa frialdad que la fecha sería el último viernes antes de la boda, y el modo sería un chorro de láudano en el café. Un obstáculo mayor, tan insalvable como imprevisto, obligó a un nuevo e indefinido aplazamiento. Una semana antes de la fecha fijada para la boda, la pequeña Remedios despertó a media noche empapada en un caldo caliente que exploté en sus entrañas con una especie de eructo desgarrador, y murió tres días después envenenada por su propia sangre con un par de gemelos atravesados en el vientre. Amaranta sufrió una crisis de conciencia. Había suplicado a Dios con tanto fervor que algo pavoroso ocurriera para no tener que envenenar a Rebeca, que se sintió culpable por la muerte de Remedios. No era ese el obstáculo por el que tanto había suplicado. Remedios había llevado a la casa un soplo de alegría. Se había instalado con su esposo en una alcoba cercana al taller, que decoró con las muñecas y juguetes de su infancia reciente, y su alegre vitalidad desbordaba las cuatro paredes de la alcoba y pasaba como un ventarrón de buena salud por el corredor de las begonias. Contaba desde el amanecer. Fue ella la única persona que se atrevió a mediar en las disputas de Rebeca y Amaranta. Se echó encima la dispendiosa tarea de atender a José Arcadio Buendía. Le llevaba los alimentos, lo asistía en sus necesidades cotidianas, lo lavaba con jabón y estropajo, le mantenía limpio de piojos y liendres los cabellos y la barba, conservaba en buen estado el cobertizo de palma y lo reforzaba con lonas impermeables en tiempos de tormenta. En sus últimos meses había logrado comunicarse con él en frases de latín rudimentario. Cuando nació el hijo de Aureliano y Pilar Ternera y fue llevado a la casa y bautizado en ceremonia íntima con el nombre de Aureliano José, Remedios decidió que fuera considerado como su lujo mayor. Su instinto maternal sorprendió a Úrsula. Aureliano, por su parte, encontró en ella la justificación que le hacía falta para vivir. Trabajaba todo el día en el taller y Remedios le llevaba a media mañana un tazón de café sin azúcar. Ambos visitaban todas las noches a los Moscote. Aureliano jugaba con el suegro interminables partidos de dominó, mientras Remedios conversaba con sus hermanas o trataba con su madre asuntos de gente mayor. El vínculo con los Buendía consolidó en el pueblo la autoridad de don Apolinar Moscote. En frecuentes viajes a la capital de la provincia consiguió que el gobierno construyera una escuela para que la atendiera Arcadio, que había heredado el entusiasmo didáctico del abuelo. Logró por medio de la persuasión que la mayoría de las casas fueran pintadas de azul para la fiesta de la independencia nacional. A instancias del padre Nicanor dispuso el traslado de la tienda de Catarino a una calle apartada, y clausuró varios lugares de escándalo que prosperaban en el centro de la población. Una vez regresó con seis policías armados de fusiles a quienes encomendó el mantenimiento del orden, sin que nadie se acordara del compromiso original de no tener gente armada en el pueblo. Aureliano se complacía de la eficacia de su suegro. «Te vas a poner tan gordo como él», le decían sus amigos. Pero el sedentarismo que acentuó sus pómulos y concentró el fulgor de sus ojos, no aumentó su peso ni alteró la parsimonia de su carácter, y por el contrario endureció en sus labios la línea recta de la meditación solitaria y la decisión implacable. Tan hondo era el cariño que él y su esposa habían logrado despertar en la familia de ambos, que cuando Remedios anunció que iba a tener un hijo, hasta Rebeca y Amaranta hicieron una tregua para tejer en lana azul, por si nacía varón, y en lana rosada, por si nacía mujer. Fue ella la última persona en que pensó Arcadio, pocos años después, frente al pelotón de fusilamiento. Úrsula dispuso un duelo de puertas y ventanas cerradas, sin entrada ni salida para nadie como no fuera para asuntos indispensables; prohibió hablar en voz alta durante un ano, y puso el daguerrotipo de Remedios en el lugar en que se veló el cadáver, con una cinta negra terciada y una lámpara de aceite encendida para siempre. Las generaciones futuras, que nunca dejaron extinguir la lámpara, habían de desconcertarse ante aquella niña de faldas rizadas, botitas blancas y lazo de organdí en la cabeza, que no lograban hacer coincidir con la imagen académica de una bisabuela. Amaranta se hizo cargo de Aureliano José. Lo adoptó como un hijo que había de compartir su soledad, y aliviarla del láudano involuntario que echaron sus súplicas desatinadas en el café de Remedios. Pietro Crespi entraba en puntillas al anochecer, con una cinta negra en el sombrero, y hacía una visita silenciosa a una Rebeca que parecía desangrarse dentro del vestido negro con mangas hasta los puños. Habría sido tan irreverente la sola idea de pensar en una nueva fecha para la boda, que el noviazgo se convirtió en una relación eterna, un amor de cansancio que nadie volvió a cuidar, como si los enamorados que en otros días descomponían las lámparas para besarse hubieran sido abandonados al albedrío de la muerte. Perdido el rumbo, completamente desmoralizada, Rebeca volvió a comer tierra. De pronto cuando el duelo llevaba tanto tiempo que ya se habían reanudado las sesiones de punto de cruz- alguien empujó la puerta de la calle a las dos de la tarde, en el silencio mortal del calor, y los horcones se estremecieron con tal fuerza en los cimientos, que Amaranta y sus amigas bordando en el corredor, Rebeca chupándose el dedo en el dormitorio, Úrsula en la cocina, Aureliano en el taller y hasta José Arcadio Buendía bajo el castaño solitario, tuvieron la impresión de que un temblor de tierra estaba desquiciando la casa. Llegaba un hombre descomunal. Sus espaldas cuadradas apenas si cabían por las puertas. Tenía una medallita de la Virgen de los Remedios colgada en el cuello de bisonte, los brazos y el pecho completamente bordados de tatuajes crípticos, y en la muñeca derecha la apretada esclava de cobre de los niños en- cruz. Tenía el cuero curtido por la sal de la intemperie, el pelo corto y parado como las crines de un mulo, las mandíbulas férreas y la mirada triste. Tenía un cinturón dos veces más grueso que la cincha de un caballo, botas con polainas y espuelas y con los tacones herrados, y su presencia daba la impresión trepidatoria de un sacudimiento sísmico. Atravesó la sala de visitas y la sala de estar, llevando en la mano unas alforjas medio desbaratadas, y apareció como un trueno en el corredor de las begonias, donde Amaranta y sus amigas estaban paralizados con las agujas en el aire. «Buenas», les dijo él con la voz cansada, y tiró las alforjas en la mesa de labor y pasó de largo hacia el fondo de la casa. «Buenas», le dijo a la asustada Rebeca que lo vio pasar por la puerta de su dormitorio. «Buenas», le dijo a Aureliano, que estaba con los cinco sentidos alertas en el mesón de orfebrería. No se entretuvo con nadie. Fue directamente a la cocina, y allí se paró por primera vez en el término de un viaje que había empezado al otro lado del mundo. «Buenas», dijo. Úrsula se quedó una fracción de segundo con la boca abierta, lo miró a los ojos, lanzó un grito y saltó a su cuello gritando y llorando de alegría. Era José Arcadio. Regresaba tan pobre como se fue, hasta el extremo de que Úrsula tuvo que darle dos pesos para pagar el alquiler del caballo. Hablaba el español cruzado con jerga de marineros. Le preguntaron dónde había estado, y contestó: «Por ahí.» Colgó la hamaca en el cuarto que le asignaron y durmió tres días. Cuando despertó, y después de tomarse dieciséis huevos crudos, salió directamente hacia la tienda de Catarino, donde su corpulencia monumental provocó un pánico de curiosidad entre las mujeres. Ordenó música y aguardiente para todos por su cuenta. Hizo apuestas de pulso con cinco hombres al mismo tiempo. «Es imposible», decían, al convencerse de que no lograban moverle el brazo. «Tiene niños-en-cruz.» Catarino, que no creía en artificios de fuerza, apostó doce pesos a que no movía el mostrador. José Arcadio lo arrancó de su sitio, lo levantó en vilo sobre la cabeza y lo puso en la calle. Se necesitaron once hombres para meterlo. En el calor de la fiesta exhibió sobre el mostrador su masculinidad inverosímil, enteramente tatuada con una maraña azul y roja de letreros en varios idiomas. A las mujeres que lo asediaron con su codicia les preguntó quién pagaba más. La que tenía más ofreció veinte pesos. Entonces él propuso rifarse entre todas a diez pesos el número. Era un precio desorbitado, porque la mujer más solicitada ganaba ocho pesos en una noche, pero todas aceptaron. Escribieron sus nombres en catorce papeletas que metieron en un sombrero, y cada mujer sacó una. Cuando sólo faltaban por sacar dos papeletas, se estableció a quiénes correspondían. -Cinco pesos más cada una -propuso José Arcadio- y me reparto entre ambas. De  eso vivía. Le había dado sesenta y cinco veces la vuelta al mundo, enrolado en una tripulación de marineros apátridas. Las mujeres que se acostaron con él aquella noche en la tienda de Catarino lo llevaron desnudo a la sala de baile para que vieran que no tenía un milímetro del cuerpo sin tatuar, por el frente y por la espalda, y desde el cuello hasta los dedos de los pies. No lograba incorporarse a la familia. Dormía todo el día y pasaba la noche en el barrio de tolerancia haciendo suertes de fuerza. En las escasas ocasiones en que Úrsula logró sentarlo a la mesa, dio muestras de una simpatía radiante, sobre todo cuando contaba sus aventuras en países remotos. Había naufragado y permanecido dos semanas a la deriva en el mar del Japón, alimentándose con el cuerpo de un compañero que sucumbió a la insolación, cuya carne salada y vuelta a salar y cocinada al sol tenía un sabor granuloso y dulce. En un mediodía radiante del Golfo de Bengala su barco había vencido un dragón de mar en cuyo vientre encontraron el casco, las hebillas y las armas de un cruzado. Había visto en el Caribe el fantasma de la nave corsario de Víctor Hugues, con el velamen desgarrado por los vientos de la muerte, la arboladura carcomida por cucarachas de mar y equivocado para siempre el rumbo de la Guadalupe. Úrsula lloraba en la mesa como si estuviera leyendo las cartas que nunca llegaron, en las cuales relataba José Arcadio sus hazañas y desventuras. «Y tanta casa aquí, hijo mío -sollozaba-. ¡Y tanta comida tirada a los puercos» Pero en el fondo no podía concebir que el muchacho que llevaron los gitanos fuera el mismo atarván que se comía medio lechón en el almuerzo y cuyas ventosidades marchitaban flores. Algo similar le ocurría al resto de la familia. Amaranta no podía disimular la repugnancia que le producían en la mesa sus eructos bestiales. Arcadio, que nunca conoció el secreto de su filiación, apenas si contestaba a las preguntas que él le hacía con el propósito evidente de conquistar sus afectos. Aureliano trató de revivir los tiempos en que dormían en el mismo cuarto, procuró restaurar la complicidad de la infancia, pero José Arcadio los había olvidado porque la vida del mar le saturó la memoria con demasiadas cosas que recordar. Sólo Rebeca sucumbió al primer impacto. La tarde en que lo vio pasar frente a su dormitorio pensó que Pietro Crespi era un currutaco de alfeñique junto a aquel protomacho cuya respiración volcánica se percibía en toda la casa. Buscaba su proximidad con cualquier pretexto. En cierta ocasión José Arcadio la miró el cuerpo con una atención descarada, y le dijo: «Eres muy mujer, hermanita.» Rebeca perdió el dominio de sí misma. Volvió a comer tierra y cal de las paredes con la avidez de otros días, y se chupó el dedo con tanta ansiedad que se le formó un callo en el pulgar. Vomitó un líquido verde con sanguijuelas muertas. Pasó noches en vela tiritando de fiebre, luchando contra el  delirio, esperando, hasta que la casa trepidaba con el regreso de José Arcadio al amanecer. Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgado de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder. «Perdone -se excusó-. No sabía que estaba aquí.» Pero apagó la voz para no despertar a nadie. «Ven acá», dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: «Ay, hermanita: ay, hermanita.» Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, antes de perder la conciencia el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre. Tres días después se casaron en la misa de cinco. José Arcadio había ido el día anterior a la tienda de Pietro Crespi. Lo había encontrado dictando una lección de cítara y no lo llevó aparte para hablarle. «Me caso con Rebeca», le dijo. Pietro Crespi se puso pálido, le entregó la cítara a uno de los discípulos, y dio la clase por terminada. Cuando quedaron solos en el salón atiborrado de instrumentos músicos y juguetes de cuerda, Pietro Crespi dijo: -Es su hermana. -No me importa -replicó José Arcadio. Pietro Crespi se enjugó la frente con el pañuelo impregnado de espliego. -Es contra natura -explicó- y, además, la ley lo prohíbe. José Arcadio se impacientó no tanto con la argumentación como con la palidez de Pietro Crespi. -Me cago dos veces en natura -dijo-. Y se lo vengo a decir para que no se tome la molestia de ir a preguntarle nada a Rebeca. Pero su comportamiento brutal se quebrantó al ver que a Pietro Crespi se le humedecían los ojos. -Ahora -le dijo en otro tono-, que si lo que le gusta es la familia, ahí le queda Amaranta. El padre Nicanor reveló en el sermón del domingo que José Arcadio y Rebeca no eran hermanos. Úrsula no perdonó nunca lo que consideró como una inconcebible falta de respeto, y cuando regresaron de la iglesia prohibió a los recién casados que volvieran a pisar la casa. Para ella  era como si hubieran muerto. Así que alquilaron una casita frente al  cementerio y se instalaron en ella sin más muebles que la hamaca de José Arcadio. La noche de bodas a Rebeca le mordió el pie un alacrán que se había metido en su pantufla. Se le adormeció la lengua, pero eso no impidió que pasaran una luna de miel escandalosa. Los vecinos se asustaban con los gritos que despertaban a todo el barrio hasta ocho veces en una noche, y hasta tres veces en la siesta, y rogaban que una pasión tan desaforada no fuera a perturbar la paz de los muertos. Aureliano fue el único que se preocupó por ellos. Les compró algunos muebles y les proporcionó dinero, hasta que José Arcadio recuperó el sentido de la realidad y empezó a trabajar las tierras de nadie que colindaban con el patio de la casa. Amaranta, en cambio, no logró superar jamás su rencor contra Rebeca, aunque la vida le ofreció una satisfacción con que no había soñado: por iniciativa de Úrsula, que no sabía cómo re-parar la vergüenza, Pietro Crespi siguió almorzando los martes en la casa, sobrepuesto al fracaso con una serena dignidad. Conservó la cinta negra en el sombrero como una muestra de aprecio por la familia, y se complacía en demostrar su afecto a Úrsula llevándole regalos exóticos: sardinas portuguesas, mermelada de rosas turcas y, en cierta ocasión, un primoroso mande Manila. Amaranta lo atendía con una cariñosa diligencia. Adivinaba sus gustos, le arrancaba los hilos descosidos en los puños de la camisa, y bordó una docena de pañuelos con sus iníciales para el día de su cumpleaños. Los martes, después del almuerzo, mientras ella bordaba en el corredor, él le hacía una alegre compañía. Para Pietro Crespi, aquella mujer que siempre consideró y trató como una niña, fue una revelación. Aunque su tipo carecía de gracia, tenía una rara sensibilidad para apreciar las cosas del mundo, y una ternura secreta. Un martes, cuando nadie dudaba de que tarde o temprano tenía que ocurrir, Pietro Crespi le pidió que se casara con él. Ella no interrumpió su labor. Esperó a que pasara el caliente rubor de sus orejas e imprimió a su voz un sereno énfasis de madurez. -Por supuesto, Crespi -dijo-, pero cuando uno se conozca mejor. Nunca es bueno precipitar las cosas. Úrsula se ofuscó. A pesar del aprecio que le tenía a Pietro Crespi, no lograba establecer si su decisión era buena o mala desde el punto de vista moral, después del prolongado y ruidoso noviazgo con Rebeca. Pero terminó por aceptarlo como un hecho sin calificación, porque nadie compartió sus dudas. Aureliano, que era el hombre de la casa, la confundió más con su enigmática y terminante opinión: -Éstas no son horas de andar pensando en matrimonios. Aquella opinión que Úrsula sólo comprendió algunos meses después era la única sincera que podía expresar Aureliano en ese momento, no sólo con respecto al matrimonio, sino a cualquier asunto que no fuera la guerra. Él mismo, frente al pelotón de fusilamiento, no había de entender muy bien cómo se fue encadenando la serie de sutiles pero irrevocables casualidades que lo llevaron hasta ese punto. La muerte de Remedios no le produjo la conmoción que temía. Fue más bien un sordo sentimiento de rabia que paulatinamente se disolvió en una frustración solitaria y pasiva, semejante a la que experimentó en los tiempos en que estaba resignado a vivir sin mujer. Volvió a hundirse en el trabajo, pero conservó la costumbre de jugar dominó con su suegro. En una casa amordazada por el luto, las conversaciones nocturnas consolidaron la amistad de los dos hombres. «Vuelve a casarte, Aurelito -le decía el suegro-. Tengo seis hijas para escoger.» En cierta ocasión, en vísperas de las elecciones, don Apolinar Moscote regresó de uno de sus frecuentes viajes, preocupado por la situación política del país. Los liberales estaban decididos a lanzarse a la guerra. Como Aureliano tenía en esa época nociones muy confusas sobre las diferencias entre conservadores y liberales, su suegro le daba lecciones esquemáticas. Los liberales, le decía, eran masones; gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas, de implantar el matrimonio civil y el divorcio, de reconocer iguales derechos a los hijos naturales que a los legítimos, y de despedazar al país en un sistema federal que despojara de poderes a la autoridad suprema. Los conservadores, en cambio, que habían recibido el poder directamente de Dios, propugnaban por la estabilidad del orden público y la moral familiar; eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad, y no estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades autónomas. Por sentimientos humanitarios, Aureliano simpatizaba con la actitud liberal respecto de los derechos de los hijos naturales, pero de todos modos no entendía cómo se llegaba al extremo de hacer una guerra por cosas que no podían tocarse con las manos. Le pareció una exageración que su suegro se hiciera enviar para las elecciones seis soldados armados con fusiles, al mando de un sargento, en un pueblo sin pasiones políticas. No sólo llegaron, sino que fueron de casa en casa decomisando armas de cacería, machetes y hasta cuchillos de cocina, antes de repartir entre los hombres mayores de veintiún años las papeletas azules con los nombres de los candidatos conservadores, y las papeletas rojas con los nombres de los candidatos liberales. La víspera de las elecciones el propio don Apolinar Moscote leyó un bando que prohibía desde la medianoche del sábado, y por cuarenta y ocho horas, la venta den bebidas alcohólicas y la reunión de más de tres personas que no fueran de la misma familia. Las elecciones transcurrieron sin incidentes. Desde las ocho de la mañana del domingo se instaló en la plaza la urna de madera custodiada por los seis soldados. Se votó con entera libertad, como pudo comprobarlo el propio Aureliano, que estuvo casi todo el día con su suegro vigilando que nadie votara más de una vez. A las cuatro de la tarde, un repique de redoblante en la plaza anunció el término de la jornada, y don Apolinar Moscote selló la urna con una etiqueta cruzada con su firma. Esa noche, mientras jugaba dominó con Aureliano, le ordenó al sargento romper la etiqueta para contar los votos. Había casi tantas papeletas rojas como azules, pero el sargento sólo dejó diez rojas y completó la diferencia con azules. Luego volvieron a sellar la urna con una etiqueta nueva y al día siguiente a primera hora se la llevaron para la capital de la provincia. «Los liberales irán a la guerra», dijo Aureliano. Don Apolinar no desatendió sus fichas de dominó. «Si lo dices por los cambios de papeletas, no irán -dijo-. Se dejan algunas rojas para que no haya reclamos.» Aureliano comprendió las desventajas de la oposición. «Si yo fuera liberal -dijo- iría a la guerra por esto de las papeletas.» Su suegro lo miró por encima del marco de los anteojos. -Ay, Aurelito -dijo-, si tú fueras liberal, aunque fueras mi yerno, no hubieras visto el cambio de las papeletas. Lo que en realidad causó indignación en el pueblo no fue el resultado de las elecciones, sino el hecho de que los soldados no hubieran devuelto las armas. Un grupo de mujeres habló con Aureliano para que consiguiera con su suegro la restitución de los cuchillos de cocina. Don Apolinar Moscote le explicó, en estricta reserva, que los soldados se habían llevado las armas decomisadas como prueba de que los liberales se estaban preparando para la guerra. Lo alarmó el cinismo de la declaración. No hizo ningún comentario, pero cierta noche en que Gerineldo Márquez y Magnífico Visbal hablaban con otros amigos del incidente de los cuchillos, le preguntaron si era liberal o conservador. Aureliano no vaciló: -Si hay que ser algo, seria liberal -dijo-, porque los conservadores son unos tramposos. Al día siguiente, a instancias de sus amigos, fue a visitar al doctor Alirio Noguera para que le tratara un supuesto dolor en el hígado. Ni siquiera sabía cuál era el sentido de la patraña. El doctor Alirio Noguera había llegado a Macondo pocos años antes con un botiquín de globulitos sin sabor y una divisa médica que no convenció a nadie: Un Clavo saca otro clavo. En realidad era un farsante. Detrás de su inocente fachada de médico sin prestigio se escondía un terrorista que tapaba con unas cáligas de media pierna las cicatrices que dejaron en sus tobillos cinco años de cepo. Capturado en la primera aventura federalista, logró escapar a Curazao disfrazado con el traje que más detestaba en este mundo: una sotana. Al cabo de un prolongado destierro, embullado por las exaltadas noticias que llevaban a Curazao los exiliados de todo el Caribe, se embarcó en una goleta de contrabandistas y apareció en Riohacha con los frasquitos de glóbulos que no eran más que de azúcar refinada, y un diploma de la Universidad de Leipzig falsificado por él mismo. Lloró de desencanto. El fervor federalista, que los exiliados definían como un polvorín a punto de estallar, se había disuelto en una vaga ilusión electoral. Amargado por el fracaso, ansioso de un lugar seguro donde esperar la vejez, el falso homeópata se refugió en Macondo. En el estrecho cuartito atiborrado de frascos vacíos que alquiló a un lado de la plaza vivió varios años de los enfermos sin esperanzas que después de haber probado todo se consolaban con glóbulos de azúcar. Sus instintos de agitador permanecieron en reposo mientras don Apolinar Moscote fue una autoridad decorativa. El tiempo se le iba en recordar y en luchar contra el asma. La proximidad de las elecciones fue el hilo que le permitió encontrar de nuevo la madeja de la subversión. Estableció contacto con la gente joven del pueblo, que carecía de formación política, y se empeñó en una sigilosa campaña de instigación. Las numerosas papeletas rojas que aparecieron en la urna, y que fueron atribuidas por don Apolinar Moscote a la novelería propia de la juventud, eran parte de su plan: obligó a sus discípulos a votar para convencerlos de que las elecciones eran una farsa. «Lo único eficaz -decía- es la violencia.» La mayoría de los amigos de Aureliano andaban entusiasmados con la idea de liquidar el orden conservador, pero nadie se había atrevido a incluirlo en los planes, no sólo por sus vínculos con el corregidor, sino por su carácter solitario y evasivo. Se sabía, además, que había votado azul por indicación del suegro. Así que fue una simple casualidad que revelara sus sentimientos políticos, y fue un puro golpe de curiosidad el que lo metió en la ventolera de visitar al médico para tratarse un dolor que no tenía. En el cuchitril oloroso a telaraña alconforada se encontró con una especie de iguana polvorienta cuyos pulmones silbaban al respirar. Antes de hacerle ninguna pregunta el doctor lo llevó a la ventana y le examinó por dentro el párpado inferior. «No es ahí», dijo Aureliano, según le habían indicado. Se hundió el hígado con la punta de los dedos, y agregó: «Es aquí donde tengo el dolor que no me deja dormir.» Entonces el doctor Noguera cerró la ventana con el pretexto de que había mucho sol, y le explicó en términos simples por qué era un deber patriótico asesinar a los conservadores. Durante varios días llevó Aureliano un frasquito en el bolsillo de la camisa. Lo sacaba cada dos horas, ponía tres globulitos en la palma de la mano y se los echaba de golpe en la boca para disolverlos lentamente en la lengua. Don Apolinar Moscote se burló de su fe en la homeopatía, pero quienes estaban en el complot re-conocieron en él a uno más de los suyos. Casi todos los hijos de los fundadores estaban implicados, aunque ninguno sabía concretamente en qué consistía la acción que ellos mismos tramaban. Sin embargo, el día en que el médico le reveló el secreto a Aureliano, éste le sacó el cuerpo a la conspiración. Aunque entonces estaba convencido de la urgencia de liquidar al régimen conservador, el plan lo horrorizó. El doctor Noguera era un místico del atentado personal. Su sistema se reducía a coordinar una serie de acciones individuales que en un golpe maestro de alconce nacional liquidara a los funcionarios del régimen con sus respectivas familias, sobre todo a los niños, para exterminar el conservatismo en la semilla. Don Apolinar Moscote, su esposa y sus seis hijas, por supuesto, estaban en la lista. -Usted no es liberal ni es nada -le dijo Aureliano sin alterarse-. Usted no es más que un matarife. -En ese caso -replicó el doctor con igual calma- devuélveme el frasquito. Ya no te hace falta. Sólo seis meses después supo Aureliano que el doctor lo había desahuciado como hombre de acción, por ser un sentimental sin porvenir, con un  carácter pasivo y una definida vocación solitaria. Trataron de cercarlo temiendo que denunciara la conspiración. Aureliano los tranquilizó: no diría una palabra, pero la noche en que fueran a asesinar a la familia Moscote lo encontrarían a él defendiendo la puerta. Demostró una decisión tan convincente, que el plan se aplazó para una fecha indefinida. Fue por esos días que Úrsula consultó su opinión sobre el matrimonio de Pietro Crespi y Amaranta, y él contestó que las tiempos no estaban para pensar en eso. Desde hacía una semana llevaba bajo la camisa una pistola arcaica. Vigilaba a sus amigos. Iba par las tardes a tomar el café con José Arcadio y Rebeca, que empezaban a ordenar su casa, y desde las siete jugaba dominó con el suegro. A la hora del almuerzo conversaba con Arcadio, que era ya un adolescente monumental, y lo encontraba cada vez más exaltado con la inminencia de la guerra. En la escuela, donde Arcadio tenía alumnos mayores que él revueltos con niños que apenas empezaban a hablar, había prendido la fiebre liberal. Se hablaba de fusilar al padre Nicanor, de convertir el templo en escuela, de implantar el amor libre. Aureliano procuró atemperar sus ímpetus. Le recomendó discreción y prudencia. Sordo a su razonamiento sereno, a su sentido de la realidad, Arcadio le reprochó en público su debilidad de carácter, Aureliano esperó. Par fin, a principios de diciembre, Úrsula irrumpió trastornada en el taller. -¡Estalló la guerra! En efecto, había estallado desde hacía tres meses. La ley marcial imperaba en todo el país. El único que la supo a tiempo fue don Apolinar Moscote, pero no le dio la noticia ni a su mujer, mientras llegaba el pelotón del ejército que había de ocupar el pueblo por sorpresa. Entraron sin ruido antes del amanecer, con das piezas de artillería ligera tiradas por mulas, y establecieron el cuartel en la escuela. Se impuso el toque de queda a las seis de la tarde. Se hizo una requisa más drástica que la anterior, casa por casa, y esta vez se llevaron hasta las herramientas de labranza. Sacaron a rastras al doctor Noguera, la amarraron a un árbol de la plaza y la fusilaron sin fórmula de juicio. El padre Nicanor trató de impresionar a las autoridades militares con el milagro de la levitación, y un soldado lo descalabró de un culatazo. La exaltación liberal se apagó en un terror silencioso. Aureliano, pálido, hermético, siguió jugando dominó con su suegro. Comprendió que a pesar de su título actual de jefe civil y militar de la plaza, don Apolinar Moscote era otra vez una autoridad decorativa. Las decisiones las tomaba un capitán del ejército que todas las mañanas recaudaba una manlieva extraordinaria para la defensa del orden público. Cuatro soldados al mando suyo arrebataron a su familia una mujer que había sido mordida por un perro rabioso y la mataron a culatazos en plena calle. Un domingo, dos semanas después de la ocupación, Aureliano entró en la casa de Gerineldo Márquez y con su parsimonia habitual pidió un tazón de café sin azúcar. Cuando los dos quedaron solos en la cocina, Aureliano imprimió a su voz una autoridad que nunca se le había conocido. «Prepara los muchachos -dijo-. Nos vamos a la guerra.» Gerineldo Márquez no lo creyó. -¿Con qué armas? -preguntó. -Con las de ellos -contestó Aureliano. El martes a medianoche, en una operación descabellada, veintiún hombres menores de treinta años al mando de Aureliano Buendía, armados con cuchillos de mesa y hierros afilados, tomaron por sorpresa la guarnición, se apoderaron de las armas y fusilaron en el patio al capitán y los cuatro soldados que habían asesinado a la mujer. Esa misma noche, mientras se escuchaban las descargas del pelotón de fusilamiento, Arcadio fue nombrado jefe civil y militar de la plaza. Los rebeldes casados apenas tuvieron tiempo de despedirse de sus esposas, a quienes abandonaron a sus propios recursos. Se fueron al amanecer, aclamados por la población liberada del terror, para unirse a las fuerzas del general revolucionario Victorio Medina, que según las últimas noticias andaba por el rumbo de Manaure. Antes de irse, Aureliano sacó a don Apolinar Moscote de un armario. «Usted se queda tranquilo, suegro -le dijo-. El nuevo gobierno garantiza, bajo palabra de honor, su seguridad personal y la de su familia.» Don Apolinar Moscote tuvo dificultades para identificar aquel conspirador de botas altas y fusil terciado a la espalda con quien había jugado dominó hasta las nueve de la noche. -Esto es un disparate, Aurelito -exclamó. -Ningún disparate -dijo Aureliano-. Es la guerra. Y no me vuelva a decir Aurelito, que ya soy el coronel Aureliano Buendía.




'EL SUEÑO ETERNO', por Enrique Vila-Matas / 'CARRETERA PERDIDA' (escena), de David Lynch / 'LIBRO 'EL SUEÑO ETERNO'

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“No comprender es una operación en la que conviene invertir mucho tiempo”... siempre me funcionó una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo...

no entender es la puerta que se abre... Puede que la fascinación por fragmentos ininteligibles de películas provenga de nuestra sospecha de que esas secuencias dicen la verdad sobre lo que será nuestro sueño eterno"


EL SUEÑO ETERNO

Oyeron ustedes hablar de los que ven una película dos veces, pero la segunda no la entienden? Me hablaron de ellos el otro día y sonreí y me acordé de aquel profesor de filosofía que, según Unamuno, solía empezar su curso con esta pregunta a sus alumnos:
—¿Sabe alguien qué venimos a hacer aquí?
Decía Unamuno que cada año, cuando acababa el curso, profesor y estudiantes seguían preguntándose lo mismo.
Seguramente, repetían curso todos los alumnos y, al finalizar el segundo año, ya no entendían ni la pregunta inicial. Me recuerda los 12 años que pasé estudiando en Barcelona en los Maristas sin llegar a entender nada. Aquel colegio era como el Instituto Benjamenta de la novela de Robert Walser: “Aquí venimos a aprender, pero no aprendemos nada”.
De todo esto me acordé cuando, al hablar de las películas a competición este año, Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes, dijo que The Lobster, del gran Yorgos Lanthimos —relato futurista en el que aquellos que no consiguen una pareja son transformados en animales— era “uno de esos filmes en los que no todo se entiende”.
Al día siguiente, Le Monde publicaba una breve antología de películas que son famosas por no entenderse en ellas todo. La encabezaba El sueño eterno, de Howard Hawks, filmada en 1946 y considerada la pionera de esta tendencia a incluir lo incomprensible dentro de un armónico y sensato conjunto. Quizás tuvo demasiados guionistas la adaptación de la novela de Chandler, pero el caso es que cuando Lauren Bacall canta en un tugurio, no está claro por qué. Y se sabe que cuando el productor le preguntó al novelista quién podría haber matado al chófer de la familia Sternwood, Chandler contestó: “Ni puta idea”.
Es una historia que recuerda a la que me contó Juan Marsé de cuando Victor Erice trabajaba con tan extraordinaria meticulosidad en el guión de El embrujo de Shanghai. Una tarde, Erice dejó la plaza Rovira de Barcelona, donde se pasaba horas tomando notas, y le preguntó a Marsé a qué se dedicaba el abuelo de un personaje secundario de la novela. Pasado el primer momento de estupor, la respuesta del escritor se pareció a la de Chandler.
“No comprender es una operación en la que conviene invertir mucho tiempo”, escribió Juan Tallón en la revista Vozed, en febrero de 2013. Yo invertí muchos años en la primera frase de un libro de Pavese: “Le llamaban Pedro porque tocaba la guitarra”. Como no había forma de entender qué significaba, publiqué un artículo en febrero de 2001 pidiendo que alguien me la explicara. Y un día, no sé dónde, el gran José María Riera de Leyva se tomó la molestia de explicármela. Me pasó unos datos muy precisos que lo justificaban todo, pero los he olvidado. Es decir, sigo igual que antes. Pero a veces pienso que es mejor así. Después de todo, siempre me funcionó una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo.
Nunca olvidaré lo mucho que me atrajo en la primavera de 1963 el filme El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais, con guion de Robbe-Grillet. Me fascinó porque no lo entendí y cada tarde, al salir del colegio, acudía al Savoy del Paseo de Gracia a correr el riesgo de que en cualquier desgraciado momento pudiera llegar a entenderla. Veinte veces la vi y veinte veces no la entendí. Sólo llegué a saber que se contaba en ese filme la historia de un hombre que en un extraño y decadente hotel trataba de convencer a una mujer de que ella y él, el verano anterior, habían tenido una relación. ¿Se trataba de un encuentro imaginario? El guionista Robbe- Grillet y el realizador Resnais discrepaban en este punto y también en todos los demás referidos a la película. Y los pobres o felices espectadores parecían quedar atrapados entre ambos, entre Robbe y Resnais, cabreados unos por el inmenso tedio, y alegres los otros por el entusiasmo que producía una obra de arte que, por decirlo con palabras de Le Monde “condenaba al público a no entender nada”.
Pero, ¿de verdad no entender es una condena? Más bien diría lo contrario, no entender es la puerta que se abre. El filme de Resnais deja entrever cómo será el sueño eterno que a todos nos espera después de la vida. ¿Sabe alguien como será exactamente? Nadie. Sólo podemos entreverlo pero de todos modos, aun suponiendo que llegáramos a percibirlo del todo, no lo entenderíamos.
Puede que la fascinación por fragmentos ininteligibles de películas provenga de nuestra sospecha de que esas secuencias dicen la verdad sobre lo que será nuestro sueño eterno. En el campo de los libros, lo mismo. Pienso en Sordello, un poema del victoriano Browning, que todavía hoy se resiste, no ya a su interpretación, sino a su comprensión más elemental. Reconstruye la vida de un trovador del siglo XIII. Pero no se entiende nada. Cuando fue publicado en marzo de 1840, causó furor porque todo el mundo quería leerlo para comprobar que el poema no tenía ni pies ni cabeza. Cuenta César Aira en su ensayo Lo incomprensible que aquello que Browning decía en Sordello quiso leerlo un hombre enfermo, amante de interpretar textos. Su mujer terminó por comprar el libro y le leerle el poema: “Sus últimas palabras (pues irónicamente murió casi inmediatamente después de haberlo escuchado) fueron: ¡No entendí nada, pero nada! Hoy se especula si su muerte fue a causa de la desesperación o precisamente lo inverso, si en realidad murió de esperanza. Tal vez lo que realmente quiso decir haya sido: ¡Por fin no entendí algo!”.
En la breve antología de Le Monde sobre el cine incomprensible, no faltan 2001: Una odisea del espacio (Kubrick), por sus tres minutos de pantalla en negro en la apertura (que han generado tantas leyendas), y algunos de los filmes de David Lynch, como el desazonante Lost Highway (Carretera perdida). Se podrían añadir ciertas películas de espías, como el reciente El topo, de Tomas Alfredson, basado en Le Carré y totalmente atestado de laberintos interiores imposibles de desentrañar. Nada grave. No olvidemos que Einstein decía que, después de todo, lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible.

(Fuente: El País, 23-05-2015)

'CARRETERA PERDIDA' (escena), de David Lynch



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Reseña de 'CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA', por Francisco Borja Buzón

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Francisco Borja Buzón realizó sus estudios de Enseñanza Secundaria y Bachillerato en el IES Cristóbal Colón de Sanlúcar de Barrameda.  Actualmente cursa el segundo año del Grado de Literaturas Comparadas en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Padece una incurable adicción a la lectura y al cine de calidad, de cualquier época y de cualquier cultura. Sus estimulantes reseñas literarias pueden ser seguidas en La esquina de ese círculo, página altamente recomendable.

"... La pasividad, la no intervención en actos cruciales de la vida es otro de los temas centrales de la obra, que viene a reafirmar la máxima de Einstein de que el mundo es malo, pero no por las personas que hacen el mal, sino por las que no hacen nada por evitarlo..."


“El juez no apareció en ninguno [de los papeles del sumario del caso de la muerte de Santiago Nasar], pero era evidente que era un hombre abrasado por la fiebre de la literatura. Sin duda había leído a los clásicos españoles, y algunos latinos, y conocía muy bien a Nietzsche, que era el autor de moda entre los magistrados de su tiempo. Las notas marginales, y no sólo por el color de la tinta, parecían estar escritas con sangre. Estaba tan perplejo con el enigma que le había tocado en suerte, que muchas veces incurrió en distracciones líricas contrarias al rigor de su ciencia. Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada.”
Esta misma mañana he terminado Crónica de una muerte anunciada por segunda vez. Lo cierto es que la primera vez apenas tenía levemente desarrollado el ojo crítico y, si bien es verdad que disfruté mucho, creo que no me enteré de la misa la mitad. Así pues, ahora ha sido como si hubiera leído una novela completamente nueva y eso, que no ha pasado tanto tiempo desde entonces.

El fragmento con el que hemos abierto esta especie de reseña/reflexión/comentario subjetivo-objetivo/barra pertenece al quinto y último capítulo de esta breve y compleja novela del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Si el juez del extraño asesinato de Santiago Nasar es un literato no es por pura casualidad. La muerte del árabe Nasar bien puede pasar por una de las muertes más literarias de la historia de la literatura. Una muerte que marca un inicio y un cierre. El concepto de spoiler no tiene cabida en esta obra. Desde el primer momento ya sabemos que a Santiago Nasar lo van a matar; o, mejor dicho, desde el primer momento ya sabemos que está muerto. La expectación se genera en saber el cómo y el por qué. Márquez es el narrador, así literal, de esta historia, que, veintitrés años después del crimen reúne el valor de recopilar toda su información sobre el caso y redactar una especie de crónicas que se mezcla con la ficción narrativa clásica, lo que le permite a Márquez como escritor y narrador entrar y salir de la historia y viajar de un momento y de un personaje a otro en un chasquido. Que Márquez sea un personaje más no debe extrañarnos, pues lo que se narra en Crónica de una muerte anunciada está basado en un acontecimiento real, que, además, sucedió en el pueblo del propio Márquez. La estructuración de la obra es otro de sus puntos fuertes. No hay un planteamiento, nudo y desenlace; todo está entremezclado de forma brillante y el lector debe ponerse a la labor de rellenar los huecos temporales y espaciales, si bien es verdad que cada capítulo parece centrarse más en unos personajes que en otros: el primero lo hace en Nasar, el segundo en Ángela Vicario y Bayardo San Román, el tercero en los hermanos Pedro y Pablo Vicario, el cuarto en los personajes principales tras la muerte de Nasar y el quinto en Cristo Bedoya, Flora Miguel y Nasar. El hecho de que Santiago Nasar esté muerto y Márquez no pueda hablar obviamente con él le da un extraño protagonismo en el sentido de que toda la obra gira en torno a su muerte, pero sabemos lo que piensan todos los personajes salvo él, sabemos mucho más de los otros personajes que de él: el protagonista es el personaje más misterioso de la obra. 

La historia, así resumida, viene a ser más o menos la siguiente: Ángela Vicario se casa con un forastero rico llamado Bayardo San Román en una boda concertada, tras la cual el novio descubre que su nueva esposa no es virgen como él pensaba y, siguiendo la lógica de sus costumbres patriarcales sobre la pureza, devuelve la chica a su antigua familia, ante la cual, mediante una paliza, Ángela desvelará el nombre del que parece ser el hombre que la ha desflorado, siendo éste aparentemente Santiago Nasar, al que irán a buscar los hermanos de la deshonrada, Pedro y Pablo Vicario para matarlo al amanecer como finalmente ocurre.

Dentro de todo danzan varios temas como la honra, el amor, el miedo, el poder del dinero, la ineptitud de los organismos de poder, la pasividad de las personas ante los catástrofes, la falta de voluntad, la obligación, el deseo, los remordimientos, la mujer en una sociedad machista, la metaliteratura, etc. Por rellenar un poco aquí, hablemos de algunos.

La honra, la pérdida de la misma y la obligación familiar de recuperarla –todo muy siglo de Oro- es uno de los temas fundamentales de la obra: es lo que lleva a Ángela a querer fingir su virginidad y a que sus hermanos acaben matando a Santiago Nasar, el cual no parece enterarse bien de por qué lo matan. Si no hay poder, riquezas, es necesario conservar, al menos, el orgullo familiar intacto, o así piensa los hermanos Vicario, que acaban matando más que nada por necesidad y no por deseo, pues pasan la larga noche buscando a alguien, a una persona sola, que se oponga a que cometan crimen tan atroz, más atroz aún si pensamos que Santiago Nasar no sólo es un hombre, un ser humano, sino que, además, es amigo íntimo de los hermanos, pues a él, y no a otro, estos le encomendaron llevar las cuentas de la boda. Del mismo modo, no es plausible para nadie que Santiago Nasar fuera el hombre que desfloró a Ángela Vicario, pues contaba con una novia, una árabe como él, llamada Flora Miguel y gozaba de amores nocturnos con una prostituta local, María Alejandrina Cervantes. El hecho de que Santiago Nasar sea árabe no es casual; Márquez lo escribe árabe a propósito para aumentar la improbabilidad de los amores entre él y Ángela Vicario. No obstante, Pedro y Pablo están demasiado borrachos cuando se deciden a matar a su amigo y no están dispuestos a poner en duda la palabra de su hermana, que muy bien podría estar encubriendo en Santiago Nasar la figura de otro amante. ¿Santiago Nasar es una cabeza de turco? El lector tiene legitimidad para preguntárselo, pero los hermanos Vicario no serían capaces porque hacerlo sería poner entre interrogaciones la propia nobleza del espíritu familiar; no contemplan ni remotamente pertenecer a un linaje de mentirosos.

Otro de los temas clave es el poder del dinero y las relaciones económicas en una sociedad capitalista donde gran parte de la población vive anclada en la pobreza. Destaca en este tema especialmente el capítulo 2 donde se habla de cómo llega Bayardo San Román al pueblo y cómo se casa con Ángela Vicario. Se critica en este capítulo básicamente cómo los ricos hacen con los pobres lo que quieren para que estos últimos puedan sobrevivir. Ángela Vicario se convierte en mercancía y Bayardo no trata de seducirla a ella, sino que directamente trata de convencer a los padres de que mediante una boda con su persona conseguirán mejorar la vida de su hija. Ángela, que no quiere casarse, es obligada a ello. Bayardo también compra la casa del futuro matrimonio a golpe de talón al viudo Xius. En esa casa se encuentran todos los recuerdos que el viudo había tenido con su mujer, pero la tentación del dinero, que parece brindarle la posibilidad de una vida mejor le lleva a desprenderse de ella entre lágrimas. Bayardo piensa que puede comprarlo todo con su dinero, cuando descubra algo que no puede comprar, la virginidad de su mujer, caerá en la más honda depresión. Sólo mucho tiempo después se arrepentirá de sus actos. El hecho de que el padre de Ángela sea ciego tampoco es fortuito y parece reforzar el papel de buitre que Bayardo viene a desempeñar. 

La pasividad, la no intervención en actos cruciales de la vida es otro de los temas centrales de la obra, que viene a reafirmar la máxima de Einstein de que el mundo es malo, pero no por las personas que hacen el mal, sino por las que no hacen nada por evitarlo. Demasiados son como para contarlos los personajes que podrían haber detenido a los asesinos o avisar al que iba a ser asesinados como para contarlos en la novela y, sin embargo, es, lo increíble del asunto por un lado y el miedo por otro, lo que contribuye a que el crimen se acabe efectuando. Los conocidos de ambas partes se lamentarán después de la tragedia, pero mientras que ésta sucede permanecen como meros espectadores, observando cada acontecimiento y haciendo que los rumores fluyan, como si saboreasen el mal ajeno, esperando para apreciar la cúspide del burdo espectáculo. La muestra de esta pasividad en Crónica de una muerte anunciada creo que es una de las críticas sociales más fuertes que he visto en todo lo que he leído de García Márquez, a decir verdad. Dentro de esta pasividad destaca especialmente la de los agentes del orden público que lo más que harán será quitarles los cuchillos a los que llevan cuatro horas diciendo que van a matar a un hombre para luego dejarles marcharse a sus casas tan tranquilamente a recoger otros cuchillos. El mismo alcalde se desentiende del tema cuando la muerte es ya inminente y entra en un bar a confirmar una cita para jugar al dominó esa misma noche.

La metaliteratura está así mismo muy presente en la novela. Hay momentos en los que se menciona el acto de creación literaria, así como también aparecen guiños y personajes de otras obras de Márquez, como el coronel Aureliano Buendía de Cien años de soledad, y personajes reales como, por ejemplo, la mujer del propio Márquez, Mercedes Barcha o su hermano Luis Enrique.

Crónica de una muerte anunciada es un complejo rompecabezas lleno de magia burda y un crudo sentimiento trágico que se cimienta sobre una dura crítica a la pasividad del ser humano y a la maldad fecunda del espíritu del hombre. Leerla y no reflexionar tras ello es tiempo perdido y hacerlo puede contribuir a cuestionarte a ti mismo, a los que te rodean y a las normas que rigen el mundo en general. Más allá de eso cuenta con un importante valor estético que despierta en el lector efectos emotivos que sólo logran las mejores lecturas. No es un libro recomendable; es un libro fundamental.


VER TAMBIÉN:






'LA GLORIOSA MÚSICA NACIONAL', por Juan Goytisolo / 'MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA', de Francisco de Quevedo

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"... cierran las librerías, el número de lectores activos decrece, las humanidades son arrinconadas en nuestras aulas, el sistema educativo se deteriora y decir bien alto que podemos y debemos cambiar esto y muchas otras cosas no es provocación ni afrenta...

Los aprovechados tienen la larga costumbre de callar y medrar pero la democracia no se logra ni se mantiene sin el estímulo de las voces críticas aunque los aznares de ayer y de hoy ignoren que, como dijo Luis Cernuda, “desvío siempre es mejor razón ante la grey”


LA GLORIOSA MÚSICA NACIONAL

El amor ciego a la patria es asignatura escolar en la mayoría de países del mundo y lo fue en la Península durante el franquismo cuando los niños de mi edad entonábamos brazo en alto los vivas al Caudillo y a la España imperial. Dicha experiencia infantil me marcó de forma indeleble y cuando tras un largo desaprendizaje me desprendí de aquel pesado engrudo doctrinal, mi gran amor a la cultura, el disfrute solitario de la lectura, me enseñó poco a poco a reconsiderar lo propio y a asimilar lo ajeno hasta llegar a la conclusión de que era preferible errar por mi cuenta a tener razón por consigna. El diálogo interior con las ideas, la adquisición de palabras para expresar pensamientos complejos se trocó en una adicción y dejé atrás para siempre el coro de voces que se limita a poner la letra a la gloriosa música nacional.

Dicho unanimismo, orquestado por los prebostes del régimen lo viví en carne propia cuando una oleada de patriotismo herido se volcó sobre mí a raíz del robo de un documental sobre la emigración española a Europa y sus causas que evoqué en estas mismas páginas (Apuntes para una película invisible, EL PAIS 14-03-2012), documental filmado clandestinamente por dos amigos míos en la entonces paupérrima provincia de Almería y en el mísero barrio de chabolas de Somorrostro, en la playa de La Barceloneta. La indignación de la prensa y los medios audiovisuales al servicio del régimen se tradujo en una rica floresta de descalificaciones que reproduje en Señas de identidad y de cuya sabrosa retorica el editorial del principal periódico barcelonés, dirigido entonces por Manuel Aznar y cuyo titula rezaba Fentrinelli o el festival de los agravios, es el mejor ejemplo: “Usted, señor escritor, tiene derecho a muchas cosas, y a nosotros no nos cuesta el menor trabajo reconocérselo. Tiene derecho, por ejemplo, a pensar que España está viviendo una existencia política y social verdaderamente atroz. Lamentamos su error, pero ¿quién le pone puertas al campo? […]siga pues con sus ideas acerca de la política y de las demás realidades de España. Siga adelante (...) con sus enojos (...) con todas las calidades del pueblo español. ¿Quién se lo impide? Creemos que es usted catalán pese al apellido vasco. Pero, vasco o catalán, suponiendo que Cataluña no le inspire emoción ni la tierra vasca le suscite deleite en el alma, denos a todos la espalda y mire hacia otros horizontes. Después de todo no será usted el primer español que ha desamado España. […]Mas he aquí que acabamos de ver la película que el señor italiano señor Fentrinelli ha proyectado en Milán, para dar a entender lo qué es y significa la emigración campesina de España. Usted estaba allí en la fiesta de los agravios. ¡Que abominación de película, señor escritor! ¡Y que repulsiva malicia, señor novelista! […](...)”, etcétera.

El lector me excusará la latitud de la cita pero la historia española reitera sus ciclos y pese a los trascendentales cambios políticos introducidos por la Transición y el advenimiento de la democracia muchos reflejos condicionados del pasado permanecen. Decir ante unos Reyes modernos y atentos al espíritu del tiempo que muchas cosas de la Marca España como el alto nivel del paro, la corrupción generalizada y el exilio no ya de los obreros y trabajadores agrícolas sino el de incontables jóvenes diplomados es pan de todos los días, suscita aún reacciones viscerales en quienes hacen gala de su oportunismo y patriotismo obcecado. La España de 2015 no es por fortuna la de 1961 ni nuestra historia es “la más triste de todas las historias porque termina mal”, como escribió alguien tan lúcido como Jaime Gil de Biedma, pero podría y debería ser mucho mejor que la que actualmente conocemos: cierran las librerías, el número de lectores activos decrece, las humanidades son arrinconadas en nuestras aulas, el sistema educativo se deteriora y decir bien alto que podemos y debemos cambiar esto y muchas otras cosas no es provocación ni afrenta. Los éxitos de nuestros nadales no ocultan el grave fracaso educativo y el desastroso nivel cultural.


Para sacudirse de la inercia de lo real, ya fuere en 1961 ya sea en el presente, no hay que apretar filas y poner letra a la música nacional sino salirse del rebaño y hablar sin rodeos. Los aprovechados tienen la larga costumbre de callar y medrar pero la democracia no se logra ni se mantiene sin el estímulo de las voces críticas aunque los aznares de ayer y de hoy ignoren que, como dijo Luis Cernuda, “desvío siempre es mejor razón ante la grey”.

(Fuente: El País, 24-05-2015)

Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.



'EL LICENCIADO VIDRIERA', de Miguel de Cervantes

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"... Pues ¿de qué suerte los piensas honrar? (a sus padres) -preguntó el otro caballero.

-Con mis estudios -respondió el muchacho- (...)

¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes, y acortas las de los virtuosos encogidos; sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados, y matas de hambre a los discretos vergonzosos!"



EL LICENCIADO VIDRIERA

Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol, durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador; mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por solo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.


-Desa manera -dijo uno de los caballeros-, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.

-Sea por lo que fuere -respondió el muchacho-; que ni el della ni el de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

-Pues ¿de qué suerte los piensas honrar? -preguntó el otro caballero.

-Con mis estudios -respondió el muchacho- siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella Universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia, que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos; y como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero. Finalmente, en ocho años que estuvo con ellos se hizo tan famoso en la Universidad por su buen ingenio y notable habilidad, que de todo género de gentes era estimado y querido. Su principal estudio fue de leyes; pero en lo que más se mostraba era en letras humanas; y tenía tan felice memoria, que era cosa de espanto; e ilustrábala tanto con su buen entendimiento, que no era menos famoso por él que por ella.

Sucedió que se llegó el tiempo que sus amos acabaron sus estudios, y se fueron a su lugar, que era una de las mejores ciudades de la Andalucía. Lleváronse consigo a Tomás, y estuvo con ellos algunos días; pero como le fatigasen los deseos de volver a sus estudios y a Salamanca (que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado), pidió a sus amos licencia para volverse. Ellos, corteses y liberales, se la dieron, acomodándole de suerte, que con lo que le dieron se pudiera sustentar tres años.

Despidióse dellos, mostrando en sus palabras su agradecimiento, y salió de Málaga (que ésta era la patria de sus señores), y al bajar de la cuesta de la Zambra, camino de Antequera, se topó con un gentilhombre a caballo, vestido bizarramente de camino, con dos criados también a caballo. Juntóse con él y supo como llevaba su mismo viaje; hicieron camarada, departieron de diversas cosas, y a pocos lances dio Tomás muestras de su raro ingenio, y el caballero las dió de su bizarría y cortesano trato, y dijo que era capitán de infantería por Su Majestad, y que su alférez estaba haciendo la compañía en tierra de Salamanca. Alabó la vida de la soldadesca; pintóle muy al vivo la belleza de la ciudad de Nápoles, las holguras de Palermo, la abundancia de Milán, los festines de Lombardía, las espléndidas comidas de las hosterías; dibujóle dulce y puntualmente el aconcha, patrón; pasa acá, manigoldo; venga la macatela, lipolastri, e limacarroni. Puso las alabanzas en el cielo de la vida libre del soldado, y de la libertad de Italia; pero no le dijo nada del frío de las centinelas, del peligro de los asaltos, del espanto de las batallas, de la hambre de los cercos, de la ruina de las minas, con otras cosas deste jaez, que algunos las toman y tienen por añadiduras del peso de la soldadesca, y son la carga principal della. En resolución, tantas cosas le dijo, y tan bien dichas que la discreción de nuestro Tomás Rodaja comenzó a titubear, y la voluntad a aficionarse a aquella vida, que tan cerca tiene la muerte.
El capitán, que don Diego de Valdivia se llamaba, contentísimo de la buena presencia, ingenio y desenvoltura de Tomás, le rogó que se fuese con él a Italia, si quería, por curiosidad de verla; que él le ofrecía su mesa, y aun si fuese necesario, su bandera porque su alférez la había de dejar presto. Poco fue menester para que Tomás tuviese el envite, haciendo consigo en un instante un breve discurso de que sería bueno ver a Italia y Flandes, y otras diversas tierras y países, pues las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos, y que en esto, a lo más largo, podía gastar tres o cuatro años, que añadidos a los pocos que él tenía, no serían tantos, que impidiesen volver a sus estudios. Y como si todo hubiera de suceder a la medida de su gusto, dijo al capitán que era contento de irse con él a Italia; pero había de ser condición que no se había de sentar debajo de bandera, ni ponerse en lista de soldado, por no obligarse a seguir su bandera. Y aunque el capitán le dijo que no importaba ponerse en lista, que ansí gozaría de los socorros y pagas que a la compañía se diesen, porque él le daría licencia todas las veces que se la pidiese.

-Eso sería -dijo Tomás- ir contra mi conciencia y contra la del señor capitán; y así, más quiero ir suelto que obligado.

-Conciencia tan escrupulosa -dijo don Diego- más es de religioso que de soldado; pero como quiera que sea, ya somos camaradas.
Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, ya acabada de hacer, y que comenzaba a marchar la vuelta de Cartagena, alojándose ella y otras cuatro por los lugares que le venían a mano. Allí notó Tomás la autoridad de los comisarios, la incomodidad de algunos capitanes, la solicitud de los aposentadores, la industria y cuenta de los pagadores, las quejas de los pueblos, el rescatar de las boletas, las insolencias de los bisoños, las pendencias de los huéspedes, el pedir bagajes más que los necesarios, y, finalmente, la necesidad casi precisa de hacer todo aquello que notaba y mal le parecía.

Habíase vestido Tomás de papagayo, renunciando los hábitos de estudiante, y púsose a lo de Dios es Cristo, como se suele decir. Los muchos libros que tenía los redujo a unas Horas de Nuestra Señora y un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba. Llegaron más presto de lo que quisieran a Cartagena, porque la vida de los alojamientos es ancha y varia, y cada día se topan cosas nuevas y gustosas. Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas casas, adonde lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas. Pusiéronle temor las grandes borrascas y tormentas, especialmente en el golfo de Leon, que tuvieron dos, que la una los echó en Córcega, y la otra los volvió a Tolón, en Francia. En fin, trasnochados, mojados y con ojeras, llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova, y desembarcándose en su recogido mandrache, después de haber visitado una iglesia dio el capitán con todas sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas con el presente gaudeamus.

Allí conocieron la suavidad del Trebiano, el valor del Montefrascón, la fuerza del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma; la grandeza del de las Cinco Viñas, la dulzura y apacibilidad de la señora Guarnacha, la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase parecer la bajeza del Romanesco. Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía, ni como pintados en mapa, sino real y verdadexamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la Imperial más que Real Ciudad, recámara del Dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se le olvidase de Ribadavia y de Descargamaría. Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio, que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco.

Admiráronle también al buen Tomás los rubios cabellos de las genovesas y la gentileza y gallarda disposición de los hombres, la admirable belleza de la ciudad, que en aquellas peñas parece que tiene las casas engastadas, como diamantes en oro. Otro día se desembarcaron todas las compañías que habían de ir al Piamonte; pero no quiso Tomás hacer este viaje, sino irse desde allí por tierra a Roma y a Nápoles, como lo hizo, quedando de volver por la gran Venecia y por Loreto a Milán y al Piamonte, donde dijo don Diego de Valdivia que le hallaría, si ya no los hubiesen llevado a Flandes según se decía. Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que, mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en extremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días, y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza; y así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes, por su famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras, y por sus calles, que con solo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana. Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del Sumo Pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró, y notó, y puso en su punto. Y habiendo andado la estación de las siete iglesias, y confesádose con un penitenciario, y besado el pie a Su Santidad, lleno de agnusdeis y cuentas, determinó irse a Nápoles, y por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma, añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad, a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa, y aun de todo el mundo.

Desde allí se fue a Sicilia, y vio a Palermo, y después a Micina: de Palermo le pareció bien el asiento y belleza, y de Micina, el puerto, y de toda la isla, la abundancia, por quien propiamente y con verdad es llamada granero de Italia. Volvióse a Nápoles y a Roma, y de allí fue a Nuestra Señora de Loreto, en cuyo santo templo no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera y de pinturas y retablos, que daban manifiesto indicio de las inumerables mercedes que muchos habían recebido de la mano de Dios por intercesión de su divina Madre, que aquella sacrosanta imagen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devoción que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa. Vio el mismo aposento y estancia donde se relató la más alta embajada y de más importancia que vieron, y no entendieron, todos los cielos, y todos los ángeles, y todos los moradores de las moradas sempiternas.

Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que a no haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante: merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la gran Méjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quien se le opusiese. Estas dos famosas ciudades se parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo. Parecióle que su riqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, su abundancia mucha, sus contornos alegres, y, finalmente, toda ella en sí y en sus partes digna de la fama que de su valor por todas las partes del orbe se extiende, dando causa de acreditar más esta verdad la máquina de su famoso arsenal, que es el lugar donde se fabrican las galeras, con otros bajeles que no tienen número.

Por poco fueran los de Calipso los regalos y pasatiempos que halló nuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primer intento. Pero habiendo estado un mes en ella, por Ferrara Parma y Plasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino de Francia, ciudad, en fin, de quien se dice que puede decir y hacer; haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo, y su maravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humana necesarias. Desde allí se fué a Aste, y llegó a tiempo que otro día marchaba el tercio a Flandes. Fue muy bien recebido de su amigo el capitán, y en su compañía y camarada pasó a Flandes, y llegó a Amberes, ciudad no menos para maravillar que las que había visto en Italia. Vio a Gante, y a Bruselas, y vio que todo el país se disponía a tomar las armas para salir en campaña el verano siguiente. Y habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que habia visto, determinó volverse a España y a Salamanca a acabar sus estudios, y como lo pensó lo puso luego por obra, con pesar grandísimo de su camarada, que le rogó, al tiempo de despedirse, le avisase de su salud, llegada y suceso. Prometióselo ansí como lo pedia, y por Francia volvió a España; sin haber visto París, por estar puesta en armas. En fin, llegó a Salamanca, donde fue bien recebido de sus amigos, y con la comodidad que ellos le hicieron prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en Leyes

Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo. Acudieron luego a la añagaza y reclamo todos los pájaros del lugar, sin quedar vademecum que no la visitase. Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que había estado en Italia y en Flandes, y por ver si la conocía, fue a visitarla, de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás; y él, sin echar e ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros, no quería entrar en su casa. Finalmente, ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda; pero como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora, la cual, viéndose desdeñada y, a su parecer, aborrecida, y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer; más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos. Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla; como si hubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío; y así, las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman venéficas; porque no es otra cosa lo que hacen sino dar veneno a quien lo toma, como lo tiene mostrado la experiencia en muchas y diversas ocasiones.

Comió en tal mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano como si tuviera alferecía, y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado, y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrillo que había comido le había muerto, y declaró quién se le había dado. La justicia, que tuvo noticia del caso, fue a buscar la malhechora; pero ya ella, viendo el mal suceso, se había puesto en cobro, y no pareció jamás.

Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos; y aunque le hicieron los remedios posibles, sólo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento; porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces, pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían; que real y verdaderamente él no era como los otros hombres: que todo era de vidrio, de pies a cabeza.

Para sacarle desta extraña imaginación, muchos, sin atender a sus voces y rogativas, arremetieron a él y le abrazaron, diciéndole que advirtiese y mirase como no se quebraba. Pero lo que se granjeaba en esto era que el pobre se echaba en el suelo dando mil gritos, y luego le tomaba un desmayo del cual no volvía en sí en cuatro horas; y cuando volvía, era renovando las plegarias rogativas de que otra vez no le llegasen. Decía que le hablasen desde lejos, y le preguntasen lo que quisiesen, porque a todo les respondería con más entendimiento, por ser hombre de vidrio y no de carne; que el vidrio, por ser de materia sutil y delicada, obraba por ella el alma con más prontitud y eficacia que no por la del cuerpo, pesada y terrestre. Quisieron algunos experimentar si era verdad lo que decía, y así, le preguntaron muchas y difíciles cosas, a las cuales respondió espontáneamente con grandísima agudeza de ingenio; cosa que causó admiración a los más letrados de la Universidad y a los profesores de la Medicina y Filosofía, viendo que en un sujeto donde se contenía tan extraordinaria locura como era el pensar que fuese de vidrio, se encerrase tan grande entendimiento, que respondiese a toda pregunta con propiedad y agudeza.

Pidió Tomás le diesen alguna funda donde pusiese aquel vaso quebradizo de su cuerpo, porque al vestirse algún vestido estrecho no se quebrase; y así, le dieron una ropa parda y una camisa muy ancha, que él se vistió con mucho tiento y se ciñó con una cuerda de algodón. No quiso calzarse zapatos en ninguna manera, y el orden que tuvo para que le diesen de comer sin que a él llegasen fué poner en la punta de una vara una vasera de orinal, en la cual le ponían alguna cosa de fruta, de las que la sazón del tiempo ofrecía. Carne ni pescado, no lo quería; no bebía sino en fuente o en río, y esto, con las manos: cuando andaba por las calles, iba por la mitad dellas, mirando a los tejados, temeroso no le cayese alguna teja encima y le quebrase; los veranos dormía en el campo al cielo abierto, y los inviernos se metía en algún mesón, y en el pajar se enterraba hasta la garganta, diciendo que aquélla era la más propia y más segura cama que podían tener los hombres de vidrio. Cuando tronaba, temblaba como un azogado, y se salía al campo, y no entraba en poblado hasta haber pasado la tempestad. Tuviéronle encerrado sus amigos mucho tiempo; pero viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de condescender con lo que él les pedía, que era le dejasen andar libre, y así, le dejaron, y él salió por la ciudad, causando admiración y lástima a todos tos que le conocían.

Cercáronle luego los muchachos; pero él con la vara los detenía, y les rogaba le hablasen apartados, porque no se quebrase; que por ser hombre de vidrio, era muy tierno y quebradizo. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces, le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras, por ver si era de vidrio, como él decía; pero él daba tantas voces y hacía tales extremos, que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos porque no le tirasen. Mas un día que le fatigaron mucho se volvió a ellos, diciendo

-¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas ? ¿Soy yo por ventura el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?

Por oírle reñir y responder a todos, le seguían siempre muchos, y los muchachos tomaron y tuvieron por mejor partido antes oírle que tirarle. Pasando, pues, una vez por la ropería de Salamanca, le dijo una ropera:

-En mi ánima, señor Licenciado, que me pesa de su desgracia; pero ¿qué haré, que no puedo llorar?

Él se volvió a ella, y muy mesurado le dijo:

-Filiae Hierusalem, plorate super vos et super filios vestros.

Entendió el marido de la ropera la malicia del dicho, y díjole:

-Hermano Licenciado Vidriera-que así decía él que se llamaba-, más tenéis de bellaco que de loco.

-No se me da un ardite -respondió él-, como no tenga nada de necio.

Pasando un día por la casa llana y venta común, vio que estaban a la puerta della muchas de sus moradoras, y dijo que eran bagajes del ejército de Satanás, que estaban alojados en el mesón del Infierno.

Preguntóle uno que qué consejo o consuelo daría a un amigo suyo, que estaba muy triste porque su mujer se le había ido con otro. A lo cual respondió:

-Dile que dé gracias a Dios por haber permitido le llevasen de casa a su enemigo.

-Luego ¿no irá a buscarla?-dijo el otro.

-Ni por pienso -replicó Vidriera-; porque sería el hallarla hallar un perpetuo y verdadero testigo de su deshonra.

-Ya que eso sea así -dijo el mismo-, ¿qué haré yo para tener paz con mi mujer?

Respondióle:

-Dale lo que hubiere menester; déjala que mande a todos los de su casa; pero no sufras que ella te mande a ti.

Díjole un muchacho:

-Señor Licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi, padre, porque me azota muchas veces.

Y respondióle:

-Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos, honran; y los del verdugo, afrentan.

Estando a la puerta de una iglesia, vio que entraba en ella un labrador de los que siempre blasonan de cristianos viejos, y detrás dél venía uno que no estaba en tan buena opinión como el primero, y el Licenciado dio grandes voces al labrador, diciendo:

-Esperad, Domingo, a que pase el Sábado.

De los maestros de escuela decía que eran dichosos, pues trataban siempre con ángeles, y que fueran dichosísimos si los angelitos no fueran mocosos. Otro le preguntó que qué le parecía de las alcahuetas. Respondió que no lo eran las apartadas, sino las vecinas.

Las nuevas de su locura y de sus respuestas y dichos se extendió por toda Castilla, y llegando a noticia de un príncipe o señor que estaba en la Corte, quiso enviar por él, y encargóselo a un caballero amigo suyo, que estaba en Salamanca, que se lo enviase, y topándole el caballero un día, le dijo:

-Sepa el señor Licenciado Vidriera que un gran personaje de la Corte le quiere ver y envía por él.

A lo cual respondió:

-Vuesa merced me excuse con ese señor; que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear.

Con todo esto, el caballero le envió a la Corte, y para traerle usaron con él desta invención: pusiéronle en unas árganas de paja, como aquellas donde llevan el vidrio, igualando los tercios con piedras, y entre paja puestos algunos vidrios, porque se diese a entender que como vaso de vidrio le llevaban. Llegó a Valladolid, entró de noche, y desembanastáronle en la casa del señor que había enviado por él, de quien fue muy bien recibido, diciéndole:

-Sea muy bien venido el señor Licenciado Vidriera. ¿Cómo ha ido en el camino? ¿Cómo va de salud?

A lo cual respondió:

-Ningún camino hay malo como se acabe, si no es el que va a la horca. De salud estoy neutral, porque están encontrados mis pulsos con mi celebro.

Otro día, habiendo visto en muchas alcándaras muchos neblíes y azores y otros pájaros de volatería, dijo que la caza de altanería era digna de príncipes y de grandes señores; pero que advirtiesen que con ella echaba el gusto censo sobre el provecho a más de dos mil por uno. La caza de liebres dijo que era muy gustosa, y más cuando se cazaba con galgos prestados.

El caballero gustó de su locura, y dejóle salir por la ciudad, debajo del amparo y guarda de un hombre que tuviese cuenta que los muchachos no le hiciesen mal, de los cuales y de toda la Corte fue conocido en seis días, y a cada paso, en cada calle y en cualquiera esquina, respondía a todas las preguntas que le hacían, entre las cuales le preguntó un estudiante si era poeta, porque le parecía que tenía ingenio para todo. A lo cual respondió:

-Hasta ahora no he sido tan necio, ni tan venturoso.

-No entiendo eso de necio y venturoso -dijo el estudiante.

Y respondió Vidriera:

-No he sido tan necio, que diese en poeta malo, ni tan venturoso, que haya merecido serlo bueno.

Preguntóle otro estudiante que en qué estimación tenía a los poetas. Respondió que a la ciencia, en mucha; pero que a los poetas, en ninguna. Replicáronle que por qué decía aquello. Respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número; y así, como si no hubiese poetas, no los estimaba; pero que admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía, porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a luz sus maravillosas obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla.

Añadió más:

-Yo bien sé en lo que se debe estimar un buen poeta, porque se me acuerda de aquellos versos de Ovidio que dicen:
Cura ducum fuerunt olim regumque poetae:
Praemiaque antiqui magna tulere chori.
Sanctaque majestas, et erat venerabile nomen
Vatibus, er largae saepe dabantur opes.
Y menos se me olvida la alta calidad de los poetas, pues los llama Platón intérpretes de los dioses, y dellos dice Ovidio:


Est Deus in nobis, agitante calescimus illo.

Y también dice:

At sacri vates, et Divum cura vocamur.


Esto se dice de los buenos poetas; que de los malos, de los churrulleros, ¿qué se ha de decir sino que son la idiotez y la arrogancia del mundo?

Y añadió más:

-¡Qué es ver a un poeta destos de la primera impresión, cuando quiere decir un soneto a otros que le rodean, las salvas que les hace, diciendo: "Vuesas mercedes escuchen un sonetillo que anoche a cierta ocasión hice, que, a mi parecer, aunque no vale nada, tiene un no sé qué de bonito!" Y en esto, tuerce los labios, pone en arco las cejas, y se rasca la faldriquera, y de entre otros mil papeles mugrientos y medio rotos, donde queda otro millar de sonetos, saca el que quiere relatar, y al fin le dice, con tono melifluo y alfeñicado. Y si acaso los que le escuchan, de socarrones o de ignorantes, no se le alaban, dice: "O vuesas mercedes no han entendido el soneto, o yo no le he sabido decir; y así, será bien recitarle otra vez, y que vuesas mercedes le presten más atención, porque en verdad en verdad que el soneto lo merece." Y vuelve como primero a recitarle, con nuevos ademanes y nuevas pausas. Pues, ¿qué es verlos censurar los unos a los otros? ¿Qué diré del ladrar que hacen los cachorros y modernos a los mastinazos antiguos y graves? Y ¿qué de los que murmuran de algunos ilustres y excelentes sujetos, donde resplandece la verdadera luz de la poesía, que, tomándola por alivio y entretenimiento de sus muchas y graves ocupaciones, muestran la divinidad de sus ingenios y la alteza de sus conceptos, a despecho y pesar del circunspecto ignorante que juzga de lo que no sabe y aborrece lo que no entiende, y del que quiere que se estime y tenga en precio la necedad que se sienta debajo de doseles y la ignorancia que se arrima a los sitiales?

Otra vez le preguntaron qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre las manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en extremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y esteril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza. Estas y otras cosas decía de los malos poetas; que de los buenos siempre dijo bien y los levantó sobre el cuerno de la luna.

Vio un día en la acera de San Francisco unas figuras pintadas de mala mano, y dijo que los buenos pintores imitaban a naturaleza; pero que los malos la vomitaban. Arrimóse un dia, con grandísimo tiento, porque no se quebrase, a la tienda de un librero, y díjole:

-Este oficio me contentara mucho si no fuera por una falta que tiene.

Preguntóle el librero se la dijese. Respondióle:

-Los melindres que hacen cuando compran un privilegio de un libro, y la burla que hacen a su autor si acaso le imprime a su costa, pues en lugar de mil y quinientos, imprimen tres mil libros, y cuando el autor piensa que se venden los suyos, se despachan los ajenos.

Acaeció este mismo día que pasaron por la plaza seis azotados, y diciendo el pregón: "Al primero, por ladrón", dio grandes voces a los que estaban delante dél, diciéndoles:

-Apartaos, hermanos, no comience aquella cuenta por alguno de vosotros.

Y cuando el pregonero llegó a decir: "Al trasero...", dijo:

-Aquél debe de ser el fiador de los muchachos.

Un muchacho le dijo:

-Hermano Vidriera, mañana sacan a azotar a una alcagüeta.

Respondióle:

-Si dijeras que sacaban a azotar a un alcagüete, entendiera que sacaban a azotar un coche.

Hallóse allí uno destos que llevan sillas de manos, y díjole:

-De nosotros, Licenciado, ¿no tenéis qué decir?

-No -respondió Vidriera -, sino que sabe cada uno de vosotros más pecados que un confesor; mas es con esta diferencia: que el confesor los sabe para tenerlos secretos, y vosotros, para publicarlos por las tabernas.

Oyó esto un mozo de mulas, porque de todo género de gente le estaba escuchando contino, y díjole:

-De nosotros, señor Redoma, poco o nada hay que decir, porque somos gente de bien, y necesaria en la república.

A lo cual respondió Vidriera:

-La honra del amo descubre la del criado; según esto, mira a quién sirves, y verás cuán honrado eres: mozos sois vosotros de la más ruin canalla que sustenta la tierra. Una vez, cuando no era de vidrio, caminé una jornada en una mula de alquiler tal, que le conté ciento y veinte y una tachas, todas capitales y enemigas del género humano. Todos los mozos de mulas tienen su punta de rufianes, su punta de cacos, y su es no es de truhanes: si sus amos (que así llaman ellos a los que llevan en sus mulas) son boquimuelles, hacen más suertes en ellos que las que echaron en esta ciudad los años pasados; si son extranjeros, los roban; si estudiantes, los maldicen; si religiosos, los reniegan; y si soldados, los tiemblan. Estos, y los marineros y carreteros y arrieros, tienen un modo de vivir extraordinario y sólo para ellos: el carretero pasa lo más de la vida en espacio de vara y media del lugar, que poco más debe de haber del yugo de las mulas a la boca del carro; canta la mitad del tiempo y la otra mitad reniega, y en decir: "Háganse a zaga", se les pasa otra parte; y si acaso les queda por sacar alguna rueda de algún atolladero, más se ayudan de dos pésetes que de tres mulas. Los marineros son gente gentil, inurbana, que no sabe otro lenguaje que el que se usa en los navíos; en la bonanza son diligentes y en la borrasca, perezosos; en la tormenta mandan muchos y obedecen pocos; su Dios es su arca y su rancho; y su pasatiempo, ver mareados a los pasajeros. Los arrieros son gente que ha hecho divorcio con las sábanas y se ha casado con las enjalmas; son tan diligentes y presurosos, que a trueco de no perder la jornada, perderán el alma; su música es la del mortero; su salsa, la hambre; sus maitines, levantarse a dar sus piensos; y sus misas, no oír ninguna.

Cuando esto decía, estaba a la puerta de un boticario, y volviéndose al dueño, le dijo:

-Vuesa merced tiene un saludable oficio, si no fuese tan enemigo de sus candiles.

-¿En qué modo soy enemigo de mis candiles?-preguntó el boticario.
Y respondió Vidriera:

-Esto digo porque en faltando cualquiera aceite, la suple el del candil que está más a mano; y aún tiene otra cosa este oficio, bastante a quitar el crédito al más acertado médico del mundo.

Preguntándole por qué, respondió que había boticario que, por no decir que faltaba en su botica lo que recetaba el médico, por las cosas que le faltaban ponía otras que a su parecer tenían la misma virtud y calidad, no siendo así; y con esto, la medicina mal compuesta obraba al revés de lo que había de obrar la bien ordenada. Preguntóle entonces uno que qué sentía de los médicos, y respondió esto: .

-"Honora medicum propter necessitatem, etenim creavit eum Altissimus. A Deo enim est omnis medela, et a rege accipiet donationem. Disciplina medici exaltabit caput illius, et in conspectu magnatum collaudabitur. Altissimus de terra creavit medicinam, et vir prudens non abhorrebit illam. "Esto dice, dijo, el Eclesiástico de la Medicina y de los buenos médicos, y de los malos se podría decir todo al revés, porque no hay gente más dañosa a la república que ellos. El juez nos puede torcer o dilatar la justicia; el letrado, sustentar por su interés nuestra injusta demanda; el mercader, chuparnos la hacienda; finalmente, todas las personas con quien de necesidad tratamos nos pueden hacer algún daño; pero quitarnos la vida sin quedar sujetos al temor del castigo, ninguno: sólo los médicos nos pueden matar y nos matan sin temor y a pie quedo, sin desenvainar otra espada que la de un récipe; y no hay descubrirse sus delictos, porque al momento los meten debajo de la tierra. Acuérdaseme que cuando yo era hombre de carne, y no de vidrio como agora soy, que a un médico destos de segunda clase le despidió un enfermo por curarse con otro, y el primero, de allí a cuatro días, acertó a pasar por la botica donde recetaba el segundo, y preguntó al boticario que cómo le iba al enfermo que él había dejado, y que si le había recetado alguna purga el otro médico. El boticario le respondió que allí tenía una receta de purga, que el día siguiente había de tomar el enfermo; dijo que se la mostrase, y vio que al fin della estaba escrito: "Sumat dilúculo"y dijo: "Todo lo que lleva esta purga me contenta, sino es este dilúculo, porque es húmido demasiadamente."

Por estas y otras cosas que decía de todos los oficios, se andaban tras él sin hacerle mal, y sin dejarle sosegar; pero, con todo esto, no se pudiera defender de los muchachos si su guardián no le defendiera. Preguntóle uno qué haría para no tener envidia a nadie. 

Respondióle:

-Duerme; que todo el tiempo que durmieres serás igual al que envidias.

Otro le preguntó qué remedio tendría para salir con una comisión, que había dos años que la pretendía. Y díjole:

-Parte a caballo y a la mira de quien la lleva, y acompáñale hasta salir de la ciudad, y así saldrás con ella.

Pasó acaso una vez por delante donde él estaba un juez de comisión, que iba de camino a una causa criminal, y llevaba mucha gente consigo y dos alguaciles; preguntó quién era, y como se lo dijeron, dijo:

-Yo apostaré que lleva aquel juez víboras en el seno, pistoletes en la cinta y rayos en las manos, para destruir todo lo que alcanzare su comisión. Yo me acuerdo haber tenido un amigo que en una comisión criminal que tuvo dio una sentencia tan exorbitante, que excedía en muchos quilates a la culpa de los delincuentes. Preguntóles que por qué había dado aquella tan cruel sentencia y hecho tan manifiesta injusticia. Respondióme que pensaba otorgar la apelación, y que con esto dejaba campo abierto a los señores del Consejo para mostrar su misericordia, moderando y poniendo aquella su rigurosa sentencia en su punto y debida proporción. Yo le respondí que mejor fuera haberla dado de manera que les quitara de aquel trabajo, pues con esto le tuvieran a él por juez recto y acertado.

En la rueda de la mucha gente que, como se ha dicho, siempre le estaba oyendo, estaba un conocido suyo en hábito de letrado, al cual otro le llamó señor licenciado; y sabiendo Vidriera que el tal a quien llamaron licenciado no tenía ni aun título de bachiller, le dijo:

-Guardaos, compadre, no encuentren con vuestro título los frailes de la redención de cautivos; que os le llevarán por mostrenco.

A lo cual dijo el amigo:

-Tratémonos bien, señor Vidriera, pues ya sabéis vos que soy hombre de altas y de profundas letras.

Respondióle Vidriera:

-Ya yo sé que sois un Tántalo en ellas, porque se os van, por altas, y no las alcanzáis, de profundas.

Estando una vez arrimado a la tienda de un sastre, viole que estaba mano sobre mano, y díjole:

-Sin duda, señor maeso, que estáis en camino de salvación.

-¿En qué lo véis? -preguntó el sastre.

-¿En qué lo veo? -respondió Vidriera-. Véolo en que pues no tenéis que hacer, no tendréis ocasión de mentir.

Y añadió:

-Desdichado del sastre que no miente y cose las fiestas: cosa maravillosa es que casi en todos los deste oficio apenas se hallará uno que haga un vestido justo, habiendo tantos que los hagan pecadores.

De los zapateros decía que jamás hacían, conforme a su parecer, zapato malo; porque si al que se le calzaban venía estrecho y apretado, le decían que así había de ser, por ser de galanes calzar justo, y que en trayéndolos dos horas, vendrían más anchos que alpargates; y si le venían anchos, decían que así habían de venir, por amor de la gota.

Un muchacho agudo, que escribía en un oficio de provincia, le apretaba mucho con preguntas y demandas, y le traía nuevas de lo que en la ciudad pasaba, porque sobre todo discantaba y a todo respondía. Este le dijo una vez:

-Vidriera, esta noche se murió en la cárcel un banco que estaba condenado a ahorcar.

A lo cual respondió:

-Él hizo bien a darse priesa a morir, antes que el verdugo se sentara sobre él.

En la acera de San Francisco estaba un corro de genoveses, y pasando por allí, uno dellos le llamó, diciéndole:

-Lleguese acá el señor Vidriera y cuéntenos un cuento.

Él respondió:

-No quiero, porque no me le paséis a Génova.


Topó una vez a una tendera que llevaba delante de sí una hija suya muy fea, pero muy llena de dijes, de galas y de perlas, y díjole

-Muy bien habéis hecho en empedrarla, porque se pueda pasear.

De los pasteleros dijo que había muchos años que jugaban a la dobladilla sin que les llevasen la pena, porque habían hecho el pastel de a dos de a cuatro, el de a cuatro de a ocho, y el de a ocho de a medio real, por solo su albedrío y beneplácito. De los titiriteros decía mil males: decía que era gente vagamunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque con las figuras que mostraban en sus retablos volvían la devoción en risa, y que les acontecía envasar en un costal todas o las más figuras del Testamento Viejo y Nuevo, y sentarse sobre él a comer y beber en los bodegones y tabernas; en resolución, decía que se maravillaba de cómo quien podía no les ponía perpetuo silencio en sus retablos, o los desterraba del reino.

Acertó a pasar una vez por donde él estaba un comediante vestido como un príncipe, y en viéndole, dijo:

-Yo me acuerdo haber visto a éste salir al teatro enharinado el rostro y vestido un zamarro del revés, y, con todo esto, a cada paso, fuera del tablado, jura a fe de hijodalgo.

-Débelo de ser-respondió uno-; porque hay muchos comediantes que son muy bien nacidos y hijosdalgo.

-Así será verdad -replicó Vidriera-; pero lo que menos ha menester la farsa es personas bien nacidas; galanes sí, gentiles hombres y de expeditas lenguas. También sé decir dellos que en el sudor de su cara ganan su pan con inllevable trabajo, tomando contino de memoria, hechos perpetuos gitanos, de lugar en lugar y de mesón en venta, desvelándose en contentar a otros, porque en el gusto ajeno consiste su bien propio. Tienen más que con su oficio no engañan a nadie, pues por momentos sacan su mercaduría a pública plaza, al juicio y a la vista de todos. El trabajo de los autores es increíble, y su cuidado, extraordinario, y han de ganar mucho para que al cabo del año no salgan tan empeñados, que les sea forzoso hacer pleito de acreedores; y, con todo esto, son necesarios en la república, como lo son las florestas, las alamedas y las vistas de recreación, y como lo son las cosas que honestamente recrean.

Decía que había sido opinión de un amigo suyo que el que servía a una comedianta, en sola una servía a muchas damas juntas, como era a una reina, a una ninfa, a una diosa, a una fregona, a una pastora, y muchas veces caía la suerte en que serviese en ella a un paje y a un lacayo; que todas estas y más figuras suele hacer una farsanta.

Preguntóle uno que cuál había sido el más dichoso del mundo. Respondió que Nemo; porque Nemo novit patrem; Nemo sine crimine vivit; Nemo sua sorte contentus; Nemo ascendit in coelum. De los diestros dijo una vez que eran maestros de una ciencia o arte, que cuando la habían menester, no la sabían y que tocaban algo en presuntuosos, pues querían reducir a demostraciones matemáticas, que son infalibles, los movimientos y pensamientos coléricos de sus contrarios. Con los que se teñían las barbas tenía particular enemistad; y riñendo una vez delante dél dos hombres, que el uno era portugués, éste dijo al castellano, asiéndose de las barbas, que tenía muy teñidas:

-Por istas barbas que teño no rostro...

A lo cual acudió Vidriera:

-Olhay, home, naon digáis teño, sino tiño.

Otro traía las barbas jaspeadas y de muchas colores, culpa de la mala tinta; a quien dijo Vidriera que tenía las barbas de muladar overo. A otro, que traía las barbas por mitad blancas y negras por haberse descuidado, y los cañones crecidos, le dijo que procurase de no porfiar ni reñir con nadie, porque estaba aparejado a que le dijesen que mentía por la mitad de la barba.

Una vez contó que una doncella discreta y bien entendida, por acudir a la voluntad de sus padres, dio el sí de casarse con un viejo todo cano, el cual la noche antes del día del desposorio se fue, no al río Jordán, como dicen las viejas, sino a la redomilla del agua fuerte y plata, con que renovó de manera su barba, que la acostó de nieve y la levantó de pez. Llegóse la hora de darse las manos, y la doncella conoció por la pinta, y por la tinta, la figura, y dijo a sus padres que le diesen el mismo esposo que ellos le habían mostrado; que no quería otro. Ellos le dijeron que aquel que tenía delante era e mismo que le habían mostrado y dado por esposo. Ella replicó que no era, y trujo testigos como el que sus padres le dieron era un hombre grave y lleno de canas, y que pues el presente no las tenía no era él, y se llamaba a engaño. Atúvose a esto, corrióse el teñido, y deshízose el casamiento.

Con las dueñas tenía la misma ojeriza que con los escabechados; decía maravillas de su permafoy,de las mortajas de sus tocas, de sus muchos melindres, de sus escrúpulos y de su extraordinaria miseria; amohinábanle sus flaquezas de estómagos sus vaguidos de cabeza, su modo de hablar, con más repulgos que sus tocas, y, finalmente, su inutilidad y sus vainillas.

Uno le dijo

-¿Qué es esto, señor Licenciado, que os he oído decir mal de muchos oficios, y jamás lo habéis dicho de los escribanos, habiendo tanto que decir?

A lo cual respondió:

-Aunque de vidrio, no soy tan frágil que me deje ir con la corriente del vulgo, las más veces engañado. Paréceme a mí que la gramática de los murmuradores, y el la, la, la de los que cantan, son los escribanos; porque así como no se puede pasar a otras ciencias si no es por la puerta de la Gramática, y como el músico primero murmura que canta, así los maldicientes, por donde comienzan a mostrar la malignidad de sus lenguas es por decir mal de los escribanos y alguaciles y de los otros ministros de la justicia, siendo un oficio el del escribano sin el cual andaría la verdad por el mundo a sombra de tejados, corrida y maltratada; y así dice el Eclesiástico: "/n manu Dei potestas hominis est, et super faciem scribae imponet honorem."Es el escribano persona pública, y el oficio del juez no se puede ejercitar cómodamente sin el suyo. Los escribanos han de ser libres, y no esclavos, ni hijos de esclavos; legítimos, no bastardos, ni de ninguna mala raza nacidos. Juran de secreto, fidelidad y que no harán escritura usuraria; que ni amistad, ni enemistad, provecho o daño les moverá a no hacer su oficio con buena y cristiana conciencia. Pues si este oficio tantas buenas partes requiere, ¿por qué se ha de pensar que de más de veinte mil escribanos que hay en España se lleve el diablo la cosecha, como si fuesen cepas de su majuelo? No lo quiero creer, ni es bien que ninguno lo crea; porque finalmente digo que es la gente más necesaria que había en las repúblicas bien ordenadas, y que si llevaban demasiados derechos, también hacían demasiados tuertos, y que destos dos extremos podía resultar un medio que les hiciese mirar por el virote.

De los alguaciles dijo que no era mucho que tuviesen algunos enemigos, siendo su oficio, o prenderte, o sacarte la hacienda de casa, o tenerte en la suya en guarda y comer a tu costa. Tachaba la negligencia e ignorancia de los procuradores y solicitadores, comparándolos a los médicos, los cuales, que sane o no sane el enfermo, ellos llevan su propina, y los procuradores y solicitadores, lo mismo salgan o no salgan con el pleito que ayudan.

Preguntóle uno cuál era la mejor tierra. Respondió que la temprana y agradecida. Replicó el otro:

-No pregunto eso, sino que cuál es mejor lugar: Valladolid o Madrid.

Y respondió:

-De Madrid, los extremos; de Valladolid, los medios.

-No lo entiendo -repitió el que se lo preguntaba.

Y dijo:

-De Madrid, cielo y suelo; de Valladolid, los entresuelos.

Oyó Vidriera que dijo un hombre a otro que así como había entrado en Valladolid, había caído su mujer muy enferma, porque la había probado la tierra. A lo cual dijo Vidriera:

-Mejor fuera que se la hubiera comido, si acaso es celosa.

De los músicos y de los correos de a pie decía que tenían las esperanzas y las suertes limitadas, porque los unos la acababan con llegar a serlo de a caballo, y los otros con alcanzar a ser músicos del Rey. De las damas que llaman cortesanas decía que todas, o las más, tenían más de corteses que de sanas. Estando un día en una iglesia vio que traían a enterrar a un viejo, a bautizar a un niño y a velar una mujer, todo a un mismo tiempo, y dijo que los templos eran campos de batalla, donde los viejos acaban, los niños vencen y las mujeres triunfan.

Picábale una vez una avispa en el cuello, y no se la osaba sacudir, por no quebrarse; pero, con todo eso, se quejaba. Preguntóle uno que cómo sentía aquella avispa, si era su cuerpo de vidrio. Y respondió que aquella avispa debía de ser murmuradora, y que las lenguas y picos de los murmuradores eran bastantes a desmoronar cuerpos de bronce, no que de vidrio. Pasando acaso un religioso muy gordo por donde él estaba, dijo uno de sus oyentes:


-De ético no se puede mover el padre.

Enojóse Vidriera, y dijo:

-Nadie se olvide de lo que dice el Espíritu Santo: "Nolite tangere christos meos".

Y subiéndose más en cólera, dijo que mirasen en ello, y verían que de muchos santos que de pocos años a esta parte había canonizado la Iglesia y puesto en el número de los bienaventurados, ninguno se llamaba el capitán don Fulano, ni el secretario don Tal de don Tales, ni el Conde, Marqués o Duque de tal parte, sino fray Diego, fray Jacinto, fray Raimundo, todos frailes y religiosos; porque las religiones son los Aranjueces del cielo, cuyos frutos, de ordinario, se ponen en la mesa de Dios. Decía que las lenguas de los murmuradores eran como las plumas del águila: que roen y menoscaban todas las de las otras aves que a ellas se juntan. De los gariteros y tahúres decía milagros: decía que los gariteros eran publicos prevaricadores, porque en sacando el barato del que iba haciendo suertes, deseaban que perdiese y pasase el naipe adelante, porque el contrario las hiciese y él cobrase sus derechos. Alababa mucho la paciencia de un tahúr, que estaba toda una noche jugando y perdiendo, y con ser de condición colérico y endemoniado, a trueco de que su contrario no se alzase, no descosía la boca, y sufría lo que un mártir de Barrabás. Alababa también las conciencias de algunos honrados gariteros que ni por imaginación consentían que en su casa se jugase otros juegos que polla y cientos; y con esto, a fuego lento, sin temor y nota de malsines, sacaban al cabo del mes más barato que los que consentían los juegos de estocada, del reparolo, siete y llevar, y pinta en la del punto. En resolusión, él decía tales cosas, que si no fuera por los grandes gritos que daba cuando le tocaban, o a él se arrimaban, por el hábito que traía, por la estrecheza de su comida, por el modo con que bebía, por el no querer dormir sino al cielo abierto en el verano, y el invierno en los pajares, como queda dicho, con que daba tan claras señales de su locura, ninguno pudiera creer sino que era uno de los más cuerdos del mundo.

Dos años o poco más duró en esta enfermedad, porque un religioso de la orden de San Jerónimo, que tenía gracia y ciencia particular en hacer que los mudos entendiesen y en cierta manera hablasen, y en curar locos, tomó a su cargo de curar a Vidriera, movido de caridad, y le curó y sanó, y volvió a su primer juicio, entendimiento y discurso. Y así como le vio sano, le vistió como letrado y le hizo volver a la Corte, adonde, con dar tantas muestras de cuerdo como las había dado de loco, podía usar su oficio y hacerse famoso por él. Hízolo así, y llamándose el Licenciado Rueda, y no Rodaja, volvió a la Corte, donde apenas hubo entrado, cuando fue conocido de los muchachos; mas como le vieron en tan diferente hábito del que solía, no le osaron dar grita ni hacer preguntas; pero seguíanle, y decían unos a otros:

-¿Este no es el loco Vidriera? A fe que es él. Ya viene cuerdo. Pero también puede ser loco bien vestido como mal vestido: preguntémosle algo, y salgamos desta confusión.

Todo esto oía el Licenciado, y callaba, y iba más confuso y más corrido que cuando estaba sin juicio.

Pasó el conocimiento de los muchachos a los hombres, y antes que el Licenciado llegase al patio de los Consejos, llevaba tras de sí más de docientas personas de todas suertes. Con este acompañamiento, que era más que de un catedrático, llegó al patio, donde le acabaron de circundar cuantos en él estaban. Él, viéndose con tanta turba a la redonda, alzó la voz y dijo:

-Señores, yo soy el licenciado Vidriera; pero no el que solía: soy ahora el licenciado Rueda. Sucesos y desgracias que acontecen en el mundo por permisión del cielo me quitaron el juicio, y las misericordias de Dios me le han vuelto. Por las cosas que dicen que dije cuando loco, podéis considerar las que diré y haré cuando cuerdo. Yo soy graduado en Leyes por Salamanca, adonde estudió con pobreza, y adonde llevé segundo en licencias; de do se puede inferir que más la virtud que el favor me dio el grado que tengo. Aquí he venido a este gran mar de la Corte para abogar y ganar la vida; pero si no me dejáis, habré venido a bogar y granjear la muerte: por amor de Dios que no hagáis que el seguirme sea perseguirme, y que lo que alcancé por loco, que es el sustento, lo pierda por cuerdo. Lo que solíades preguntarme en las plazas, preguntádmelo ahora en mi casa, y veréis que el que os respondía bien, según dicen, de improviso, os responderá mejor de pensado.

Escucháronle todos y dejáronle algunos. Volvióse a su posada, con poco menos acompañamiento que había llevado.

Salió otro día, y fue lo mismo: hizo otro sermón, y no sirvió de nada. Perdía mucho y no ganaba cosa; y viéndose morir de hambre, determinó de dejar la Corte y volver a Flandes, donde pensaba valerse de las fuerzas de su brazo, pues no se podía valer de las de su ingenio. Y poniéndolo en efeto, dijo, al salir de la Corte:

-¡Oh Corte, que alargas las esperanzas de los atrevidos pretendientes, y acortas las de los virtuosos encogidos; sustentas abundantemente a los truhanes desvergonzados, y matas de hambre a los discretos vergonzosos!

Esto dijo, y se fue a Flandes, donde la vida que había comenzado a eternizar por las letras, la acabó de eternizar por las armas, en compañía de su buen amigo el capitán Valdivia, dejando fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.


(Fuente: Biblioteca Ciudad Seva)









'LOS TESTIGOS', de Julio Cortázar

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"Cuando le conté a Polanco que en mi casa había una mosca que volaba de espaldas, siguió uno de esos silencios que parecen agujeros en el gran queso del aire. Claro que Polanco es un amigo, y acabó por preguntarme cortésmente si estaba seguro. Como no soy susceptible le expliqué en detalle que había descubierto la mosca en la página 231 de Olver Twist..."


... Preví, con el temor consiguiente, que el ciclo vital de mi mosca se estuviera acercando a su fin; aunque no ignoro que el subjetivismo vicia las experiencias, me pareció advertir que se quedaba más tiempo descansando o lavándose la cara, como si el vuelo la fatigara o la aburriera...


LOS TESTIGOS

Cuando le conté a Polanco que en mi casa había una mosca que volaba de espaldas, siguió uno de esos silencios que parecen agujeros en el gran queso del aire. Claro que Polanco es un amigo, y acabó por preguntarme cortésmente si estaba seguro. Como no soy susceptible le expliqué en detalle que había descubierto la mosca en la página 231 de Olver Twist, es decir que yo estaba leyendo Oliver Twist con puertas y ventanas cerradas, y que el levantar la vista justamente en el momento en que el maligno Sykes iba a matar a la pobre Nancy, vi tres moscas que volaban patas arriba. Lo que entonces dijo Polanco es totalmente idiota, pero no vale la pena transcribirlo sin explicar antes cómo pasaron las cosas.

Al principio a mí no me pareció tan raro que una mosca volara patas arriba si le daba la gana, porque aunque jamás había visto semejante comportamiento, la ciencia enseña que eso no es una razón para rechazar los datos de los sentidos frente a cualquier novedad. Se me ocurrió que a lo mejor el pobre animalito era tonto o tenía lesionados los centros de orientación y estabilidad, pero poco me bastó para darme cuenta de que esa mosca era tan vivaracha y alegre como sus dos compañeras que volaban con gran ortodoxia patas abajo. Sencillamente esta mosca volaba de espaldas, lo que entre otras cosas le permitía posarse cómodamente en el cielo raso; de tanto en tanto se acercaba y se adhería a él sin el menor esfuerzo. Como todo tiene su compensación, cada vez que se le antojaba descansar sobre mi caja de habanos se veía precisada a rizar el rizo, como tan bien traducen en Barcelona los textos ingleses de aviación, mientras sus dos compañeras se posaban como reinas sobre la etiqueta «made in Havana» donde Romeo abraza enérgicamente a Julieta. Apenas se cansaba de Shakespeare, la mosca despegaba de espaldas y revoloteaba en compañía de las otras dos formando esos dos insensatos que Pauwels y Bergier se obstinan en llamar brownianos. La cosa era extraña, pero a la vez tenía un aire curiosamente natural, como si no pudiera ser de otra manera; abandonando a la pobre Nancy en manos de Sykes (¿qué se puede hacer contra un crimen cometido hace un siglo?), me trepé al sillón y traté de lidiar más de cerca un comportamiento en el que rivalizaban lo supino y lo insólito. Cuando la señora Fotheringham vino a avisarme que la cena estaba servida (vivo en una pensión), le contesté sin abrir la puerta que bajaría en dos minutos y, de paso, ya que la tenía orientada en el tema temporal, le pregunté cuánto vivía una mosca. La señora Fotheringham, que conoce a sus huéspedes, me contestó sin la menor sorpresa que entre diez y quince días, y que no dejara enfriar el pastel de conejo. Me bastó la primera de las dos noticias para decidirme -esas decisiones son como el salto de la pantera- a investigar y a comunicar al mundo de la ciencia mi diminuto aunque alarmante descubrimiento.

Tal corno se lo conté después a Polanco, vi en seguida las dificultades prácticas. Vuele boca abajo o de espaldas, una mosca se escapa de cualquier parte con probada soltura aprisionada en un bocal e incluso en una caja de vidrio puede perturbar su comportamiento o acelerar su muerte. De los diez o quince días de vida, ¿cuántos le quedaba a este animalito que ahora flotaba patas arriba en un estado de gran placidez, a treinta centímetros de mi cara? Comprendí que si avisaba al Museo de Historia Natural, mandarían a algún gallego armado de una red que acabaría en un plaf con mi increíble hallazgo. Si la filmaba (Polanco hace cine, aunque con mujeres), corría el doble riesgo de que los reflectores estropeasen el mecanismo de vuelo de mi mosca, devolviéndolo en una de esas a la normalidad con enorme desencanto de Polanco, de mí mismo y hasta probablemente de la mosca, aparte de que los espectadores futuros nos acusarían sin duda de un innoble truco fotográfico. En menos de una hora (había que pensar que la vida de la mosca corría con una aceleración enorme si se la comparaba con la mía) decidí que la única solución era ir reduciendo poco a poco las dimensiones de mi habitación hasta que la mosca y yo quedáramos incluidos en un mínimo de espacio, condición científica imprescindible para que mis observaciones fuesen de una precisión intachable (llevaría un diario, tomaría fotos, etc.) y me permitieran preparar la comunicación correspondiente, no sin antes llamar a Polanco para que testimoniara tranquilizadoramente no tanto sobre el vuelo de la mosca como acerca de mi estado mental.

Abreviaré la descripción de los infinitos trabajos que siguieron, de la lucha contra el reloj y la señora Fotheringham. Resuelto el problema de entrar y salir siempre que la mosca estuviera lejos de la puerta (una de las otras dos se había escapado la primera vez, lo cual era una suerte; a la otra la aplasté implacablemente contra un cenicero) empecé a acarrear los materiales necesarios para la reducción del espacio, no sin antes explicarle a la señora Fotheringham que se trataba de modificaciones transitorias, y alcanzarle por la puerta apenas entornada sus ovejas de porcelana, el retrato de lady Hamilton y la mayoría de los muebles, esto último con el riesgo terrible de tener que abrir de par en par la puerta mientras la mosca dormía en el cielo raso o se lavaba la cara sobre mi escritorio. Durante la primera parte de estas actividades me vi forzado a observar con mayor atención a la señora Fotheringham que a la mosca, pues veía en ella una creciente tendencia a llamar a la policía, con la que desde luego no hubiese podido entenderme por un resquicio de la puerta. Lo que más inquietó a la señora Fotheringham fue el ingreso de las enormes planchas de cartón prensado, pues naturalmente no podía comprender su objeto y yo no me hubiera arriesgado a confiarle la verdad pues la conocía lo bastante como para saber que la manera de volar de las moscas la tenía majestuosamente sin cuidado; me limité a asegurarle que estaba empeñado en unas proyecciones arquitectónicas vagamente vinculadas con las ideas de Palladio sobre la perspectiva en los teatros elípticos, concepto que recibió con la misma expresión de una tortuga en circunstancias parecidas. Prometí además indemnizarla por cualquier daño, y unas horas después ya tenía instaladas las planchas a dos metros de las paredes y del cielo raso, gracias a múltiples prodigios de ingenio, "scotchtape" y ganchitos. La mosca no me parecía descontenta ni alarmada; seguía volando patas arriba, y ya llevaba consumida buena parte del terrón de azúcar y del dedalito de agua amorosamente colocados por mí en el lugar más cómodo. No debo olvidarme de señalar (todo era prolijamente anotado en mi diario) que Polanco no estaba en su casa, y que una señora de acento panameño atendía el teléfono para manifestarme su profunda ignorancia del paradero de mi amigo. Solitario y retraído como vivo, sólo en Polanco podía confiar; a la espera de su reaparición decidí continuar el estrechamiento del "habitat" de la mosca a fin de que la experiencia se cumpliera en condiciones óptimas. Tuve la suerte de que la segunda tanda de planchas de cartón fuera mucho más pequeña que la anterior, como puede imaginarlo todo propietario de una muñeca rusa, y que la señora Fotheringham me viera acarrearla e introducirla en mi aposento sin tomar otras medidas que llevarse una mano a la boca mientras con la otra elevaba por el aire un plumero tornasolado.

Preví, con el temor consiguiente, que el ciclo vital de mi mosca se estuviera acercando a su fin; aunque no ignoro que el subjetivismo vicia las experiencias, me pareció advertir que se quedaba más tiempo descansando o lavándose la cara, como si el vuelo la fatigara o la aburriera. La estimulaba levemente con un vaivén de la mano, para cerciorarme de sus reflejos, y la verdad era que el animalito salía como una flecha patas arriba, sobrevolaba el espacio cúbico cada vez más reducido, siempre de espaldas, y a ratos se acercaba a la plancha que hacía de cielo raso y se adhería con una negligente perfección que le faltaba, me duele decirlo, cuando aterrizaba sobre el azúcar o mi nariz. Polanco no estaba en su casa.

Al tercer día, mortalmente aterrado ante la idea de que la mosca podía llegar a su término en cualquier momento (era irrisorio pensar que me la encontraría de espaldas en el suelo, inmóvil para siempre e idéntica a todas las otras moscas) traje la última serie de planchas, que redujeron el espacio de observación a un punto tal que ya me era imposible seguir de pie y tuve que fabricarme un ángulo de observación a ras del suelo con ayuda de los almohadones y una colchoneta que la señora Fotheringham me alcanzó llorando. A esta altura de mis trabajos el problema era entrar y salir: cada vez había que apartar y reponer con mucho cuidado tres planchas sucesivas, cuidando no dejar el menor resquicio, hasta llegar a la puerta de mi pieza tras de la cual tendían a amontonarse algunos pensionistas. Por eso, cuando escuché la voz en el teléfono, solté un grito que él y su otorrinolaringólogo calificarían más tarde severamente. Inicié entonces un balbuceo explicativo, que Polanco cortó ofreciéndose a venir inmediatamente a casa, pero como los dos y la mosca no íbamos a caber en un pequeño espacio, entendí que primero tenía que ponerlo en conocimiento de los hechos para que más tarde entrara como único observador y fuera testigo de que la mosca podía estar loca, pero yo no. Lo cité en el café de la esquina de su casa, y ahí, entre dos cervezas, le conté.

Polanco encendió la pipa y me miró un rato. Evidentemente estaba impresionado, y hasta se me ocurre que un poco pálido. Creo haber dicho ya que al comienzo me preguntó cortésmente si yo estaba seguro de lo que le decía. Debió convencerse, porque siguió fumando y meditando, sin ver que ya no quería perder tiempo (¿y si ya estaba muerta, y si ya estaba muerta?) y que pagaba las cervezas para decidirlo de una vez por todas.

Como no se decidía me encolericé y aludí a su obligación moral de secundarme en algo que sólo sería creído cuando hubiera un testigo digno de fe. Se encogió de hombros, como si de pronto hubiera caído sobre él una abrumadora melancolía.

-Es inútil, pibe -me dijo al fin-. A vos a lo mejor te van a creer aunque yo no te acompañe. En cambio a mí...

-¿A vos? ¿Y por qué no te van a creer a vos?

-Porque es todavía peor, hermano -murmuró Polanco-. Mirá, no es normal ni decente que una mosca vuele de espaldas. No es ni siquiera lógico si vamos al caso.

-¡Te digo que vuela así! -grité, sobresaltando a varios parroquianos.

-Claro que vuela, así. Pero en realidad esa mosca sigue volando como cualquier mosca, sólo que le tocó ser la excepción. Lo que ha dado media vuelta es todo el resto -dijo Polanco-. Ya te podés dar cuenta de que nadie me lo va a creer, sencillamente porque no se puede demostrar y en cambio la mosca está ahí bien clarita. De manera que mejor vamos y te ayudo a desarmar los cartones antes de que te echen de la pensión, no te parece.

(Fuente: Biblioteca Ciudad Seva)










'LA METAMORFOSIS' (fragmento)

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 "...  Gregor había adelantado la cabeza casi hasta el borde del canapé y la observaba. ¿Se daría cuenta de que se había dejado la leche, y no por falta de hambre, y le traería otra comida más adecuada? Si no caía en la cuenta por sí misma, Gregor preferiría morir de hambre antes que llamarle la atención sobre esto..."

... Por la mañana temprano, cuando todas las puertas estaban bajo llave, todos querían entrar en su habitación, ahora que había abierto una puerta, y las demás habían sido abiertas sin duda durante el día, no venía nadie y, además, ahora las llaves estaban metidas en las cerraduras desde fuera. Muy tarde, ya de noche, se apagó la luz en el cuarto de estar y entonces fue fácil comprobar que los padres y la hermana habían permanecido despiertos todo ese tiempo, porque tal y como se podía oír perfectamente, se retiraban de puntillas los tres juntos en este momento. Así pues, seguramente hasta la mañana siguiente no entraría nadie más en la habitación de Gregor; disponía de mucho tiempo para pensar, sin que nadie le molestase, sobre cómo debía organizar de nuevo su vida.
  
Pero la habitación de techos altos y que daba la impresión de estar vacía, en la cual estaba obligado a permanecer tumbado en el suelo, le asustaba sin que pudiera descubrir cuál era la causa, puesto que era la habitación que ocupaba desde hacía cinco años, y con un giro medio inconsciente y no sin una cierta vergüenza, se apresuró a meterse bajo el canapé, en donde, a pesar de que su caparazón era algo estrujado y a pesar de que ya no podía levantar la cabeza, se sintió pronto muy cómodo y solamente lamentó que su cuerpo fuese demasiado ancho para poder desaparecer por completo debajo del canapé.
  
Allí permaneció durante toda la noche, que pasó, en parte inmerso en un semisueño, del que una y otra vez le despertaba el hambre con un sobresalto, y, en parte, entre preocupaciones y confusas esperanzas, que le llevaban a la consecuencia de que, de momento, debía comportarse con calma y, con la ayuda de una gran paciencia y de una gran consideración por parte de la familia, tendría que hacer soportables las molestias que Gregor, en su estado actual, no podía evitar producirles.
  
Ya muy de mañana, era todavía casi de noche, tuvo Gregor la oportunidad de poner a prueba las decisiones que acababa de tomar, porque la hermana, casi vestida del todo, abrió la puerta desde el vestíbulo y miró con expectación hacia dentro. No le encontró enseguida, pero cuando le descubrió debajo del canapé – ¡Dios mío, tenía que estar en alguna parte, no podía haber volado! – se asustó tanto que, sin poder dominarse, volvió a cerrar la puerta desde fuera.
  
Pero como si se arrepintiese de su comportamiento, inmediatamente la abrió de nuevo y entró de puntillas, como si se tratase de un enfermo grave o de un extraño. Gregor había adelantado la cabeza casi hasta el borde del canapé y la observaba. ¿Se daría cuenta de que se había dejado la leche, y no por falta de hambre, y le traería otra comida más adecuada? Si no caía en la cuenta por sí misma, Gregor preferiría morir de hambre antes que llamarle la atención sobre esto...

VER TAMBIÉN KAFKA Y 'LA METAMORFOSIS': REUNIÓN DE MATERIALES










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