Una lección sobre Rubén Darío
"... eligió colocarse entre dos mundos que fue capaz de contemplar mirando hacia atrás y hacia adelante como el dios bifronte Jano, aunarlos revolviéndolos y, a partir de allí, saltar hacia la construcción de su propio universo...
prisionero de esa otra dualidad entre “la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”... Entre Thánatos y Eros, su escritura es siempre una aventura de búsqueda y renovación"
'Muerte y vida', de Gustav Klimt (1)
MUY ANTIGUO Y MUY MODERNO
Rubén Darío inicia el gran viaje de regreso de la lengua desde el continente americano hacia la Península, bajo los fulgores de una atrevida pirotecnia verbal. Y en su equipaje hubo, desde el principio, una dualidad llamativa: “Muy siglo diez y ocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita”, como escribe en el primero de los poemas de 'Cantos de vida y esperanza', su libro decisivo.
En su perspectiva estética eligió colocarse entre dos mundos que fue capaz de contemplar mirando hacia atrás y hacia adelante como el dios bifronte Jano, aunarlos revolviéndolos y, a partir de allí, saltar hacia la construcción de su propio universo, que sigue siendo tan contemporáneo y tan clásico en su hondura y tejido como para admitir renovadas lecturas.
Tras la publicación de 'Azul', el libro inaugural del modernismo, don Juan Valera escribió en 1888, en una de sus 'Cartas americanas': “Ni es usted romántico, ni naturalista, ni neurótico, ni decadente, ni simbólico, ni parnasiano. Usted lo ha revuelto todo: lo ha puesto a cocer en el alambique de su cerebro, y ha sacado de ello una rara quintaesencia”.
Esta rara quintaesencia va siendo compuesta de sustancias más variadas a medida que avanza en su exploración; desde su constante apego al mundo grecolatino, del que extrae gran parte de su imaginería y sus interrogantes, al Siglo de Oro, donde encuentra a sus primeros grandes maestros, Garcilaso, Góngora, Cervantes; al siglo XVIII versallesco que tanto le sedujo, al XIX de Hugo, Baudelaire y Verlaine; y a lo que también trae de sus propias esencias americanas en el equipaje, color, música, ritmo, sensualidad, misterio, atrevimiento, desafío: “¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano?”, se interroga en las ‘Palabras liminares’ de 'Prosas profanas'. “Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués”.
Unamuno le vio “ceñida la cabeza de raras plumas”: la pluma con que escribo, le respondería él en una carta. Otros, según recuerda Gastón Baquero, lo llamaban “negro mulato” con ganas de rebajarlo; y en Luces de bohemia, la pieza de Valle-Inclán, Max Estrella, el personaje ciego, lo llama “negro”.
Ninguno desacertaba. Era, en realidad, producto de esa rica mezcla racial que es el Caribe y es Centroamérica: mulato, indígena, español mestizo, tal como se prueba en su genealogía; y sería desde aquella periferia bastarda, falta de prestigios, que entraría a saco en las rigidices de una lengua exhausta, proponiendo novedades que causaban admiración a veces y, otras, desdén, o espanto. El asombro ante el otro, que proponía lo extraño.
Un hombre triste de los trópicos acobardado ante la idea de la muerte, y atormentado por la lujuria teñida por la oscuridad del pecado, prisionero de esa otra dualidad entre “la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”, expresada en ‘Lo fatal’, que para García Márquez, otro del Caribe revuelto, era el mejor poema de la lengua.
Gustav Klimt, emparentado primero con el simbolismo y luego con el modernismo, pintó en 1916 la escena en que Leda, desnuda y de espaldas, va a ser poseída por el rijoso Zeus, encarnado en un cisne negro. Esta pintura marcaba un parentesco de motivos con la poesía de Rubén; nunca llegaron a conocerse él y Klimt, pero cuando en 1904 visitó en Viena el Museo de la Secesión, lo que más le impresionó fueron sus cuadros. Hay en ambos una identidad que tiene que ver con la exploración del abismo de misterio de lo erótico que no se aparta de la seducción de la muerte, el otro gran abismo.
En el cuadro de Klimt de 1915 Muerte y vida, “la inevitable”, como diría Rubén, aparece engalanada con una de las túnicas coloridas con que el pintor solía vestir a sus modelos, sólo que esta túnica, entre el azul y el violeta, como la materia en descomposición, aparece decorada con cruces de cementerio, mientras ella, entre amenazadora y burlesca, contempla a un grupo de durmientes, inadvertidos de su presencia, y de su inminencia.
Octavio Paz encuentra en el temperamento erótico de Rubén una de sus maneras de develar el misterio del mundo en sus múltiples correspondencias: “El cuerpo de la mujer es el cuerpo del cosmos y amar es un acto de canibalismo sagrado. Pan sacramental, hostia terrestre: comer ese pan es apropiarse de su sustancia vital”.
Vivió bajo el doble amparo de Afrodita y de Ichpochtli, la diosa de la intimidad carnal del panteón mesoamericano, a quien están consagradas las flores de cempasúchil, que adornan los altares de los muertos.
Y si el Oriente de misterios y milagros de Las mil y una noches despertó en él su amor por lo exótico y lejano, también marcó su temprana entrada al erotismo. En su autobiografía dice:
“En cuanto a mi imaginación y mi sentido poético, se encantaban en casa con la visión de las turgentes formas de mi prima, que aún usaba traje corto; con la cigarrera Manuela, que manipulando sus tabacos me contaba los cuentos del príncipe Kamaralzaman y de la princesa Badura, del Caballo Volante, de los genios orientales, de las invenciones maravillosas de las mil y una noches.
En dos estrofas de ‘Divina Psiquis’, uno de los poemas trascendentes de Cantos de vida y esperanza, explora los misterios de esa dimensión oscura del sexo que siempre hizo arder sus sentidos. La psiquis perturbadora es la dulce mariposa invisible que vuela desde los abismos, “sabia de la lujuria que sabe antiguas ciencias”, para posarse en la viña donde nace el vino del diablo, y en los senos y en los vientres.
Entre Thánatos y Eros, su escritura es siempre una aventura de búsqueda y renovación. “Todo lo renovó Darío”, dice Jorge Luis Borges: “La materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado y no cesará; quienes alguna vez lo combatimos, comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar el Libertador”.
(Fuente: babelia.com)
LO FATAL
A René Pérez.
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!
LA ACTRIZ MARISA PAREDES RECITA EL POEMA
(en la sede de la Real Academia Española (Madrid), con motivo de la presentación de la obra "Fonética y Fonología", el 20 de diciembre de 2011)
DIVINA PSIQUIS
¡Divina Psiquis, dulce Mariposa invisibleque desde los abismos has venido a ser todolo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensibleforma la chispa sacra de la estatua de lodo! Te asomas por mis ojos a la luz de la tierray prisionera vives en mí de extraño dueño:te reducen a esclava mis sentidos en guerray apenas vagas libre por el jardín del sueño. Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias,te sacudes a veces entre imposibles muros,y más allá de todas las vulgares concienciasexploras los recodos más terribles y oscuros. Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentresbajo la viña donde nace el vino del Diablo.Te posas en los senos, te posas en los vientresque hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo. A Juan virgen y a Pablo militar y violento,A Juan que nunca supo del supremo contacto;a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto. Entre la catedral y las ruinas paganasvuelas, ¡oh, Psiquis, oh, alma mía!-como decíaaquel celeste Edgardoque entró en el paraíso entre un son de campanasy un perfume de nardo-,entre la catedraly las paganas ruinasrepartes tus dos alas de cristal,tus dos alas divinas.Y de la florque el ruiseñorcanta en su griego antiguo, de la rosa,vuelas, ¡oh, Mariposa!,
¡a posarte en un clavo de Nuestro Señor!
(1) ACERCA DE GUSTAV KLIMT:
Pintor austriaco, fundador de la Secesión vienesa, movimiento del Art Nouveau. Sus primeros trabajos consisten principalmente en grandes pinturas murales para teatros realizadas en un marcado estilo naturalista. Después de 1898, la obra artística de Klimt se inclinó hacia una mayor innovación e imaginación y asumió un aspecto más decorativo y simbólico. Continuó pintando murales, pero las severas críticas públicas a sus tres murales Filosofía, Medicina y Jurisprudencia (1900-1902, Universidad de Viena, destruidos en 1945 en un incendio), le llevaron a realizar pinturas sobre lienzos. Los trabajos más conocidos de Klimt son sus últimos retratos, como el de Frau Fritsa Reidler (1906, Galería Osterreichische de Viena), con su sencilla y translúcida superficie, de colores y formas de mosaico, y con sinuosas y curvadas líneas y dibujos en sus fondos. Entre sus obras más admiradas destacan las series de murales de mosaico (1905-1909) para el Palacio Stoclet, en Bruselas, una mansión privada, opulenta, diseñada por el arquitecto Josef Hoffmann, que fue también miembro de la Secesión vienesa.
(Fuente reseña: epdlp.com)
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