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'PATRIOTA', DE HRISTO BOTEV: ADAPTACIÓN MUSICAL DE PACO LUQUE

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"Hoy, en la España del siglo XXI, no hace faltan muchas lupas para encontrar desgracias sociales que pisotean a cada paso nuestra conciencia.

Ni tampoco para poner rostros y nombres a tantas hombres de fama y poder que se llaman a sí mismos 'patriotas'. Patriotas que dan la espalda a tantas tragedias sociales, porque, quizá, precisamente de ellas viven"


'Patriota' es otro poema de Hristo Botev, del libro 'Hristo Botev. Poesía' (editorial Amargord). La autora del prólogo y de la traducción es Zhiva Baltadhieva, poeta y profesora en la Universidad Complutense.

La imágenes que acompañan a la grabación son de Camille Pissarro, pintor impresionista francés del siglo XIX. Este pintor mostró siempre una honda preocupación por lo social, por la deriva de injusticia y desigualdad en la que la sociedad moderna parecía caer de modo irremisible.

Estos dibujos, sobre 'desgracias sociales', constituyen un regalo que el pintor hizo a sus sobrinas Esther y Alice, como un valioso material educativo para que fueran conscientes de los horrores de la sociedad capitalista moderna. 

Hoy, en la España del siglo XXI, no hace faltan muchas lupas para encontrar desgracias sociales que pisotean a cada paso nuestra conciencia.

Ni tampoco para poner rostros y nombres a tantas hombres de fama y poder que se llaman a sí mismos 'patriotas'. Patriotas que dan la espalda a tantas tragedias sociales, porque, quizá, precisamente de ellas viven.

De esos que no olvidan a los pobres, de esos que nunca se olvidan de nosotros, de esos que no nos alimentan, sino nosotros a ellos, con sudor y servicio.

Hristo Botev desnuda de modo implacable la palabra patriota, la muestra tal como es, tal como es utilizada, y deja sin respuesta a todos aquellos que hacen de su uso una ganancia personal. El poeta búlgaro se anticipa con fuerza indiscutible a todos los que después se atreverán, con valor, con dignidad, a traducir ese interesado vaciamiento del lenguaje, denunciando, sin ningún pudor, con toda la necesaria valentía social,  la traidora mutilación de todos los significados, la eterna prostitución de un lenguaje que, al principio, era de todos.

Ya después vendría la idea de patriotismo de Antonio Machado, un patriotismo que no reside en las armas, no se encuentra en un islote que defender. Se halla en el trabajo honrado de todos los días.

Habita las vidas de todos aquellos que creen en el progreso, en la defensa de la honestidad, de la educación, de la cultura... de la intrahistoria de todos que, sin pensarlo, hacen patria... cada día que se levantan.

La amable y emocionante adaptación de Paco Luque nos ayuda a mover el pensamiento, a sentirnos vivos... patriotas, en el buen sentido de la palabra, como decía don Antonio Machado.

Zhivka Baltadhieva estará en Sanlúcar de Barrameda, el próximo día 10 de abril, para presentar el libro 'Hristo Botev. Poesía'. El acto tendrá lugar en el Patio de Columnas del Ayuntamiento, entidad organizadora.
(Luis Enrique Ibáñez)




LETRA:

¡Es un patriota, da el alma
por la libertad, la cultura;
pero no su alma,
sino el alma del pueblo!
Lo mejor nos desea,
pero sabedlo, por la plata.
-es humano, ¿qué esperáis que haga?-
vende su propia alma.

Y como buen cristiano,
no se salta una misa,
pero sólo porque es la Iglesia
para él un negocio.
Lo mejor nos desea,
pero sabedlo, por la plata,
-es humano, ¿qué esperáis? si
hasta
su mujercita empeña.

Y es un bondadoso,
no olvida a los pobres,
pero no es él
quien os alimenta
sino a él vosotros,
con sudor y servicio.
Lo mejor nos desea,
pero sabedlo, por la plata,
¿qué esperáis si su
propia carne devora?

Es bondadoso,
es un patriota...

un buen cristiano



ENTRADAS RELACIONADAS:


(... Porque hablar, escribir, también es mirar con los ojos bien abiertos y comprender qué está ocurriendo. A esa mirada viene ahora Botev a llamarnos... "¿Oyes cómo los pobres imploran?... Entona, tú, una canción como esta, cántame, joven, las penas, canta cómo vende hermano a su hermano, cómo sucumben juventud y firmeza, cómo llora la huérfana viuda, cómo sufren los niños sin techo!")



(... Y es entonces cuando permito, invadido, que esos versos retumben en mi cabeza, tamboreen mi ánimo, me abracen mientras me hablan, me den palmadas, no permitiendo que rehuya la urgente conversación... "Así legisló la manada de lobos con piel de cordero para colocar la piedra eterna de la santa mentira y la mente humana tener para siempre encadenada... Calla y reza cuando te pegan")


'ELEGÍA' Y 'EL PATRIOTA', DEL LIBRO RECOMENDADO 'HRISTO BOTEV, POESÍA'

("... es la acción la que emerge espoleada, la que nos llama a través de la palabra poética para sacudirnos la pereza, para abandonar la sumisión, para querer sentirnos vivos, para que podamos creer que sí, que  somos nosotros los únicos protagonistas de nuestro destino..." Dime, oh, dime, pobre pueblo, ¿quién te mece en esta cuna, en la cuna maldita de eterno esclavo?)

´'EL DÍA DE SAN JORGE' / 'MI PLEGARIA', DOS POEMAS DE HRISTO BOTEV

("Así balaba tras el pastor / el rebaño de ovejas dóciles, mansas, mientras su rey, feliz imbécil, / como todos los reyes de este mundo, / con el lindo cayado les conducía... igual que a ti, tributo te cobra el rey, pobre pueblo, / para sus harenes abominables..." "...no tú, quien al esclavo dictas rezar, someterse...")



'LA MEMORIA DEL TOREO: ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA', por Santi Ortiz

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"La leyenda ha nimbado sus figuras con el halo imaginario de lo maravilloso, dislocando genialmente sus historias y recomponiéndolas luego a conveniencia de su gloria para concederles carácter de mitos. Y una vez extraídos de la historia y del tiempo con tal estatuto, será la memoria –que, como sostiene el humanista Emilio Lledó, “es una forma humana de inmortalidad”–; esa memoria colectiva y popular que habrá de encargarse de su evocación y alabanza como un ubicuo rapsoda, quien perpetúe su brillo y su odisea manteniéndolos vivos y libres de cualquier corrupción"

De 'Tauromaquia', de Mayte Spínola (1)

LA MEMORIA DEL TOREO: ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA

     El testimonio de la memoria –lo apuntábamos en el artículo anterior– puede guardar fidelidad al hecho memorado, con lo cual se convierte en venero de historia, o bien adulterarlo distorsionando sus aspectos a conveniencia con lo que mete el ayer en el terreno de la leyenda. Y añadíamos que, en cualquiera de los dos supuestos, ambas contribuciones favorecían al toreo, pues, si bien la función veritativa de la memoria es esencial a la hora de dar carácter histórico a acontecimientos que ocurrieron en el orbe taurino, la representación idealizada de alguien o algo abona en la conciencia colectiva la fructífera semilla del mito.

     Toreo quiere decir aventura, riesgo, incertidumbre, denuedo, heroicidad. ¿Y no es esa la urdimbre de la épica? ¿No representa la colectividad de aficionados que cuentan y cantan las hazañas de los hombres de luces o el temible episodio protagonizado por un toro fiero, una última reminiscencia de aquella tradición oral de origen anónimo y popular que recogía leyendas tradicionales para convertirlas en cantares de gesta? Es más, ¿no son estos dos aspectos de la transmisión oral taurina –el histórico y el legendario– reflejos de los dos mundos que coexisten en una plaza de toros en el transcurso de la corrida?

     Cuando hablábamos de la experiencia estética, situábamos en la frontera de las tablas, de la barrera que delimita el círculo de arena del ruedo, la linde separadora capaz de aislar el objeto estético de sus contempladores. No es sólo eso. La barrera, como el marco de un cuadro, como las abiertas fauces de un escenario, como los bastidores del retablo en que maese Pedro representaba ante don Quijote y los huéspedes de la venta su función de títeres, supone el perfil separador de dos territorios espirituales. De barreras arriba, ocupa sus escaños lo consuetudinario, la gente que apura sus horas en el cotidiano esfuerzo de vivir, la realidad más llana y simple. De barreras adentro, se abre el mundo mágico, el de la aventura, el del toreo, el de ciertos hombres que, huyendo del anonimato, se visten con trajes bordados de oro o plata, buscando cambiar la realidad por una hermosa ficción: aquella capaz de crear la ilusión de que la lucha que sostienen con el toro se ha transformado en una danza lírica, en una armónica secuencia de figuras y formas a las que asiste la belleza.
     Cada vez que se abre la puerta del chiquero para que un toro salga por ella y haya un hombre esperándolo en un burladero para enfrentarse a él, comienza una nueva aventura. Y la aventura es algo que quiebra la tiránica envoltura de la realidad para desparramarse más allá de la misma; algo que la trastoca, la desquicia, para sumergirse en lo imprevisto, lo azaroso, lo inverosímil. Cada aventura es un renacer del mundo, un adentrarnos por un proceso único e incierto en que el hombre utiliza, con riesgo de su vida, a la bestia buscando arrancar al público de su realidad cotidiana y trasladarlo al círculo mágico del ruedo donde le aguarda el prodigio, el enigma, el asombro e incluso la perplejidad de lo imposible.

     Es crucial para la correcta comprensión de lo que el toreo supone y significa, apreciar en su justa medida cómo opera la transustanciación de la realidad en fantasía sin que aquella deje de ser real. De sobra es sabido que todo lo que ocurre en el ruedo es así: real; sin embargo, una cuestión de lenguaje lo cambia todo. Al torero le pasa como al poeta épico cuando se alza en medio de la concurrencia y comienza a hablar. La gente se da cuenta de que no habla como ellos. Sí, mueve los labios y emite sonidos, pero no habla, recita. Las palabras no salen de su boca en alegre y despreocupado albedrío, sino que se atienen a determinada disciplina además de ser portadoras de algo que les confiere cierta nobleza, cierta alcurnia que las desgaja de la existencia trivial que suelen tener en el lenguaje ordinario. Los versos crean con ellas una atmósfera especial, cuyo simbolismo y cadencia es capaz de transportar a la audiencia a un predio poético radicalmente ajeno al estadio donde suele transcurrir su día a día.

     El torero se enfrenta al toro y lo burla. En eso no se diferencia de cualquier arrojado que en las calles de un pueblo hace alardes sorteando a cuerpo limpio las embestidas de un burel. Sin embargo, en cuanto el torero “habla” desplegando su capote o embarcando la embestida en su muleta, conforme a las reglas del arte, todo se distancia. El riesgo y la osadía, el valor y el alarde pueden permanecer, pero el lenguaje inefable que el torero crea con sus figuras solemnes, sus pautas rituales, sus armoniosos giros, la templada cadencia de sus trazos, ha elevado a una potencia estética incomparablemente más alta la aventura. Tanto, que llega a esconder la realidad tras un plano poético capaz de sacar al público de lo que está pasando –esto es: un hombre, que hace de su enfrentamiento con el toro la exteriorización de un sentimiento, y un toro, que vive el enfrentamiento con el hombre como una pelea a muerte– para transportarlo a un mundo lírico, donde el toreo se emparenta con la música y con la poesía.

     Como el poeta épico, el torero ha conseguido que la gente levite, despegándose del áspero terruño de la realidad. Igual que un taumaturgo de la prestidigitación, alcanzado el estado adecuado de expresión artística, el torero ha conseguido borrar todo atisbo de lucha de la mente de los contempladores. El deleite estético mece sus sentimientos, olvidados del drama de fondo que acontece en la arena. De ahí la brutal caída en lo real cuando, de improviso, acontece la cogida del torero. Entonces el encanto se rompe y la cruda realidad vuelve a adueñarse de todo, obligando a los espectadores a abandonar su nube y tornar a “tomar tierra”. Entonces, expulsado de su mundo ilusorio, el público comprende que –al revés de lo que ocurre en el Quijote– los molinos de viento no eran tales, sino auténticos gigantes, y que aquello que tomaban por danza no había abandonado en ningún momento su condición de duelo a muerte.

     Que el encantamiento salte hecho añicos por el mazazo de la violencia que estalla en la cogida no viene sino a ratificar, a apostillar, la existencia del encanto anterior, de ese morar del público por las rutilantes alamedas de la irrealidad; o mejor aún, por una realidad distorsionada mediante un cóctel de asombro y belleza, cuyo bebedizo ha poseído las mentes de los espectadores desalojándolas de la cruda realidad e instalándolas en el mundo lejano e incorruptible de la mitología. Es como si el tejido lógico de la racionalidad hubiese sido desgarrado de pronto por el cuchillo mágico del arte introduciendo a la mente contempladora en un territorio onírico donde el sueño toma cartas de realidad hasta el punto de parecer más real que la realidad misma.

     Cuando un colectivo, como el de los aficionados a los toros, siente excitarse su memoria mítica –no sé si llamarla mejor “su subconsciente mítico”– por el milagro que contempla en el ruedo, experimenta una invencible inclinación a dejarse hechizar, a zambullirse feliz en el orbe fantástico de la aventura, dejándose llevar por ella como don Quijote al poner su brazo en favor de don Gaiferos y la gentil Melisendra en el retablo de maese Pedro o el espectador que toma por verdades las del cómico que, en su papel de rey, pone más majestad, alcurnia y dignidad que cualquier rey verdadero.

      Para Nietzsche, todas estas apariencias, el mundo de ilusión que generan, poseen una crucial significación en los diferentes campos de la ciencia y la vida. Ambos son un presupuesto necesario tanto para nuestra existencia como para el arte. Como creación consciente de una ilusión estética, el arte, en general, y el toreo, en particular, descansan sobre un primitivo anhelo de ilusión. Es ésta la veladora esencial de la acción. La vida en general se ha organizado sobre una inextricable red de errores, cegueras y mentiras. Ni siquiera la ciencia podría sobrevivir sin el mito y son sus cimientos ciertas ficciones reguladoras de partida. Hasta las leyes de la naturaleza pueden interpretarse como últimos refugios del “sueño mitológico” (Y me apresuro a pedir disculpas por despachartan por encima tema tan delicado). Por tanto, hemos de asumir el hecho cierto de que esas ideas, de cuya falsedad somos conscientes, son auténticas necesidades biológicas y culturales. Sin ellas, la humanidad hubiese sido incapaz de elevarse sobre sí misma.

     Tampoco el toreo hubiese sobrevivido y evolucionado sin ellas como lo ha hecho. Constreñido a la escueta fenomenología de lo real, sin el firme basamento de ese mundo imaginario poblado de bellas apariencias capaz de remontarnos al orbe de los héroes y de las hazañas más fantásticas, bien pronto hubiera periclitado marchito de mera desilusión. Cuando el hombre se convierte en torero, cuando ante sus propios ojos siente dicha transformación como si hubiese mutado realmente de un cuerpo a otro, de una forma de ser y de pensar regida por la selección natural a otra fruto de la selección cultural que el toreo impone, está experimentando en su propio ser la raíz más radical y primitiva del drama: el tránsito de lo común a lo notable, de lo humano a lo heroico, de lo vulgar a lo extraordinario. La metamorfosis del hombre en torero es el puente capaz de cubrir el salto del universo cotidiano al mundo encantado de las fábulas, las epopeyas y las taurologías.

     Convertido en torero, el hombre siente que todo en torno suyo aumenta de importancia, tanto la tensión a que lo somete la responsabilidad, como la dignidad que lo nimba; tanto su orgullo, como su miedo. Sin embargo, para este último echa mano del estoicismo que le ha venido tatuando en su voluntad la experiencia y lo convierte en capote maestro del fingimiento. Con gesto sereno, se envuelve en sus pliegues y sin mover un músculo tira para adelante con la apostura que requiere el cargo. Y es de esta metamorfosis y de las proezas que con ella logre frente al toro en el ruedo, de donde extraerá la memoria colectiva la semilla que habrá de fructificar en leyenda. Cojan la historia verídica de una figura del toreo, como Juan Belmonte o Manolete, por ejemplo, y rocíenla con las simientes míticas que sobre ellos pululan por los mentideros taurinos o permanecen escondidas bajo la epidermis de la memoria literaria. A su solo contacto, lo verídico de la historia comenzará a arder y consumirse por todos sus puntos cardinales dejando, una vez concluida la combustión, la asombrosa y legendaria hagiografía de un mirífico Belmonte o un prodigioso Manolete. La leyenda ha nimbado sus figuras con el halo imaginario de lo maravilloso, dislocando genialmente sus historias y recomponiéndolas luego a conveniencia de su gloria para concederles carácter de mitos. Y una vez extraídos de la historia y del tiempo con tal estatuto, será la memoria –que, como sostiene el humanista Emilio Lledó, “es una forma humana de inmortalidad”–; esa memoria colectiva y popular que habrá de encargarse de su evocación y alabanza como un ubicuo rapsoda, quien perpetúe su brillo y su odisea manteniéndolos vivos y libres de cualquier corrupción.

     Los personajes así idealizados, como les ocurre a las figuras épicas, no representan ningún arquetipo, sino que alzan su presencia como criaturas únicas. Hubo un solo Belmonte y un solo Manolete y un solo Espartero, como únicamente existieron un Hércules, un Aquiles y una Helena de Troya. Y a través de esa fauna de figuras inmortales, de esa galería de imprescindibles, tejerá el toreo toda una red de gestas, gestos, hazañas y prodigios para formar con ella el cuerpo de su mitología, presupuesto necesario –como sostenía Nietzsche– tanto para el arte, como para la ciencia o incluso para la misma vida.

     Con esta vía tangencial de oralidad, clausuramos los caminos de la comunicabilidad del toreo. Recordemos que dentro de la plaza, la comunicación directa entre la mente que torea y la mente que contempla o de aquella consigo misma nos ofrecía dos posibilidades de información: la que nos suministraba conocimientos, tránsito hacia el gozo intelectual, y la que nos transmitía emociones, bien a través del peligro, bien del deleite artístico, para confluir en la denominada “experiencia estética”. No obstante, dado su extremado carácter efímero, el toreo necesitaba además algo que lo conservara más o menos vivo fuera de la plaza, y ahí, además de los documentos gráficos, cinematográficos, periodísticos, literarios, etc., es donde entra la memoria a jugar un papel capital, tanto en la función veritativa de la rememoración, como en la creación de un mundo legendario donde los diamantes del toreo sean pulidos, tallados y transformados en admirables gemas o piedras preciosas.


     Todo esto –es indudable– tuvo y sigue teniendo una importancia extraordinaria para la pervivencia del toreo. No obstante, cuando en cualquier coso del mundo, a la hora del clarín en punto de la tarde, rompa plaza el primer toro del festejo, se encampane, rebufe, se arranque a la llamada de los peones y frene ante el burladero de la primera suerte ametrallando de arena levantada hasta los que se sientan en primera fila de barrera; cuando sus ojos y los del torero se encuentren por primera vez, el toreo y la mitología serán dos cosas absolutamente diferentes. Sin embargo, una nueva aventura habrá dado comienzo y el mundo habrá experimentado el inicio de un nuevo renacer.

(1) Mayte Spínola (Madrid, 1943) es una pintora gestualista que con su economía de trazos bordea la abstracción. Su carrera artística comenzó de modo intenso en los años 80 y desde entonces su obra ha estado presente en casi un centenar de exposiciones dentro y fuera de España. Su obra se encuentra en las colecciones de museos e instituciones como el Senado de España, Museo de Arte Contemporáneo de Sofia, Azuaga, Calviá… Trabaja por series y entre ellas se encuentran las denominadas Arenas, Ventanas, Golf, Danza, Tauromaquia, sobre la que publicó un libro
(Fuente: La Mirada Actual)

ARTÍCULOS ANTERIORES:

("El toreo muere a medida que nace. Se torna pasado al ritmo del presente. Torero y toro componen, descomponen y tornan a componer sus figuras dinámicas y armónicas sobre la piel del tiempo... No está concebido para la permanencia buscando fabricar un objeto artístico material y conservable, genera producciones sublimes o bellas consumidas de inmediato por la fugacidad del tiempo... el toreo es recibido por el espectador mientras está siendo")


("Comprender al toro no es mirarlo, recorrerlo con la vista, ver lo que cualquiera puede; comprender es buscar en él lo que no puede verse con los ojos. Desde que sale al ruedo, el toro –como todo lo que puebla la realidad– está enviando mensajes, dando pistas, presentando indicios de lo que lleva en su interior. Para entenderlo, el torero tiene que formularle “preguntas”... el buen torero descifra al toro para que el público lo vea. No obstante, este desciframiento obedece a la idea que el torero busca plasmar con el toro")


LA COMUNICABILIDAD DEL TOREO (I)

("Que algo de lo que bulle en la fantasía, en el ingenio, en la inspiración de una mente, salga de ella concretada en un objeto artístico, se traslade a través del espacio y el tiempo hasta alcanzar otras mentes y sea capaz de estimularlas comunicándoles parte de las ideas y sentimientos originales, no deja de ser un prodigio...)


("El miedo es un arma de eficacia probada en manos de los poderosos para disuadir malestares y blindarse en sus privilegios... ese miedo que los medios de comunicación alimentan interesadamente... Ante la moral actual, que alimenta la sensiblería de que todo es preferible a morir, el toreo... muestra que el valor supremo de la vida no está en aferrarse a ella por encima de todo, sino en arriesgarse a perderla...")

EL TOREO Y SU ÉTICA (y IV)
("... hemos querido adentrarnos en la parcela de la Ciencia, para comprobar una vez más la singularidad –ahora fisiológica– del toro de lidia y cómo su sufrimiento de “guerrero”, de luchador, de combatiente, en nada se parece al del animal indefenso puramente paciente... Mucho más elocuente sería afirmar, como hacía Ortega  y Gasset, que “el mayor y más moral homenaje que podemos tributar en ciertas ocasiones a ciertos animales puede ser matarlos con ciertas mesuras y ritos”)

EL TOREO Y SU ÉTICA (III)

("... Son las reglas morales del toreo; las que dictan que para tener derecho a matar al toro hay que darle ocasión de que te mate. Si quieres matar al toro, tienes que estar dispuesto a morir. Así de tremendo, pero así de sublime...       En el brutal encontronazo de los dos contendientes... existe una fuerza irresistible y demoledora que se eleva como forma final y decisiva, como el desenlace trágico de una experiencia estética donde la muerte y la vida se cruzan en la frontera que las separa")

("... el hombre tiene que permitir que el toro pueda expresar su naturaleza brava. Tiene que darle espacio para que corra y se manifieste, para que le acometa como un alud y desarrolle su instinto de pelea, para que su caos inunde de desorden el redondo escenario de la acción y llene de inquietudes –de miedo– la mente de los contempladores... Impedir el abuso de la superioridad biológica del hombre sobre el toro, la bravura de la res de lidia y la valentía del torero, son los elementos sobre los que se alza la ética del toreo")


(".... el hombre ha de criarlo para que luche con el hombre. Porque, por esa contradicción dialéctica que tan afín se muestra a todo lo taurino, la domesticidad del toro de lidia reside esencialmente en no domesticarlo; antes al contrario, se busca potenciar su bravura con el fin de obtener un animal idóneo para la lidia. El toro es un guerrero del hombre para luchar contra el hombre... que llegue a la plaza pletórico de facultades físicas, con poder y agresividad para afrontar la pelea del ruedo")

ESCLARECER EL TOREO (y III)

("Este deseo de torear surge de un misterio del alma, de la necesidad de aquietar un desasosiego interior... Una necesidad mucho más profunda que un simple alarde de valor... La idea es la manera particular que cada torero tiene de concebir el arte; su forma de entenderlo, de imaginarlo, de sentirlo, de soñarlo... La materia es el toro, con toda su incertidumbre, su problemática, su enigma, sus embestidas, su temible poder, su muerte a cuestas")


("... emoción que... cuando la caída de la conciencia en lo mágico –como apuntaba Jean Paul Sartre en su teoría de las emociones– es tan brutal que trastoca súbita y radicalmente el modo de existencia de la conciencia ejerciendo sobre ella una acción poderosa, provoca un choque emocional que conduce al éxtasis, al conflicto y la perturbación")


("... el toreo es un espectáculo tan único, tan distinto a todo lo demás, que se resiste a ser encorsetado en cualquier cuadrícula previamente establecida, sea ésta la que fuere. Por exceso o por defecto, a ninguna se acomoda. Siempre le sobra o le falta algo. Y se me ocurre que, tal vez el fallo esté en tratar de integrarlo en algo distinto a lo que él es, cuando lo procedente sería reconocer su radical singularidad")

EL TOREO SÍ ES CULTURA

("Defensora del toro de lidia, de la ecología y de una manera humanista de concebir el mundo, la cultura taurina debería ser defendida por quienes la atacan al tiempo que se posicionan en contra del pensamiento único de la globalización. Estar a la vez en contra del toreo y a favor de la biodiversidad cultural de los pueblos, es caer en flagrante contradicción")



("... mientras que la agresividad del toro es un concepto biológico regido por la selección natural, la bravura es un concepto taurómaco determinado por la selección cultural aplicada por los ganaderos...es la bravura el rasgo diferenciador –transmitido genéticamente– cuya funcionalidad permite calificar al bovino de lidia como raza")

TOROS Y TAUROMAQUIA: UN DESTINO COMÚN

("El destino del toro de lidia va indisolublemente ligado a la suerte que corra la Tauromaquia. Todo lo que se diga en contra de esta aseveración son ganas de negar la evidencia buscando soslayar una de las contradicciones más incómodas con que tienen que vérselas los abolicionistas del toreo: poner al toro que dicen defender en peligro de extinción") 

'METAFÍSICA', por Juan José Millás

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"... más allá de las apariencias encarnadas por los partidos políticos, ¿quién ha ganado las elecciones en Andalucía? ¿La banca, las compañías eléctricas, las grandes corporaciones gasísticas? Dicho de otro modo, y puesto que a estas elecciones, como a todas, el candidato era el dinero, ¿quién se ha llevado el gato al agua, el dinero grande o el pequeño? ¿Los que construyen la historia o quienes la sufrimos?"


METAFÍSICA

Estaba en el sofá, reflexionando sobre los resultados de las elecciones andaluzas, cuando el gato pisó el mando a distancia de la tele y aparecieron seis o siete personas dispuestas a hacerme gratis el trabajo. A la media hora de haber sido concienzudamente reflexionado, me fui a la cama y encendí la radio, donde otros cinco o seis expertos continuaron reflexionándome hasta que me dormí. Al día siguiente, en la prensa digital y escrita, hallé todavía numerosas explicaciones a lo sucedido. La oferta hermenéutica, con perdón, era más grande que la de comida para perros en un supermercado. Había exégesis caras, baratas, de temporada, de segunda mano, de ocasión (dos por el precio de una). Las había racionales y sentimentales, largas y cortas, sintácticas y asintácticas, calientes y del tiempo.
A los tres días de las elecciones, mi cabeza era una navaja suiza de recursos analíticos. Dependiendo de la reunión o cena de matrimonios en la que me hallara, podía tirar de uno u otro al modo de aquel gran falsificador, Elmyr de Hory, capaz de pintar un matisse, un modigliani o un picasso, pero incompetente para crear una obra propia. Dadas mis limitaciones para pensar, no me importa ser pensado. Pero me gustaría que antes de la reflexión sobre los datos físicos me proporcionaran los datos metafísicos. En otras palabras, más allá de las apariencias encarnadas por los partidos políticos, ¿quién ha ganado las elecciones en Andalucía? ¿La banca, las compañías eléctricas, las grandes corporaciones gasísticas? Dicho de otro modo, y puesto que a estas elecciones, como a todas, el candidato era el dinero, ¿quién se ha llevado el gato al agua, el dinero grande o el pequeño? ¿Los que construyen la historia o quienes la sufrimos?
(Fuente: El País: 27-03-2015)





'UNA MIRADA A MIS FUENTES DE INSPIRACIÓN', por Orham Pamuk

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“Mientras escribo estas palabras, tengo mis zapatillas justo delante de mí… Ver esas pequeñas zapatillas marrones me hace soñar con la calidez con que se movían mis pies dentro de ellas…”.
Para el curioso lector que pregunte: “Señor Pamuk, ¿no mira usted también las cosas de su amante en busca de consuelo? ¿Es usted Kemal?”, tengo una confesión que hacer: no soy Kemal, soy monsieur Flaubert."


UNA MIRADA A MIS FUENTES DE INSPIRACIÓN

En un famoso artículo publicado en Paris Review, Hemingway elaboró una lista de las figuras literarias que habían influido en él o le habían enseñado algo importante. Cuando tenía 23 años y decidí abandonar la pintura y dedicarme a escribir, me cautivó leer la lista de Hemingway y ver en ella a músicos como Bach y Mozart y artistas como Brueghel y Cézanne al lado de escritores como Flaubert, Stendhal, Tolstói y Dostoievski. Me propuse que en el futuro, un día, haría una lista así.
Treinta y cinco años después, al terminar El museo de la inocencia,decidí que había llegado el momento. De todos los libros que había escrito, esta novela era la que más claramente suscitaba preguntas como: “¿Cuándo se le ocurrió esta idea?”, “¿Qué le inspiró para escribir esta novela?”, “¿De dónde se sacó esto?”, y así sucesivamente.
Como El museo de la inocencia no es solo una novela, sino también un museo en Estambul que costó muchos años establecer, las preguntas se han vuelto cada vez más frecuentes. Por eso he decidido presentar aquí una lista de influencias, sacadas de la vida, la literatura y el arte.
1. En una reunión familiar en 1982 conocí al príncipe Ali Vâsıb Efendi. Era el nieto más joven del sultán Murat V y, por tanto, en esa época habría ocupado el trono si el sultanato se hubiera prolongado y la dinastía otomana hubiera permanecido en el poder en Turquía.
Pero aquel anciano, ya de ochenta y tantos años, al que acababan de permitir regresar a Turquía, no deseaba ni el poder político ni el trono. Lo único que quería era poder quedarse a vivir de forma permanente en su país, que solo podía visitar con un pasaporte extranjero.
Vivía en Alejandría, veraneaba en Portugal y pasaba el tiempo con amigos que eran también príncipes y monarcas retirados o derrocados en Europa y Oriente Próximo (llegó a contarme la verdadera razón por la que el sah iraní Reza Pahlevi se divorció de su primera mujer, Fawzia).
Sus memorias póstumas, editadas por su hijo Osman Osmanoglu y publicadas en 2004 con el título de Memoirs of a Prince: What I Saw and Heard of a Land and its Interests [memorias de un príncipe: lo que vi y oí de una tierra y sus intereses], muestran que toda su vida sufrió dificultades económicas.
Para sobrevivir, trabajó muchos años de revisor de entradas en el Palais d’Antoniadis y su museo, en Alejandría, y más tarde fue administrador de la institución. “Estaba encargado de la administración, la limpieza y el manejo del inventario del palacio”, escribió en sus memorias, “era responsable de toda la plata, el cristal, los muebles, etcétera”.
Ante mis preguntas llenas de curiosidad durante la cena familiar, me dijo que el rey Faruk era cleptómano: cuando visitó el museo, abrió una vitrina en la que se guardaba un plato antiguo que le había gustado y, sin pedir permiso, se lo llevó a su palacio.
También me contó que había vivido en el palacio de Ihlamur antes de que cayera el imperio otomano y la familia real dejara Estambul, y que, después de estudiar en el Lycée Galatasaray, había continuado su educación en la Escuela de Guerra —el alma mater de Atatürk—, en Harbiye. (Yo pasé mi niñez exactamente en los mismos sitios, 40 o 50 años después que él).
Ahora, el príncipe había vuelto a Turquía después de 50 años en el exilio y estaba buscando trabajo para tener dinero suficiente que le permitiera establecerse, pero nos dijo que, por desgracia, no había encontrado todavía a nadie dispuesto a darle empleo. Alguno de los comensales sugirió que buscara trabajo como guía de museo en el palacio de Ihlamur en el que había vivido de niño.
Todos los que estábamos, incluido él, empezamos a dar vueltas a la atractiva idea de Ali Vâsıb Efendi enseñando a los visitantes las habitaciones en las que había estudiado o pasado el tiempo de niño. Todavía recuerdo la imagen que me hice: “¡Y aquí, señoras y señores”, diría el príncipe con sus educadas maneras, “está la habitación en la que me sentaba con mi ayudante para aprender matemáticas hace 70 años!”.Dado que había conocido íntimamente la vida del palacio antes de que fuera museo, y puesto que había trabajado en la administración de un museo similar, ¿no sería una solución magnífica para sus problemas?
Se alejaría unos pasos del grupo de visitantes con sus entradas, se acercaría a la sala expuesta, abriría la cuerda de terciopelo y volvería a sentarse ante la mesa en la que se había sentado de niño y de joven; fingiría trabajar con las mismas plumas, reglas, gomas de borrar y libros, y anunciaría desde su sitio a los aficionados: “Y así estudiaba yo matemáticas, señoras y señores”.
Fue entonces cuando comprendí la alegría que era para un hombre ser al mismo tiempo guía de museo y uno de los elementos de la exposición, y la emoción de contar la propia vida a los demás años después, en un museo, rodeado de sus cosas.
2. Seguiré con el tema de los reyes y los palacios: Vladímir Nabokov escribió cómo había encontrado el título de su famosa novela Pálido fuego en estas líneas de Timón de Atenas, de Shakespeare: “La luna es una consumada ladrona / que arrebata al sol su pálido fuego”.
Los versos aluden a la forma que tiene un escritor creativo de inspirarse en otras fuentes. La novela de Nabokov está escrita en dos partes.
Primero leemos un pargo poema sobre la vida y el mundo de un poeta que recuerda a Robert Frost o John Shade. El centro de la obra lo compone el extraño comentario que hace sobre el poema, verso a verso, uno de sus contemporáneos; a medida que leemos, nos damos cuenta de que el crítico está un poco desequilibrado.
Se llama Kinbote, y utiliza las palabras y las frases del poema como punto de partida para empezar a explicar su propia vida, llena de reyes, palacios, golpes de Estado y asesinatos.
Debió de ser esa novela, creada a base de notas sobre los versos de un poema, la que me dio la idea de escribir una novela a base de notas sobre cada objeto expuesto en un museo. En los primeros años, mi novela tenía la forma de un catálogo comentado de museo.
Como en los catálogos, empezaba por presentar al visitante cada objeto, por ejemplo un pendiente o un bolso de la famosa Jenny Colon, y luego expresaba los sentimientos que el objeto despertaba en nuestro protagonista.
Después de dedicar muchos años a escribir así la novela, irrumpió en ella una historia de amor y, con ella, un frenesí de reordenar notas, recuerdos y objetos del museo para colocar ese amor en primera fila.
Añadiré, con un guiño para quienes leen el libro interesados en la historia de amor: ¡hasta entonces jamás había comprendido el inesperado poder que tenía el amor!
3. No saber valorar el poder del amor desde el principio fue un condenado problema para el protagonista masculino de la ficción poética de Pushkin Eugene Onegin, que constituye la base de la literatura soviética. Nuestro héroe, cansado de bailes, mansiones de ricos y diversiones sociales, desprecia el amor cuando se le presenta e incluso se burla de Tatiana, que está enamorada de él. Pero entonces…
Sin embargo, no menciono la novela poética de Pushkin, llena de referencias literarias de principio a fin, por su tratamiento del amor, sino porque Nabokov hizo una traducción en la que anotó dichas referencias una a una.
Los detallados comentarios que hizo Nabokov a lo largo de los años sobre su traducción de Pushkin se sitúan al lado de Pálido fuego. Disfruto abriendo y leyendo el grueso volumen de notas al azar incluso más que con el propio poema.
4. Ya que hablamos de novela, aunque cambiamos a otro tema, nos encontramos con el arte de eliminar la diferencia entre detalles importantes y sin importancia y de representar los detalles periféricos como si fueran fundamentales.
En Sterne, Flaubert, Nabokov, Alain Rob­be-Grillet y Georges Perec (especialmente en su inmensamente entretenido Vida: instrucciones de uso), el arte de desviarse del tema y mostrar los objetos de alrededor llega a parecer la esencia de una novela seria que plantea nuevas preguntas.
Después de la afición de Perec a hacer listas y los inventarios de posesiones en las novelas al estilo de Balzac, el centro de todas esas posesiones, nuestras vidas y, sobre todo, nuestro mundo espiritual empieza a parecernos poesía: en nuestras vidas desarrollamos una relación intensa, personal y emocional con muchas posesiones diferentes de una manera que evoca el refinado concepto marxista de alienación, pero ¿tenemos que enamorarnos del héroe de mi libro, Kemal, que nos lo recuerda?
6. A esos lectores que preguntan: “Señor Pamuk, dejémonos de rodeos, ¿también usted se ha enamorado y ha empezado a coleccionar las posesiones de su viejo amor, como el protagonista de su libro?”, quiero mostrarles hasta qué punto mi novela está basada en la vida real: la familia de mi tía tenía un Chevrolet de 1956, que conducía un chófer llamado Çetin; la sede de Aygaz, donde trabajó mi padre durante años, estaba en Harbiye, enfrente de la estatua de Atatürk situada a la entrada de la base militar, es decir, justo donde está Satsat; en Nochevieja, mi abuela reunía a todos sus hijos con sus familiares para cenar en los Apartamentos Pamuk, mientras los nietos jugábamos a la tómbola; ella había elegido los premios meses antes.5. La relación entre poesía y posesiones: las naturalezas muertas de los maestros flamencos simbolizaban de forma poética la naturaleza efímera de la vida mediante el uso de calaveras, relojes y velas derretidas, y me gustan mucho esos cuadros del género vanitas, las naturalezas muertas de los mejores pintores franceses del XVIII, Chardin y Cézanne, además de Balthus, Duchamp y el hombre que sabía extraer la poesía secreta de los nombres de los hoteles, Joseph Cornell.
Entre los años cincuenta y setenta, muchas casas y tiendas de Estambul tenían un canario enjaulado o un acuario, pero, a medida que la televisión se hizo más popular, desaparecieron. La nueva situación nos enseñó que nuestra relación con aquellos animales no era más que el deseo de tener algo con lo que entretenernos; en 1983, cuando estaba ya casado y necesitaba algo de dinero, empecé a convertir mi primera novela, Cevdet Bey e hijos, en un guion de cine, a instancias de un director al que le había gustado, pero nunca terminó de rodarse.
En esa misma época, un regidor de teatro amigo mío me llevó por los bares que frecuentaba la gente del cine en Beyoglu. Cuando vio que me emborrachaba enseguida, con los chismorreos que estaba oyendo a pesar del ruido que hacían las actrices y solo dos cervezas, se rio de mí y me lanzó varias pullas afectuosas; yo fumaba en torno a 30 cigarrillos diarios desde 1974, cuando dejé la pintura y los estudios de arquitectura, y seguí haciéndolo hasta 1995, que fue cuando intenté abandonar el tabaco por primera vez.
Para mí, el verdadero significado de la expresión que usan los occidentales, “fumar como un turco”, no era el consumo de demasiado tabaco ni el hecho de estar envuelto en una nube de humo, sino la referencia a algunos de los peculiares gestos sociales y comentarios individuales que se hacían al abrir el paquete y ofrecer un cigarrillo a alguien al que acababas de conocer o al que ni conocías, en señal de paz y amistad, mientras hacías rodar el cigarrillo entre los dedos hasta que estaba listo para fumar, y mientras lo sostenías o practicabas las cien formas distintas de echar el humo (también la referencia a la manera de conocer e interpretar esos gestos).
Asimismo hubo un cine al aire libre que se instaló en el pueblo de vacaciones de finales de los años sesenta, en la costa del Mármara, que describí en La casa del silencio, y allí veíamos películas turcas en medio de un fuerte olor a estiércol y los mugidos del ganado en el establo vecino.
Recuerdo bien que a principios de los setenta, en el famoso Jardín del Jorobado en Besiktas, veía cine con mis amigos de la universidad y miles de personas más que comían pipas de girasol.
A principios de los sesenta, mi madre decidió obtener el permiso de conducir, y se matriculó en las clases, a las que nos llevaba a mi hermano y a mí para rescatarnos del aburrimiento de los ardientes días de verano en casa; desde el asiento posterior nos reíamos o nos asustábamos cuando el coche se detenía con una sacudida. Diez años después, a los 18, decidí conseguir el permiso yo también, pero después de suspender el examen innumerables veces comprendí por fin las dificultades de mi madre.
Algunos de los ricos que presento en mi novela están inspirados en los amigos de mi padre o mi tío; otros, en mis primos y sus amigos, y el resto, en mis amigos del instituto. Explicar hasta qué punto los restaurantes de lujo, las meyhanes del Bósforo, las calles de Estambul y muchas de las tiendas de mi libro proceden de mi propia experiencia, intentar expresar cuánto ha aportado Estambul a mis obras, sería una tarea interminable.

7. Entre los años 1996 y 2000, llevaba a mi hija al colegio por las mañanas. Después de dejarla en la puerta, detrás de Tophane (a 300 metros del hogar familiar de los Keskin), volvía paseando por las callejuelas de Çukurcuma, Firuzaga y Cihangir, en Beyoglu, hasta mi oficina, pensando en lo que iba a escribir ese día (Me llamo Rojo, Nieve).Por eso escribo este artículo, en el que quiero recordar los buenos momentos de la década en la que concebí y los seis años en los que escribí la novela.

En el frescor de las mañanas, mientras las tiendas empezaban a abrir, entre el aroma del pan y el simit que flotaban en el aire, los estudiantes que corrían a la escuela, me gustaba mucho caminar por esas calles. Me aguardaba un día delicioso, una o dos páginas que escribir, tal vez… Y veía muchas cosas en las calles de mi niñez, ni envejecidas y herrumbrosas, ni pulidas y con un brillo artificial.
A veces sentía que el aire intemporal de las calles y su gente nunca desaparecerían. Las cosas que veía, como el pan fresco y el simit en el escaparate de la panadería, el viejo cartel de analgésicos en la farmacia, que mostraba los órganos internos de una persona, o los enormes frascos llenos de pepinillos de todos los colores en el escaparate de la tienda de alimentación, me proporcionaban tanto placer que quería apoderarme de esas imágenes, enmarcarlas y contemplarlas, para asegurarme de no perderlas jamás.
Los humildes mercadillos en las calles de Çukurcuma; las tiendas que vendían de todo, desde mesas antiguas hasta ceniceros, desde cubiertos hasta los juguetes locales de mi niñez, y los locales que vendían revistas, libros, mapas y fotografías de segunda mano, despertaban en mí un deseo de poner todo en un marco y protegerlo para siempre.
Por eso entonces pensé en comprar pequeños objetos en esas tiendas y crear un museo en casa. Pasé mucho tiempo vagando por las calles, buscando una casa antigua que estuviera en venta para convertirla en museo.
8. Más tarde, cuando compré una casa que podía convertirse en museo, salió a relucir el coleccionista que llevaba dentro. Pero sabía que no lo era de verdad.
No compraba el viejo salero, la pitillera, el taxímetro de un viejo taxi ni el frasco de colonia que había visto en un escaparate para construir una colección, sino para que formaran parte de mi novela. A veces me emocionaba y compraba algo que ni se me había ocurrido y me lo llevaba a casa.
El mundo se llevaba bien con mi novela y los objetos para mi museo. Mi entusiasmo no era el de un coleccionista, alguien que trata de reunir toda una serie, sino el de un diseñador, que convierte cada pieza en elemento de una novela y un museo: esa era la visión que me rondaba la cabeza.
Me gustaban aquellas posesiones, como muchas cosas en mi vida, porque podían integrarse en la historia, en el libro. A veces lo conseguía: colocaba el objeto delante de mí y contaba una parte de mi relato, como Flaubert con su aplomo de “maestro del realismo”.
En general, hablaba un poco sobre los objetos, y después, para proteger mi novela de una verdad engañosa, me detenía antes de ir demasiado lejos. En ocasiones incluía en la historia cosas viejas que ya conocía.
Regalé las viejas corbatas de mi padre al padre de Kemal y las agujas de tejer de mi madre a la madre de Füsun, porque me gustaba la idea de dar a mis protagonistas objetos de mi vida y mi familia.
Igual que, en la novela, la parte rica de la familia da sus cosas usadas y sus viejos vestidos a parientes lejanos y pobres, yo di cosas que conocía de mi vida, y encontré viejos objetos que me habían impresionado para regalar a los héroes de mi novela.
A veces, el objeto me había dejado huella en mi niñez: por ejemplo, la jarra amarilla que mi tía usó durante años en la mesa del comedor, y que yo coloqué en la mesa de mis protagonistas sin añadirla a la colección del museo.
(Posteriormente, cuando mi adorada tía Türkan falleció, no fui yo quien se quedó con la jarra. Espero que mi primo Mehmet lea esto y la done).
Cuando mi novela estaba ya lista y publicada, mientras limpiaba mi despacho, encontré una caja; contenía muchas cosas viejas que había comprado en tiendas de antigüedades para añadir al libro, pero que luego había olvidado.
Al verlas, entre ellas un sofisticado timbre de la puerta de una vivienda acomodada y el faro oxidado pero aún en funcionamiento de un viejo coche de caballos de las islas Príncipe, me apeteció escribir una novela totalmente nueva con esos artículos.
9. La capacidad de conjurar una historia o una novela solo con mirar una serie de objetos la descubrí mucho antes de convertirla en costumbre con El museo de la inocencia. El formalista y teórico de la literatura ruso Víktor Shklovsky decía que lo que llamamos argumento de una novela es una línea que atraviesa todos los puntos en los que queremos insistir y los temas que queremos descubrir.
Al seleccionar una serie de cosas por instinto, convertirlas en un relato e imaginar cómo podrían encajar en las vidas de los protagonistas, ya hemos empezado la novela. Después de Crimen y castigo, de Dostoievski, y los cuentos de Edgar Allan Poe están además las novelas policiacas, que han ejercido una influencia permanente en la novela contemporánea, y en las que el detective utiliza una serie de pistas para imaginar toda la historia.
10. Ahora bien, para construir una trama y arrastrar al lector a un mundo coherente, rico y humano dentro de una novela, necesitamos crear un vínculo emocional con las cosas que hemos coleccionado.
Por consiguiente, solo podemos concebir una novela con la yuxtaposición de objetos que despiertan en nosotros una reacción emocional y poética. El príncipe Ali Vâsıb Efendi podría haber sido verdaderamente un ayudante o guía de museo en el palacio de Ihlamur y habría hablado con emoción de las habitaciones en las que pasó su niñez y su juventud y de todos los objetos presentes en ellas.
11. La primera persona que utilizó la relación emocional que tenemos con los objetos en el contexto de un museo fue el artista suizo de origen rumano Daniel Spoerri, nacido en 1930. Creaba una obra de arte a partir de una mesa de comedor llena de platos y vasos de una cena a medio acabar, y se hizo famoso por capturar la belleza caótica de una mesa así en forma pictórica.
En 1979, en Colonia (Alemania), montó una exposición con artículos corrientes de la vida cotidiana, que denominó Museo de los sentimientos. Esta exposición temporal contenía el espíritu del fervor que llevaba a Perec a escribir poemas sobre objetos cotidianos y el del movimiento dadaísta Fluxus, que aspiraba a unir la literatura, la música y el arte mediante el uso de objetos corrientes.
12. Spoerri dijo que una de las fuentes de inspiración para su Museo de los sentimientos en Colonia fue el Museo Frederic Marès de Barcelona. El protagonista de mi novela, Kemal Basmacı, visitó la “planta superior de horquillas, pendientes, naipes, llaves, abanicos, frascos de perfume, pañuelos, broches, collares, bolsos y pulseras” de este museo, y después yo también fui en numerosas ocasiones.
Igual que mi novela y mi museo muestran una profunda influencia de Proust, Joseph Cornell, Tolstói, Nabokov, Borges y el Museo Bagatti Valsecchi de Milán, debo aprovechar esta ocasión para dar las gracias y honrar a Frederic Marès.
13. El 6 de agosto de 1846, a las once de la noche, Flaubert añadió esta nota a una carta que había escrito a Louise Colet, un amor de juventud que le sirvió de inspiración para el encuentro y las escenas de amor de Madame Bovary (cómo hacer el amor en un coche de caballos con las ventanas cerradas): “Cuando llega esta hora de la noche y todo se sume en el sueño, abro el cajón que contiene mis tesoros. Miro las zapatillas, los pañuelos, el cabello y los retratos, vuelco a leer las cartas y a oler sus dulces aromas”. La noche anterior había expresado un sentimiento similar así: “Mientras escribo estas palabras, tengo mis zapatillas justo delante de mí… Ver esas pequeñas zapatillas marrones me hace soñar con la calidez con que se movían mis pies dentro de ellas…”.
Para el curioso lector que pregunte: “Señor Pamuk, ¿no mira usted también las cosas de su amante en busca de consuelo? ¿Es usted Kemal?”, tengo una confesión que hacer: no soy Kemal, soy monsieur Flaubert.
Traducido del inglés por María Luisa Rodríguez Tapia
(Fuente: babelia.com)




'MÁS DÓCILES Y MÁS COBARDES', por Jordi Soler / 'HADALY'... AMOR ARTIFICIAL, RADIO FUTURA

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"... hoy tenemos “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad”. Esa docilidad y esa cobardía que Agamben percibe está relacionada con los teléfonos móviles y con las tabletas a las que vive conectado un habitante común del siglo XXI...

parece que alguien se ha puesto a aplicar aquella máxima de divide y vencerás, o mejor: atomiza y tendrás una multitud de individuos solitarios, dóciles y cobardes"


MÁS DÓCILES Y MÁS COBARDES

El filósofo italiano Giorgio Agamben, en su inquietante ensayo titulado ¿Qué es un dispositivo?, llega a la conclusión de que hoy tenemos “el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad”. Esa docilidad y esa cobardía que Agamben percibe está relacionada con los teléfonos móviles y con las tabletas a las que vive conectado un habitante común del siglo XXI.

Pero estos aparatos electrónicos, que son el punto en el que termina el ensayo, no son más que la evolución de los dispositivos que han modelado el comportamiento y los destinos de la humanidad desde hace siglos. ¿Qué es un dispositivo? Agamben echa mano de las ideas de Michel Foucault, de Jean Hyppolite y de Hegel para establecer que el dispositivo es eso que tiene “la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes”, y esto incluye no solo las instituciones como la escuela, las fábricas, la religión, la constitución y el manicomio. También son dispositivos “la pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación, los ordenadores, los teléfonos móviles y —por qué no— el lenguaje mismo, que quizás es el más antiguo de los dispositivos”. En suma, Agamben divide al mundo en dos grandes clases: los seres vivientes y los dispositivos, que forman una intricada red que, inevitablemente, nos condiciona, nos hace pensar, reaccionar y conducirnos de una manera determinada, aun cuando nosotros estemos muy convencidos de nuestra originalidad.

el dispositivo es eso que tiene “la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes”

Pero el filósofo italiano termina su ensayo precisamente en cuanto aparecen el smartphone y la tableta, que han venido a revolucionar, y a multiplicar de manera masiva, esos dispositivos que nos han acompañado desde el principio de los tiempos, pues ninguno de estos, ni las fábricas ni los manicomios ni el cigarrillo ni la agricultura, han sido tan invasivos, ni han gozado de tanta impunidad como las tabletas y los teléfonos móviles, que son también, a su vez, dispositivos, y que invaden absolutamente todas las esferas que conforman la vida cotidiana de un individuo. Además, invaden, a diferencia de aquellos dispositivos altamente invasivos como la religión, o las dictaduras, o el capitalismo rampante, de manera rigurosamente personal, más bien de forma personalizada, en un permanente y muy íntimo tête à tête con el usuario de la tableta o el teléfono. Y no hay que dejar de lado otra diferencia con los dispositivos invasivos, la de que el usuario tiene en alta estima a su aparato electrónico, lo lleva a todos lados, no puede vivir sin él, lo ama y le preocupa que su aparato envejezca y caiga en desuso, le preocupa no estar al día, le agobia que su dispositivo no sea ventana suficiente para mirar, y empaparse, de todos esos millones de dispositivos que son las páginas web, las redes sociales, las aplicaciones que sistematizan y propagan los millones y millones de dispositivos que están ahí palpitando, a un solo clic de distancia, listos para que el usuario voraz los consuma, los digiera y, a la postre, se deje conformar por estos. Antes de los teléfonos móviles, y de los ordenadores, el individuo gobernaba mejor su relación con los dispositivos, tenía espacio para reflexionar, la información se administraba con una velocidad de escala humana; hoy la escala es la velocidad de la luz y en ese batiburrillo de pronto el planeta entero, como sucedió hace unos días, debate si el vestido que llevaba una señora a una boda era blanco y dorado, o azul y negro. ¿La discusión sobre el color del vestido era importante?, seguramente no, pero era la que con más fuerza entraba por los aparatos electrónicos y esto nos da una idea de la nueva jerarquía que establece el siglo XXI.

hemos abierto demasiadas puertas y la atención que requiere atenderlas a todas nos va condenando poco a poco a la individualidad

Tiene razón Giorgio Agamben cuando dice que nunca en la historia de la humanidad la sociedad ha sido tan dócil y tan cobarde, quizá porque nunca habíamos consumido tantos dispositivos, estamos permanente distraídos, con la atención puesta en demasiadas cosas simultáneamente y eso nos hace vulnerables, hemos abierto demasiadas puertas y la atención que requiere atenderlas a todas nos va condenando poco a poco a la individualidad, nos va convirtiendo en individuos que se bastan a sí mismos, que pueden prescindir, cada vez con más confort, de la vida en comunidad.

Los teléfonos y las tabletas, además de sus múltiples virtudes, también han conseguido atomizar a la sociedad y quizá por esto, porque estamos cada vez más solos somos hoy más dóciles y más cobardes. Y en esa rotunda soledad a la que nos invita la tableta, estamos expuestos permanentemente al discurso oficial de este milenio, que es el de la preocupación de los Estados por la salud de sus ciudadanos, y la preocupación de las familias por la salud de sus individuos; vivimos bombardeados por millones de dispositivos que nos hacen ver, con una insistencia francamente sospechosa, lo perjudicial que puede ser fumar, beber alcohol, consumir grasas saturadas, no hacer ejercicio; una batería de dispositivos del miedo al envenenamiento corporal, a la decadencia física, al peligro, que atemorizan al individuo y que, seguramente, tiene que ver con eso de que somos el grupo humano más dócil y más cobarde que ha producido la humanidad.

La calle está llena de gente que lleva cascos, cada vez más ostentosos...  aquí voy, en medio de la multitud, completamente solo

Observemos, desde nuestra individualidad atómica, lo que ya ha pasado, en este siglo que apenas comienza, con el acto de sentarse a mirar la televisión, que en el siglo XX sustituyó al acto colectivo de sentarse alrededor del fuego; el televisor estaba en el salón y la casa gravitaba entorno a él, como también pasaba con el tocadiscos: la tele y la música eran dos grandes pretextos para convivir con el otro. Hoy este paisaje doméstico ha sido erradicado, se ha atomizado, cada individuo mira lo que quiere en su tableta, en su habitación y en solitario y, el aparato de televisión, que se parece cada vez más a un monitor de ordenador, o a una pantalla de cine, subsiste gracias a las películas y a los partidos de fútbol, los dos espectáculos que son capaces, todavía, de congregar a un grupo de personas que atiende a una sola propuesta. Desde luego que la tableta tiene enormes ventajas sobre la televisión, no está sujeta a un horario, se puede hacer una pausa o repetir una escena, se pueden ver producciones de todo el mundo y puede evitarse la publicidad; pero estas contundentes ventajas solo lo serán de verdad si somos conscientes de lo que esa misma tableta nos ha arrebatado.

La imagen que ilustra de verdad la atomización que producen estos aparatos electrónicos, es la del individuo que escucha música enchufado a unos cascos. La calle está llena de gente que lleva cascos, cada vez más ostentosos, y que con frecuencia van cantando la canción que solo ellos oyen; van atendiendo parcialmente los accidentes del camino y transmitiendo a los que se topan con ellos, el mensaje que pretendo atrapar desde que comenzaron estas líneas: aquí voy, en medio de la multitud, completamente solo.


Pensemos en lo que era escuchar música en el siglo XX, era el acto colectivo por excelencia, se ponía un disco que oían los demás y la obra musical generaba una conversación, un intercambio de ideas, una convivencia, cosa que todavía puede hacerse hoy pero que ya ha caído en desuso, porque lo de hoy es lo atómico, el individuo solo con sus cascos. Y como complemento de esta nueva tendencia, también la música se ha atomizado, ya nadie escucha un disco completo, la música se vende por canciones, a pedazos. Pensando desde la paranoia, parece que alguien se ha puesto a aplicar aquella máxima de divide y vencerás, o mejor: atomiza y tendrás una multitud de individuos solitarios, dóciles y cobardes.

(Fuente: El País, 28-03-2015)


... Con agua pura brindaré
Por nuestro amor artificial


HADALY... AMOR ARTIFICIAL, RADIO FUTURA



LETRA:

HADALY

Miro una estrella lejana 

Y me pongo a pensar
Que al llegar a mí su luz 
Puede haberse apagado ya


Más tú estás aquí, Hadaly

Con tu frescura ideal


Hay en torno a ti un perfume 

De misterio 
Y tu voz entona un canto
Siempre nuevo


Me enloquece la insinuación

De tu gesto eléctrico
Y me abruma el roce exacto
De tu piel


Sabes como hacer soñary no me

Podrías traicionar jamás


Ven junto a mí, Hadaly

Con tu frescura ideal
Con agua pura brindaré

Por nuestro amor artificial


ARTÍCULOS RELACIONADOS:


("... el cerebro del hombre es originariamente un desván vacío, que uno deber ir llenando con los enseres que prefiera. El necio, le dice Holmes, mete en él todos los trastos que encuentra, de modo que los conocimientos que podrían serle útiles no disponen de lugar, mientras que en cambio el artesano habilidoso controla lo que introduce en su cerebro-desván")


("Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes, la va a contemplar el universo mundo... Todo esto recuerda a los niños pequeños que precisan la constante atención de la madre o el padre: “Mamá, mira lo que hago”... El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe... Esa inseguridad inicial solía pasarse... Ahora... las personas exigen contar con espectadores y espejos de todas sus actividades, hasta de las más vulgares")

("Hasta ahora el cerebro no ha tenido rival. Ni el corazón ni el sexo... hoy le ha salido un competidor, un cerebro nuevo que ya no es carbónico sino metálico... El iPhone es el nuevo centro de mando que obliga al viejo cerebro a pensar, sentir y comunicarse según los nuevos instintos informáticos. Lo que antes se llamaba el yo, ahora se llama el pin")

(“Cómo es posible que no haya una rebelión de los jóvenes contra aquellos que han inventado el futuro sin ellos... Las maquinitas han dejado fuera del empleo a millones de jóvenes en todo el mundo... miles de jóvenes están siendo sustituidos por voces que vienen de la nada... por qué los jóvenes españoles, que forman parte de la legión más grande de jóvenes desocupados de Europa, no se rebelan, no dicen algo en contra del mundo que los mantiene al margen?”
("... Estamos rodeados de niños que desde que nacieron, nos han visto vivir como robots... Somos una generación de idiotas, de teléfonos inteligentes y gente tonta...")
("Igual que los empleados de El círculo, vivimos cada vez más fiscalizados por los otros, ya no podemos perdernos ni desaparecer porque tantas ventanas al exterior transparentan nuestra casa, nos la han convertido en una casa de cristal... en este siglo desaparecer resulta casi imposible, a quién no abre la puerta o no contesta el teléfono, se le contacta por e-mail, o por SMS, por WhatsApp o Skype, o se irrumpe en mitad del salón o en la cama")
("En los whatsapps la rapidez en responder a las llamadas es más determinante que el contenido de los propios mensajes...  hoy los móviles se diseñan para poder expresar una idiotez cada día un segundo más rápido")
("... De pronto un día se sintió perseguido y acorralado en la red por una multitud de seguidores y amigos que trataban de devorarlo. Cortó por lo sano, arrojó el móvil a un pozo y comenzó a vivir por dentro como un hombre nuevo, no como un insecto capturado.")
("En la mutación continua que como especie estamos experimentando los humanos desde la aparición del teléfono móvil, ese aparato que acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca y que últimamente sirve incluso para hablar, el último escalón ya no es el selfie...")



'INFECCIÓN', por Manuel Vicent

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"A estas alturas, un ciudadano libre tiene la obligación de saber que votar a un Gobierno corrupto es un acto inmoral, que te hace cómplice de la corrupción... si de forma consciente votas a un político corrupto es porque tú en su caso harías exactamente lo mismo

Aunque los medios de información descubran y aireen cada día sus delitos de cohecho, malversaciones de caudales públicos y robos descarados... Los votas, pero tú eres un ciudadano honorable..."



INFECCIÓN

Existe una infección cerebral, que se llama ideología mórbida, mucho más contagiosa que la gripe del pollo o la enfermedad de las vacas locas, contra la que no existen vacunas. Uno de los síntomas de esta infección es una fiebre rara que te impide ver el lado sórdido de los políticos de tu partido. Aunque los medios de información descubran y aireen cada día sus delitos de cohecho, malversaciones de caudales públicos y robos descarados piensas que sus tropelías no te atañen. Los votas, pero tú eres un ciudadano honorable. Por mucho que los veas entrar y salir de los juzgados y de las cárceles, esa fiebre ideológica te obliga a creer que basta con el cabreo para sentirte a salvo del contagio. Los votas, pero tú eres un ciudadano incontaminado. La virulencia de esta infección cerebral te llevará a las urnas una vez más como un borrego y, pese a haberte desayunado a lo largo de una legislatura con los latrocinios evidentes de los políticos de tu partido, incluso celebrarás su triunfo si ganan las elecciones. Pero después de depositar el voto en su favor, aunque no lo notes, volverás a casa con el cerebro seriamente dañado. Los efectos de esa lesión son expansivos y envolventes, actúan como una lenta bajada de las defensas, de modo que sin darte cuenta irás perdiendo la autoestima y llegará un momento en que ya no podrás reaccionar contra cualquier clase de injusticia, hasta considerar muy natural que te roben a ti directamente. A estas alturas, un ciudadano libre tiene la obligación de saber que votar a un Gobierno corrupto es un acto inmoral, que te hace cómplice de la corrupción. Te creías vacunado contra esa basura, pero un día el espejo ante el cual tu rostro se refleja, puede que te dé un veredicto fatídico: si de forma consciente votas a un político corrupto es porque tú en su caso harías exactamente lo mismo.



(Fuente: El País, 29-03-2015)

ENTRADAS RELACIONADAS:


("... más allá de las apariencias encarnadas por los partidos políticos, ¿quién ha ganado las elecciones en Andalucía? ¿La banca, las compañías eléctricas, las grandes corporaciones gasísticas? Dicho de otro modo, y puesto que a estas elecciones, como a todas, el candidato era el dinero, ¿quién se ha llevado el gato al agua, el dinero grande o el pequeño? ¿Los que construyen la historia o quienes la sufrimos?")


("llevamos décadas viviendo una democracia secuestrada, un expolio organizado, un robo a mano armada;  y lo cierto es que ningún partido de los que ha gobernado ha puesto ningún tipo de cortafuego real a esto, ni ha favorecido la real separación de poderes, ni ha creado verdaderos controles (sino al contrario), ni ha castigado la corrupción y ni siquiera se ha preocupado un poco por la confusión entre lo público y lo privado...")


("La casa en llamas es ahora este Gobierno y este Parlamento servidos por un cúmulo de políticos mafiosos, estúpidos o mediocres; son las instituciones del Estado podridas hasta la raíz por la corrupción; es la propia asfixia ante el desplome de los valores morales o estéticos que a uno lo sustentaban... Sálvese quien pueda... Huye, amigo, dice Buda. Está ardiendo la casa")


("Una patria por la que muchos depositantes darían la vida. Y la dan, aunque no la suya, sino la de los otros: la de la gente en riesgo de exclusión, la de los niños hambrientos, la de las clases medias expulsadas a la mendicidad... A esa patria cautelosa, situada en el corazón de Ginebra... llegaban todos los días remesas ingentes de dinero extraídas de la extorsión, del robo, del fraude fiscal... de la venta de armas, del comercio de esclavos")






'PERCEBES O LECHUGAS O TABURETES', por Javier Marías / 'EL CONDE DE MONTECRISTO', de Alejandro Dumas

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"Alguien a quien no le gusta o no le interesa leer es alguien, por fuerza, a quien le trae sin cuidado saber por qué está en el mundo y por qué diablos hay mundo... A ese individuo no le provoca la menor curiosidad que exista el lenguaje y haya alcanzado una precisión y una sutileza tan extraordinarias como para poder nombrarlo todo...

Al que no le gusta o interesa leer jamás le llegará la emoción de enfrascarse en El Conde de Montecristo o en Historia de dos ciudades..."


PERCEBES O LECHUGAS O TABURETES

El titular no podía ser más triste para quienes pasamos ratos magníficos en esos establecimientos: “Cada día cierran dos librerías en España”. El reportaje de Winston Manrique incrementaba la desolación: en 2014 se abrieron 226, pero se cerraron 912, sobre todo de pequeño y mediano tamaño. Las ventas han descendido un 18% en tres años, pasándose de una facturación global de 870 millones a una de 707. La primera reacción, optimista por necesidad, es pensar que bueno, que quizá la gente compra los libros en las grandes superficies, o en formato electrónico, aunque aquí ya sabemos que los españoles son adictos a la piratería, es decir, al robo. Nadie que piratee contenidos culturales debería tener derecho a indignarse ni escandalizarse por el latrocinio a gran escala de políticos y empresarios. “¡Chorizos de mierda!”, exclaman muchos individuos al leer o ver las noticias, mientras con un dedo hacen clic para choricear su serie favorita, o una película, o una canción, o una novela. “Quiero leerla sin pagar un céntimo”, se dicen. O a veces ni eso: “Quiero tenerla, aunque no vaya a leerla; quiero tenerla sin soltar una perra: la cultura debería ser gratis”.
Pero el reportaje recordaba otro dato: el 55% no lee nunca o sólo a veces. Y un buen porcentaje de esa gente no buscaba pretextos (“Me falta tiempo”), sino que admitía con desparpajo: “No me gusta o no me interesa”. Alguien a quien no le gusta o no le interesa leer es alguien, por fuerza, a quien le trae sin cuidado saber por qué está en el mundo y por qué diablos hay mundo; por qué hay algo en vez de nada, que sería lo más lógico y sencillo; qué ha pasado en la tierra antes de que él llegara y qué puede pasar tras su desaparición; cómo es que él ha nacido mientras tantos otros no lo hicieron o se malograron antes de poder leer nada; por qué, si vive, ha de morir algún día; qué han creído los hombres que puede haber tras la muerte, si es que hay algo; cómo se formó el universo y por qué la raza humana ha perdurado pese a las guerras, hambrunas y plagas; por qué pensamos, por qué sentimos y somos capaces de analizar y describir esos sentimientos, en vez de limitarnos a experimentarlos.
Es sorprendente –y también muy deprimente– que un 55% de nuestros compatriotas estén dispuestos a pasar por la vida como si fueran percebes; o quizá ni eso: una lechuga; o ni siquiera: un taburete
A ese individuo no le provoca la menor curiosidad que exista el lenguaje y haya alcanzado una precisión y una sutileza tan extraordinarias como para poder nombrarlo todo, desde la pieza más minúscula de un instrumento hasta el más volátil estado de ánimo; tampoco que haya innumerables lenguas en lugar de una sola, común a todos, como sería también lo más lógico y sencillo; no le importa en absoluto la historia, es decir, por qué las cosas y los países son como son y no de otro modo; ni la ciencia, ni los descubrimientos, ni las exploraciones y la infinita variedad del planeta; no le interesa la geografía, ni siquiera saber dónde está cada continente; si es creyente, le trae al fresco enterarse de por qué cree en el dios en que cree, o por qué obedece determinadas leyes y mandamientos, y no otros distintos. Es un primitivo en todos los sentidos de la palabra: acepta estar en el mundo que le ha tocado en suerte como un animal –tipo gallina–, y pasar por la tierra como un leño, sin intentar comprender nada de nada. Come, juega y folla si puede, más o menos es todo.
Tal vez haya hoy muchas personas que crean que cualquier cosa la averiguarán en Internet, que ahí están los datos. Pero “ahí” están equivocados a menudo, y además sólo suele haber eso, datos someros y superficiales. Es en los libros donde los misterios se cuentan, se muestran, se explican en la medida de lo posible, donde uno los ve desarrollarse e iluminarse, se trate de un hallazgo científico, del curso de una batalla o de las especulaciones de las mentes más sabias. Es en ellos donde uno encuentra la prosa y el verso más elevados y perfeccionados, son ellos los que ayudan a comprender, o a vislumbrar lo incomprensible. Son los que permiten vivir lo que está sepultado por siglos, como La caída de Constantinopla 1453 del historiador Steven Runciman, que nos hace seguir con apasionamiento y zozobra unos hechos cuyo final ya conocemos y que además no nos conciernen. Y son los que nos dan a conocer no sólo lo que ha sucedido, sino también lo que no, que con frecuencia se nos aparece como más vívido y verdadero que lo acaecido. Al que no le gusta o interesa leer jamás le llegará la emoción de enfrascarse en El Conde de Montecristo o en Historia de dos ciudades, por mencionar dos obras que no serán las mejores, pero se cuentan entre las más absorbentes desde hace más de siglo y medio. Tampoco sabrá qué pensaron y dijeron Montaigne y Shakespeare, Platón y Proust, Eliot, Rilke y tantos otros. No sentirá ninguna curiosidad por tantos acontecimientos que la provocan en cuanto uno se entera de ellos, como los relatados por Simon Leys en Los náufragos del “Batavia”, allá en el lejanísimo 1629. De hecho ignora que casi todo resulta interesante y aun hipnotizante, cuando se sumerge uno en las páginas afortunadas. Es sorprendente –y también muy deprimente– que un 55% de nuestros compatriotas estén dispuestos a pasar por la vida como si fueran percebes; o quizá ni eso: una lechuga; o ni siquiera: un taburete.
(Fuente: El País Semanal, 29-03-2015)
PINCHAR EN LA IMAGEN PARA LEER 'EL CONDE DE MONTECRISTO', DE ALEJANDRO DUMAS

ENTRADAS RELACIONADAS:
("No sólo...  jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia... El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad... habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar... la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas... el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes"(R.Argullol) "... Ceñir las aspiraciones a una envoltura formada por libros..." (Belle and Sebastian)
("Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes, la va a contemplar el universo mundo... Todo esto recuerda a los niños pequeños que precisan la constante atención de la madre o el padre: “Mamá, mira lo que hago”... El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe... Esa inseguridad inicial solía pasarse... Ahora... las personas exigen contar con espectadores y espejos de todas sus actividades, hasta de las más vulgares")
("Mis alumnos no leen los periódicos. Ni en formato digital ni en papel. Las noticias llegan a ellos... solo cuando tienen carga emocional. Tampoco son tan distintos a gran parte de la sociedad donde triunfa el género de la emo-noticia: violencia, amenazas, sexo, rarezas y escándalos... El selfie es una gran metáfora de la vida actual. Ya no interesa lo que ocurre alrededor sino lo que nos ocurre a nosotros: a mí y a mis amigos, a mí y a mi grupo. Las segundas y terceras personas han desaparecido por ajenas, problemáticas, difíciles. Más allá del yo y del nosotros está el abismo"
("Los profesores nos quejamos sin cesar, y más ahora que Bolonia nos “obliga” a organizar seminarios y prácticas que suelen requerir lectura. No leen libros, no son capaces de seguir un artículo académico; por no leer muchos ni siquiera se acercan a una novela. Sin embargo, en secundaria y en bachillerato sí lo hacen: es obligatorio... Ahora pretendemos que los alumnos aprendan en cuatro meses lo que antes procesaban en ocho. La primera víctima de esta recorte fue la lectura sosegada, solitaria y fecunda de libros académicos")



'SEMANA DE PASIÓN', por Luis Enrique Ibáñez / 'MI PLEGARIA', DE BOTEV: ADAPTACIÓN MUSICAL DE PACO LUQUE

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"Porque no tenemos ni tiempo, ni ganas, de dedicar nuestras justas demandas a aquellos que ungen a papas, reyes y patriarcas... preferimos pedir nuestros ruegos, alzar nuestras plegarias, al Dios del Intelecto del que nos habla Botev...


Porque las falsas esperanzas volaron hace ya demasiado tiempo. Y de lo que se trata es de exigir justicia aquí y ahora. Y eso no lo regalan, eso hay que ganárselo"


Colas en un banco de alimentos,  Málaga, España (lavozdelmuro)

SEMANA DE PASIÓN

Sí, ya estamos en Semana Santa, otra vez. De nuevo se llenarán las calles de tantas gentes, de tantos símbolos, de tanto todo. Y se elevarán las plegarias, y se realizarán grandes penitencias y se orará, se rezará sin cesar... y serán buenos días para la hostelería. Se mezclarán, se abrazarán con gusto, el color negro de algunos trajes con el rubio amargo de la cerveza fresquita. 

Y nos acordaremos, con profundo respeto, de los que ya no están a nuestro lado, aquellos que convertían estos días en tiempos de recogimiento interior, de pensamiento vital, en horas intensas en las que también recordaban a los que ya no estaban a su lado, sí, estoy pensando en mi padre.

Y sin respeto alguno miraremos a los que emocionados lloran a Dios mientras dan la espalda a su vecino que cae, al que busca comida en el suelo, al que se tiró por el balcón...

Somos muchos los que ahora, prisioneros todos de una estafa asesina, preferimos pedir nuestros ruegos, alzar nuestras plegarias, al Dios del Intelecto del que nos habla Botev, al defensor de los caídos, al que viene vestido con los ropajes de la Razón, con la fuerza de la Inteligencia, con el deseo de la acción que protesta y señala, con el pensamiento que aprende a decir no, deseando que efectivamente, el día del Dios del intelectomuy prontosea festejado por todos los pueblos.

Porque no tenemos ni tiempo, ni ganas, de dedicar nuestras justas demandas a aquellos que ungen a papas, reyes y patriarcas


Mª Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría en el Vaticano (eldiario.es)

No podemos seguir esperando a ese Dios al que Dámaso Alonso gritaba "Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?".

Hablaremos al Dios de la Razón al que se dirige Botev para que la "voz no se desvanezca amortiguada en el baldío", para que "inspire a cada uno  amor por la libertad vivo, para que a muerte luche contra los adversarios de la vida".


Debatiremos con el Dios del Intelecto, para intentar comprender "cómo y por qué nos vimos en esta", para intentar conseguir que "el esclavo se levante rebelado".


No, ya no queremos hablar con quien "ha marcado con desdicha a nuestros hermanos hambrientos". Ya nos lo dejó avisado Blas de Otero, "estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte."¿Para qué insistir nosotros?


Hablemos con la razón, con el análisis, con la inteligencia, con el pensamiento activo que no nos permita aceptar, como vegetales, nuestra nueva condición de esclavos modernos.


Porque las falsas esperanzas volaron hace ya demasiado tiempo. Y de lo que se trata es de exigir justicia aquí y ahora. Y eso no lo regalan, eso hay que ganárselo.




El poema de Hristo Botev:

MI PLEGARIA


                    Bendito sea Dios nuestro...


¡Oh, mi Dios, Dios justo!
No tú, que estás en el cielo,
sino tú, en mí, en uno,
en mi corazón y alma...

¡No tú, a quien le rezan
los santones y los popes
y a quien queman velas
los ortodoxos capirotes;

no tú, quien has creado
al varón y la mujer del barro
y al hombre has dejado
ser esclavo en la tierra;

no tú, quien has ungido
a papas, reyes, patriarcas,
y marcado con desdicha
a mis hermanos hambrientos;

no tú, quien al esclavo dictas
rezar, someterse,
y le nutres hasta la tumba
con falsas esperanzas;

Sino tú, Dios del intelecto,
defensor de los caídos,
cuyo día los pueblos
festejarán ya muy pronto.

Inspira a cada uno
amor por la libertad vivo,
para que a muerte luche
contra los adversarios de la vida.

Afianza y mi mano...
Y cuando el esclavo se levante rebelado
que yo y mi tumba halle
en el campo de batalla.

No dejes que se enfríe
el corazón fiero en tierras ajenas
y mi voz se desvanezca
amortiguada en el baldío...


('Hristo Botev. Poesía'. Selección, traducción y prólogo de Zhivka Baltadzhieva. Editorial Amargord)





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("Hoy, en la España del siglo XXI, no hace faltan muchas lupas para encontrar desgracias sociales que pisotean a cada paso nuestra conciencia. Ni tampoco para poner rostros y nombres a tantas hombres de fama y poder que se llaman a sí mismos 'patriotas'. Patriotas que dan la espalda a tantas tragedias sociales, porque, quizá, precisamente de ellas viven")



(... Porque hablar, escribir, también es mirar con los ojos bien abiertos y comprender qué está ocurriendo. A esa mirada viene ahora Botev a llamarnos... "¿Oyes cómo los pobres imploran?... Entona, tú, una canción como esta, cántame, joven, las penas, canta cómo vende hermano a su hermano, cómo sucumben juventud y firmeza, cómo llora la huérfana viuda, cómo sufren los niños sin techo!")



(... Y es entonces cuando permito, invadido, que esos versos retumben en mi cabeza, tamboreen mi ánimo, me abracen mientras me hablan, me den palmadas, no permitiendo que rehuya la urgente conversación... "Así legisló la manada de lobos con piel de cordero para colocar la piedra eterna de la santa mentira y la mente humana tener para siempre encadenada... Calla y reza cuando te pegan")


'ELEGÍA' Y 'EL PATRIOTA', DEL LIBRO RECOMENDADO 'HRISTO BOTEV, POESÍA'

("... es la acción la que emerge espoleada, la que nos llama a través de la palabra poética para sacudirnos la pereza, para abandonar la sumisión, para querer sentirnos vivos, para que podamos creer que sí, que  somos nosotros los únicos protagonistas de nuestro destino..." Dime, oh, dime, pobre pueblo, ¿quién te mece en esta cuna, en la cuna maldita de eterno esclavo?)

´'EL DÍA DE SAN JORGE' / 'MI PLEGARIA', DOS POEMAS DE HRISTO BOTEV

("Así balaba tras el pastor / el rebaño de ovejas dóciles, mansas, mientras su rey, feliz imbécil, / como todos los reyes de este mundo, / con el lindo cayado les conducía... igual que a ti, tributo te cobra el rey, pobre pueblo, / para sus harenes abominables..." "...no tú, quien al esclavo dictas rezar, someterse...")






'VISTO UNO, VISTOS TODOS', por Manuel Cruz (catedrático de Filosofía Contemporánea) / 'LAS 10 ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN DE MASAS', NOAM CHOMSKY

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"No deja de ser significativo (y preocupante) que en nuestros días empiecen a parecerse tanto... personas con estudios superiores y personas que apenas han superado los niveles educativos más básicos... 

Pensemos, sin ir más lejos, en la forma en la que tiende a plantearse hoy eso que antes se denominaba proceso educativo. Ha pasado a ser considerado como una antigualla completamente obsoleta sostener que, en su conjunto, dicho proceso debería ser pensado en términos de formación integral del ciudadano o cosa semejante"


VISTO UNO, VISTOS TODOS

No me quedó otro remedio que enterarme porque lo proclamaba a voz en grito desde la mesa de al lado. La muchacha, que, a la vista de sus modales, su manera de hablar y su forma de vestir parecía pertenecer a una clase social acomodada, intentaba disuadir de su idea de llevar a cabo un crucero por los fiordos noruegos como viaje de novios a una de las amigas con las que compartía mesa. Ella, explicaba, ya había hecho tiempo atrás ese mismo crucero con su familia y había regresado decepcionada. El motivo de su decepción no podía ser más concluyente: “Visto uno, vistos todos”, sentenciaba a modo de resumen de su aburrida experiencia.

La sentencia de la chica me recordó la de aquel fontanero que apareció un día por casa para arreglar un escape y que, al comentarle yo que le había llamado con urgencia porque estaba a punto de salir de viaje hacia Roma, me hizo saber que él no conocía la ciudad, pero que ello era debido a que, afirmó textualmente, “a mí Roma no me llama”. Supongo que he asociado las dos situaciones porque en ambas sus protagonistas se movían con análogo desparpajo, con una similar seguridad. Sin embargo, vale la pena constatar una importante diferencia entre ellos. El fontanero era, de manera manifiesta, un hombre de escasos estudios, mientras que mi vecina de mesa con toda probabilidad había cursado alguna carrera universitaria. Sin embargo, sus afirmaciones resultaban perfectamente intercambiables: “Los fiordos no me llaman”, podía haber dicho él; “¿ciudades con monumentos? Vista una, vistas todas”, podía haber declarado ella.

No deja de ser significativo (y preocupante) que en nuestros días empiecen a parecerse tanto, a reaccionar de maneras tan intercambiables, personas con estudios superiores y personas que apenas han superado los niveles educativos más básicos. Probablemente la semejanza sea el resultado de la generalización de un modelo de lo que debe ser la educación y del valor de la cultura que ha terminado por convertirse en el nuevo sentido común dominante.

Pensemos, sin ir más lejos, en la forma en la que tiende a plantearse hoy eso que antes se denominaba proceso educativo. Ha pasado a ser considerado como una antigualla completamente obsoleta sostener que, en su conjunto, dicho proceso debería ser pensado en términos de formación integral del ciudadano o cosa semejante. Frente a tamaño anacronismo, se nos repite hoy por todas partes —de hecho, se han incorporado al coro de los repetidores incluso nuestras propias autoridades ministeriales—, se trata de plantearlo como una gran formación profesional destinada a preparar a los individuos para una más eficaz inserción en el mercado de trabajo. El nuevo planteamiento tiene sus efectos sobre la vida de los individuos, entre otras cosas porque, en este nuevo diseño, el criterio para valorar el éxito personal ha pasado a ser no solo haber alcanzado el objetivo de la inserción, sino, de acuerdo con la misma lógica economicista, haberlo hecho en las mejores condiciones, esto es, obteniendo el máximo rendimiento económico, lo que equivale a decir ganando el máximo dinero.

Desde esta perspectiva, se entenderá un fenómeno muy característico de nuestro tiempo, y es que los ignorantes anden crecidos. Si antaño se avergonzaban de su ignorancia, ahora es frecuente que saquen pecho e incluso alardeen de lo que han conseguido sin saber apenas. Y es que, en efecto, no sostiene nada que contravenga este discurso, hoy hegemónico, quien hace ostentación de haber obtenido el mismo resultado —el único que se declara importante: el enriquecimiento, a ser posible rápido— por otras vías, sin necesidad de haber seguido el recorrido convencional del estudio y la preparación académica. De ahí la llamativa seguridad con la que determinados personajillos de celebridad efímera hacen en público (preferiblemente, en televisión) un reconocimiento explícito, carente de toda pesadumbre, de su completa ignorancia. Se trata de una seguridad de idéntica matriz, en el fondo, que la de la muchacha o el fontanero de las anécdotas iniciales.


Llegados a este punto, cabe preguntarse: al margen de que, por las razones indicadas, los ignorantes actuales (ignorantes posmodernos, podríamos denominarlos) se hayan sentido liberados del superyó tutelar tradicional, según el cual era necesario tener cultura (o, en su defecto, aparentarla) si se aspiraba a alguna forma de prestigio social. ¿En qué se funda esa llamativa seguridad de la que aquéllos han pasado a hacer gala?

Conviene plantear una primera observación. Probablemente el hecho de que la seguridad del ignorante nos llame tanto la atención revele un error de interpretación por nuestra parte. Un error consistente en dar por descontado que el tipo de personaje que estamos diseccionando debería experimentar algo parecido al horror vacui por el hecho de no saber, cuando, en realidad, el ignorante consecuente es aquel que no sabe que no sabe; entre otras razones, porque ese profundo vacío que le constituye está ocupado por un espeso engrudo, por una densa y turbia papilla de tópicos, banalidades, convencimientos sin el menor fundamento y otros materiales de desecho.

De lo que se desprende que el planteamiento precedente necesitaría ser reformulado, incorporando un matiz sustancial. El problema de nuestros ignorantes de hoy (en otros aspectos, idénticos a los de siempre, claro está) no es tanto que no se den cuenta de la cantidad de información y conocimientos de los que no disponen, como que se les escapa el valor de los mismos; o, tal vez mejor, que atribuyen un valor por completo equivocado tanto a lo que ignoran como a lo que creen saber. No solo porque consideren que esto último se encuentra en idéntico plano que lo que desconocen y, más en concreto, con la cultura en el sentido más clásico, sino porque atribuyen rasgos equivocados a ambas esferas.


Así, sigue siendo, por desgracia, muy frecuente que estos ignorantes consideren que la persona culta, ilustrada, leída o refinada es alguien que verdaderamente no está en el mundo, sino, en el mejor de los casos, en su mundo. Mientras que ellos, por lo que respecta a sí mismos, están persuadidos de pisar con los pies en el suelo y enterarse efectivamente de lo que pasa, en su más concreta y tangible materialidad. Sin embargo, repárese en que los protagonistas de nuestras anécdotas iniciales testimonian exactamente lo contrario. Para ellos lo real desfila ante sus ojos plano, monótono, perfectamente inerte e insustancial. La relación de sus desdenes podría prolongarse casi hasta el infinito. En el ámbito de la cultura sin duda dirían: “Visto un museo [a fin de cuentas, un conjunto de salas llenas de obras de arte], vistos todos”, “escuchado un concierto de música clásica, escuchados todos”, etcétera. Y si se prefiere pasar a los registros por los que empezaba este artículo, a buen seguro afirmarían: “Vista una playa, vistas todas”, “vista una selva, vistas todas”, etcétera. Y así, en todos los planos.

Su realidad, esa respecto de la cual tanta ostentación hacen de mantener una relación sólida y privilegiada, es una realidad plana, sin fondo, carente de toda profundidad o densidad. Lo que nos permite señalar la segunda parte de su error, la inadecuada valoración que llevan a cabo de cuanto ignoran. Porque existe otra realidad o, mejor dicho, lo real es mucho más rico de lo que estos ignorantes alcanzan a vislumbrar. Pero para acceder a dicha riqueza se requieren determinadas herramientas y destrezas, que son las que, precisamente, proporciona ese tesoro heredado que denominamos cultura.


Las cosas son, pues, exactamente al revés de como las planteaba el tópico aludido en el párrafo anterior. No es cierto que la persona culta, en sus ensoñaciones espiritualistas, vea lo que no hay. Lo cierto es justo lo contrario: que la persona inculta, ignorante, no ve lo que hay. Así, por no abandonar los ejemplos citados, la belleza —la del mundo y la del alma— pasa por delante de sus ojos constantemente sin que sea capaz de percibirla. O si prefieren decirlo con diferentes palabras: la persona culta no solo dispone de un mundo interior más rico, sino que penetra en el interior del mundo. De la otra persona, hemos dicho antes que no sabe que no sabe, lo que significa, en resumidas cuentas y a la luz de todo lo que hemos planteado a continuación, que lo que de veras no sabe es lo que se pierde.

(Fuente: El País, 30-03-2015)




LUIS CERNUDA REVOLUCIONARIO: 'LOS QUE SE INCORPORAN' / 'VIENTRES SENTADOS'

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¿Y qué escribiría Cernuda de la España de hoy?

"... lo que ven los ojos son canalladas y, en todo lugar, indignantes desigualdades en las que siempre resulta favorecido el estúpido... Es necesario acabar, destruir la sociedad caduca en que la vida actual se debate aprisionada. Esta sociedad chupa, agosta, destruye las energías jóvenes...

Sonreís rasgando maliciosamente la hedionda boca 

Y desde allí emitís como el antiguo oráculo 
Henchidas necedades... La verdad está en lucha y en ella os aguardamos"




LOS QUE SE INCORPORAN

Llega la vida a un momento en que los juguetes individualistas se quiebran en las manos. La vista busca en torno, no tanto para explicarse la desdicha como para seguir con nueva fuerza el destino. Mas lo que ven los ojos son canalladas y, en todo lugar, indignantes desigualdades en las que siempre resulta favorecido el estúpido. Se queda, pues, en peor situación de espíritu. Este mundo absurdo que contemplamos es un cadáver en cuyos miembros remueven a escondidas los que aún confían en nutrirse con aquella descomposición. Es necesario, es nuestro máximo deber enterrar tal carroña. Es necesario acabar, destruir la sociedad caduca en que la vida actual se debate aprisionada. Esta sociedad chupa, agosta, destruye las energías jóvenes que ahora surgen a la luz. Debe dársele muerte; debe destruírsela antes de que ella destruya tales energías y, con ellas, la vida misma. La vida se salvará así.

('Octubre, artistas y escritores revolucionarios', revista fundada por Rafael Alberti, número 4-5, octubre-noviembre de 1933)


VIENTRES SENTADOS

Con satisfacción
Como quienes saben
Como quienes tienen en su puño la verdad
Bien apresada para que no escape
Y con orgullo
Como vigilantes de vosotros mismos
Domináis a lo largo a lo ancho de la tierra
Vosotros vientres sentados.
No hay gas
No hay plomo
Que tanto levante que tanto lastre proporcione
Como vuestra seguridad deletérea
Esa seguridad de sentir vuestro saco
Bien resguardado por vuestro trasero.
Miráis a un lado y a otro
Sonreís rasgando maliciosamente la hedionda boca
Y desde allí emitís como el antiguo oráculo
Henchidas necedades
Dictámenes que se escurren entre las rendijas como ratas
Alabo el pie vigoroso
El pie juvenil y vigoroso
Que derrumbará bien pronto
Ese saco henchido de fango de maldad de injusticia
Arrastrando consigo vuestro trasero y vientre
Vuestra triste persona que mancha el aire
El aire limpio y justo
Donde hoy nos levantamos
Contra vosotros todos
Contra vuestra moral contra vuestras leyes
Contra vuestra sociedad contra vuestro dios
Contra vosotros mismos vientres sentados
Con una firme espiga
A quien su propia fuerza empuja desde la tierra
Para que se abra al sol
Para que dé su fruto
Fruto de odio y de alegría
Fruto de lucha y de reposo.
La verdad está en lucha y en ella os aguardamos
Vientres sentados
Vientres tendidos
Vientres muertos.



('Octubre', abril de 1934)







'EL CALIFATO Y LA INQUISICIÓN', por Luis Goytisolo / 'HISTORIA DE UN FUGITIVO', de M. Servet (fragmento)

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"Fue una comparación poco afortunada por parte de Obama... mucho más acertado hubiera estado Obama al relacionar la muerte del piloto jordano con los linchamientos por motivos raciales propios de su país, algo mucho más próximo así en el tiempo como en el espacio, y a los que Hollywood ha popularizado en diversas películas...

Sí, tomar distancias como remedio. Y ese factor irritativo que resulta de la proximidad se esfuma. Por suerte. Vamos, o por desgracia"

Miguel Servet fue quemado vivo, junto a sus libros, el 27 de octubre de 1553, en Champet, extramuros de Ginebra, Suiza. Había sido condenado por la Inquisición

EL CALIFATO Y LA INQUISICIÓN

Fue una comparación poco afortunada por parte de Obama. Y es que realmente no es posible remitir las ejecuciones del Califato, la imagen del desdichado piloto jordano en llamas, a las hogueras de la Inquisición española. Y no porque esas hogueras no hayan existido sino porque, exactamente igual que en Valladolid o Sevilla, otras hogueras iluminaban las plazas públicas de cualquier ciudad alemana, francesa, italiana o inglesa, o de cualquier otro rincón de Europa. Ciudad o simple comunidad rural, como sucedía —especialmente en Inglaterra— con las brujas. Si Obama, hubiera leído, por ejemplo, Opus Nigrum,posiblemente la mejor novela de Marguerite Yourcenar, se hubiera hecho una idea de lo que era moneda corriente en las ciudades alemanas con una población enfrentada por motivos religiosos. O en la Francia de la Ilustración, donde se podía acabar en la hoguera rodeado de público y de balcones atestados, por el mero hecho de ser sorprendido llevando un libro prohibido. Algo que sabían de sobra un Voltaire —por lo que evitaba vivir en Francia— o un Rousseau, consciente éste, por otra parte, de que su Ginebra natal no era un lugar mucho más seguro. Allí precisamente ardió Miguel Servet, en Ginebra y no en España, su país de origen. Como Savonarola o Giordano Bruno en Italia; algo que le podría haber sucedido también a Dante de no haber puesto tierra de por medio respecto a su Florencia natal. No, las hogueras no fueron precisamente una peculiaridad española. Para el caso, mucho más acertado hubiera estado Obama al relacionar la muerte del piloto jordano con los linchamientos por motivos raciales propios de su país, algo mucho más próximo así en el tiempo como en el espacio, y a los que Hollywood ha popularizado en diversas películas.
Claro que la idea de que la Inquisición y sus hogueras eran una característica poco menos que exclusiva de España no corresponde a una impresión personal de Obama, sino a una creencia ampliamente extendida por el mundo entero. Y lo que es peor: al hablar del mundo entero hay que incluir a España, es decir, a los españoles, que en su gran mayoría dan por buena dicha exclusividad. Sí, la dan por buena pese a los esfuerzos de numerosos historiadores tanto nacionales como extranjeros —especialmente, ingleses y franceses— que, desde diversos puntos de vista, se han esforzado en disipar el equívoco. Esto es: si se tiene tan claro todo lo que se refiere a la actividad de la Inquisición española es por su carácter impecablemente burocrático, puesto que cuando se quemaba o descuartizaba a alguien, todo quedaba registrado, documentado, tanto el dato en sí como las razones que lo suscitaron. Una burocracia inexistente en otros lugares, donde el resplandor de las hogueras caía de inmediato en el olvido.
Las leyendas negras son así: se destacan los aspectos más negativos de una realidad determinada, ajena a la propia, mientras se pasa por alto los positivos —si es que los hay— y, sobre todo, se silencia en lo posible el hecho de que tales aspectos negativos se dan asimismo en la realidad a la que uno pertenece
En España, en cambio, ese rigor burocrático se extendía a todos los órdenes de la vida, desde la meticulosidad con que, al recoger los ocho apellidos de cada ciudadano se garantizaba el que una parte de la población pudiese alardear de su pureza de sangre, al sinnúmero de datos concretos relativos a la expansión de los virreinatos americanos recogidos en el Archivo de Indias, sin equivalente en la expansión colonial de otros países. Y uno de sus aspectos principales era el referido al funcionamiento de la Justicia. Colón, sin ir más lejos, tuvo problemas por haber esclavizado a los habitantes del Nuevo Mundo. O el caso de Elcano, que también tuvo sus problemas debido a que el peso de las especias que trajo consigo al completar la vuelta al mundo no se correspondía con el inicialmente declarado; la cuestión sólo quedó zanjada al caer en la cuenta de que tal pérdida de peso era debida a que dichas especias se habían secado en el curso del viaje.
Las leyendas negras son así: se destacan los aspectos más negativos de una realidad determinada, ajena a la propia, mientras se pasa por alto los positivos —si es que los hay— y, sobre todo, se silencia en lo posible el hecho de que tales aspectos negativos se dan asimismo en la realidad a la que uno pertenece. Vamos, pura propaganda. Y es que toda leyenda negra es fundamentalmente eso: propaganda. Propaganda contra todo país que amenaza con alcanzar una posición hegemónica. De ahí que, en el caso de España, el principal objetivo fueran sus mejores representantes de tal tendencia hegemónica, reyes como Isabel y Fernando, como Felipe II. Toda una revisión de la Historia aposteriori. Porque en tiempos de Felipe II, por ejemplo, cuando era esposo de Catalina Tudor, la imagen que de los españoles se tenía en Inglaterra era la de gente seria, austera y reservada, en consonancia con su afición a vestir de negro. Una imagen que contrastaba con la propia, un pueblo más bien dado a la improvisación y la buena vida.
Ahora bien: lo peor de las leyendas negras no es que se conviertan en poco menos que en artículo de fe ampliamente extendido, sino que sus víctimas, es decir, el pueblo directamente afectado, terminen interiorizándola, dándola por buena, lo que les sitúa en un plano inferior al de la realidad circundante. Ni más ni menos que lo que le sucedió a España a lo largo de unos doscientos años, al entrar en una fase de depresión colectiva tras la pérdida de toda influencia en la Europa de finales del XVII, postración moral de la que sólo empezó a salir a finales del XIX, con la Generación del 98. Perduraron —y aún perduran— eso sí, algunos tópicos y prejuicios, como el hecho de que en ocasiones se siga dando por bueno ante el turista, el extranjero, que somos un pueblo más dado a la fiesta y a la siesta que al pensamiento, al simple hecho de pensar.
No hay país que no cargue con un tópico a ojos de sus vecinos: los ingleses y la hipocresía, los franceses por jactanciosos, los alemanes por su cabeza cuadrada, los italianos por fantasiosos, y así siguiendo. Tópicos anodinos en la medida en que no han sido interiorizados, aceptados como rasgo característico por los pueblos a los que les son atribuidos. Pero la falta de autoestima propia de España facilita el que aquí, en cambio —con ayuda de determinados productos cinematográficos y televisivos— sean aceptados sin rechistar por una buena parte de la población. Una actitud muy propia de un país que pasa con la mayor soltura del “¡España no hay más que una!” —en especial cuando se gana algún encuentro internacional de fútbol— al “Este país no tiene remedio”, ante algún tipo de contrariedad, sea individual o colectiva. Una bipolaridad que pasa del triunfalismo al derrotismo sin transición alguna y que conduce, por ejemplo, a hacer extensiva la propia ignorancia —en todas partes hay gente ignorante— a la comunidad, al país entero, convirtiéndola en un rasgo distintivo nacional.
Pondré dos ejemplos. El del jardinero de un hotel en animada cháchara con un joven matrimonio alemán que se expresaba en un perfecto español, al que se dirigía comiéndose de vez en cuando las palabras y utilizando los verbos en infinitivo, como si el extranjero fuera él; a unos metros, los hijos del matrimonio, jugando animadamente. “¡Qué niños tan inteligentes!”, dijo el jardinero, “tan pequeños y ya hablan alemán”.
El otro se refiere a las aceras de Madrid, perfecto ejemplo de la dejadez e improvisación que, a consecuencia de esa autoconvicción a la que acabo de referirme, es para muchos uno de nuestros principales rasgos distintivos. Se trata de unas aceras tan caras y pretenciosas en su diseño como mal acabadas y peor mantenidas. En ninguna otra ciudad del mundo me he encontrado de bruces en el suelo —afortunadamente sin mayores consecuencias— por no andar mirando dónde ponía los pies, atento a las irregularidades y trampas del pavimento.

El caso es que si por una parte resulta irritante comprobar que en el ancho mundo siguen aún vigentes algunos de los tópicos establecidos sobre España, no menos irritante resulta comprobar que, interiorizado el tópico, la realidad cotidiana española siga en parte asumiéndolo como propio. Ante tal panorama, lo mejor es tomar distancias. Cuanto más lejos, menos importancia le damos a todo eso. Recuerdo el sosiego con que, en el curso de un viaje, mientras desayunaba tranquilamente en Macasar, la capital de Isla Célebes, recibí una llamada telefónica en la que, entre otras cosas, se me puso al corriente de algún embrollo de la política española. Todo lo veía objetivado, integrado en los avatares del ancho mundo; mi realidad inmediata era otra. Sí, tomar distancias como remedio. Y ese factor irritativo que resulta de la proximidad se esfuma. Por suerte. Vamos, o por desgracia.
(Fuente: El País, 03-04-2015)

HISTORIA DE UN FUGITIVO (fragmento)
Por entre las brumas de la memoria, cada vez más tambaleante, me llega a ratos la luz de mi pueblo, Villanueva. Percibo la luminosidad especial de un cielo plano y límpido en los veranos y el olor a mieses, que llenaron mis sentidos para siempre, y que atesoro en el origen de mis recuerdos, desde que jugaba con otros niños por las calles y campos del sitio donde abrí por primera vez los ojos.
(Fuente: epdlp)




Ejemplo de Carta al Director: 'INTELECTUALES Y POLÍTICA', por Jesús Allende / 'AL PRÍNCIPE', de P.P. Pasolini

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"La solución no es esgrimir personas como quien agita banderas. Sería mejor que los políticos utilizasen como guía de actuación esos ámbitos del pensar y del actuar (entre ellos, el razonamiento lógico y el compromiso ético) que deben estar en la base del quehacer intelectual"

"... por culpa también de este nuestro mundo  humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz"


INTELECTUALES Y POLÍTICA

Probablemente fue Platón el primer intelectual que sufrió en carne propia la imposibilidad de que un filósofo participase en tareas de gobierno. Su tormentosa relación con los tiranos de Siracusa así lo atestigua. Veinticinco siglos después, las cosas no han cambiado significativamente. Con la designación de intelectuales como candidatos, los partidos políticos quizás intentan dotarse de aquella aureola de pensamiento que alguna vez tuvieron y ahora han perdido. Pero los vaivenes políticos están hoy condicionados más por motivos económicos que por fuerzas ideológicas, y un intelectual tiene que abandonar tal condición para convertirse en político. La solución no es esgrimir personas como quien agita banderas. Sería mejor que los políticos utilizasen como guía de actuación esos ámbitos del pensar y del actuar (entre ellos, el razonamiento lógico y el compromiso ético) que deben estar en la base del quehacer intelectual.

(Fuente: babelia.com)

Pier Paolo Pasolini

Al príncipe

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida...
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.
(De "La religión de mi tiempo" 1961
Versión de Delfina Muschietti)








'DONDE PONGO LA VIDA, PONGO EL FUEGO', de Ángel González, adaptación musical, Miguel Poveda

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... Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego

vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.

Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego...



... Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte






EL SONETO DE ÁNGEL GONZÁLEZ: 'DONDE PONGO LA VIDA, PONGO EL FUEGO'

Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, tengo la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego

lo que me queda; un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.
Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte.





MÁS DE ÁNGEL GONZÁLEZ EN ESTE SITIO:






("La canción huye, / borracha y sollozante, / hacia la calle, / donde el duro reflejo de unos vidrios helados / la rechaza y la triza contra el suelo")


("... El artista, extrañado, / agitó su instrumento, / y cayó al suelo, yerta, rota,/ una brillante y negra golondrina")






'A LOS ECONOMISTAS NADIE LES PIDE CUENTAS', por Rosa Paz / 'LA ECONOMÍA ES UNA CIENCIA', de Juan Gelman

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"... con la economía de buena parte del mundo en el abismo, fueron esos mismos economistas los que prescribieron la medicina -y las dosis en que había que aplicarla- a los países que habían caído como fichas de dominó...

no hay noticia de que alguno de ellos dimitiera o fuera suspendido de empleo y sueldo después de confesar sus errores "de cálculo"... a los economistas nadie les pide cuentas"(Rosa Paz)

" En el decenio que siguió a la crisis
se notó la declinación del coeficiente de ternura..."
(Juan Gelman)




A LOS ECONOMISTAS NADIE LES PIDE CUENTAS

Hubo un momento, al principio de esta larga crisis, en que parecía que los economistas en general se habían escondido en sus cuarteles de invierno, no fuera a ser que alguien les pidiera responsabilidades por haber sido incapaces de predecir -muchos de ellos se ganan muy bien la vida precisamente haciendo predicciones- la catástrofe que se avecinaba. Pero no. Con las recetas de algunos de los más encumbrados gurús del neoliberalismo económico se había fomentado la burbuja financiera que estalló con la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers. Y ya con la economía de buena parte del mundo en el abismo, fueron esos mismos economistas los que prescribieron la medicina -y las dosis en que había que aplicarla- a los países que habían caído como fichas de dominó por efecto de la onda expansiva de la explosión del mercado financiero ultradesregulado.
Vale que las decisiones las adoptaron y las adoptan los políticos y que son ellos los que están padeciendo la desconfianza y el desafecto de los ciudadanos afectados por el paro, el empobrecimiento y el recorte de derechos sociales que han deparado sus medidas. Pero no deja de ser sorprendente que ese desprestigio no haya afectado ni una pizca a los ideólogos de la economía liberal, cuando siete años después de que esto se viniera abajo no se vislumbra más que una pequeña remontada macroeconómica sin recuperación del empleo, los salarios y los derechos laborales y sociales.
Es paradójico que no les afecte el cabreo ciudadano cuando hasta los economistas del FMI, donde se supone que trabajan algunos de los más reconocidos, entonaron hace ya meses una especie de mea culpa al admitir que no habían calibrado el sufrimiento extremo que sus recetas de austeridad estaban produciendo entre los ciudadanos de los países intervenidos del sur de Europa. Grecia en particular. Claro que no hay noticia de que alguno de ellos dimitiera o fuera suspendido de empleo y sueldo después de confesar sus errores "de cálculo".
En fin, que esos economistas jefes de los organismos internacionales, de las mejores universidades y de los principales gobiernos ni acertaron antes de la crisis, ni la supieron prever, ni están acertando con las políticas que recomiendan para salir de ella. Sin embargo, aquí algunos políticos, unos calcinados y otros de los que llegan frescos al relevo, han decidido poner un economista de renombre internacional a su lado para tratar de mejorar su credibilidad electoral. Ciudadanos fichó a Luis Garicano de la London School of Economist y eso parece que fue clave para el súbito ascenso de la formación en las encuestas y en las elecciones andaluzas. Ahora Esperanza Aguirre, que no puede ser menos, ha anunciado el fichaje del ultraliberal Daniel Lacalle, un reputado gestor de fondos, para su equipo electoral. Se ve que a los economistas nadie les pide cuentas.
(Fuente: eldiario.es)
LA ECONOMÍA ES UNA CIENCIA

" En el decenio que siguió a la crisis
se notó la declinación del coeficiente de ternura
en todos los países considerados
o sea
tu país
mí país
los países que crecían entre tu alma y mi alma de repente
duraban un instante y antes de irse
o desaparecer
dejaban caer sábanas llenas de nuestros sexos que salían volando alrededor como perdices
quiere decir que cada vez que hicimos el amor dejábamos nuestros sexos allí?
y ellos seguían vivitos y coleando como perdices suavísimas?
qué raro
mirá que lavábamos las sábanas con subordinación y valor
para que los jugos de la noche pasada no inauguraran el pasado
y ningún pasado pusiera una oficina entre nosotros para ordenarnos el hoy
porque el alma amorosa es desordenada y perfecta
tiene mucha limpieza y lindura
se necesita todo un Dios para encerrarla
como le pasó a don francisco
que así pudo cruzar la agua fría de la muerte
es bien raro eso de nuestros sexos volando
pero recuerdo ahora que cada vez que yo entraba en tu sexo
y me bañaban tus espumas purísimas con impaciencia
y dulzura y valor
me parecía oir un pajarerío en el bosque de vos
como amor encendiendo otro amor
o más, es cierto que cada vez nuestros sexos resucitaban
y se ponían a dar vueltas entre ellos
como maripositas encandiladas por el fuego
y se querían morir de nuevo buscando incesantemente la libertad
y había un país entre la vida y la muerte
donde todo era consolación y hermosura
y no poseíamos nuestro corazón
y nuestros sexos se perdían como almas en la noche
y nunca más los volvíamos a ver
para entender
estudio los índices de la tasa de inversióún bruta
los índices de la productividad marginal de las inversiones
los índices de crecimiento del producto amoroso
otros índices que es aburrido hablar aquí
y no entiendo nada
la economía es bien curiosa
al pequeño ahorrista del alma lo engañan en wall street
los sueldos de la ternura son bajos
subsiste la injusticia en el mercado mundial del amor
el aprendiz está rodeado de nubes que parecen elefantes
eso no le da dicha ni desdicha
en medio de las razones
las redenciones
las resurrecciones
se lleva el alma a la nariz para sentir tus perjúmenes
estoy viendo volar los pajaritos que te salían del sexo
mejor dicho
de más allá todavía
de todo lo que valías
o brillabas
o eras
y dabas como jugos de la noche."
(Fuente: los-poetas.com)



'LOS ERRORES QUE SE RECONOCEN EN SUBJUNTIVO', por Alex Grijelmo

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"La irrealidad engloba la incertidumbre, la conjetura, la posibilidad, las emociones y las obligaciones (sobre todo si no se han cumplido). Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo...

No se puede rectificar un error si no se admite sin tapujos, si no se analiza por qué se cometió, si no se aceptan sus detalles, con la autoría o con la parte de responsabilidad o de culpa que hay en él; si no se presenta en el lado de la realidad... Quizá no debamos confiar mucho en que se estén asumiendo de verdad los errores reconocidos en subjuntivo" 

LOS ERRORES QUE SE RECONOCEN EN SUBJUNTIVO

El subjuntivo del español se ha especializado en la irrealidad. El indicativo, en cambio, prefiere ver la vida como es.
De acuerdo: ésa no es una afirmación científica. Pero sirve para esta explicación.
El subjuntivo sub-junta: o sea, junta por debajo: supedita, subordina.
“Yo canto” es indicativo. “Yo cante”, subjuntivo. El primero se basta solo, mientras que al segundo le gusta colgarse de otra idea: “No es bueno que yo cante”.
La irrealidad engloba (en términos gramaticales) la incertidumbre, la conjetura, la posibilidad, las emociones y las obligaciones (sobre todo si no se han cumplido). Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo. Contamos en indicativo “veo que viene Bernarda” (se ve la realidad, es algo objetivo para la gramática); pero en subjuntivo “me sorprende que venga Bernarda” (la sorpresa es una emoción, y por tanto subjetividad). Decimos “creo que el Séptimo de Caballería llegará a tiempo”: y esa creencia nos parece real conforme a la historia del verbo “creer”: “tener por cierto algo que no está comprobado”.
Los verbos de convicción pueden ligarse, pues, con otro verbo en indicativo. A diferencia de lo que ocurre en la negación y en los demás casos citados: “No creo que el Séptimo de Caballería llegue a tiempo”, “y me sorprendería mucho que lo hiciese”.Llama la
Notemos la diferencia entre estas dos frases casi idénticas: “Voy a contratar a un periodista que logra primicias” / “Voy a contratar a un periodista que logre primicias”. En el primer ejemplo, el hablante conoce a ese periodista, ya lo tiene incluso al alcance. En el segundo, ni lo conoce ni ha empezado a buscarlo. Es irreal todavía.
Algo parecido sucede entre estas dos opciones, que también diferencian lo real de lo irreal: “Te veo cuando vienes” / “te veo cuando vengas”.
Observemos otras comparaciones asimétricas en que el indicativo de la parte de la realidad se torna en subjuntivo al otro lado del espejo: “Creoque he ganado el primer premio” / “Dudo que haya ganado el primer premio”. “Sé que has logrado el trabajo” / “Espero que hayas logrado el trabajo”. No decimos “dudo que ha ganado el primer premio” o “espero que has logrado el trabajo”.
Viene todo esto a explicar que la gramática, como acabamos de comprobar, nos da muchas pistas para ver el grado de convicción de quien habla, en función de que emplee determinadas expresiones en indicativo o en subjuntivo.
Declaró el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el pasado martes, tras las elecciones en Andalucía: “Tendremos que corregir lo que hayaque corregir. Su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, señalaba por su parte en noviembre de 2011:  “Podían haber hecho algo por ayudar, algo, a pesar de los errores que hayamos podido cometer”.   Y apuntó Juan Manuel Moreno (PP) tras las elecciones europeas en Andalucía, en julio de 2014: “No esperaba perder por nueve puntos (...). Nos ha servido para ajustar y aprender de los errores que hayamos podido cometer”. Y Ana Botella, alcaldesa de Madrid, explicaba en enero de 2015: “Cuando yo me hice cargo del Ayuntamiento de Madrid, ya sabía que lo que tenía que hacer era complicado, pero creo que con todos los errores que hayamos cometido, el resultado ha sido bueno”.
Hay ejemplos a puñados en casi todas las siglas.
Y llama la atención que quien se ve en la necesidad de referirse públicamente a sus desaciertos acuda para ello al subjuntivo. De tal manera, lejos de colocar el error en un ámbito de realidad, lo sitúa en el modo de lo imaginario y viene a decir: Sí, quizás hayamos cometido errores, hay quien dice que hemos cometido errores... pero yo no lo sé, ni siquiera estoy seguro del tipo de errores cometidos, pero tal vez, es posible, quién sabe si hemos cometido errores.
No se puede rectificar un error si no se admite sin tapujos, si no se analiza por qué se cometió, si no se aceptan sus detalles, con la autoría o con la parte de responsabilidad o de culpa que hay en él; si no se presenta en el lado de la realidad.
Quizá no debamos confiar mucho en que se estén asumiendo de verdad los errores reconocidos en subjuntivo.
(Fuente: El País)
OTROS ARTÍCULOS DE ALEX GRIJELMO EN ESTE SITIO:
("Toda información incluye una perspectiva. Todo lo miramos desde algún punto, real o imaginario... Se informó hace días de que el paro había bajado en 64.405 personas durante el mes de diciembre, y los titulares de prensa recogieron esa opción. También habría sido posible destacar que “4.447.711 personas continuaron sin empleo”... No consideramos noticia lo que sigue como estaba, sino aquello que cambia... algunas perspectivas se adoptan con cierta arbitrariedad o interés...")

("La vida y la gramática se parecen pero no son lo mismo... Los pronombres demostrativos nunca han sido capaces de demostrar nada. El idioma español tiende al uso activo frente al pasivo, a diferencia de lo que ocurre ahora en la contabilidad.
Los posesivos son a menudo pura ilusión. Decimos “duermo en mi casa” o “voy a mi empresa”. Pero “mi casa” es del banco. Y “mi empresa” es de… ¡anda, qué casualidad!")
(Ay, que manía tienen... cuando la realidad les agrede, nunca se refieren a ella con su verdadero nombre. "A veces procuramos no poner nombre a algo... Para combatir algo, hace falta conocerlo y nombrarlo. Es decir, asumirlo como real; y enfadarse con palabras reales. Los vocablos inconcretos sirven para salir del paso pero transmiten escasísima confianza al paciente (que tenderá a impacientarse). Nos hablan de regeneración. Pero mal empezamos si quienes dicen enfrentarse a la corrupción no se atreven siquiera a mirarla a los ojos y llamarla por su nombre")
("... sabemos que las palabras no sólo significan sino que también evocan. Y evocan porque se contaminan... Cuando escuchamos esa expresión, todos nos quedamos más tranquilos... tiende a poner en igualdad de condiciones al agresor y a su víctima, quienes supuestamente saldan con la sangre un desequilibrio en su balanza de agravios... Los ultras, los delincuentes... también forman parte del género humano")
ARRANCAR UN VERBO PEGAJOSO

("Las etapas, los congresos, los campeonatos no empiezan o comienzan: arrancan. Las obras, los empeños o los programas no se acometen, se emprenden o se inician: arrancan. Los procesos, las tormentas o los acontecimientos no se desencadenan o se desatan: arrancan. Las ideas no se activan o se impulsan: arrancan. Y, luego, cuando se trata de arrancar el coche, resulta que lo ponemos en marcha")

("El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herramientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden... “Pifostio” tampoco ha entrado en el nuevo Diccionario, y sin embargo miles de lectores entenderán la oración “se montó un pifostio”... “Jo, tengo la pantalla de la tableta muy dedoseada”)

(Acerca de una palabra amable que, además de ser maltratada, es utilizada para mafiosos cambios semánticos. "... el Consejo de Administración de Telefónica había aprobado una aportación única de 35 millones de euros para el “plan de pensiones” de su presidente... La voz “pensión” nos evoca de ese modo el esfuerzo previo y el pequeño fruto de lo que se logra al ahorrar de a poquito... ahora nos topamos con un nuevo sentido de “pensión”: una pensión rica, tremendamente rica incluso; que se beneficia de la connotación de la palabra pero se parece poco a las circunstancias en que este prestigio se ha forjado")

(Sobre significado y sentido, dos conceptos con los que algunos juegan demasiado bien... cuidado con ellos. "Esa técnica de llevar al lector a entender lo que no se dice (estudiada en la pragmática, una rama de la lingüística) se usa con demasiada frecuencia en la prensa, en el lenguaje político y en el sindical. ¿Se está mintiendo cuando se induce a una conclusión falsa? Como explica Williams, si vemos a un ciego que camina hacia un precipicio y no le advertimos de ello, nosotros no lo matamos; pero ¿qué diferencia hay?")
("... los agentes actúan antes de preguntar y de analizar. Arrojan a la persona inmigrante al otro lado de la linde sin saber si está enferma o exhausta, sin decirle ni buenos días, sin saber si es objeto de persecución política o discriminatoria, si ha caído en una red de trata de personas o si huye de un violador... la lavadora de palabras ya se ha puesto en marcha. El poder y su entorno no hablan de "expulsiones en caliente", sino de que se quiere "adecuar la ley a la práctica" )
(Para la reflexión y el debate. Cuando tratamos el tema de 'El lenguaje periodístico' con nuestros alumnos de Bachillerato, hacemos especial hincapié en la obligación que tienen los distintos medios de comunicación de diferenciar claramente los géneros informativos, por un lado, y los géneros de opinión, por otro. A raíz del falso documental (falsedad aclarada al final del programa) emitido en el famoso programa de Jordi Évole sobre el intento de golpe de estado del 23-F, Alex Grijelmo reflexiona sobre las difusas fronteras que separan información, opinión... y ficción. "El programa de La Sexta se hallaba en su derecho de ofrecer un espectáculo, o una provocación para demostrar lo fácil que resulta engañar a un público. Pero lo estaba haciendo con un formato que los telespectadores habían entendido, hasta ese momento, destinado a contenidos rigurosos, serios, precisos. Un formato de documental")
("Este cibermundo sin jerarquías vivirá mucho tiempo. Por eso convendría responder a su desafío reforzando las estructuras previas del pensamiento de los escolares, de modo que procesen con inteligencia la información desestructurada, tan inadvertida como fenómeno que ni siquiera la calificamos con ese adjetivo. Casi nadie usa una palabra de connotación negativa para algo que ahora se ve tan prestigioso")

("... las palabras tienen su propio inconsciente y, por tanto, se pueden psicoanalizar también... El lenguaje político está repleto del verbo “querer”, pero con la idea dentro de él de hacer, de decidir, de ordenar... si entre el “quiero” de un ciudadano y el logro de su anhelo media un tramo largo, apenas se aprecia distancia psicológica entre estos “quiero” tan repetidos por los poderosos...)

("Los políticos abusan de estas fórmulas, que suelen sonarnos ajenas. Nuestra desconfianza se activa quizás con dos indicios: lo artificioso del vocablo y el hecho de que sólo se pueda pensar en su lado bueno, pues casi nunca tienen un antónimo simétrico... En esto se ha producido una nueva expropiación de la calle, y también de las palabras. Podían haberlo denominado internalización, sin embargo se llamó casting. Ya está todo listo para que algún día ese vocablo pueda funcionar como eufemismo de la censura")
("... resulta curioso que las mismas personas que dicen "catalanes y catalanas", o "españoles y españolas", o "murcianos y murcianas", para que las catalanas, las españolas y las murcianas no queden fuera del discurso, acudan luego a fórmulas como "Cataluña no está de acuerdo", "España piensa tal cosa" o "Murcia prefiere", expresiones con las cuales se silencia a los ciudadanos y ciudadanas que, dentro de esos sujetos colectivos, tienen posiciones divergentes... cualquier catalán puede presumir, si así lo desea, de que en su tradición literaria figuren tanto el Quijote como Tirant lo Blanc, obras ambas que leerá sin problema en la lengua original")
("... una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo... el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas")
("Un objeto no puede sentirse ofendido. Tampoco una idea. Por mucho que lo intentemos... ¿cómo se pueden regular las ofensas y los ultrajes a España, a la bandera, a las comunidades y, ya puestos, también a los ayuntamientos, las diputaciones, las comarcas, las vegas y los valles? Malamente... Está en marcha una ley que se prevé incluya palabras desviadas de su significado, como “ofender” o “ultrajar”; verbos que tampoco se realizan por sí mismos, sino que necesitan la contribución del complemento que recibe la acción. Y los complementos de esta ley no pueden contribuir a ello porque no son personas")
("... comprobamos a veces que alguien se queda más ancho que largo ante un caso de corrupción tras anunciar que “se van a depurar responsabilidades”. Y cuando un significado se fuerza, cuando no responde a lo que el Diccionario viene diciendo de él, conviene reflexionar al respecto. Sobre todo si la manipulación semántica procede del poder, ya sea político, económico o sindical: cuando viene de los que pontifican ante el micrófono, y no de lo que circula entre el pueblo... esas expresiones hacen luego que algunos se sientan cómodos al proferirlas, porque inconscientemente les sirven de escondrijo... nos gustaría más que ... se propusieran en su lugar “la dimisión de todos los culpables")

("Cristiano Ronaldo no recibe el apelativo de “inmigrante”, sino el de “extranjero”, pese a que técnicamente cumple los requisitos del inmigrante... los hijos de los inmigrantes marroquíes o colombianos de empleos más menestrales tienen reservado otro nombre en las estadísticas y en nuestro imaginario: son “inmigrantes de segunda generación”... ... a menudo les negamos lo más definitivo, lo que va por la vía emocional: las palabras. La palabra español, la palabra igual, la palabra votante, la palabra ciudadano, la palabra vecino, la palabra contribuyente. El término “inmigrante”, hereditario además, las aniquila todas, ocupa sus espacios y, a veces, también arrincona los derechos que se vinculan a ellas")
("La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo")
(Alex Grijelmo nos regala un paseo generoso por esa ciencia tan española, la del insulto popular, ciego. "En un hipotético código penal de los insultos, algunos (como “nazi”) deberían acarrear una indemnización severa, y otros sólo una buena multa pagadera en cómodos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificación simétrica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe. Así que, por favor, señorías: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con más cuidado.")
("La política y el periodismo abundan en pleonasmos malos. Y queríamos llegar hasta aquí para preguntarnos si la abundancia de pleonasmos no implicará que algunas personas están dejando de creer en la fuerza de muchas palabras y en sus significados redondos... Quienes se expresan así imaginan acaso fisuras en las palabras más sólidas; o quizás esos vocablos se les han desgastado por su desempeño falso y artificial... Dentro de un cuento infantil o dentro de algún que otro programa electoral")

("El episodio da pie a deducir un Cervantes que asume el léxico hermano (también escribe lladres, en vez de ladrones) y que retrata el deseo de entendimiento de la época por encima de diferencias entre catalanes y castellanos o bandoleros y caballeros... ... Pistoletes o pedreñales, galgos o podencos, amigo Sancho, son poco más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan")

(“Auditoría”, “evolución”, “sostenible”, ”crecimiento”, ”racionalizar”, “transparencia”… son vocablos de prestigio... palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos engañan... ... El discurso político regala vocablos como estos, que endulzan la frase... valdrá la pena fijarse bien en todas las palabras que haya alrededor")
(Una lección de gramática para hacer una crítica al, con tanta frecuencia, falaz lenguaje de los políticos. "Los políticos (por acá y por acullá) abusan de la ambigüedad y de los conceptos amplios: “Futuro”, “libertad”, “institucionalización”... Es el lenguaje que le sirve al poder, no el que le sirve a la gente. Y cuando ellos se expresan así, los demás tenemos derecho a decidir que preferimos sustantivos precisos y verbos con todos sus complementos")

(Por eso son tan importantes los matices que, en nuestro idioma, las formas verbales nos regalan. Son inmensas las posibilidades que, por ejemplo, la coexistencia del pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto compuesto, pongamos, abren para nuestra expresividad... y también para la manipulación. Qué razón tiene el autor, porque ¿cuánto duró tu error, amiguete? 
"Esa elección (“en dos palabras”) de la forma “me equivoqué”, cuyo tiempo verbal (pretérito perfecto simple) presenta además la acción como terminada hace mucho, modifica nuestra percepción subliminal de lo ocurrido. Al ser expresada de ese modo, se reducen los daños al momento en que una persona decide apoyar a otra porque confía en ella. Y se diluye la circunstancia de que el nombrado defraudó una y otra vez esa confianza, y no de repente ni de forma inopinada, sino martilleando...")

("Dentro de la misma maniobra, la expresión “rueda de prensa” se va arrinconando para dejar paso a esta “comparecencia” voluntaria. El compareciente, además, suele explicarse de pie, con tribuna o atril, en posición superior. No con la cabeza a similar o inferior altura como sucedería en el juzgado. Para eso es un alto cargo, para estar en alto")

("La verdad jurídica de las palabras difiere a veces de su verdad semántica y etimológica, y de cómo las entiende la sociedad. Eso suele generar disgusto y derivar en controversia; pero, sobre todo, alienta la desconfianza.... generalmente el sentido de las palabras coincide con el sentido común")



("El problema sobreviene cuando alguien se topa con un lenguaje vulgar en un ámbito donde esperaba un léxico esmerado, o, por el contrario, cuando quien está diciendo algo suelta unas cuantas frases pedantes que no casan con el ambiente de desenfreno y cachondeo que le envuelve")


("Las oraciones adversativas y las concesivas muestran a veces nuestro subconsciente: Alguna vez habremos oído: “Es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, o algo similar. Y ahí la conjunción “pero” delata el pensamiento estropeado.... en algunas ocasiones los periodistas transferimos nuestros prejuicios junto con la información que difundimos.")


("... La austeridad consiste ahora en que las medicinas se conviertan para muchos en un lujo... en que llegar a fin de mes constituya todo un alarde. Austeridad es que a alguien lo echen de su casa y que por tanto recorte sus gastos en calefacción y en electricidad.")


("Tal vez la calidad de la vida pública se pueda medir contabilizando el léxico circulante (cabría componer un índice con el aumento de eufemismos, la abundancia de archisílabos o la profusión de tecnicismos oscuros); pero también la calidad de los periódicos tendrá algo que ver con el número de rumores que publiquen.") 






'TRAS EL CONEJO QUE LLEGA TARDE', por Manuel Rodríguez Rivero

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"... la huella de Carroll en la filosofía británica no debe ser subestimada: de Russell a Wittgenstein, pasando por Moore, Austin y Ayer, son pocos los pensadores que no le hayan rendido tributo como constructor de silogismos encadenados (los sorites), enrevesadas paradojas, juegos de palabras y diagramas lógicos, o que no hayan reconocido su habilidad para ironizar, a través de sus personajes infantiles, en torno a sesudas cuestiones de la filosofía..."


TRAS EL CONEJO QUE LLEGA TARDE

Una niña, un punto más aburrida y perezosa de lo que sería deseable (no le gustan los libros sin ilustraciones ni diálogos), penetra en la madriguera de un conejo blanco al que ha estado siguiendo y desde allí accede a uno de los mundos de fantasía más fascinantes que ha dado la literatura infantil. Así arranca —seguro que lo han adivinado— Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de cuya publicación se conmemora el 150º aniversario. Su autor, Charles Ludwig Dodgson (1832-1898), más conocido como Lewis Carroll, era un típico glergyman victoriano, gazmoño, tartamudo y de una desarmante timidez, que ejercía como don de lógica y matemática en el Christ Church de Oxford: una existencia tan ordenada y desprovista de acontecimientos que justifica que Virginia Woolf afirmara de él que “no tuvo vida”.
Hoy sabemos que el germen de su obra más conocida le sobrevino muy cerca de allí, durante un paseo en barca, acompañado por otro reverendo y tres niñas, por el Isis, que es el nombre que toma el Támesis a su paso por la ciudad. En aquella excursión, Dodgson improvisó, como entretenimiento para sus pequeñas invitadas, un enloquecido relato, rebosante de jitanjáforas y calambures, en el que lógica y azar, naturaleza e imaginación anticipaban el armazón de lo que sería su obra maestra. Una de las niñas, Alicia Liddell, fue el modelo en que se inspiró para el personaje homónimo; los biógrafos (véase, por ejemplo, Lewis Carroll, de Morton Cohen; Anagrama, 1998) no se han puesto de acuerdo acerca de la exacta naturaleza de la atracción que esta niña ejercía sobre él. Enorme, en todo caso. Dodgson, que gozaba de la amistad y confianza de la familia Liddell, consiguió fotografiar vestido y desnudo aquel cuerpo de nymphetteprepúber que tanto le atraía. Aquellas placas, que hoy quizá constituyeran prueba de una nunca demostrada pedofilia, son otras tantas obras maestras de un arte que estaba entonces en sus comienzos. En todo caso, el autor de Alicia en el país de las maravillas (1865) y su secuela Al otro lado del espejo (1871) ha ejercido una duradera influencia —más marcada en la anglosfera— en la literatura (infantil o no) y en el pensamiento posterior. A los surrealistas les fascinaba su mezcla de humor satírico y nonsense, y encontraron en la habilidad del autor para fablistanear una muestra precursora de la asociación libre y del flujo de conciencia: Max Ernst, Aragon y Breton ( que escribió: “Todos los que conservan el sentido de la revuelta reconocerán en él a su primer maestro en hacer novillos”) se cuentan entre sus más grandes admiradores. Por otra parte, la huella de Carroll en la filosofía británica no debe ser subestimada: de Russell a Wittgenstein, pasando por Moore, Austin y Ayer, son pocos los pensadores que no le hayan rendido tributo como constructor de silogismos encadenados (los sorites), enrevesadas paradojas, juegos de palabras y diagramas lógicos, o que no hayan reconocido su habilidad para ironizar, a través de sus personajes infantiles, en torno a sesudas cuestiones de la filosofía. Desde esa perspectiva, hay quien ha visto, por ejemplo, en el gato de Cheshire —cuyo cuerpo a veces se volatiliza dejando atrás únicamente su enigmática y eterna sonrisa— un trasunto de la (im)posibilidad ontológica de un accidente sin substancia; o en las discusiones de los hermanos Tweedle (en Al otro lado del espejo) la huella de berkeleyanas disquisiciones acerca de la realidad o irrealidad de las cosas del mundo. Eso sin descender a la suave sátira simbólica de los políticos contemporáneos (Bill el lagarto aludiría a Benjamin Disraeli) o de sus colegas en el Christ Church. Por lo demás, Alicia en el país de las maravillas y su secuela no han dejado de influir desde su publicación en las manifestaciones más variadas de la cultura popular: desde canciones y relatos hasta el cine (la última gran versión, muy libre, es la de Tim Burton en 2010). Alicia en el país de las maravillas se encuentra traducida, y en ediciones muy variadas, a todas las lenguas españolas. Recomiendo, para los que además de leerla deseen descifrarla, la estupenda versión con explicaciones de John Gardner Alicia anotada, traducida por Francisco Torres Oliver, que incluye las increíbles ilustraciones de John Tenniel (1820-1914) y que Akal publicó hace unos años. Por lo demás, en su 150º aniversario, lo mejor es desear una vez más a este libro inmortal, y tal como nos enseñó Humpty-Dumpty (el único huevo experto en semántica que conozco), ¡feliz nocumpleaños!...


(Fuente: babelia)







'EMILIO LLEDÓ Y MANUEL CRUZ CHARLAN... ESA MIRADA INOCENTE SOBRE EL MUNDO', por J.Cruz

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"La misión de un profesor es revivir: lo dices tú, lo enseñas tú y lo haces palabra tú. La palabra está mojada, digo muchas veces que nacemos en una lengua materna y que somos una lengua matriz, estamos montados en nuestro matricismo... 

 Con el paso del tiempo, cuando el alumno ya no es del todo ignorante sigue valorando el conocimiento, pero ya está en condiciones de apreciar otras cosas. Es en ese momento cuando el alumno empieza a darse cuenta de que esa persona, además de tener mucha información... tiene otras cualidades"

Manuel Cruz y Emilio Lledó. / BERNARDO PÉREZ (EL PAÍS)

ESA MIRADA INOCENTE SOBRE EL MUNDO

A Emilio Lledó (Sevilla, 1927) le otorgaron, a finales de 2014, tantos premios que el profesor sintió que se habían equivocado de destinatario. Le dieron el premio de los editores españoles, el Premio Nacional de las Letras y el Henríquez Ureña de la Academia Mexicana de la Lengua. Él es académico de la Española y ha tenido a lo largo de su vida un número incontable de discípulos. Entre ellos, el también filósofo Manuel Cruz (Barcelona, 1951), con quien dialoga para Babelia sobre el aprendizaje y el magisterio, y sobre esta época como heredera de una que aún pesa mucho, el franquismo.

PREGUNTA. ¿Qué es un maestro? ¿Cómo se aprende?

MANUEL CRUZ. Creo que cuando conoces a un profesor, el vínculo que se establece con él no es el de maestro, sino el de profesor. De un profesor se admira su sabiduría, su deslumbrante información. La relación tiene que ver con el conocimiento. Con el paso del tiempo, cuando el alumno ya no es del todo ignorante sigue valorando el conocimiento, pero ya está en condiciones de apreciar otras cosas.

Es en ese momento cuando el alumno empieza a darse cuenta de que esa persona, además de tener mucha información y de saber mucho, tiene otras cualidades. El modo de entender y la relación que tiene con la filosofía, con el pensamiento, y el modo en que va por la vida con todo esto. Lo empieza a identificar como maestro cuando empieza a ver en él cosas que cuando eres joven no estás en condiciones de ver. Cómo vive un filósofo no pueden apreciarlo hasta más tarde.

EMILIO LLEDÓ. Me haces evocar nuestra propia historia en un contexto muy curioso. Nunca he tenido conciencia de lo que es la maestría, pero lo que acaba de decir Manolo me lo ha puesto en la memoria, tus palabras me evocan qué es lo que yo era para mí mismo y no tengo conciencia de ello. No tengo conciencia como maestro, sino como profesor que iba a cumplir una misión determinada, una función, una obligación, un trabajo en definitiva.

Sí es verdad que quise hacer de ese trabajo algo distinto a lo que yo había encontrado en la universidad de Madrid en la que me formé. Yo estaba lleno de entusiasmo porque en la experiencia de la universidad franquista que padecí flotaron dos o tres figuras muy respetables, y en el campo de la filología clásica, figuras de primerísima fila.

Suspendí la primera cátedra a la Universidad de Valencia; a los pocos meses conseguí la de La Laguna y llegué allí con unas ganas enormes de captar mi ser, mi función. Tengo que recordar una anécdota con Delibes. Montse [su esposa] y yo ya teníamos casa en Madrid y La Laguna nos parecía que estaba muy lejos. Delibes me dijo: “Lejos, ¿de dónde?”.

E. Lledó
No lo dudamos desde luego y los tres años en La Laguna fueron inolvidables, me encontré con un calor, un eco y una acogida maravillosos. Me di cuenta de que yo quería a aquellos jóvenes que se sentaban frente a mí y que ellos me querían. Aquellos años no publiqué ni una línea, sólo preparaba las clases, me enrollaba, valga la expresión, y creo que unas de las mejores clases que he dado han estado inspiradas en aquella preparación previa, totalmente distintas de las demás.

P. ¿Qué quiso enseñar usted, don Emilio?

E. LL. En los años de comunes, Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos, como pomposamente se llamaba la disciplina. Pero lo que quería era abrir el riquísimo horizonte que la filosofía arrastra. Quería enseñar lo mejor que sabía.

Claro, en esa enseñanza se transmitía lo que yo era, un hombre con 36-37 años con 10 años de experiencia en la Universidad de Heidelberg; jugaba con mucha ventaja, y no porque hubiera aprendido muchas cosas que mecánicamente transmitiera a mis alumnos, era totalmente ajeno a esa idea. Pero fue un shock encontrarme con la vieja Universidad de Heidelberg en 1953, llena de novedad, donde no había asignaturas, donde los profesores hablaban cada semestre de temas distintos dentro de su especialidad con total libertad.

Se ve que cuando llegué ya llevaba ese espíritu, esa inquietud, y me sentí entusiasmado. Me fui al acabar el servicio militar, con 53 kilos de peso y con una maleta de cartón con las esquinas metálicas.

M. C. El maestro emerge tarde, como decía. El maestro era un modelo con otra forma de hacer las cosas para entender la filosofía, pero también para transmitirla, para enseñarla. Es lo que en primera instancia nos llamaba la atención, otra forma de enseñar filosofía, el no estar pegado al programa de la asignatura; él se quejaba mucho del “asignaturismo”, era como remover las fichas del dominó y transmitir lo que sabía de otra manera, todo distinto. La transmisión del saber.

Con el tiempo te llama la atención una constante que aún se mantiene en él, esa mirada inocente sobre el mundo, que no ingenua. Una mirada limpia, desprejuiciada en la medida de lo posible; eso es lo que nos llamaba la atención porque no lo encontrábamos en otros profesores.

Se repite mucho la frase “no se enseña filosofía, se enseña a filosofar”, pero nadie explica en qué consiste enseñar a filosofar. Pues nosotros a lo que asistíamos era al ejercicio vivo del filosofar. Es lo que sale tiempo después, te das cuenta de que en la gente que ha estado en sus clases ha quedado una memoria viva de esas clases, y que no existe la misma memoria ni con la misma intensidad con otros profesores.

Fue una experiencia del filosofar realmente impactante para nosotros. Creo que es lo que ha quedado en toda la gente que estuvo en sus clases.

P. ¿Se siente reconocido con esa mirada inocente?

E. LL. Tendríamos que pensar qué significa esa inocencia. Aunque Manolo lo ha querido evitar, también había una cierta ingenuidad, sinceridad o sencillez.

La idea del profesor que se sube a la tarima e impone cosas siempre me ha parecido repugnante, no iba conmigo, con mi manera de ser. Me escandaliza que algún político de nuestro país diga que al profesor hay que darle autoridad: la autoridad se la gana uno mismo, enseñando cómo es él en la manera de entender la materia que tiene que transmitir.

Es verdad que yo tenía esa inocencia porque me sentía parte de una pequeña familia mientras duraba la clase, aunque los alumnos casi siempre estuvieran callados. Éramos una familia que nos queríamos, en la que yo hacía funciones de padre o hermano mayor que enseñaba algo que a mí me interesaba y que me parecía fundamental para que ellos se enriquecieran. Era un transmisor (con mayor o menor fortuna) de ese enriquecimiento.

M. C. Está muy bien traído lo de la ­autoridad porque la gran diferencia entre autoridad y poder es que la autoridad te la atribuyen, no puedes decir que tienes autoridad, pero sí puedes decir que tienes poder. La autoridad te la han de conceder los demás, es absolutamente democrática. Ese reconocimiento por parte de los que han estado en sus clases es un reconocimiento de autoridad que tiene que ver con el mérito, no con el escalafón o cosas por el estilo.

En la época de Barcelona, finales de los sesenta, principios de los setenta, los últimos años del franquismo, a punto de la Transición, esa actitud estaba en el ambiente, no podíamos ser resabiados, no teníamos derecho a serlo; hoy mucha gente lo es. Teníamos la oportunidad, incluso el deber, porque algo nuevo estaba a punto de irrumpir. En esa disposición, la mirada inocente era la que correspondía, mientras que la mirada resabiada, por ejemplo, de algún profesor, era la mirada de lo viejo, del que cree que está de vuelta y que en el fondo se iba a quedar descolgado.

En ese sentido, las generaciones posteriores han arrastrado un peculiar déficit, lo que llamaría el piterpanismo, una generación, a la que nosotros pertenecemos, a la que le ha costado asumir su lugar, lo digo con la boca pequeña, y que por eso tampoco ha sabido darse cuenta de la responsabilidad que significaba que los demás te reconocieran un poquito de autoridad.

P. ¿Está de acuerdo con esta visión de aquel momento?

E. LL. Hace 20 años que estoy alejado de la práctica universitaria, lo que ha sido mi vida. Es cierto que teníamos algo esperanzador, todos estábamos contra aquella universidad del régimen con el que no estábamos de acuerdo, esperábamos algo. Estábamos en una dictadura, en un ambiente asfixiante, y sin embargo nunca he sentido más libertad que en aquellos años de La Laguna y del patio de la Universidad de Barcelona donde latía la vida.

En los 11 años que estuve en Barcelona descubrí lo que realmente era vivir, la vida de un profesor universitario, la de intentar transmitir también la esperanza que todos sentíamos de que aquello acabaría en algún momento, como así fue. En el fondo, la filosofía tenía que ver con conceptos esenciales como la justicia, el bien, la sabiduría, la comunicación y la palabra. Estar intentando tocar a través de la filosofía esos grandes conceptos y que pudiera modernizar, esperanzar un eco para un futuro que estaba llegando era mi función como profesor, aunque entonces no fuera consciente de ello.

Ahora estamos desesperanzados; entonces luchábamos para algo y contra algo desde nuestro pequeño espacio, desde el mío como profesor y el de aquellos alumnos que gritaban contra el franquismo desde el patio de la Universidad de Barcelona. Era algo que nos unía.

M. C. El piterpanismo marca una diferencia entre una generación y las otras en la práctica en la que se expresaba. El piterpanista no se reconoce como el padre; como mucho, como el hermano mayor que usted decía, el colega de los alumnos. Esa actitud, que se prolongó demasiado tiempo por parte de las generaciones posteriores porque lo inauguraban todo, la democracia, el gobierno de izquierdas, vivían en excitación permanente… creo que hizo que no pudieran o no quisieran asumir su papel de la manera que usted sí pudo asumir.

Estoy pensando en lo que decía Hannah Arendt: “¿Cuál es la función del educador? El educador es la correa de transmisión de la herencia recibida”. La herencia llega, se ve, se examina, se critica, se mejora, se limpia y se traspasa a las siguientes generaciones en las mejores condiciones. Es lo que usted hacía. Nos hablaba de Platón, pero nos aclaraba que no era ese Platón del que nos hablaron, sino otro, el que él veía o el que podía servir. Asumía la tradición explícitamente, la trabajaba y la transmitía.

Las siguientes generaciones no se han atrevido a hacerlo. El concepto tradición era como el de autoridad. Un hándicap que nos ha lastrado durante mucho tiempo ha sido el miedo a algunas palabras como tradición o autoridad, hay que reconsiderar lo que quiere decir tradición y a continuación reivindicarlo.

E. Lledó
En ese sentido creo que don Emilio pudo asumir ese papel de una forma plena, con todas sus consecuencias, mientras que las generaciones posteriores han estado dudando.

P. ¿Qué consecuencias ha tenido?

E. LL. También había una especie de sinceridad, de naturalidad. Yo pude ser catedrático en aquella época franquista y para mí fue una enorme sorpresa en el sentido más hondo, feliz y alegre porque en esa profesión se realizaba algo de lo que yo tenía, de lo que yo sentía. Mi manera de entender la filosofía y transmitirla era también mi yo, y me parecía que en esas clases —puede parecer un poco narcisista, pero no lo es— mi trabajo era importante y es lo que provocaba esa apertura, esa inocencia, ese no tener excesivos prejuicios aunque tenía el maravilloso prejuicio de ser quien era. Si eres quien eres, esa quienidad, valga la expresión [risas], se tiene que transmitir.

En esa quienidad —¡Dios, qué palabra! Me van a echar de la Academia— se transmitía una buena voluntad, sin la menor duda, el querer algo que brota de algo que tú tienes, que no es del todo malo sino bueno, y además esa transmisión es bondad.

Quisiera añadir algo sobre la memoria viva. Todos somos lo que hemos sido —por eso hay que seguir insistiendo en la memoria histórica, los defensores del olvido acaban en el alzhéimer colectivo más feroz e inaceptable—, la memoria es lo que hemos sido, lo que hemos aprendido, lo que consciente o inconscientemente ha ido posándose en nuestro ser, es lo que nos constituye. Estar siempre presente siendo desde lo que hemos sido, siendo en lo que hemos sido o siendo hasta para lo que hemos sido, la memoria viva, vivir esa memoria, revivir esa memoria.

Yo revivía a Platón, a Kant, a Sartre, a Nietzsche o a quien se me pusiera por delante que yo hubiera estudiado bien. La misión de un profesor es revivir: lo dices tú, lo enseñas tú y lo haces palabra tú. La palabra está mojada, digo muchas veces que nacemos en una lengua materna y que somos una lengua matriz, estamos montados en nuestro matricismo.

P. Decían que buscaban una esperanza. Don Emilio vivió la guerra, Manuel no; los dos vivieron el franquismo. ¿Cuál era la esperanza de cada uno de ustedes? ¿Cómo se ha ido constituyendo la esperanza, en decepción o en otra esperanza diferente?
  
E. LL. Tuve la desgracia de vivir la Guerra Civil, de saber lo que es, de haber visto la muerte, cuerpos destrozados en bombardeos. Mi padre era militar en Vicálvaro; algunas veces me trajo a Madrid y recuerdo esas imágenes desde niño, he visto que la sangre mancha, que la pólvora huele; he sentido la destrucción real después de caer una bomba y no se olvida jamás.

Tengo clarísimas las imágenes de la Guerra Civil y es una suerte poder evocarlas y referirme a ellas porque es una experiencia única haber vivido los horrores de nuestra guerra. Ahí descubrí que tenía que buscar algo que no fuera aquella violencia y que se pareciera más a aquella escuela pública de Vicálvaro con don Francisco López Sánchez.

En aquella atmósfera de inseguridad, muerte y asesinatos, y no digamos en la del hambre real de la posguerra, cuando expulsaron a mi padre del ejército, y que duró casi 10 años, teníamos que esperar un país donde aquello no fuera posible, donde esa miseria mental que procuraban inocu­larnos y la material por la ausencia de comida no se repitiera jamás.

P. El franquismo. ¿Qué supuso esa ­época para vosotros? ¿Qué herida dejó en este país?

E. LL. Era una herida estimuladora, no infectada, queríamos curarla de verdad. Si hubiera seguido aquí, habría sido distinto. Cuando llegué a Heidelberg sólo estábamos dos o tres españoles allí, fue un poco antes de la gran oleada de trabajadores españoles que salieron, sobre todo andaluces.


Me parece injusto cuando hablan de la pereza andaluza: se fueron a Alemania huyendo del hambre. Una de las grandes esperanzas que quedan y que tenemos que revisar es esa idea de los topicazos que coagulan nuestra mente y que nos impiden pensar. Tiene que ver con la educación y con lo que hablábamos antes. Yo no pensaba que como profesor pudiera servir para algo. Ese para algo era para esperanzarse o para esperancearse —van a acabar echándome de la Academia—, una cosa es esperar y otra esperancear. La esperanza era algo lleno de interés, de conocimiento y sobre todo de afecto, pasión, deseo porque este país fuera distinto del que estábamos viviendo.

(Fuente: El País)

MÁS DE EMILIO LLEDÓ EN ESTE SITIO:


("Si nos acostumbramos a ser inconformistas con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos. Ambas actitudes son, sin embargo, formas de libertad. Y la libertad no admite conformismo alguno... La lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad... La literatura nos enseña a mirar mejor este mundo de las cosas aún no bien dichas, estos contornos históricos inmediatos de los balbuceos políticos, de los apaños para justificar el egoísmo envilecido, de las trampas para conformarnos a vivir con la desesperanza de que lo que hay ya no da más de sí")



("En España hay maestros de instituto excelentes, pero están intentando coartarlos y privatizar lo que es público. La democracia es, fundamentalmente, obra de lo público y creadora de lo público... No se puede entregar la educación de un país a la diferenciación económica, a los colegios de pago... Los emprendedores, sí, como los que emprendieron la destrucción de nuestras costas y la locura de la burbuja inmobiliaria, o los que están permitiendo la burbuja mental de los estudiantes con la eliminación de las humanidades")

("La defensa de lo público hace vivir la democracia... ¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando?... ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Qué palabras huecas, convertidas en grumos pegajosos aplastan los cerebros de los que van a administrar lo público, o sea lo de todos... No se entiende bien cómo a esos destructores de la idea de lo público les votan aquellos que perderían lo poco que tienen en manos de tales personajes. A no ser que la mente de esos súbditos haya sido manipulada...")
("Un país, una sociedad, que pone la economía, la riqueza, en primer lugar, por encima de todo, es un país aniquilado... A algunos les molesta lo público, porque son partidarios de una sociedad clasista... la lucha por la igualdad es la esencia de la sociedad... la cultura griega, esa Grecia, esa palabra convertida en economía, ¡qué empobrecimiento!")




CHISPAZOS DE APUNTES: ESCUCHANDO A EMILIO LLEDÓ


ARTÍCULOS DE MANUEL CRUZ EN ESTE SITIO: 

VISTO UNO, VISTOS TODOS

("No deja de ser significativo (y preocupante) que en nuestros días empiecen a parecerse tanto... personas con estudios superiores y personas que apenas han superado los niveles educativos más básicos...Pensemos, sin ir más lejos, en la forma en la que tiende a plantearse hoy eso que antes se denominaba proceso educativo. Ha pasado a ser considerado como una antigualla completamente obsoleta sostener que, en su conjunto, dicho proceso debería ser pensado en términos de formación integral del ciudadano o cosa semejante")

¿LE IMPORTARÍA PREGUNTARME OTRA COSA?

("...el hecho de que nuestra sociedad sea incapaz de considerar de interés ninguna actividad que no esté directamente relacionada con la producción de beneficio económico revela una severísima limitación conceptual, un radical empobrecimiento de los imaginarios colectivos hegemónicos, empobrecimiento que probablemente nadie expresó con mayor certeza que Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares al escribir que "todo necio confunde valor y precio".")

 
LA VIDA NO ES UNA ESCUELA DE NEGOCIOS

HAY QUIEN PIENSA Y NO LE PAGAN

("La ‘radicalidad filosófica’ consiste en llegar al límite")








ENTREVISTA A ZHIVKA BALTADZHIEVA, por Marco Vidal y Eduardo Nabal

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Mañana, viernes 10 de abril, Zhivka Baltadzhieva estará en Sanlúcar de Barrameda para presentar el libro 'Hristo Botev. Poesía. El acto tendrá lugar en el Patio de Columnas del Ayuntamiento, a las 20:30

"Dice P. Celan: “Cuando ellos multiplican voluptuosos el dolor, yo te hablo a ti.” Eso es la poesía. Nos habla. Como le hablan a un malherido para que no pierda la conciencia y no se nos vaya...

Botev. Lorca. Los dos son substanciales para mí. No solo como poeta, sino como ser humano. Su pensamiento, su capacidad de amar el prójimo, amarle hasta a su pesar, su dolor frente a la mudez y la sumisión, frente a la crueldad y la indiferencia, son algo que da coraje, que subleva los corazones y las mentes y que no soy capaz de tener solo para mí y no compartir... La poesía ya en Homero es la voz de los sin voz"

Zhivka Baltadzhieva

Zhivka Baltadzhieva (Sofía, Bulgaria, 1947) Veterana poeta y traductora búlgara residente en España. Traduce a poetas como Federico G. Lorca al búlgaro, y al poeta búlgaro Hristo Botev al castellano. Es un nombre singular en las letras eslavas y europeas contemporáneas. Una testigo privilegiada de la historia del siglo XX y XXI. 

Hola Zhikva, ¿Qué tal? ¿Qué te lleva a traducir a los más importantes autores de la poesía búlgara y española? ¿Por qué tanto hincapié en la figura de Hristo Botev? ¿Por qué Federico G. Lorca?
  

Botev. Lorca. Los dos son substanciales para mí. No solo como poeta, sino como ser humano. Su pensamiento, su capacidad de amar el prójimo, amarle hasta a su pesar, su dolor frente a la mudez y la sumisión, frente a la crueldad y la indiferencia, son algo que da coraje, que subleva los corazones y las mentes y que no soy capaz de tener solo para mí y no compartir. Su valentía de ser en el verso extremadamente auténticos puede ser contagiosa. 

Botev es un poeta búlgaro del siglo pasado con una voz muy contemporánea. No tiene mucho que ver, en principio, con Lorca. ¿Es la poesía de Botev más actual que nunca en estos tiempos que corren? Botev habla del yugo, del yugo otomano. Habla del poder de la iglesia con mayúsculas ¿Estamos ahora bajo el yugo del capitalismo tardío? ¿Qué papel tiene la iglesia hoy día en distintos países del Este?

- Son aparentemente muy distintos Lorca y Botev, es verdad, hasta parecen lejanos. Pero tienen en común lo más importante – el don de humanizar el turbio tiempo, el tiempo sin moral, sin escrúpulos y sin piedad; el don de hechizar la vida para que no se extinga. Con esto los dos son muy actuales en este momento y siempre. Nos transmiten dignidad. Nos arrancan desde la oscuridad de la mentalidad esclava, tendiente a acomodarse y muy, muy egoísta. Cuando Botev habla del yugo, no es precisa y solamente el yugo otomano que hace estallar su corazón y su mente. Es más bien esta mentalidad sumisa, tan dura de remover, lo que le hace alzar la voz y pronunciar las palabras más amargas del mundo en referente a la madre, la Patria, el prójimo: “Yo ya no añoro nada. / ¡Y vosotros, vosotros, sois idiotas!“ Todo poder piramidal es para él una fuente del mal. Y claro, también la Iglesia, que ha permutado el camino de la fe en vía de poder. No puedo decir mucho sobre el papel de la Iglesia en los distintos países del Este. Pero no debemos olvidar que muchas décadas fue dirigida por altos cargos de las correspondientes fuerzas de seguridad y los ex aparatchik siguen manejándolo todo, desde todas las plataformas posibles e imposibles, en estas sociedades. Y siguen saqueando y aniquilando nuestros pueblos y nuestro ser sin que nadie les pida la cuenta. Como dice Botev, “los ajenos y los nuestros” – todos se han dedicado a despojarnos, a quitarnos hasta las migas de la mesa y las últimas luciérnagas de lo bello. No se si esto es capitalismo tardío, tal como la ciencia lo veía hace poco. O es otra cosa, más cruel, más cínica, más inhumana, que por ahora solo sufrimos, pero cuyo mecanismo todavía no hemos conseguido descifrar y nombrar con más exactitud, para esperar poder desmontarlo.
Se podría decir que Botev fue un poeta nacionalista y, a su manera, pre-revolucionario ¿Qué papel tienen hoy los nacionalismos en la cultura cuando están tan desprestigiados en la política? Muchos pensamos que es necesaria una revolución, poner los medios de producción bajo control de los trabajadores y luchar por una sociedad sin clases ni Estado. Decirle esto a un eslavo puede tener sus consecuencias. ¿Cómo ves tú el pasado y su relación con el futuro de los pueblos eslavos? 

- En ningún caso y nunca jamás fue Botev un nacionalista. ¡Nunca! G. Soros, a través de su fundación Open Society, pagó a algunos “historiadores” de la literatura búlgara para que escriban libros enteros donde defender una tesis como esta. Pero no hace falta más que leer los poemas de Botev y sus artículos de periodista para ver que esto solo es una sucia invención. Ya sabemos a quien sirve. El poeta soñaba con la “pura y sagrada república”, donde todos los esclavizados, todas las etnias, podrían vivir en igualdad de derechos y oportunidades. Era un auténtico revolucionario, un hombre de pensamiento muy avanzado. Sí, revolucionó primero el lenguaje y con esto las mentes. Cambió la mentalidad, la visión. Y tuvo que pagar con su vida.

Hoy vivimos un auge de los nacionalismos, la xenofobia, los genocidios, los fanatismos, desesperante, atroz, feroz. ¿Hacía dónde vamos? La cultura, cuando es cultura de verdad, intenta oponerse. Son los ávidos por poder, por el poder del dinero, los que, como en el dicho popular prefieren ser cabeza de asno en vez de la cola del león, los que los encienden. ¡Separa y domina!”

Los pueblos de Europa del Este y de Centro Europa, no solo los pueblos eslavos, fueron manipulados, machacados, desmoralizados por las estructuras de poder del llamado socialismo real. No pudimos darnos cuenta a tiempo de que el “cambio” y la famosa caída del muro de Berlín solo eran un movimiento más en el continuo proceso de saqueo de las riquezas (y no únicamente de las materiales) de nuestros países y la destrucción del espíritu humano. Un movimiento monstruoso de expansión de unas formas de dominar atroces. Las consecuencias las pagamos todos. Y vamos a pagarlos, creo, mucho tiempo.

A parte del indudable efecto placentero que produce la lectura, la poesía ha pasado de ser un género elitista a ser la voz de los sin voz. ¿Puede aún incitar a la lucha colectiva? ¿Debe ser esa su única función? 


- La poesía ya en Homero es la voz de los sin voz. Hablar de la poesía como género elitista (debo reconocer que nunca investigué quién y cuándo empieza a difundir este tipo de generalizaciones) les sirve a algunos, interesados en alejarla de nosotros. Desde los tiempos más remotos la poesía, y el arte en general, han sido el lenguaje que expresa cada asombro, descubrimiento, alegría, terror, tragedia o felicidad del ser humano. El sentido de lo estético, la sed de belleza, la imaginación, la capacidad de abstracción y creación de símbolos, la identificación con el otro y lo otro, son para mí las características más definitivas y más revolucionarias que diferencian el ser humano. La poesía nunca es una proclama política. No incita. Es un camino de crecimiento interior contra la mentalidad esclava y la ignorancia. Dice P. Celan: “Cuando ellos multiplican voluptuosos el dolor, yo te hablo a ti.” Eso es la poesía. Nos habla. Como le hablan a un malherido para que no pierda la conciencia y no se nos vaya. 
¿Cómo te ves hoy a ti misma en relación con la historia de Bulgaria? ¿Una superviviente? ¿Una testigo privilegiada? ¿O simplemente como una amante de la libertad, con las palabras como herramienta de lucha? 

- Me duele mi mundo. Quisiera tener una varita mágica. Pero no la tengo. No me creo ni mejor, ni peor que todos los que pasamos por este trance. No soy una testigo privilegiada. Es mí única vida. Soy parte de todo esto. La poeta búlgara Blaga Dimitrova cuenta en uno de sus ensayos que a la pregunta qué haría él para cambiar las cosas en su país Confucio contesta: “Primero cambiaría el lenguaje”. Esto intenta la poesía desde que existe. Y yo, en la medida de mis posibilidades, quisiera devolver su verdad por lo menos a una palabra, para que llegue al otro como ala, o como abrazo.

En tu poema “Breve historia búlgara”, hablas de cómo el pueblo búlgaro ha sobrevivido a distintos yugos, siendo el otomano el más importante. También habla del comunismo como otro yugo al que habéis sido sometidos. ¿Cómo ves aquél ideal por el que tantos lucharon y en cuyo nombre os esclavizaron? ¿Qué imagen se tiene en Bulgaria del (mal)llamado “socialismo real”? 


- “Breve historia búlgara” habla de los yugos (todos igual de mortales, no cabe graduar su importancia, un yugo siempre es un yugo, nada menos) que nos han convertido en un pueblo que no vive, solo sobrevive. Hasta tenemos un proverbio: “Una cabeza agachada, ningún sable la corta”. En la práctica en nuestros países no ha habido comunismo. Probablemente, en el contexto concreto, debería haber puesto esta palabra -comunismo- entre comillas. Pero es un poema que escribí cuando era muy joven, con 24 - 25 años. Ni me imaginaba entonces que un día podría ser leído por alguien más que no fuera yo misma. Y luego, en 2010, cuando fue publicado por primera vez en Bulgaria, no quise retocarlo. Aquella palabra solo fue usado como tapadera para las ansías de poder de determinados grupos, familias, clanes… Como escribió Joseph Brodsky en su carta a Václav Havel (1993) “quizá ya sea hora de que tanto nosotros como el resto del mundo, democrático o no, borremos el término “comunismo” de la realidad humana de la Europa del Este, para que de este modo esa realidad pueda verse como lo que es realmente… Admitir que se ha producido una extraordinaria regresión antropológica, reconocer en la catástrofe de nuestro territorio comanche el primer aviso de la sociedad de masas – un aviso desde el futuro, … como un abismo abierto de repente en el corazón humano para engullir toda honestidad, compasión, cortesía y justicia…”

A la hora de traducir a Lorca al búlgaro o a Botev al castellano te encuentras con dilemas culturales difíciles de sortear. Son sociedades y momentos muy diferentes. ¿Cómo afrontas esa dificultad? Hay que contextualizarse mucho para poder enfrentarse a una traducción de ese calibre.

No soy una traductora profesional. No me atrevo a aleccionar a nadie. Personalmente creo que a la hora de traducir un poema lo más importante es transmitir a las palabras del otro idioma su espíritu y su sentir. Traducir no las palabras, sino el poema. Porque cada palabra en cada idioma tiene un equipaje histórico y unos matices innumerables y a veces hasta contrarios. Y hacia esta transmisión cada uno va por caminos propios. Para ofrecernos su lectura. Y es que la traducción no es otra cosa que una lectura. 

 (Fuente: torzew.blogspot.com.es)


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("Porque no tenemos ni tiempo, ni ganas, de dedicar nuestras justas demandas a aquellos que ungen a papas, reyes y patriarcas... preferimos pedir nuestros ruegos, alzar nuestras plegarias, al Dios del Intelecto del que nos habla Botev... Porque las falsas esperanzas volaron hace ya demasiado tiempo. Y de lo que se trata es de exigir justicia aquí y ahora. Y eso no lo regalan, eso hay que ganárselo")



("Hoy, en la España del siglo XXI, no hace faltan muchas lupas para encontrar desgracias sociales que pisotean a cada paso nuestra conciencia. Ni tampoco para poner rostros y nombres a tantas hombres de fama y poder que se llaman a sí mismos 'patriotas'. Patriotas que dan la espalda a tantas tragedias sociales, porque, quizá, precisamente de ellas viven")



(... Porque hablar, escribir, también es mirar con los ojos bien abiertos y comprender qué está ocurriendo. A esa mirada viene ahora Botev a llamarnos... "¿Oyes cómo los pobres imploran?... Entona, tú, una canción como esta, cántame, joven, las penas, canta cómo vende hermano a su hermano, cómo sucumben juventud y firmeza, cómo llora la huérfana viuda, cómo sufren los niños sin techo!")



(... Y es entonces cuando permito, invadido, que esos versos retumben en mi cabeza, tamboreen mi ánimo, me abracen mientras me hablan, me den palmadas, no permitiendo que rehuya la urgente conversación... "Así legisló la manada de lobos con piel de cordero para colocar la piedra eterna de la santa mentira y la mente humana tener para siempre encadenada... Calla y reza cuando te pegan")


'ELEGÍA' Y 'EL PATRIOTA', DEL LIBRO RECOMENDADO 'HRISTO BOTEV, POESÍA'

("... es la acción la que emerge espoleada, la que nos llama a través de la palabra poética para sacudirnos la pereza, para abandonar la sumisión, para querer sentirnos vivos, para que podamos creer que sí, que  somos nosotros los únicos protagonistas de nuestro destino..." Dime, oh, dime, pobre pueblo, ¿quién te mece en esta cuna, en la cuna maldita de eterno esclavo?)

´'EL DÍA DE SAN JORGE' / 'MI PLEGARIA', DOS POEMAS DE HRISTO BOTEV

("Así balaba tras el pastor / el rebaño de ovejas dóciles, mansas, mientras su rey, feliz imbécil, / como todos los reyes de este mundo, / con el lindo cayado les conducía... igual que a ti, tributo te cobra el rey, pobre pueblo, / para sus harenes abominables..." "...no tú, quien al esclavo dictas rezar, someterse...")



BALTADZHIEVA NOS DESCUBRE A BOTEV, UN POETA QUE NECESITAMOS AHORA

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"La poesía combativa, la llamada al sujeto callado, al esclavo que asiente, emergió con fuerza este pasado viernes en el Patio de Columnas de Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda...

La lectura que Baltadzhieva realizó al final de algunos poemas del poeta búlgaro elevó la temperatura emocional del momento, creando una atmósfera única en la que se mezclaban la reivindicación, lo poético, y, simplemente, el valor de la palabra, el valor del decir que soporta la dignidad del sujeto, un decir distinto que quiere, y lo hace, recuperar la condición del ser humano"


La poesía combativa, la llamada al sujeto callado, al esclavo que asiente, emergió con fuerza este pasado viernes en el Patio de Columnas de Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda.

Allí tuvo lugar el acto, en cuya organización ha colaborado la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, de presentación del libro ‘Hristo Botev. Poesía’. La ciudad de Sanlúcar tuvo el lujo de acoger a Zhivka Baltadzhieva, profesora de la Universidad Complutense, poeta de reconocido prestigio internacional,   y autora de la selección, estudio previo, y traducción de los poemas de Hristo Botev.

La asistencia fue masiva, y entre público se hallaban personas de todas las edades, jóvenes y no tan jóvenes, otorgando al momento un aura que parecía ligar momentos de rebeldía, de ahora, y de tantos momentos pasados en que ha sido necesaria, momentos que ahora piden ser recordados para poder alimentar el pensamiento y, también, la acción necesaria.

Zhivka Baltadzhieva disertó sobre la obra y vida de Botev, y lo hizo creando un relato en que se mezclaban los sufrimientos de su vida, los de Botev, y los nuestros de ahora, y lo hizo insistiendo en la esperanza, en la necesidad de creer en el ser humano.

Insistía en que la poesía de Botev, además de la desalienante dureza necesaria, significaba, antes que nada, un amor inmenso al ser humano.

La lectura que Baltadzhieva realizó al final de algunos poemas del poeta búlgaro elevó la temperatura emocional del momento, creando una atmósfera única en la que se mezclaban la reivindicación, lo poético, y, simplemente, el valor de la palabra, el valor del decir que soporta la dignidad del sujeto, un decir distinto que quiere, y lo hace, recuperar la condición del ser humano.

La presentación tuvo, además, el regalo de la interpretación en directo de dos adaptaciones musicales de poemas de Botev, a cargo de Paco Luque, artista sensible y solidario, que desde el principio aceptó ser partícipe y actor indispensable de un hecho en el que, además de la palabra, la música también se hacía necesaria.

Luis Enrique Ibáñez, profesor de Lengua y Literatura en el IES Cristóbal Colón, fue el encargado de presentar a Zhivka Baltadzhieva. Insistió en la urgencia, como decía Botev, de no asumir la condición de oprimido, de rebelarse ante un lenguaje, una inercia, que acostumbra a la quietud, al silencio, de no asumir esta “dictadura de la indecencia” de la que habla Emilio Lledó.

Ana Morillo, Delgada de Cultura, presidió al acto y agradeció la presencia del público y de todas las colaboraciones que lo hicieron posible. Además, subrayó el color combativo que la poesía de Botev ofrece.

La Librería Fórum también intervino eficazmente en la organización del evento.









'14 de ABRIL: EL PUEBLO LA TRAJO Y EL PUEBLO LA DEFENDIÓ', por Santi Ortiz

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"... Sé que les debo algo, que les debemos algo, que tanto sacrificio y tanta muerte y tanto dolor no puede traducirse en la sonrisa cínica de Juan Rosell, en los jugosos dividendos de la Banca, en la evasión de capitales de los explotadores, en el terrible rosario de desahucios, en la prensa doméstica y comprada, en la degeneración más absoluta de lo que un día llamaron Democracia..."

Aglomeración de personas en la plaza Sant Jaume de Barcelona el 14 de abril 1931

14 de ABRIL: EL PUEBLO LA TRAJO Y EL PUEBLO LA DEFENDIÓ

     Se nos llenó la boca con la palabra “pueblo”, como de pueblo las calles y ciudades de España. Nunca como ese día ecuatorial de abril tomó en la paz el pueblo tanto protagonismo. Los nombres propios, los próceres insignes, la individualidad superlativa de los grandes hombres del partido republicano, quedaron eclipsados por el torrente desbordado del pueblo. Pueblo de luz. Pueblo de risas. Pueblo de canciones. Pueblo de sudor, esfuerzo y esperanza. Pueblo con ojos preñados de futuro. Pueblo español, generoso y altivo; orgulloso de mostrar al viento de la patria el rostro de su hija: la Segunda República Española.

Mientras la España tricolor tomaba posesión de su puesto en la Historia, el grito poderoso y unánime, triunfante y jubiloso, del pueblo loaba a la República, y el Rey de un Estado podrido abandonaba España en plena primavera echado por la gente que debió defender, por la gente que hizo astillas su trono con el deseo –incumplido después– de desterrar para siempre la funesta dinastía borbónica, salpicada de oprobio por la felonía de aquel Fernando VII, la insensatez de Isabel II o la torpeza y soberbia de este Alfonso XIII, enemigo de la democracia, que el mandato tajante del pueblo había puesto en la frontera del exilio.

     Lo echó la República; una República venida al mundo como jamás otra: de la voluntad que el pueblo depositó en las urnas para que germinara en ella una España mejor. República limpia, pura y honrada, fruto del anhelo del pueblo. Tan limpia, tan pura y tan honrada, que los que habían mamado hasta entonces de la teta de España, los que habían transformado el sudor de sus trabajadores en pingües beneficios, las orondas sotanas, las guerreras corruptas, no podían consentir su noble triunfo.

Pueblo de sudor, esfuerzo y esperanza. Pueblo con ojos preñados de futuro. Pueblo español, generoso y altivo; orgulloso de mostrar al viento de la patria el rostro de su hija: la Segunda República Española

     Tampoco la Europa hipócrita que le tocó vivir, tan parecida a ésta de hoy que utiliza el látigo financiero desde Berlín y Bruselas para poner de rodillas cualquier intento de democracia y liberación –como ocurre con Grecia–, iba a permitir que aquel proyecto, aquel espíritu de 1931, traicionado después por Lerroux y sus secuaces, fustigado desde los púlpitos, desde los cuarteles, desde los cortijos, los casinos y las casas de putas donde los señoritos brindaban con champán de intriga y subversión, volviera a retoñar radicalizado de Frente Popular para ganar la batalla del pueblo y de la democracia. Con un ojo temeroso puesto en la Alemania nazi y en la Italia fascista y el otro en el codicioso ombligo de su burguesía, la Europa de Blum y Baldwin estranguló la posibilidad de ganar la guerra. Todo esto quedó aún más claro cuando, al término de la Segunda Guerra Mundial, los “aliados” no movieron un tanque para echar a Franco del poder y devolverle su sitio legítimo a aquella República que cada 14 de abril vengo rememorando; aquella República que trajo el pueblo y que, al traerla, como hija suya que era, juró defender con su sangre y su vida. Mucha vertió de una y pagó de la otra, sacrificio ejemplar para admiración del mundo y vergüenza de quienes, como sumisos corderos, hoy se dejan robar los últimos derechos sin el mínimo gesto de protesta, lucha o rebeldía.

     Aquel pueblo de bravos, hoy de bueyes–que se salve el que pueda–, merece mucho más que una simple memoria. Paso revista a las amarillentas fotografías de los cuerpos inmóviles, llenos de juventud que allí quedaron, boca al sol, oído en tierra, con los ojos clavados en la pavorosa negritud de la nada, y me asalta un sentimiento nebuloso de culpa. Sé que les debo algo, que les debemos algo, que tanto sacrificio y tanta muerte y tanto dolor no puede traducirse en la sonrisa cínica de Juan Rosell, en los jugosos dividendos de la Banca, en la evasión de capitales de los explotadores, en el terrible rosario de desahucios, en la prensa doméstica y comprada, en la degeneración más absoluta de lo que un día llamaron Democracia, en confundir libertad y botellonas o en poner más pasión progresista en defender a un toro, un perro o un gorila, antes que a un semejante que se juega la vida en una valla tratando de acceder a lo que él cree (en muchos casos, equivocadamente) que es un mundo mejor.

     El tiempo sigue dándole la razón a George Orwell, y no sólo por su profética obra 1984, sino por esta frase que pronunció sobre nuestra Guerra Civil, donde luchó al lado de la República, alistado en las fuerzas del P.O.U.M.: “La guerra española es un espantoso desastre, aun sin considerar la matanza y el sufrimiento físico.” Llevaba toda la razón. De aquella pérdida irreparable y las traiciones mediantes que vinieron después, llegamos a este desastre actual que nos devuelve  a la España caciquil del siglo XIX por mucho que los chupaboñigaspretendan vestirla de moderna.

     Hoy, sin embargo, es 14 de abril. Día de celebración y de alegría como en aquel lejano 1931. Alcemos nuestra copa –si es de vino, mejor– y brindemos por los que lucharon, por los que cayeron y, sobre todo, por los que soñaron. A ver si se nos pega algo.





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