Un artículo especialmente interesante que, sin lugar a dudas, mueve a la reflexión, al debate...
"El empobrecimiento expresivo, semántico, intelectual, tiene su correlación inevitable en la formación de unos ciudadanos mucho más expuestos, más manipulables e inconscientes...
Los héroes de este triste relato, como siempre, son los profesores, luchando contra el pasotismo de muchos de los padres, la influencia nefasta —criminal— de las televisiones, el engaño de la facilidad digital... hay que empezar por reconocer el mal, por no seguir engañándonos a nosotros mismos ni a nuestra juventud."
Una clase en el Colegio San José Obrero de Sevilla. / GARCÍA CORDERO
LA GENERACIÓN MEJOR PREPARADA
¿Tenemos la generación mejor preparada de la historia? Cada vez que lo oigo miro rápidamente a mi alrededor y trato de encontrar a los protagonistas de la afirmación. La última vez lo escuché de labios de José Antonio Griñán, pero no ha sido el único, ni será el último, porque ese falso convencimiento ha superado las fronteras partidistas y se ha incrustado en el imaginario colectivo de la frase lisérgica, como la certificación de una verdad absoluta. Así, aunque todos los análisis, endógenos y exógenos, de nuestra realidad educativa, nos lleven a pensar lo contrario —que estamos no ante la mejor, sino ante la generación peor preparada de nuestra historia reciente—, los políticos siguen manteniendo esa posición incuestionable, como si plantearse su más mínima fisura constituyera un anatema contra el que hay que rebelarse con furia convencida, negándolo sin contemplaciones, pero también sin argumentos probatorios.
No hace falta remitirse al Informe PISA, que nos sitúa en la vanguardia, sí, pero del furgón de cola europeo, para tener una perspectiva del nivel intelectual de nuestros estudiantes antes de llegar a la Universidad. Si hace varias décadas, en el examen final de Bachillerato no se podía aprobar con faltas de ortografía, ahora los profesores de Universidad ya han renunciado a penalizarlas en las pruebas escritas, porque saben que, de hacerlo, casi no podrían aprobar a ningún alumno. Pero también esto es, en el fondo, más referencial que explicativo de una realidad ominosa, que nos arrastra hacia un futuro desesperanzador, no tanto porque la gente casi no sepa redactar correctamente, sino porque sin el razonamiento en la lectura, con una comprensión lógica entre el pensamiento y la palabra, los ciudadanos estarán más indefensos ante cualquier abuso.
Esta famosa generación “mejor preparada de la historia” sabe leer, es cierto, más o menos mayoritariamente, a diferencia de otras. Pero el asunto comienza a complicarse si tratamos de dilucidar si, además de saber leer, son capaces de establecer una corriente mínima de significación, o una lectura comprensiva que les sirva no sólo para asimilar, mejor o peor, la información que han recibido, sino para interpretar el sentido del texto.
Desde que empecé a publicar libros, he tenido la oportunidad de participar en muchos encuentros con chavales, en colegios e institutos. La experiencia, quizá la más estimulante alejada del escritorio, me ha resultado tan enriquecedora como dura interiormente. Porque en los últimos 10 años, hablándoles de las mismas cosas —o sea, la escritura, la lectura y la vida—, he venido notando un cambio progresivo en su nivel de comprensión y de conocimiento de la lengua hablada normalmente. Quizá este sea el éxito de la famosa generación mejor preparada: una igualación de mínimos perfectamente lograda, para que todo el mundo entienda a partir de ese mínimo, sin exigirle más. El empobrecimiento expresivo, semántico, intelectual, tiene su correlación inevitable en la formación de unos ciudadanos mucho más expuestos, más manipulables e inconscientes que un chaval que haya leído, comprendido e interiorizado La regenta.
Claro que hay chicos brillantes: también los he conocido. Pero cuanto más mediocre es el clima en que se desenvuelven, menos capacidad de desarrollo podrá tener cualquiera de sus talentos. He hablado con muchos profesores y la opinión sobre las causas de este empobrecimiento paulatino es más o menos unánime: la pérdida del principio de autoridad, la exigencia cada vez menor y el cambio continuo de unos planes de estudio que debieran de haber sido la primera materia principal de consenso entre los partidos políticos, pactando un modelo educativo sostenido en el tiempo, en lugar de la alternancia que va dejando las asignaturas cada vez más vacías de contenido.
Siempre habrá gente brillante, pero nuestro sistema no lo es. Defender que tenemos la mejor generación es un disparate, o un cinismo, sólo comparable a afirmar que en España la gente habla generalmente más idiomas, algo que sí sucede en otros países europeos. Los héroes de este triste relato, como siempre, son los profesores, luchando contra el pasotismo de muchos de los padres, la influencia nefasta —criminal— de las televisiones, el engaño de la facilidad digital y el desvergonzado abandono de la cultura del esfuerzo. Pero para cambiar, para levantar esto, hay que empezar por reconocer el mal, por no seguir engañándonos a nosotros mismos ni a nuestra juventud.
(Fuente: El País)SOBRE EL AUTOR:
JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE. Poeta, ensayista y novelista español nacido en Córdoba en 1976. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, obtuvo una Beca de Creación en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Dedicado exclusivamente al ejercicio literario desde los dieciocho años, obtuvo el Premio Adonais 2000 por su libro "Interpretación"; en 2004 un accésit al XV Premio Jaime Gil de Biedma por "Delta"; en 2006 los premios Internacional de Poesía Fundación Loewe de Creación Joven por "El jersey rojo" y el PremioVicente Presa por "El precio de una cena en Chez Moritz". En 2010 el XXIII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe por "Las ollerías". Es columnista habitual en varios diarios españoles, y autor, además, del libro de relatos Carta a Isadora por el que obtuvo el Premio de Creación del Instituto Andaluz de la Juventud, de la novela corta El cuaderno naranja y de las novelas América merecedora de Mención Especial del Jurado del Premio Biblioteca Breve, y La suite de Manolete galardonada con el IX Premio Fundación Unicaja Fernando Quiñones. Reside actualmente en Madrid.
(Fuente: amediavoz.com)

JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE
TRES POEMAS DE JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE
"He leído las palabras que aquel día
grabaste en unas hojas frente a un río..."
'Duración'
Mis alas te las dejo.
Agítalas con fuerza, toma impulso.
Yo prefiero quedarme entre los hombres,
volver a hundir mis pies en tierra blanda.
Qué si hasta el misterio se derrumba.
Me puedes encontrar detrás del árbol.
Quién ha dicho que el tiempo verdadero
nos tiene que durar más que la vida.
De "Delta" 2004
Visor Libros- Colección de poesía
'El laberinto'
Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Aunque al principio, al relumbrar su cuello
en la puerta fugaz de aquel hotel
(creo que podía ser el Miguel Ángel,
y había un piano-bar), jamás me habría creído
que era posible entrar con tanta suerte
ni en ningún otro hotel, ni en cualquier otra parte.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Y el brillo se quedó dentro del pecho,
como un tibio dolor del corazón.
Poco después moriste, pero ya pude ver
que había una hebra invisible, un deseo capilar,
en ti y en ella,
de no tener más freno que la muerte.
Y se lo dije entonces, quizá hasta un poco antes:
eres como un cachorro de león asustada.
Tú sólo tienes miedo de tener
ese miedo más grande que la vida.
Eres como un cachorro de león asustada,
porque un león no se rinde,
no cesa ni claudica,
se encrespa en la batalla,
apenas retrocede
y muere de un impulso o ruge y toma aliento
y vence a dentelladas.
Me gustaría decirte que fue fácil.
Me gustaría decirte que aún es fácil.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.
De "Las Ollerías" 2011
Premio Loewe de poesía 2011
Visor 2011
He leído las palabras que aquel día
grabaste en unas hojas frente a un río.
Dejaste atrás la puerta
de madera tan gruesa como el cosmos,
subiste los peldaños de la entrada
y encaraste el ascenso de su Torre.
Pasaste dentro,
te sorprendió el aire acristalado,
llenos tus ojos blancos del rumor
de la hierba brotando en cada piedra.
Recordaste el murmullo último entre las carnes.
Pensaste que aquel sitio
podría gustarle a ella,
tu Torre construida sobre el mundo;
pero ella era del mundo sobre todo,
y tu mundo una Torre de silencio.
Saltaste más de cien
escalones de pensarlo
y el viento se volvió dulce al llegar;
el vino se acercaba a tus mejillas
borrachas del calor del que está solo.
Vindicaste tu orgullo de perdido
en la tierra vencida por los fuertes;
tu padre te observaba en un peldaño.
Tú sabías lo que sus ojos blancos
susurraban: -Nunca olvides cantar
a las estrellas del alba. -Tú olvidas
-contestaste-
que las empiezo a rozar.
He leído las palabras que aquel día
grabaste en unas hojas frente a un río
y he soñado tu Torre por el mundo;
dime, William ¿dónde marcháis los hombres
que habéis de cruzar el cielo
para hallar el sentido de las cosas?
¿Dónde ha quedado tu casa, tu mesa,
la tumba de tus hijos y tu amada?
Nos miras desde lo alto de tu Torre.
¿Y ahora qué?, canta el fantasma de Platón.
¿Y ahora qué?
¿Respiras el perfume de las nubes?
De "Una interpretación" 2001
Ediciones Rialp S.A.
(Fuente: amediavoz.com)