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'DESHUMANIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD', por Albert Chillón (profesor de la UAB y escritor)

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Al menos, algún día se podrá afirmar que algunas personas no se callaron

"Fue así, obnubilados los poderosos y buena parte del personal por la nueva fe ultraliberal, como las humanidades y los saberes críticos fueron condenados a galeras... La sibilina absorción de todas las facetas del vivir por el capitalismo totalista está arrebatando a la Universidad, y al entero sistema educativo, sus más valiosos procederes y metas...

Antaño restringida a la esfera empresarial y financiera, la jerga tecnocrática se ha adueñado ya del habla de la mayoría de ellos, obcecados en cumplir objetivos cuantificables en detrimento del incuantificable"


DESHUMANIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD

Cada cinco años más o menos, con exasperante cadencia, los gobiernos de turno cambian la legislación que regula las instituciones educativas. Ahora mismo, como es sabido, se cierne sobre la Universidad el sistema 3+2 en lugar del 4+1, vigente desde que hace un lustro escaso empezó a implantarse la infausta directiva de Bolonia. Al mirar atrás, los docentes veteranos no acertamos a inventariar las demasiadas reformas que se han sucedido desde 1978, aunque sí a percibir sus perjuicios. Y muchos concluimos que cada una de ellas, lejos de resolver los defectos y carencias de la institución, ha ido agravando su decadencia, por más que las consignas de excelencia que sus gestores propagan traigan nuevos daños y cegueras. A este respecto se queda corto el conocido adagio que Lampedusa consagró en El Gatopardo: no se trata ya de que todo cambie para permanecer, sino para empeorar sin freno.
La quiebra epocal que se manifestó en 2008 no ha hecho sino catalizar —y justificar con persuasiva coartada— una deriva incubada mucho antes, cuando menos en los, en apariencia, prósperos años noventa. A la sazón, como el lector recordará, las universidades autóctonas aumentaban a matacaballo sus sedes, titulaciones, plantillas y estudiantado, en una espiral consonante con la que vivía el país y un Occidente que parecían haber alcanzado un presente de seguridad y bienestar garantizados, hasta el punto de trocar las modernas utopías de futuro en pintorescas antiguallas. Soñada por casi todo dios con los ojos abiertos, la ilusión consistía en dar por descontado que la caída del sovietismo, sumada a la irresistible pujanza del neocapitalismo financiero a lomos de la tecnología digital, habría jubilado los añejos utopismos a fuerza de consumar sus metas.
Entonces llegó la apoteosis de la apariencia: la historia y la lucha de clases habrían concluido; el capitalismo global sería el mejor —y el único— de los mundos posibles
Entonces llegó la apoteosis de la apariencia: la historia y la lucha de clases habrían concluido; el capitalismo global sería el mejor —y el único— de los mundos posibles; y la sociedad entera, en consecuencia, se habría tornado tan transparente y obvia como irrelevante el empeño de pensar. ¿A santo de qué seguir abrevando en las fuentes y tradiciones de la cultura para cultivar la reflexión y alumbrar, mediante la interpretación y la crítica, los oscuros bastidores del gran teatro del mundo? ¿Para qué educar la capacidad de empalabrar, imaginar y dudar de los ciudadanos? ¿A qué fomentar su comprensión de la experiencia humana pasada, presente y futura si solo había —era un suponer— una realidad totalista e inalterable en sustancia, a la que no cabría oponer alternativa?
sacrificar el kantiano “Atrévete a saber”, en suma, por ese tramposo “Atrévete a emprender” que resume la cínica ideología imperante
Fue así, obnubilados los poderosos y buena parte del personal por la nueva fe ultraliberal, como las humanidades y los saberes críticos fueron condenados a galeras. Y así como el grueso del sistema educativo fue tácita o abiertamente instado a sacrificar sus más altos fines pedagógicos en aras de una instrucción embrutecedora, empeñada en reemplazar la cultura —el cultivo de lo humano— por el aleccionamiento; la capacidad creativa de pensar y hacer, por ramplonas competencias y habilidades; la formación de ciudadanos dotados de criterio y libre albedrío por el amaestramiento de súbditos ignorantes; el kantiano “Atrévete a saber”, en suma, por ese tramposo “Atrévete a emprender” que resume la cínica ideología imperante.
La sibilina absorción de todas las facetas del vivir por el capitalismo totalista está arrebatando a la Universidad, y al entero sistema educativo, sus más valiosos procederes y metas; degradación sistémicamente alimentada por la burocracia, desde luego, pero también por muchos de sus integrantes —alumnos, docentes y autoridades—, sea por pacer en la inopia, sea por complicidad negligente o activa. Antaño restringida a la esfera empresarial y financiera, la jerga tecnocrática se ha adueñado ya del habla de la mayoría de ellos, obcecados en cumplir objetivos cuantificables en detrimento del incuantificable aunque cualificado sentido que deberían prestar a la praxis pedagógica. Usuarios de un tinglado cada vez más elitista e inasequible, una porción creciente de estudiantes se comportan como clientes matriculados, mientras incontables profesores dejan de profesar en beneficio de la instrucción burda. Obsesionados por descollar en los escalafones internacionales, los responsables universitarios fomentan la investigación administrada subordinada a la industria y al mercado, en menoscabo de la que deberían poner al servicio de la sociedad misma. A mayor gloria de la “transferencia de conocimiento” a las empresas, la misma docencia es rebajada a la condición de labor secundaria, como si el vínculo pedagógico con los discentes —dialogante, elocuente y presencial— no constituyese, de hecho, la transmisión de saber más indispensable. Y una institución crucial, secularmente distinguida por la humanizadora integración de saberes (uni-versidad) y por el cultivo de la virtud cívica, se degrada en poli-versidad disgregadora, donde la barbarie de la especialización hace su agosto y la deshumanización agosta a los ciudadanos.
(Fuente: El País, 23-02-2015)

ENTRADAS RELACIONADAS:
("... unos podrán pagar y otros no podrán pagar...  La engañosa libertad que ofrece Wert a las universidades consiste en condenar a muchas familias al escalón B de la formación pública superior y a la evidencia de que estarán en la zona tonta del sistema (3) porque no pueden pagarse la zona lista (3+2)... los estudios humanísticos en el ámbito del pensamiento, la literatura, el arte o la filosofía, son lentos por definición, no son rentables de forma mecánica y automática...")

(Crear el caos en todo lo público, para justificar su desprecio. Para poner los recursos públicos en manos de la enseñanza privada. Para fragmentar la sociedad, y pretender que sólo los jóvenes de las clases superiores tengan acceso a la información, al conocimiento... tengan acceso al poder... no podemos permitir que les quiten lo que entre todos les hemos dado. Que no les roben lo que es suyo")


("El propósito del Ministerio de Educación es convertir la enseñanza, de todos los grados, en un negocio... Se liquidan las escuelas públicas y se crean nuevos colegios privados...  se despide a los maestros y hay que amontonar los alumnos... es preciso contratar a profesores eventuales, pagándoles unas cantidades misérrimas que deberían ofenderles... Mientras una élite bien situada, en la que se encuentran los nietos y las nietas de los grandes banqueros y empresarios, se forma en escuelas extranjeras y realizan doctorados y masters en varios continentes")


("... continúa gestándose políticamente un programa que lo que realmente pretende es que haya menos Universidad y que sea menos pública, que el conocimiento sea cada vez más superficial y sus portadores cada vez más adaptables, más manipulables y, como consecuencia, más infelices")








Columna periodística: 'IMAGEN', por Jorge M. Reverte. PROPUESTA DE EXAMEN (según PAU)

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"Marta Ferrusola y su marido, Jordi Pujol, acompañados por su primogénito, se reían del Parlamento catalán haciendo por allí el paseo de los señoritos, que se dignaban en contestar de cuando en cuando a esos recién llegados a la política que son los actuales parlamentarios...

una imprenta sacaba un cartel en el que se invitaba a la gente a asistir al carnaval con el incentivo de “matar españoles”

IMAGEN

Mientras algunas cadenas de televisión transmiten el debate sobre el estado de la nación, podemos ver por otras en qué estado lamentable se encuentra en realidad nuestra nación.
Marta Ferrusola y su marido, Jordi Pujol, acompañados por su primogénito, se reían del Parlamento catalán haciendo por allí el paseo de los señoritos, que se dignaban en contestar de cuando en cuando a esos recién llegados a la política que son los actuales parlamentarios. La señora Ferrusola ejercía en realidad el oficio de ama de casa que trataba a la servidumbre como se merecía.
Pero la ejemplaridad se podía ver por todas partes de la geografía. Sevilla, sin ir más lejos. Una cuadrilla de indeseables coreaba apoyo a un presunto maltratador e insultaba a la víctima, sin que el presidente del Betis lo llegara a escuchar, bendita sordera.
En Solsona, importante localidad de Lleida, una imprenta sacaba un cartel en el que se invitaba a la gente a asistir al carnaval con el incentivo de “matar españoles”. Nadie, ni el impresor, se dio cuenta de la barbaridad que eso significaba. Nadie se acordaba de que en el País Vasco hasta hace poco esto era algo más que un juego.
En Madrid, en el metro, los vigilantes de una empresa de seguridad recibían la instrucción de atender con especial esmero la presencia de maricones en actitud cariñosa, lo que realmente debía ser insoportable para los viriles jefes de la empresa. Hasta que el asunto no salió en la prensa, nadie del metro pareció enterarse de ello.
Para evitar semejantes casos de ceguera ante el señoritismo, los malos tratos, la xenofobia o la homofobia, yo creo que habría que actuar de oficio. Que los diputados catalanes, los hinchas del Betis, los habitantes honorables de Solsona, y los responsables de seguridad del metro, se lo piensen.
(Fuente: El País, 26-02-2015)

PREGUNTAS:
1ª ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS
2ª TEMA. RESUMEN

3ª COMENTARIO CRÍTICO
Preguntas guía para el comentario crítico

1ª ¿Cómo está organizado el texto? (Estructura)
2ª ¿Qué tesis defiende el autor? (Ver Orientaciones para determinar el tema...)
3ª ¿Podrías resumir brevemente el texto con tus propias palabras?
(Las tres primeras preguntas corresponden, evidentemente, a las preguntas de Selectividad, ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS, TEMA Y RESUMEN. A partir de la cuarta pregunta comenzaría -es sólo una propuesta- el COMENTARIO CRÍTICO)
4ª ¿Qué tipo de texto es? Si es un texto literario, ¿a qué momento histórico pertenece, está "encuadrado" en algún movimiento literario?
5ª ¿Es un tema actual? ¿Crees que hay alguna idea "secundaria" importante?
6ª ¿Es un tema polémico?
7ª ¿Es un tema local/universal
8ª ¿Qé argumentos utiliza el autor para defender su tesis?
9ª ¿Es objetivo en sus planteamientos, o es subjetivo?
10ª ¿Cuáles son las “marcas lingüísticas” de su supuesta subjetividad? ¿Cuáles son las expresiones más impactantes, más significativas? Coméntalas.
11ª ¿Es un tema original?
12ª Si no lo es, ¿lo es, al menos su tratamiento, su enfoque?
13ª ¿Cuál es tu opinión?
14ª ¿Qué argumentos añadirías?
15ª ¿Qué argumentos opondrías a los del autor?
16ª ¿Puedes relacionar el texto, su tema principal, con otros textos, noticias… que conozcas?
17ª Teniendo en cuenta la intención del autor, ¿crees que ha sido eficaz? ¿Qué funciones del lenguaje predominan?
18ª ¿Cómo concluyes tu análisis, tu comentario?
4ª EXPLICAR LAS RELACIONES SINTÁCTICAS QUE SE DAN ENTRE LAS SIGUIENTES PROPOSICIONES:
Marta Ferrusola y su marido, Jordi Pujol, acompañados por su primogénito, se reían del Parlamento catalán haciendo por allí el paseo de los señoritos, que se dignaban en contestar de cuando en cuando a esos recién llegados a la política que son los actuales parlamentarios
5ª EL LENGUAJE PERIODÍSTICO / LOS GÉNEROS DE OPINIÓN / LOS GÉNEROS INFORMATIVOS / CLASIFICACIÓN DE LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS




'NO TAN ALTO', de Pablo Neruda

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"... Vi festejados los ladrones

por caballeros impecables
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.
Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos..."




NO TAN ALTO


De cuando en cuando y a lo lejos
hay que darse un baño de tumba.

Sin duda todo está muy bien
y todo está muy mal, sin duda.

Van y vienen los pasajeros,
crecen los niños y las calles,
por fin compramos la guitarra
que lloraba sola en la tienda.

Todo está bien, todo está mal.

Las copas se llenan y vuelven
naturalmente a estar vacías
y a veces en la madrugada,
se mueren misteriosamente.

Las copas y los que bebieron.

Hemos crecido tanto que ahora
no saludamos al vecino
y tantas mujeres nos aman
que no sabemos cómo hacerlo.

Qué ropas hermosas llevamos!
Y qué importantes opiniones!

Conocí a un hombre amarillo
que se creía anaranjado
y a un negro vestido de rubio.

Se ven y se ven tantas cosas.

Vi festejados los ladrones
por caballeros impecables
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.
Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos.

Hay que darse un baño de tumba
y desde la tierra cerrada
mirar hacia arriba el orgullo.

Entonces se aprende a medir.
Se aprende a hablar, se aprende a ser.
Tal vez no seremos tan locos,
tal vez no seremos tan cuerdos.
Aprenderemos a morir.
A ser barro, a no tener ojos.
A ser apellido olvidado.

Hay unos poetas tan grandes
que no caben en una puerta
y unos negociantes veloces
que no recuerdan la pobreza.
Hay mujeres que no entrarán
por el ojo de una cebolla
y hay tantas cosas, tantas cosas,
y así son, y así no serán.

Si quieren no me cran nada.

Sólo quise enseñarles algo.

Yo soy profesor de la vida,
vago estudiante de la muerte
y si lo que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo.




EL POEMA EN LA VOZ DE MILTON NASCIMIENTO







(... Guardémonos la sombra a ver si desde nuestra oscuridad 
salimos y tanteamos las paredes, 
acechamos la luz para cazarla 
y de una vez por todas 
nos pertenece el sol de cada día)





("Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas..., declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas... Quien huye del mal gusto cae en el hielo")

(Así que, de vez en cuando, lo mejor es que nos quedemos calladitos... y que otros hablen... Las palabras venían de aquí para allá... como el mar... me he sentido como en una barca meciéndose entre sus palabras...)



(Y también tenemos derecho a imaginar esa risa redentora que nos permita descansar en ella... en estos tiempos que hieren. "Tu risa", de Pablo Neruda, en la composición de Olga Manzano y Manuel Picón. Un ejemplo perfecto del ensamblaje amable entre música y palabra. El viaje de esa música, de esas voces, in crescendo, parece querer llevarnos a un éxtasis de emoción que quiere estallar, a una cima tranquila y poderosa en la que sentarnos y saborear tranquilos nuestra reconciliación con el mundo... Mi lucha es dura y vuelvo / con los ojos cansados / a veces de haber visto / la tierra que no cambia,... pero al  entrar tu risa...)



("... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció...")


"Cuando más se odió a la poesía, se odiaba a la poesía épica, la poesía que contaba algo... ya nadie lo quiso hacer más, la poesía del relato de un pueblo... de las pasiones vividas... y yo no le tuve miedo a eso..." (P.N)



(... Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes, enterrando lámparas...")








'LA COMUNICABILIDAD DEL TOREO (II)', por Santi Ortiz

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"Comprender al toro no es mirarlo, recorrerlo con la vista, ver lo que cualquiera puede; comprender es buscar en él lo que no puede verse con los ojos. Desde que sale al ruedo, el toro –como todo lo que puebla la realidad– está enviando mensajes, dando pistas, presentando indicios de lo que lleva en su interior. Para entenderlo, el torero tiene que formularle “preguntas”...

el buen torero descifra al toro para que el público lo vea. No obstante, este desciframiento obedece a la idea que el torero busca plasmar con el toro"


LA COMUNICABILIDAD DEL TOREO (II)

     Señalábamos en el capítulo anterior que, dentro de la comunicabilidad del toreo, además de la parcela ocupada por la experiencia estética, también podíamos encontrar otra destinada a la adquisición de conocimiento; un proceso cognitivo que nos da opción a desembocar en uno de los goces más gratificantes que el ser humano puede experimentar: el goce intelectual. Un goce exclusivo de la materia culta, pues al necesitar el concurso de la inteligencia abstracta, descarta absolutamente a todas las demás especies animales.

     De lo dicho, se deduce que el toro queda excluido de dicho goce, aunque ello no impida a su instinto ir cogiendo resabios durante la experiencia de la lidia al extremo de poder volverse malicioso y hasta ilidiable. La adquisición de conocimientos compete, pues, al torero y al público solamente. No obstante, como el mundo –el de cada cual– no deja de ser una perspectiva, el conocimiento que trata de adquirir y transmitir el torero –que está en la arena y frente al toro– y el que procura adquirir el público, situado a una segura distancia de donde se realiza la acción, ocurren en mundos distintos y están vistos desde distintas perspectivas. El torero ha de extraer conocimiento del toro, y el espectador de lo que ocurre en la arena.

     Todo conocimiento nace de la ignorancia; ignorancia que no debemos confundir con el simple no saber, pues ignorar es no saber aquello que necesitamos saber. Yo no sé cuántos rizos tiene en el testuz  ese toro que corretea por el ruedo, pero no me siento ignorante por ello. No me interesa. No me planteo tal cuestión. No me hace falta para nada saberlo. En cambio, la ignorancia que nos inicia en el camino del conocimiento nos remite siempre a una pregunta. Y es que, aunque no todas las preguntas abren la puerta a la tarea de conocer, el conocimiento empieza siempre por preguntar. Preguntamos por aquello que nos preocupa, dicho sea en el sentido literal del término; esto es: nos pre-ocupa, porque tendremos luego que ocuparnosde ello. Preguntar es, pues, ocuparnos por anticipado de lo que vamos a hacer.

     Al torero le preocupa el toro; ese toro del que, una vez ha saltado a la arena, va a tener que ocuparse. Pero no le preocupa como ente físico que está ahí, a la vista de todos, sea grande o terciado, veleto o gacho, añejado o joven, vareado o regordío, alto o bajo de agujas. En todo caso, lo imponente de su morfología, su trapío, la agresividad que desprenda su estampa, podrá incidir haciendo más o menos mella en el ánimo torero, pero en nada afecta a la preocupación que siente el hombre que a él ha de enfrentarse por esclarecer su comportamiento. Y esto es así porque la pregunta que inicia, en este caso, el proceso de conocimiento no va orientada a esclarecer ese toro físico que se nos ha hecho presente desde que salió del chiquero, no. Va encaminada a poner en claro lo que el toro lleva dentro, lo que permanece oculto en él, su forma de reaccionar y responder en la lidia; dicho de otro modo: su manera de comportarse en ella.

     Esto es un ejemplo de cómo al hombre –también al torero– se le duplica el mundo. Al mundo inmediato de las cosas, de los entes, de lo que nos es patente, se le añade ese otro mundo oculto tras o dentro de las cosas, que nunca nos es inmediato y que requiere de nosotros el esfuerzo de buscarlo. Esfuerzo que el hombre, con su curiosidad genérica, viene realizando desde que anda por la faz de la Tierra en palpable demostración de que no se conforma con el mundo perceptible que le rodea, sino que éste le incita a lanzarse en busca de ese mundo de esencias, ese trasmundo, que aguarda a su inteligencia, latente y oculto tras el primero. Al fruto del esfuerzo que el hombre –o el torero– dedica a llegar hasta la comprensión del mismo a partir de la pregunta inicial que lo ha puesto en camino es a lo que suele llamarse conocimiento. No obstante, me apresuro a aclarar que el conocimiento no es un simple ejercicio de virtuosismo intelectual ni parte promovido por una curiosidad diletante e insustancial. El conocimiento no tiene la frivolidad por origen, surge siempre de una necesidad, que en el caso del torero obviaremos por evidente.

     Sin embargo, sí es preciso insistir en que esa necesidad se vuelve obligación del torero de sostenerse en medio del ruedo y ante el toro. Ello le impone tener que decidir en cada instante lo que debe hacer; dicho de otro modo: lo que va a ser en el instante siguiente. Cada momento es irreemplazable y, por ello, no puede errar impunemente. La va la vida en ello, o su carrera, o su triunfo, o su confianza en sí mismo. La vida vuela y pasa sin posible retorno. Y el toro que se va sin haber sido debidamente toreado, debidamente “comprendido”, no vuelve más, con las consecuencias que nadie sabe a priori podrá tener sobre el prestigio o el futuro del torero, incapaz de haberlo sabido aprovechar conforme a las expectativas despertadas entre los aficionados y profesionales. De aquí la necesidad que tiene el diestro de anticiparsea las reacciones del animal, cosa imposible de lograr sin haber descubierto antes lo que el toro es; es decir: sin haber logrado comprender su comportamiento.

     Comprender al toro no es mirarlo, recorrerlo con la vista, ver lo que cualquiera puede; comprender es buscar en él lo que no puede verse con los ojos. Desde que sale al ruedo, el toro –como todo lo que puebla la realidad– está enviando mensajes, dando pistas, presentando indicios de lo que lleva en su interior. Para entenderlo, el torero tiene que formularle “preguntas”; preguntas que sólo adquieren sentido cuando las consideramos como un medio de conocer sus “respuestas” dentro de ese diálogo inefable que se establece entre el hombre y la res. Esa “conversación” mantenida por torero y toro es lo que se conoce como lidia. Si concedemos al infinitivo “hablar” el significado de “manifestar”, el toro, con su comportamiento, está hablando al torero. El torero con el suyo también le “habla” al toro; pero, además, contando con sus experiencias anteriores con otros toros, que le permiten extraer conclusiones de lo que tienen en común éstos y el toro concreto que tiene delante, el torero habla consigo mismo, conversa consigo mismo, se comunica consigo mismo; esto es: piensa. Y lo hace buscando descubrir los misterios de ese toro que está toreando. Y cuando comprueba por las respuestas de éste que el comportamiento de la realidad obedece a los planteamientos y supuestos que su mente ha elaborado, llega al convencimiento de que ha logrado entender al toro; que le ha hecho las preguntas correctas. Es entonces cuando el hombre siente haberse abierto un camino que le permite orientarse en el caos que el toro impone. El conocimiento, con su esfuerzo, ha logrado extraer de dicho caos un esquema de orden, una estructura interrelacionada, un cosmos. Tal experiencia, además de la seguridad que le otorga dicho entendimiento –que le facilita imponerse a su instinto de conservación–, le lleva a disfrutar de ese gozo intelectual, íntimo y exclusivo, que estremece las entrañas del hombre cuando cae en la revelación de haber hallado la forma de desentrañar el enigma que quería resolver. Obtenida la llave del conocimiento, su voluntad podrá imponerse al toro y dictar el argumento de su obra, para que de ella mane la belleza, el sentimiento artístico, la inspiración sublime.

     Desde la distancia, el público también se hace receptor del conocimiento que toro y torero le están brindando desde el ruedo. Fundamentalmente, el que le envía el torero, pues, así como los medios de comunicación constituyen la mirada a través de la cual vemos actualmente el mundo, el público ve la corrida y el toro a través del torero. El torero es el elemento que permite al espectador ver lo que no tiene al alcance de los ojos; esa realidad oculta de las cosas que sólo se revela al conocimiento.

     No perdamos de vista que el público de toros no se ha encontrado con la corrida por casualidad y está allí por haber cedido a su curiosidad. El público de toros ha tenido que dejar de hacer lo que estaba haciendo para dirigirse a la plaza, pagar con su dinero el valor de la entrada, ocupar su asiento y dedicarle las horas que dure la corrida a contemplar lo que ocurra en la arena; es decir: el público que se sienta en la plaza siente una predisposición por el toreo. Esa predisposición, sublimada por la experiencia acumulada –sea mucha, media o poca–, le lleva a sentir respeto hacia el toro –a veces, también sobrecogimiento– y una empatía hacia el torero, que le hace cómplice del mismo; esto es: que le lleva a alinearse con el hombre que está en peligro. Advirtamos, no obstante, que también existen algunos grupos de “entendidos”, los cuales gustan de señalarse adoptando una insufrible y dogmática actitud crítica y detractora hacia los toreros, que se sitúa en los antípodas de la complicidad.

     Sin embargo, lo habitual es que el aficionado acuda a la plaza cargado de ilusiones y, dentro de sus gustos particulares, con la mente limpia de prejuicios esperando alcanzar junto a la experiencia estética ese placer intelectual que experimenta cuando cree entender lo que hace el torero, cuando cree haber dado con las claves de por qué el diestro ha elegido ese terreno y no otro para hacer su faena; por qué lleva la muleta a media altura y no baja la mano, o por qué cita a una distancia y no a otra a la hora de iniciar las tandas. Cuando su experiencia le permite extraer lo común de lo diverso; esto es: comprender, y lo aplica en cada caso para prever lo que el torero hará o adelantarse a lo que tendría que realizar; cuando es capaz de anticiparse a la acción y comprueba que el torero, como si le hubiese “escuchado”, se dispone a hacer lo mismo que él había vaticinado, el gozo intelectual llega incluso a llenarle de jubilosa vanidad. Lo mismo le ocurre cuando ve que el torero, por no seguir las indicaciones que él se dice a sí mismo, se equivoca y no logra comprender al toro ni sacar de él lo que podría haber conseguido de actuar de manera correcta. También existe otro tipo de gozo intelectual cuando el torero no hace lo que él cree debe de hacer y acierta. Entonces, en la mente del espectador se produce la sorpresa que acompaña a todo descubrimiento inesperado: ha visto que las cosas podían hacerse de manera distinta a como él pensaba y, de nuevo, ha ganado con ello conocimiento: una experiencia más que archivar en su memoria para aplicar en ocasiones venideras. En todos estos casos –en los dos primeros por ratificación y en el último por ampliación–, su conocimiento taurino se ha enriquecido y el gozo intelectual ha sobrevenido.

     Alcanzar este tipo de gozos requiere comprender también al toro, asunto que al contemplador suele costarle más trabajo. Una cosa es asomarse al alma del torero por la ventana abierta que éste le deja en esa transformación que convierte los gestos en actitudes –no en vano un dicho taurino afirma que “no hay nada más transparente que el traje de luces”– y otra muy distinta ser capaz de “adivinar” lo que el toro encierra. Salvo los profesionales del toreo –y no todos–, cuya experiencia con los astados les dota de una sabiduría de la que carecen quienes sólo han visto las reses desde el tendido, son escasos los espectadores que saben ver el toro. En cualquier caso, esa visión les llega siempre a través del torero. Es éste quien resuelve el problema del toro y deja al público en condiciones de analizar lo que ve. De hecho, cuando hace las cosas bien y es su voluntad la única que proyecta, manda y realiza, logra que las miles de almas que contemplan su obra unifiquen criterios. Por el contrario, cuando no está como debe, la plaza se dispersa en una diversidad de actitudes, opiniones y pareceres, como diseminados por falta de una fuerza atractiva que los unifique. Y no es raro que, de darse esta última situación, el tendido acuse al torero de “no haber dejado ver el toro”.

     Es lo contrario de lo que hace el buen torero, que descifra al toro para que el público lo vea. No obstante, este desciframiento obedece a la idea que el torero busca plasmar con el toro. Habrá diestros que querrán poner de manifiesto las características del astado, resaltando sus defectos, que ellos habrán corregido valiéndose de su técnica; habrá otros, como José Tomás, que comunicará su peligro potencial con más intensidad que el resto así como el asombro de lograr faena con reses tachadas de imposibles; otros, como Morante de la Puebla, extraerán del toro su nobleza y su clase para dejar perfumado su toreo con el arte más bello…

     Esta circunstancia de que el toro sea visto a través del torero, me da pie a formular una pregunta que puede abrirnos el camino a un nuevo conocimiento con su correspondiente gozo intelectual. Hela aquí: Supongamos que hemos visto un toro a través de un torero. Si lo toreara otro torero, ¿sería el toro que éste nos muestra el mismo que nos había mostrado el torero anterior? Dicho de otro modo: ¿podemos estar totalmente seguros de que no existe otro toro distinto oculto dentro del que se nos muestra, esperando al diestro que lo saque a la luz?

     La pregunta es prácticamente imposible de responderse en la arena. El toro sólo se torea una vez y, por lo tanto, únicamente se las ve con un solo torero, ya que los peones no cuentan para el caso, pues su forma de torear es otra –hacen otro tipo de “preguntas” al toro– y otra la respuesta del animal. Sólo cuando los matadores intervienen en el tercio de quites podemos ver al mismo toro toreado por más de un torero, pero aquello dura muy poco, ya que nunca sobrepasan los cuatro lances los que pega el torero “invitado”. Aun así, ha habido ocasiones en que hemos percibido cómo el toro ha respondido de manera diferente al distinto trato que le han dado los diestros que se le han puesto delante. Tal hecho nos inclinaría a contestar negativamente a las preguntas formuladas. Partidario de esta tesis se mostraba Antonio Ordóñez cuando afirmaba: “Cada toro tiene, no una, sino mil lidias”. No obstante, procedamos a analizar la cuestión desde un plano teórico.

     Si consideramos los dos extremos de la relación que puede establecerse entre ambos protagonistas, en uno tendríamos un toro absolutamente independiente del torero que tuviera delante (Siempre sería el mismo toro lo toreara quien lo torease) y en el otro, un toro totalmente dependiente del torero que se le enfrentara (Un toro sin nada propio, que actuaría en cualquier caso totalmente en función del hombre que lo lidiase). En mi opinión, ninguno de estos casos parece creíble. El último, no me lo parece porque el toro es el logro de una herencia genética. Mucho de sus caracteres para la lidia son fruto de la selección que los ganaderos han venido efectuando sobre sus ascendientes y, por tanto, independientes del hombre al que vaya a enfrentarse. Esto dota al toro de un temperamento propio, que, después podrá verse influido por los avatares de la plaza, pero que le confiere un soporte básico que es suyo y sólo suyo. En cuanto al primero, sería aceptar que el toro no sufre la menor influencia en la interacción que mantiene con el hombre durante la lidia; es más: como si esa interacción, esa acción mutua entre hombre y animal, no fuera tal y existiera sólo en un sentido: el del toro hacia el hombre y no al revés.

     Lo lógico sería suponer una situación intermedia, en la que esa interacción se dé en ambos sentidos, de tal modo que, igual que el torero queda influido de alguna forma por el toro, éste quede condicionado por el torero. Esto parece totalmente razonable, pero, ¿motivaría dicho condicionamiento que de un mismo animal pudieran dos toreros mostrarnos dos toros distintos? La pregunta, como vemos, sigue en pie.

     Tratando de responderla, propongo el siguiente ejercicio de imaginación. Identifiquemos la lidia con un experimento que sirviera al público para poner de manifiesto algunos efectos particulares de las características objetivas del toro que se lidia. El sistema que configura el experimento está compuesto por dos elementos: toro y torero. Imaginemos que el torero juega en él el papel de instrumento de medida y que el toro es la parte del sistema del que se quieren extraer las mediciones. Apelando a la disciplina que ha estudiado más profundamente la esencia de todo proceso de medida, aunque esté tan alejada del toreo como es la Mecánica Cuántica, tomaremos de ella uno de sus postulados para que nos arroje luz sobre la cuestión planteada. Éste dice: en todo proceso de medida, el instrumento de medición interfiere con el sistema sujeto a observación y es una parte del mismo sistema. Si traducimos esto al mundo del toreo –donde el “proceso de medida” viene a ser la lidia–, el postulado nos afirma que el resultado de la “medición” –esto es: el toro que se nos muestra– viene influido por la interferencia del aparato medidor, que es el propio torero. O sea: el toro que ve el público depende del torero que tenga delante.

     Expliquémoslo más claramente sin salirnos de la disciplina elegida. Para la física cuántica, dentro de cada animal coexistiría una colección de toros virtuales compatibles con él, que se superponen en perfecta armonía mientras que no salen a la plaza; mientras que no sufren interferencia alguna. Ahora bien, en cuanto el toro entra en la lidia; esto es: en cuanto comienza el proceso de medida –en cuanto el toro comienza a interaccionar con el torero–, todos los toros virtuales y posibles, excepto uno, desaparecen, mientras que ese uno se materializa como toro real. ¿Y cuál de ellos es el que se materializa? En principio, puede ser cualquiera de los virtuales. Sin embargo, el que se haga real dependerá del propio instrumento de medida; es decir: del torero que lo esté lidiando. Desde esta perspectiva, el toro que el torero nos permite ver desde el tendido es tan sólo uno de los posibles que la res de lidia a la que se enfrenta encierra. Así, si cambiáramos de torero –de instrumento de medida– el resultado de la lidia –del proceso de medición; de la interacción entre toro y torero– podría perfectamente materializar como real, dentro de los posibles, a un toro distinto al del caso anterior.

     Finalizado este estimulante y curioso paseo –no por ello menos interesante– por los caminos de la especulación, estimo que lo único que tiene sentido real es el toro que nos muestra el torero que lo lidia, y lo creo porque es el único que podemos observar. Plantearse si existen otros toros ocultos que otros toreros pudieran poner de manifiesto carece de sentido. También en esto podría servirnos la física cuántica, para la que hablar del estado de una partícula cuando nadie la está observando carece de significación. Para definir dicho estado, hay que medirlo. Para definir al toro en la plaza, hay que torearlo. No hay otra. Es lo mismo que cuando se plantea si de lidiarse el toro un día distinto o en otras circunstancias tendría un comportamiento diferente. Hay ganaderos que sostienen esto, y lo creen basándose en distintas experiencias; entre ellas la de los tentaderos. Veamos este ejemplo real: doce becerras de la misma familia se tientan en lotes de seis dos días distintos. Las primeras se prueban una tormentosa tarde azotada por el viento de levante. Se muestran nerviosas y ariscas desde el momento de encerrarlas. Luego, casi todas dan mal juego y de las seis se aprueba una. A la semana siguiente, un día sereno y soleado, se tientan las otras seis. El resultado es magnífico y de las seis se aprueban cinco. ¿Casualidad? ¿Influencia del tiempo, como de otras muchas circunstancias, en la conducta de las reses? Seguramente, lo más probable es que su comportamiento obedezca a esto último, pero, ¿de qué nos sirve?... Los toros reseñados para lidiarse, por ejemplo, en Huelva, el día 3 de agosto de 2015, a las ocho de la tarde, serán lo que ese día sean; es decir: serán enjuiciados y valorados según el juego que den. Lo que pudieran haber hecho en otra fecha, o en otro lugar, o con otro torero, o con otra meteorología, etc., no logra trascender la mera suposición y en nada va a cambiar la historia. No obstante, reconozcamos que contemplar estas posibilidades, tratar de ubicarlas dentro de la realidad, indagar en los enigmas del toro, también nos ha producido cierto gozo intelectual.

     Así de fructífero y apasionante es el toreo.

     Lo cierto es que las especulaciones nos han alejado de la plaza. En ella, la comunicabilidad del toreo dejó a los espectadores oscilando entre el entusiasmo y la angustia por lo que acontecía en el ruedo, gozando intelectualmente del conocimiento adquirido o demostrado y sintiéndose penetrar hasta el fondo de sus sentimientos por la conmoción que les producía la belleza y esa experiencia estética que el toreo les ha hecho vivir. Entre tantas emociones, entre tanta inteligencia, tantos matices y tanta sensibilidad, no queda resquicio para sadismos, torturas y deseos de maltrato. El público de toros busca en la corrida otros valores culturales. Y a quien no me crea, lo emplazo a que vaya a la plaza y vea una corrida. Allí comprobará la veracidad de mis afirmaciones.

     Como no soy olvidadizo, sé que nos queda por tratar de la memoria. Ello será en el próximo artículo.


ARTÍCULOS ANTERIORES:

LA COMUNICABILIDAD DEL TOREO (I)

("Que algo de lo que bulle en la fantasía, en el ingenio, en la inspiración de una mente, salga de ella concretada en un objeto artístico, se traslade a través del espacio y el tiempo hasta alcanzar otras mentes y sea capaz de estimularlas comunicándoles parte de las ideas y sentimientos originales, no deja de ser un prodigio...)



("El miedo es un arma de eficacia probada en manos de los poderosos para disuadir malestares y blindarse en sus privilegios... ese miedo que los medios de comunicación alimentan interesadamente... Ante la moral actual, que alimenta la sensiblería de que todo es preferible a morir, el toreo... muestra que el valor supremo de la vida no está en aferrarse a ella por encima de todo, sino en arriesgarse a perderla...")

EL TOREO Y SU ÉTICA (y IV)
("... hemos querido adentrarnos en la parcela de la Ciencia, para comprobar una vez más la singularidad –ahora fisiológica– del toro de lidia y cómo su sufrimiento de “guerrero”, de luchador, de combatiente, en nada se parece al del animal indefenso puramente paciente... Mucho más elocuente sería afirmar, como hacía Ortega  y Gasset, que “el mayor y más moral homenaje que podemos tributar en ciertas ocasiones a ciertos animales puede ser matarlos con ciertas mesuras y ritos”)

EL TOREO Y SU ÉTICA (III)

("... Son las reglas morales del toreo; las que dictan que para tener derecho a matar al toro hay que darle ocasión de que te mate. Si quieres matar al toro, tienes que estar dispuesto a morir. Así de tremendo, pero así de sublime...       En el brutal encontronazo de los dos contendientes... existe una fuerza irresistible y demoledora que se eleva como forma final y decisiva, como el desenlace trágico de una experiencia estética donde la muerte y la vida se cruzan en la frontera que las separa")


("... el hombre tiene que permitir que el toro pueda expresar su naturaleza brava. Tiene que darle espacio para que corra y se manifieste, para que le acometa como un alud y desarrolle su instinto de pelea, para que su caos inunde de desorden el redondo escenario de la acción y llene de inquietudes –de miedo– la mente de los contempladores... Impedir el abuso de la superioridad biológica del hombre sobre el toro, la bravura de la res de lidia y la valentía del torero, son los elementos sobre los que se alza la ética del toreo")


(".... el hombre ha de criarlo para que luche con el hombre. Porque, por esa contradicción dialéctica que tan afín se muestra a todo lo taurino, la domesticidad del toro de lidia reside esencialmente en no domesticarlo; antes al contrario, se busca potenciar su bravura con el fin de obtener un animal idóneo para la lidia. El toro es un guerrero del hombre para luchar contra el hombre... que llegue a la plaza pletórico de facultades físicas, con poder y agresividad para afrontar la pelea del ruedo")

ESCLARECER EL TOREO (y III)

("Este deseo de torear surge de un misterio del alma, de la necesidad de aquietar un desasosiego interior... Una necesidad mucho más profunda que un simple alarde de valor... La idea es la manera particular que cada torero tiene de concebir el arte; su forma de entenderlo, de imaginarlo, de sentirlo, de soñarlo... La materia es el toro, con toda su incertidumbre, su problemática, su enigma, sus embestidas, su temible poder, su muerte a cuestas")


("... emoción que... cuando la caída de la conciencia en lo mágico –como apuntaba Jean Paul Sartre en su teoría de las emociones– es tan brutal que trastoca súbita y radicalmente el modo de existencia de la conciencia ejerciendo sobre ella una acción poderosa, provoca un choque emocional que conduce al éxtasis, al conflicto y la perturbación")


("... el toreo es un espectáculo tan único, tan distinto a todo lo demás, que se resiste a ser encorsetado en cualquier cuadrícula previamente establecida, sea ésta la que fuere. Por exceso o por defecto, a ninguna se acomoda. Siempre le sobra o le falta algo. Y se me ocurre que, tal vez el fallo esté en tratar de integrarlo en algo distinto a lo que él es, cuando lo procedente sería reconocer su radical singularidad")

EL TOREO SÍ ES CULTURA

("Defensora del toro de lidia, de la ecología y de una manera humanista de concebir el mundo, la cultura taurina debería ser defendida por quienes la atacan al tiempo que se posicionan en contra del pensamiento único de la globalización. Estar a la vez en contra del toreo y a favor de la biodiversidad cultural de los pueblos, es caer en flagrante contradicción")



("... mientras que la agresividad del toro es un concepto biológico regido por la selección natural, la bravura es un concepto taurómaco determinado por la selección cultural aplicada por los ganaderos...es la bravura el rasgo diferenciador –transmitido genéticamente– cuya funcionalidad permite calificar al bovino de lidia como raza")

TOROS Y TAUROMAQUIA: UN DESTINO COMÚN

("El destino del toro de lidia va indisolublemente ligado a la suerte que corra la Tauromaquia. Todo lo que se diga en contra de esta aseveración son ganas de negar la evidencia buscando soslayar una de las contradicciones más incómodas con que tienen que vérselas los abolicionistas del toreo: poner al toro que dicen defender en peligro de extinción") 






'BIRDMAN': EL MONTAJE DEL DIRECTOR, por Juan José MIllás

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"El chiste y la literatura nos gustan porque nos “decepcionan” en el mejor sentido de la palabra, es decir, porque no recorren caminos previsibles. Otra cuestión, enormemente misteriosa, es que la zona del esclarecimiento se encuentre siempre oculta en la del desconcierto...

Eso es lo que hace perfecto a un relato: su calidad de estructura, entendiendo por tal un conjunto de elementos interdependientes en el que no puedes mover uno de esos elementos sin afectar al resto"



'BIRDMAN': EL MONTAJE DEL DIRECTOR

Aviso al lector: en este artículo se cuenta el final de la películaBirdman.
Ayer mismo, en el taller de escritura, un alumno trajo a la conversación Birdman, la película de Iñárritu premiada en la reciente gala de los Oscar con cuatro estatuillas. La mayoría estábamos de acuerdo en que se trataba de un relato feroz, construido en el límite de la identidad, en el de la verosimilitud, en el del desconcierto (aunque también en el del esclarecimiento). Tomo estás últimas categorías, desconcierto y esclarecimiento, del libro de Freud, El chiste y su relación con el inconsciente, donde afirma que todo chiste está compuesto de estas dos zonas. El desconcierto se produce en el arranque (¿a qué viene esto, adónde va, por qué este tipo me lo cuenta, incluso cuánto le han pagado por contármelo?), y el esclarecimiento aparece en la segunda parte, cuando la historia se cierra sobre sí misma y brota la risa, producto de esa “espera decepcionada”, según la genial definición de Bergson sobre el humor y que resulta muy pertinente también para la literatura. El chiste y la literatura nos gustan porque nos “decepcionan” en el mejor sentido de la palabra, es decir, porque no recorren caminos previsibles. Otra cuestión, enormemente misteriosa, es que la zona del esclarecimiento se encuentre siempre oculta en la del desconcierto. Pero eso no lo averiguamos hasta el final. Una espera decepcionada. Bárbaro.
Pues bien, como ya señalábamos al principio, la mayoría de la clase estaba de acuerdo en que Birdman era una anomalía narrativa. Toda obra artística debería ser anormal, tal es su primera obligación, pero dada la existencia de películas y novelas normales, nos permitimos aplicar la categoría de raro al film del cineasta mexicano. Raro, porque la maquinaria narrativa está forzada al límite como el motor de un coche de Fórmula 1; raro, porque el modo formal de acometer el proyecto (el tan comentado plano secuencia) se sale de los cauces habituales; raro, porque los problemas existenciales de los personajes, aun representando a los de la mayoría de la gente, no son habituales. Raro, sobre todo, porque los materiales de que está compuesto el artefacto se necesitan entre sí con desesperación. Eso es lo que hace perfecto a un relato: su calidad de estructura, entendiendo por tal un conjunto de elementos interdependientes en el que no puedes mover uno de esos elementos sin afectar al resto.

Pero he aquí que el día anterior habíamos hablado en la clase del punto de vista, esa instancia o espacio desde el que se cuenta una historia y que podríamos simbolizar con el emplazamiento de cámara, siempre y cuando aceptemos que ese emplazamiento físico es, o debería ser, la metáfora de un emplazamiento moral (decía Godard que el travelling era una decisión de orden moral). De eso había ido la clase anterior a esta en la que apareció Birdman, del punto de vista, que, por su complejidad, provocó intervenciones muy sugestivas. Entonces, después de haberle buscado con entusiasmo todas sus virtudes al filme de Iñárritu, una de las alumnas intervino para señalar que si bien estaba de acuerdo con el resto de la clase en que Birdman era, por decirlo rápido, una obra maestra, “la cagaba” al final, con la secuencia en que la hija del protagonista, asomada a la ventana por la que el personaje acaba de arrojarse, lo ve volar en vez de descubrirlo aplastado en el suelo de la calle.
En efecto, tuvimos que aceptar que Iñárritu, en palabras de la alumna, “la caga” porque el punto de vista sobre el que había trabajado durante toda la película implicaba que tanto la telequinesia del personaje como su capacidad para volar eran delirios que correspondían a episodios psicóticos. Al objetivar esos delirios, otorgándoles la calidad de real, destruye todo el edificio anterior, quizá para dotar al film de un falso happy end. Esta interesante discusión nos condujo a las siguientes preguntas: ¿Ese final salió de la cabeza de Iñárritu o de la del productor, que quizá por contrato se había arrogado la decisión última sobre el montaje? ¿Veremos dentro de unos años “Birdman, el montaje del director”, con un final distinto y coherente con el punto de vista de la película igual que vimos en su día un final distinto de Blade Runner, donde el personaje encarnado por Harrison Ford era, como indicaba la lógica interna del relato, un replicante? He ahí la cuestión. O las cuestiones.
(Fuente: El País, 26-02-2015)




'CONJURACIÓN POR LA LECTURA', por Mauro Hernández (profesor de Historia Económica en la UNED)

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"Los profesores nos quejamos sin cesar, y más ahora que Bolonia nos “obliga” a organizar seminarios y prácticas que suelen requerir lectura. No leen libros, no son capaces de seguir un artículo académico; por no leer muchos ni siquiera se acercan a una novela. Sin embargo, en secundaria y en bachillerato sí lo hacen: es obligatorio...

Ahora pretendemos que los alumnos aprendan en cuatro meses lo que antes procesaban en ocho. La primera víctima de esta recorte fue la lectura sosegada, solitaria y fecunda de libros académicos"


CONJURACIÓN POR LA LECTURA

En vísperas de la desasosegante reforma de planes universitarios que acaba de desencadenar el ministro Wert, me da por pensar que seguimos sin prestarle atención a cosas aparentemente pequeñas, pero tal vez más importantes. En un artículo publicado en este periódico, Francesc de Carreras discutía Tres problemas de la universidad española. Coincido con Carreras en que la selección del profesorado (y quizá del alumnado) y la autogestión de las universidades, sin responsabilidad financiera, son dos problemas de suma gravedad. Ninguno de ellos será atajado por esta reforma, como tampoco el tercero y más importante: la formación de los estudiantes.

Pero no se trata de la formación con la que entran, sino con la que salen. Porque lo que nos decía Carreras es que los alumnos llegan muy mal preparados del bachillerato, algo que llevo oyendo desde estudiante y que seguro que mis profesores ya habían tenido que oír. Quizá Platón se lo decía a sus discípulos, y quizá Sócrates a Platón. Esta nostalgia del bachillerato antiguo obedece seguramente más a sesgos del observador que a realidades observadas. Me inclino a pensar además que es errónea. Como poco, habría que considerar que hemos pasado de una universidad que acogía minorías muy selectas a otra que atrae mayorías (el 37% de los jóvenes españoles entre 25 y 34 años tienen estudios superiores, frente a una media europea del 26%). Y antes que eso, de una enseñanza sólo legalmente obligatoria hasta los catorce años a otra universal hasta los dieciséis.

que los alumnos llegan muy mal preparados del bachillerato, algo que llevo oyendo desde estudiante y que seguro que mis profesores ya habían tenido que oír. Quizá Platón se lo decía a sus discípulos, y quizá Sócrates a Platón

Pero la nostalgia del bachillerato antiguo tiene sobre todo el inconveniente de situar la solución lejos de nuestras manos. “Alguien” tendría que intervenir en primaria y secundaria. Sin embargo, yo creo que los profesores universitarios sí podemos hacer cosas, y empezaré por la fundamental: la reivindicación de la lectura.

Muchos de los males de la formación que damos a nuestros universitarios tienen que ver con que apenas leen; no leen en general, pero tampoco textos específicos de las disciplinas que estudian. Los profesores nos quejamos sin cesar, y más ahora que Bolonia nos “obliga” a organizar seminarios y prácticas que suelen requerir lectura. No leen libros, no son capaces de seguir un artículo académico; por no leer muchos ni siquiera se acercan a una novela. Sin embargo, en secundaria y en bachillerato sí lo hacen: es obligatorio. ¿Por qué dejan de hacerlo en la universidad?

Los buenos libros nos salvan de los malos profesores, y son mucho más abundantes y baratos que el peor de los docentes. Si aprendemos a leer, tendremos la herramienta fundamental para el aprendizaje a lo largo de la vida

Hay diversas razones, pero creo que la principal es que los profesores no se lo pedimos. Y ya saben la forma que tenemos de pedir las cosas los profesores: “Esto entra para nota”. Cuando empecé Historia en la Universidad Autónoma de Madrid, lo primero que nos proporcionó cada uno de los profesores fue una bibliografía. La selección era variopinta: unos recomendaban primero libros más amenos, antes de pasar a los tochos. Otros se preocupaban menos, y recuerdo haber resumido libros que apenas entendí. Lo que estaba claro era que para aprobar, había que leer.

La cuatrimestralización de las enseñanzas se afrontó en su día comprimiendo los programas. Ahora pretendemos que los alumnos aprendan en cuatro meses lo que antes procesaban en ocho. La primera víctima de esta recorte fue la lectura sosegada, solitaria y fecunda de libros académicos. Incluso de fragmentos de libros. Los profesores renunciamos a pedirles lecturas para exigirles que se empaparan manuales o apuntes. Las dos cosas no podían ser, y elegimos la peor.

volvamos a introducir la la lectura en nuestra enseñanza universitaria. Hagámosla casi obligatoria, pidamos a nuestros alumnos que lean, y por el camino enseñémosles a leer

La lectura, y en especial de libros, tiene enormes ventajas. No se me ocurre nada más fundamental en el aprendizaje. Paul Graham nos recuerda en un precioso artículo lo importantes que son incluso aquellas lecturas que creemos olvidadas. “La mente es como un programa compilado del que hemos perdido el código fuente. Funciona, pero no sabemos por qué”. Así lo entendieron hace mucho tiempo aquellas universidades donde las clases tienen un papel muy menor frente a los seminarios y la tutorización personal. ¿Basados en qué? Basados en la lectura. Los buenos libros nos salvan de los malos profesores, y son mucho más abundantes y baratos que el peor de los docentes. Si aprendemos a leer, tendremos la herramienta fundamental para el aprendizaje a lo largo de la vida. En suma, lo más importante que podemos enseñar los profesores universitarios es qué y cómo leer en cada una de las disciplinas.

La impresión generalizada es que la lectura, y en especial de libros, ha sido desterrada de nuestras aulas universitarias. Peor aún, pretendemos exigirla en los cursos superiores cuando no hemos enseñado a leer en los primeros cursos. No tengo datos al respecto, y merecería la pena explorarlo. Pero si no estoy equivocado, es una pésima noticia cuya solución está sin embargo al alcance de la mano. Una solución relativamente sencilla y sumamente barata, que no exige cambios legales, ni dotación presupuestaria, ni penosos procesos de adaptación. Simplemente, volvamos a introducir la la lectura en nuestra enseñanza universitaria. Hagámosla casi obligatoria, pidamos a nuestros alumnos que lean, y por el camino enseñémosles a leer. Establezcamos medios eficaces para evaluar la lectura y promover su aprovechamiento. Lancemos una modesta conjura de profesores en pro de la lectura. Hagamos cómplices a los enseñantes de secundaria, muchos de los cuales ya nos llevan ventaja. Apostemos por el libro.

¡Y que tiemble YouTube!

(Fuente: El País)








'DIVINA', RADIO FUTURA / 'BALLROOMS OF MARS', T.REX

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"Ahora, Ada y Aisa siguen sin saber que hay cosas en la noche que es mejor no ver. Y eso me gusta. Y yo sólo les pediré una cosa cuando cante la luna, que vayan a Marte, y que vuelvan para explicarme cómo son las danzas allí"

"... bailaremos toda la vida en los bailes de Marte 
¡rock!"


Era en un piso del polígono de Cartuja, en Granada, año 1984. Yo era estudiante, y, además, joven, y vivía, como es lógico, en un piso de estudiantes. Mi hermana Sole venía con frecuencia a sus extraños y valiosos asuntos de psicoanálisis. Eran tiempos frescos y ávidos de alimento, de gasolina del pensamiento... la energía ingenua, y fértil a la vez, se podía tocar con las manos.

Lo mejor de las visitas de mi hermana era que siempre me traía a mi Ada particular, tenía tres años. Yo hacía natillas para ella. Y antes y después de comerlas, movíamos el culo al ritmo de esta canción. Resultaba maravilloso ver cómo se dejaba contagiar por esos vientos que venían de no sé qué movida madrileña.

Veinte años más tarde, el eco de aquel piso de la periferia granadina se trasladó a un ático del centro de Sanlúcar de Barrameda. Los bailes de Marte seguían sonando, y por la noche, los monstruos seguían teniendo nombre de mujer

Y yo seguía moviendo el culo, sin pegatinas, preguntándome qué leche es lo que David Bowie sabe. Lo mejor entonces era que en ese ático yo bailaba con mi Aisa particular. Tenía tres años. Y sus movimientos hacían temblar las paredes, y su risa.

Ahora, Ada y Aisa siguen sin saber que hay cosas en la noche que es mejor no ver. Y eso me gusta.

Y yo sólo les pediré una cosa cuando cante la luna, que vayan a Marte, y que vuelvan para explicarme cómo son las danzas allí.

Y, sobre todo, que sigan bailando, siempre, esta canción. Que no dejen que se pierda la huella sonora.
(LEI)



LETRA:

Divina estás programada para el baile 
y en la brillante nave te deslizarás 
en tus manos de metal hay reflejos de rosas 
y viento y coches, gentes del ayer. 

Mi cosa te diré cuando cante la luna 
y tu cara será una estrella sobre mi pedestal. 
Suavemente abrazada a tu loco impasible 
bailaremos toda la vida en los bailes de Marte 
¡rock! 

Tú hablas de la luz y yo hablo de la noche 
cuando los monstruos tienen nombre de mujer. 
David Bowie lo sabe y tu mami también 
hay cosas en la noche que es mejor no ver. 

Te veo bailar con pegatinas en el culo 
y mueves con tu ritmo la cara de tus fans. 
Eres una bruja de oro, eres un pequeño gangster 
estuviste con Kaka de luxe pero no te oí cantar 
¡rock!




"...John Lennon knows your name 
And I've seen his"



EL ORIGEN, 'BALLROOMS OF MARS', T.REX


LETRA:

You gonna look fine 
Be primed for dancing 
You're gonna trip and glide 
All on the trembling plane 
Your diamond hands 
Will be stacked with roses 
And wind and cars 
And people of the past 

I'll call you thing 
Just when the moon sings 
And place your face in stone 
Upon the hill of stars 
And gripped in the arms 
Of the changeless madman 
We'll dance our lives away 
In the Ballrooms of Mars 

You talk about day 
I'm talking 'bout night time 
When the monsters call out 
The names of men 
Bob Dylan knows 
And I bet Alan Freed did 
There are things in night 
That are better not to behold 

You dance 
With your lizard leather boots on 
And pull the strings 
That change the faces of men 
You diamond browed hag 
You're a gutter-gaunt gangster 
John Lennon knows your name 
And I've seen his







'ALGUNAS PREGUNTAS A LUIS ALBERTO DE CUENCA', por Luis Enrique Ibáñez / 'CONVERSACIÓN', 'CUANDO VIVÍAS EN LA CASTELLANA'

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"El placer es la única forma de resistencia. Debemos buscarlo allá donde se encuentre: en los cuerpos, en los museos, en las bibliotecas, por todas partes... Resistimos frente a la muerte. Y no es que resistamos, pues esa señora es irresistible, sino que nos olvidamos de vez en cuando de su existencia...

Sed felices, chicos y chicas, que esto no dura más que un ratito"

Charla de Luis Alberto de cuenca en el IES Cristóbal Colón de Sanlúcar de Barrameda


Además de obsequiarnos con su charla, con su envolvente lectura poética, Luis Alberto de Cuenca, durante su estancia en Sanlúcar, tuvo la amabilidad de respondernos a algunas preguntas. Generosidad desde el saber, desde la poesía.

Muchas gracias por atendernos, y por venir a nuestros institutos, esos sitios tan raros.

Luis Enrique Ibáñez. Me gustaría empezar con una pregunta que también le hicimos a su amigo Juan José Vélez, ¿para qué la poesía hoy?

Luis Alberto de Cuenca. Para lo de ayer, mañana y siempre: dar salida artística y estética al lenguaje articulado que nos confirmó como pertenecientes a la especie homo sapiens.

L.E.I. Aparte de otras, en su poesía aparecen dos constantes que nos interesan especialmente, la nostalgia por las pérdidas y la apuesta decidida por el goce. ¡Bébetela!, ordena usted a ese joven cuando besa a su novia. ¿Puede ser el placer una forma de resistencia?

L.A.D.C. Es la única forma de resistencia. Debemos buscarlo allá donde se encuentre: en los cuerpos, en los museos, en las bibliotecas, por todas partes.

L.E.I. En todo caso, ¿frente a qué resistimos?

L.A.D.C. Frente a la muerte. Y no es que resistamos, pues esa señora es irresistible, sino que nos olvidamos de vez en cuando de su existencia.

L.E.I. A veces nos sentimos extraños hablando de poesía, de cultura, con la que nos están dando (fue Emilio Lledó el que nos pidió que no utilizáramos la expresión “con la que está cayendo”), ¿qué hacer?

L.A.D.C. Siempre están cayendo cosas del cielo o brotando del infierno. Nuestra época no es ni mejor ni peor que cualquier otra. En consecuencia, debemos hablar de lo que nos dé la gana sin ningún tipo de aprensión.

L.E.I. En la misma línea, ahora parece volver, en algún sentido, el debate sobre el compromiso del intelectual. Y entonces uno se acuerda de aquella sentencia de Juan Goytisolo al final del realismo social, “creyendo hacer literatura política, no hacíamos ni una cosa, ni otra”,

L.A.D.C. El escritor debe estar comprometido con la escritura. No hay cosa más desfasada y más hortera que eso del engagement del intelectual.

L.E.I. Usted ha declarado en alguna ocasión que aprecia la denominación ‘Generación del 68’. No sé si ha visto este vídeo ‘Let the Sol in’, en todo caso, perdone el giro, ¿ve usted alguna semejanza entre ‘mayo del 68’ y el movimiento de los indignados, del 15-M?

L.A.D.C. No he visto ese vídeo. Aún no he tenido tiempo de hacerlo. En cualquier caso, no creo que tengan nada que ver entre sí esos dos mayos a los que se refiere usted.

L.E.I. Vuelvo a las clases, quizá a mi terapia. En alguna ocasión, cuando los profesores de Literatura queremos hablar de los clásicos, nos sentimos, lo siento, marcianos. Y nos acordamos de lo que nos dijo Jordi Gracia en un congreso, “solo se puede enseñar bien lo que a uno le apasiona”. Y somos muchos con pasión, a veces oculta en las miserias cotidianas…

L.A.D.C. Un buen profesor de literatura debe estar enamorado de la literatura. Usted no cabe duda de que lo está. Lo demuestra con solo haber urdido este inteligente cuestionario.

L.E.I. Para preparar su visita, hemos estado leyendo en clase algunos de sus poemas. Leyendo y escuchando. Debería haber visto la cara de algunos, y algunas, cuando su voz cerraba Collige, virgo, rosas, “… comiéndote las hechuras del alma. / Y que la negra muerte te quite lo bailado”.

L.A.D.C. Pues eso: el carpe diem. La expresión tiene ya dos mil años largos.

L.E.I. Usted ha habitado el terreno concreto de la política. ¿Cómo se respira por ahí? ¿Es cierto que los políticos deberían leer más, incluso poesía, para así tener más pudor a la hora de destrozar el lenguaje?

L.A.D.C. Se respira con dificultad. Pero en el resto de las profesiones tampoco es que el aire sea muy puro. Hay políticos que leen habitualmente poesía: Aznar, por ejemplo. A Alfonso Guerra le encanta Cavafis. José Antonio Primo de Rivera leía con delectación a su amigo Federico.

L.E.I. Voy sin rumbo. La colaboración, la comunicación, con otras esferas de la cultura popular, ¿es sólo agradable, o necesaria? Mis alumnos escucharon con sorpresa a Loquillo ‘En Salamanca, el último noviembre’.

L.A.D.C. Solo existe una cultura. Y la cultura popular es una de sus manifestaciones. Esa colaboración entre las distintas facetas de la cultura es  imprescindible.

L.E.I. También tengo que preguntárselo a usted, ¿cómo ve el futuro del Educación Pública en este país?

L.A.D.C. Mal. Pero no por esa presunta privatización de la que tanto se habla, sino porque los diferentes planes de estudio no se han planteado seriamente recuperar los contenidos humanísticos que empezaron a evaporarse con el Libro Blanco de Villar Palasí.

L.E.I. Le dejo la última para que diga lo que le dé la gana a nuestros alumnos. Y le reitero nuestro agradecimiento.


L.A.D.C. Sed felices, chicos y chicas, que esto no dura más que un ratito.



CONVERSACIÓN

Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -0 de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.



CUANDO VÍVÍAS EN LA CASTELLANA

Cuando vivías en la Castellana
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.





ENTRADAS RELACIONADAS:

LUIS ALBERTO DE CUENCA EN EL IES CRISTÓBAL COLÓN




("... no lo dudes, hermano: abre todas las puertas. Aunque nada haya dentro" "... estoy aquí, amor mio, estoy aquí Aunque tu no me veas ni me oigas")

FARAI UN VERS DE DREIT NIEN

(... escribiré un poema, recordando la canción de Guillermo, con el frío de la distancia y con la sensación de no haberlas vivido)

LUIS ALBERTO DE CUENCA VA A VENIR A VERNOS

("Dile cosas bonitas a tu novia: «Tienes un cuerpo de reloj de arena... Díselo muy bajito, con tus labios pegados a su oreja...Y cuando se lo crea y comience a licuarse entre tus brazos, no dudes ni un segundo: bébetela" "... Vive la vida en esos barrios pobres hechos para la droga o el desahucio..."

(Para la preparación de la visita de Luis Alberto de Cuenca a nuestro instituto, Juan Carlos Rodríguez nos sugiere este poema. "...Tan bello era el instante que la única forma de detenerlo fue el silencio")





(Otro poema sugerido por 'el explorador incansable', Juan Carlos Rodríguez. Dedicado a todos los jóvenes que ahora empiezan a nadar, confusos, por esos mares procelosos de los primeros besos. "... y nos quisimos como en las canciones. Cuando la realidad era el deseo y nuestro reino no era de este mundo")









'LA LITERATURA SIN FINAL', por Guillermo Altares / 'POESÍA', de Paul Valéry

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"Borges decía que el concepto de 'obra definitiva' es sólo fruto de la teología o del cansancio"... La relación de los escritores con sus obras es tan intensa como la relación con sus propias vidas: algunos prefieren no mirar atrás, otros no paran de hacerlo, algunos son perfeccionistas hasta el infinito, otros prefieren que las obras se queden como están...

Los poemas no se acaban, decía Valéry, sólo se abandonan; con los libros pasa lo mismo"



LA LITERATURA SIN FINAL

En el célebre arranque de su novela El final del romance, Graham Greene escribió: "Una historia no tiene ni principio ni final: uno escoge arbitrariamente el momento de la experiencia desde el que mira adelante o hacia atrás". Tal vez los novelistas puedan elegir el momento narrativo desde el que comienzan su relato, incluso aquel con el que lo acaban. Pero otra cosa muy diferente es cuándo terminan de escribir una obra, porque muchos autores sienten que no lo hacen nunca. "Borges decía que el concepto de 'obra definitiva' es sólo fruto de la teología o del cansancio", recuerda Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), autor de Una historia de la lectura, y lector del autor argentino cuando perdió la vista. La relación de los escritores con sus obras es tan intensa como la relación con sus propias vidas: algunos prefieren no mirar atrás, otros no paran de hacerlo, algunos son perfeccionistas hasta el infinito, otros prefieren que las obras se queden como están. La mayoría de los autores, lo confiesen o no, no puede evitar observar por la cerradura su vida y, por lo tanto, de su escritura. Desde Marguerite Yourcenar hasta Juan Ramón Jiménez, Milan Kundera, Ludwig Wittgenstein, que rechazó las tesis de la obra que le convirtió en un autor mundialmente famoso, El Tractacus lógico-philosophicus, o Kafka, que pidió la destrucción de todos sus libros, la literatura universal está llena de obras maestras, que los lectores consideran perfectas, pero cuyos autores nunca dieron por terminadas.

"La reescritura siempre ha sido para mí una norma de trabajo, un texto artístico se puede corregir interminablemente", explica el poeta y narrador José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), premio Cervantes en 2012, cuyas poesías completas están reunidas en Somos el tiempo que nos queda. El novelista Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), que recibió el máximo galardón de las letras españolas, también es un inagotable corrector: "He suprimido páginas enteras de Juan sin Tierra y en otras obras no he tocado nada, más allá de alguna errata. Toco cuando encuentro que lo que escribo no se corresponde con lo que espero del libro. La obra que cuenta es la que decide el autor. El que tenga una edición antigua de Juan sin Tierra o de La saga de los Marx debe saber que existe una edición posterior. La última es la que cuenta". "En todos he cambiado cosas", confiesa por su parte Javier Cercas (Cáceres, 1962), que publicó a finales de 2014 El impostor y una reedición de El vientre de la ballena, su tercera novela, en la que introdujo notables cambios. "Le hice una auténtica liposucción, porque tenía la intuición de que la novela era celulítica y que dentro de ella había un buen libro; creo que la intuición era exacta", afirma el escritor, que antes había convertido su primera obra, el libro con cinco relatos El móvil, en una novela corta con uno de ellos. "Ahora estoy releyendo Soldados de Salamina porque se va a publicar en mayo una edición revisada. He corregido adjetivos, más de una frase de sintaxis pedregosa, incluso algún anacronismo. Los poemas no se acaban, decía Valéry, sólo se abandonan; con los libros pasa lo mismo". Como Caballero Bonald y Goytisolo, Cercas tiene claro que "la última versión siempre es la buena". 

Los ejemplos son infinitos. En el caso de la narradora Marta Sanz (Madrid, 1967), reescribió su novela La lección de anatomía, publicada en 2008 y reeditada en 2014. "No sentí que traicionase a los lectores de la primera versión, al contrario, estoy muy agradecida de que me dieran la oportunidad de reescribir mi libro", explica. "Si el autor tiene sentido de la autocrítica, tiende a mejorar las cosas. Desengrasé el estilo. Es en realidad un libro nuevo porque incluí dos capítulos y parcelé de otra forma toda la narrativa. El bueno es el último porque reflejamos lo que aprendemos". Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1947), ganador del Premio de la Crítica con Crematorio y En la orilla, cree que no se pueden establecer reglas generales. Tras un periodo inagotable de reescritura —"a veces incluso pido al editor que me lo devuelva para seguir haciendo cambios"—, se rinde finalmente y entrega el libro. "Una novela siempre tiene dos momentos de euforia para el autor: cuando lo terminas y el día en que te llega el primer ejemplar. Pero luego empiezas a verle las grietas, los problemas, por eso escribes otro. La relación de plenitud con un libro dura muy poco", afirma. Tiene obras que apenas ha tocado, como Mimoun, otra ha pedido que no sea reeditada —La lucha final porque le quedó "sobreescrita"— y de otra, La buena letra, quitó el último capítulo.

Isaac Rosa (Sevilla, 1974), ganador del Premio Rómulo Gallegos por El vano ayer y del Fundación José Manuel Lara por El país del miedo, llegó incluso a dialogar e ironizar con el escritor que fue cuando le propusieron reeditar su primera novela, La malamemoria, ocho años después de su publicación. "Descarté de inmediato reeditarlo tal cual, me parecía un paso atrás. Pero vi otra posibilidad: enfrentarme con el escritor que fui, y hacerlo delante del lector. Releerme desde el escritor que había llegado a ser y hacerlo con toda la dureza que aquel primerizo merecía", señala. Rosa explica que su libro era un relato de la Guerra Civil y el franquismo, "novelas que provocan hastío en no pocos lectores, que exclaman ante el enésimo título: '¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!", que fue el nombre con el que se quedó su obra. "Recuerdo que hubo lectores de aquella primera La malamemoria que se molestaron cuando la convertí en Otra maldita novela... Y es que impugnar una novela es también una impugnación a los lectores que la apreciaron". 

Cuando Philip Roth decidió dejar de escribir se dedicó a releer las 31 novelas que había publicado entre 1959 y 2010. "Quería saber si no había perdido el tiempo"

También están los escritores que, una vez terminado el libro, cuando éste ha empezado su vida propia, se dan cuenta de que existen historias que, como ramas, surgen de sus páginas. El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958), cuyo próximo libro, La Oculta, aparecerá a mediados de marzo, explica cómo surgió una nueva obra de su novela más célebre, El olvido que seremos: "A veces en lo que uno escribe queda un hilo suelto, sin que lo sepamos, sin quererlo. Al final de El olvido yo mencionaba un poema que mi padre llevaba en el bolsillo cuando lo mataron, y decía que ese poema era de Borges. Cuando el libro tuvo éxito (el éxito es siempre muy sospechoso), mis malquerientes dijeron que era doblemente mentiroso: que yo me había inventado la historia de ese poema en el bolsillo, y que además no era de Borges. El soneto, en efecto, no aparecía en ninguno de los libros publicados por Borges. Pero no era mentira que mi padre lo llevara en el bolsillo. Así que aproveché una beca que me dieron en Berlín para buscar de dónde diablos había sacado mi padre ese poema. Tras una pesquisa detectivesca, creo que pude desenredar la historia: si en El olvido quise saber, por indicios, quiénes habían matado a mi padre, en Traiciones de la memoria quise averiguar, con testimonios y documentos filológicos, quién era el autor del poema".

Sin embargo, Abad Faciolince no es partidario de volver sobre lo escrito. "Creo que un libro es una especie de espejo de lo que uno era en el momento que lo escribió. Como uno deja de ser el que era, ya hay muchas cosas de los viejos libros que te suenan extrañas, ajenas, incluso malas, entonces uno tiene la tentación luciferina de cambiarlas. Pero al cambiarlas el libro se vuelve un híbrido que ya no funciona, pues el escritor de hoy es distinto al de hace 20 años, y los libros corregidos por el mismo autor quedan raros, como si hubieran sido escritos a dos manos", explica. 

Las obras literarias, el pensamiento filosófico, son cuerpos vivos que respiran a través de la relación que establecen con los lectores, pero también porque nunca acaban de separarse totalmente de sus autores. "El libro tiene una autoridad sobre ti que tú no tienes sobre él", asegura Rafael Chirbes. Sin embargo, los procesos de escritura pueden prolongarse hasta el infinito. Uno de los casos más extremos es el de la belga Marguerite Yourcenar (1903-1987): Opus Nigrum, una de sus grandes novelas, fue primero un libro de relatos, publicado en 1934, La mort conduit l'attelage (La muerte conduce la carroza), transformados luego en una novela, publicada en 1968. Juan Ramón Jiménez hacía tantos cambios en su obra que al final es imposible saber si es una sola obra o son varias: el libro/poema Espacio tiene una versión en prosa y otra en verso. También puede haber transformaciones pequeñas pero cruciales. Alberto Manguel explica que "W. H. Auden cambió sus versos y eliminó varios, porque dijo que se daba cuenta de que no eran ciertos". Por ejemplo, el célebre verso 'We love one another or die' ('Nos amamos el uno al otro o morimos') lo suprimió porque pensó que aunque nos amemos o no, la muerte es inevitable". El novelista y ensayista mexicano Álvaro Enrigue (México, 1969), ganador del Premio Herralde de novela con Muerte súbita, explica otra sutil pero inmensa diferencia entre versiones: "Se dice que en el último manuscrito de Pedro Páramo, de Juan Rulfo (Apulco, 1917-México, 1984), la primera frase era: 'Fui a Comala' y que el 'Fui' está tachado y encima dice 'Vine'. De ser cierta la leyenda, sería el tipo de corrección que cambia la historia". Este novelista y profesor de literatura relata otras historias de escritores obsesivos: "José Emilio Pacheco (México, 1939-2014, premio Cervantes en 2009) no permitía que se reimprimieran sus libros porque le parecían llenos de torpezas, aunque eran de una precisión estilística admirable. Volvía locos a sus editores reteniendo las reimpresiones para leerlos y releerlos. Los ejemplares de sus libros en la biblioteca de la Universidad de Maryland, donde dio clases, están todos corregidos a lápiz por él mismo. Algunos tienen correcciones sobre las correcciones". Pero él mismo tampoco es ajeno al veneno de la reescritura como narrador: de su novela La muerte de un instalador existen cuatro ediciones. "La última, que es la que circula en España, la reescribí de principio a fin, palabra por palabra", asegura Enrigue. Sin embargo, afirma que nunca ha podido regresar a Hipotermia, en el que relata una depresión, porque es un tiempo al que no puede, ni quiere, volver. 

Carlos Giménez (Madrid, 1941) volvió en cambio a los momentos más dolorosos de su vida para dibujar una de las obras maestras del cómic europeo, Paracuellos, en el que relata su infancia en un Auxilio Social de la posguerra. Este tebeo ha sido reeditado en los últimos años, como casi toda su obra. Sin embargo, un dibujante se enfrenta a la enorme dificultad que encarna cambiar una plancha. "Cada vez que se reedita un trabajo mío en español, me obligo a leerlo para comprobar que está completo, que no están cortadas las viñetas y que no hay fallos de compaginación", relata Giménez. La voluntad de cambiar, de revivir el texto, se remonta casi al principio de la creación literaria. El catedrático de la Complutense Carlos García Gual, uno de los más respetados helenistas españoles, recuerda que "Hipólito, de Eurípides, y Las nubes, de Aristófanes, que leemos ahora son versiones corregidas por ellos de obras anteriores que no tuvieron éxito en su primera representación teatral". "¿Podemos ver en Las leyes, de Platón, una versión corregida de la utopía de La República? En ese largo diálogo de vejez, donde ya no sale Sócrates, Platón postula un 'consejo nocturno' que en su afán inquisitorial habría condenado a muerte a su escéptico maestro. ¿El viejo y escarmentado Platón desconfiaba ya del libre examen y de los ideales políticos de antaño?".

Estos cambios sobre cambios, versiones, búsquedas infinitas de palabras y de frases, marchas hacia delante y hacia atrás, hacen más difícil el trabajo de los filólogos pero sin duda más apasionante. El catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Madrid Pedro Álvarez de Miranda (Roma, 1953), miembro de la Real Academia Española, asegura: "Esos cambios son muy importantes para el filólogo, las modificaciones que el autor introduce en un texto siempre tienen interés. En el terreno de la lexicografía, y en particular para la elaboración de un diccionario histórico, es fundamental precisar la fecha de cada texto".

Cuando Philip Roth decidió dejar de escribir se dedicó a releer las 31 novelas que había publicado entre 1959 y 2010. "Quería saber si no había perdido el tiempo", explicó en 2014 a The New York Times. "Mi conclusión, después de terminar, se parece a unas palabras que pronunció uno de mis héroes, el boxeador Joe Luis. Fue campeón del mundo de los pesos pesados. Había nacido en el Viejo Sur, fue un niño negro sin educación, parco en palabras. Cuando se retiró dijo para resumir su carrera: 'Lo he hecho lo mejor que podía con lo que tenía". El combate de los grandes escritores con las palabras no se acaba nunca. Sólo el tiempo es capaz de derrotar los inagotables cambios que impone la imaginación.

(Fuente: babelia.com)


POESÍA

Con sorpresa y emoción,
una boca que bebía
del seno de la Poesía
dijo, apartando el plumón:

¡Oh mi madre Inteligencia
de quien el dulzor fluyó!
¿Cuál extraña negligencia
ahora tu seno secó?

Sobre tu pecho divino
apenas ponía mi sien,
sentía el mecer marino
de tu corazón de bien;

recién, en la obscura niebla
que bajó hasta tu beldad,
sentía, al beber tiniebla
llenarme de claridad.

Dios diluido en tu esencia,
Lleno de felicidad
y dócil a la conciencia
De la gran tranquilidad,

Alcancé la noche pura
y olvidéme del no ser,
pues, un río de ventura
por mí parecía correr. .

¿Qué escrúpulo temeroso,
qué despecho te asaltó,
que tu fluir milagroso
en mis labios se cortó?

¡Oh rigor! Yo bien recelo
que tu alma se ofendió
el silencio, cisne en vuelo,
ya no reina entre tú y yo.

¡Oh Inmortal! Ya no me informa
de tesoros tu mirar
y se hizo piedra la forma
que yo sentí palpitar

Me han privado tus agravios
hasta del cielo el claror.
¿Qué serás tú sin mis labios?
¿Qué seré yo sin tu amor?

Pero la fuente ya inerte
Le respondió sin pasión:
-¡Ay, me has mordido muy fuerte!
No late mi corazón.

(Versión de Edmundo Bianchi. Fuente: amediavoz.com)









'¡A LA HUELGA!', por Luis García Montero

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Artículo sugerido por Juan Carlos Rodríguez

"Sólo quien pertenezca a una familia con poder adquisitivo alto, podrá optar a los estudios de élite, unos estudios sometidos, además, a los intereses comerciales de los poderes económicos... El contrato social de la democracia moderna es inseparable del contrato pedagógico. Sólo unos ciudadanos formados pueden participar con libertad e independencia en la firma de un contrato social...

Hay una separación tajante entre la calle y la España oficial..., la misma barrera que se pone entre la mayoría de los españoles y una educación diseñada para las élites"


¡A LA HUELGA!
La noticia más importante de esta semana es la huelga de estudiantes convocada contra las políticas del Ministerio de Educación. La Universidad vive una situación de urgencia que es, desde luego, una urgencia social y democrática. Las autoridades han perdido el pudor y afirman que el modelo de Universidad pública española es insostenible. Cuando se piensa el significado de esta declaración y el significado del contrato pedagógico en una sociedad ilustrada, comprendemos lo que se nos está diciendo: la democracia real es insostenible. En España vivimos de forma descarada las consecuencias del Plan Bolonia que vino a santificar hace unos años la privatización del saber y la venta de la instrucción pública a los mercados.
Como en otros muchos asuntos, la configuración de Europa se utilizó en el Plan Bolonia como una máscara para imponer el predominio de la mentalidad neoliberal. Se abandonaron así las aspiraciones pedagógicas como formación de ciudadanos y se sustituyeron por unos mecanismos de información superficial aplicados a la producción de mano de obra barata. Al mismo tiempo, se diseñó una descarnada política de privatizaciones. Frente a la movilidad social e independiente de un saber público, la educación se convirtió en negocio y en frontera. Sólo quien pertenezca a una familia con poder adquisitivo alto, podrá optar a los estudios de élite, unos estudios sometidos, además, a los intereses comerciales de los poderes económicos.
El contrato social de la democracia moderna es inseparable del contrato pedagógico. Sólo unos ciudadanos formados (sólo la mayoría de una clase obrera con posibilidad de formarse) pueden participar con libertad e independencia en la firma de un contrato social. Ni las redes sociales, ni los medios de comunicación manipulados en la sociedad del espectáculo suponen una alternativa razonable. Conviene insistir en que se trata de “formar ciudadanos”, porque esto supone una conciencia capaz de convivir en libertad en un espacio laico. Y laico no significa que se prohíban las creencias privadas, sino que se articule un ámbito público en el que convivan con respeto todas las creencias, sin que una de ellas invada de forma identitaria a las otras. No es extraño que la huelga de estudiantes en defensa de la educación pública coincida con las decisiones católicas de un Ministerio agresor que devuelve las aulas del Estado a la oración católica. Se buscan siervos, no ciudadanos.
El pacto con la Iglesia más conservadora, el recorte en inversiones, la criminalización de los profesores y el encarecimiento de las tasas forman parte de todo el proceso de privatización que plantean los que consideran insostenible la democracia social. La debilidad democrática de España -con unas élites decididas a vender la nación una vez más, siempre que Alemania asegure la perpetuidad de sus privilegios-, acentúa aquí el vértigo de Bolonia. Es un verdadero síntoma la dureza del Gobierno español contra unas reivindicaciones griegas que de forma objetiva son buenas también para evitar la degradación de España.
La separación entre el contrato social y el contrato pedagógico se parece mucho a la separación entre el Parlamento y la calle. La huelga de los estudiantes se convoca en la misma semana en la que asistimos de lejos al debate sobre el estado de la Nación en el Congreso de los Diputados. El presidente Rajoy hizo una lectura de la realidad parecida a un cuento de hadas, silenció problemas graves y falseó datos. El líder del PSOE lo calificó de mentiroso y de corrupto para calentar el debate, y el presidente reaccionó con la estrategia del “y tú más”. Ante las elecciones próximas, el bipartidismo se olvida por unos meses de la deriva hacia la gran coalición, buscando rédito en su estrategia de siempre: la alianza en el insulto, la escenificación de unas diferencias más oficiales que reales. Pero uno tiene la sensación de que esa estrategia ya no afecta a una calle distanciada del Parlamento, dispuesta tal vez a creerse las acusaciones de unos contra otros (corrupción, mentiras, sectarismo), pero no las promesas y la sinceridad de sus propuestas. Hay una separación tajante entre la calle y la España oficial, la misma separación que se abre entre el contrato pedagógico y el contrato social, la misma barrera que se pone entre la mayoría de los españoles y una educación diseñada para las élites.
La huelga de los estudiantes, además, sirve para recordarnos la importancia de la movilización. Después de meses de grandes mareas y de marchas por la dignidad, corremos el peligro de que desaparezca la movilización, confiando la suerte social a una próxima respuesta de castigo en las urnas. Los cambios de mayorías en la política institucional son muy importantes, pero corren el peligro de diluirse si los separamos de la movilización.
Por eso creo que la noticia de la semana, con la triste realidad de un Parlamento separado de la calle y sometido a su propia farsa, es la huelga de los estudiantes que recogen hoy la antorcha de todos los que se movilizaron contra el Plan Bolonia y contra la voladura de la educación pública.
(Fuente: publico.es)
ENTRADAS RELACIONADAS:
("Fue así, obnubilados los poderosos y buena parte del personal por la nueva fe ultraliberal, como las humanidades y los saberes críticos fueron condenados a galeras... La sibilina absorción de todas las facetas del vivir por el capitalismo totalista está arrebatando a la Universidad, y al entero sistema educativo, sus más valiosos procederes y metas... Antaño restringida a la esfera empresarial y financiera, la jerga tecnocrática se ha adueñado ya del habla de la mayoría de ellos, obcecados en cumplir objetivos cuantificables en detrimento del incuantificable")

("... unos podrán pagar y otros no podrán pagar...  La engañosa libertad que ofrece Wert a las universidades consiste en condenar a muchas familias al escalón B de la formación pública superior y a la evidencia de que estarán en la zona tonta del sistema (3) porque no pueden pagarse la zona lista (3+2)... los estudios humanísticos en el ámbito del pensamiento, la literatura, el arte o la filosofía, son lentos por definición, no son rentables de forma mecánica y automática...")

(Crear el caos en todo lo público, para justificar su desprecio. Para poner los recursos públicos en manos de la enseñanza privada. Para fragmentar la sociedad, y pretender que sólo los jóvenes de las clases superiores tengan acceso a la información, al conocimiento... tengan acceso al poder... no podemos permitir que les quiten lo que entre todos les hemos dado. Que no les roben lo que es suyo")


("El propósito del Ministerio de Educación es convertir la enseñanza, de todos los grados, en un negocio... Se liquidan las escuelas públicas y se crean nuevos colegios privados...  se despide a los maestros y hay que amontonar los alumnos... es preciso contratar a profesores eventuales, pagándoles unas cantidades misérrimas que deberían ofenderles... Mientras una élite bien situada, en la que se encuentran los nietos y las nietas de los grandes banqueros y empresarios, se forma en escuelas extranjeras y realizan doctorados y masters en varios continentes")


("... continúa gestándose políticamente un programa que lo que realmente pretende es que haya menos Universidad y que sea menos pública, que el conocimiento sea cada vez más superficial y sus portadores cada vez más adaptables, más manipulables y, como consecuencia, más infelices")




'TWILIGHT', ANTONY & THE JOHNSONS

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Twilight I sit at all tables With my candles And angels besides And I shall wait forever...



... When I sought out a light
And I knew darkness swallowed
I beseech, come to me
All alone, come to me



LETRA:

Twilight
I fall in the Harbor
Twilight
I fall in the hills
But here in the city
That never sleeps
I can fall
Through one's fingers

When the swan
Flies to heaven
Soaring through
The utmost fear
There's a feeling
That lingers in the afterwards
Will you ever return
Will you ever return
Will you ever return

Twilight
Twilight
Twilight

Twilight
I sit at all tables
With my candles
And angels besides
And I shall wait forever
As the day turns to night
Swallowed in the shadows that glow
Swallowed in the shadows that glow
Swallowed in the shadows that glow

When I sought out a light
And I knew darkness swallowed
I beseech, come to me
All alone, come to me

Twilight




TAMBIÉN DE ANTONY & THE JOHNSONS:



"Hope there's someone Who'll take care of me 
When I die, will I go..."






'EN PRESENCIA DE UN PAYASO', de Andrés Barba (fragmento)

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Ahora que ya amenaza la tormenta electoral tal vez sería útil crear a una Lola Perpetua real, aunque, la verdad, los límites entre la ficción y la realidad son, con frecuencia, difíciles de discernir...
"... no es que estuvieran defraudados de la clase política oficial, era sencillamente que hablaban idiomas distintos... El proyecto de Abel no era proponer una enmienda al sistema sino poner de manifiesto su inutilidad, y para eso tenía el delirante propósito de hacerse con un escaño para sentar en el Congreso de los Diputados un maniquí de Lola Perpetua...

"Sentar a ese maniquí para que el descontento quede por fin legítimamente representado. Tendrán que darse la vuelta y mirar a este fantoche sentado como un igual"

Abel se inventó aquel personaje femenino llamado Lola Perpetua, una mezcla entre señora rural y activista anarquista... había supuesto la perfecta cuadratura del círculo, por un lado había mantenido la audiencia popular con un personaje que no dejaba de ser costumbrista (la chillona señora española de clase baja), y por otro lado -como si las palabras no significaran nada, como si en el fondo sólo se tratara de un mensaje subliminal- comenzó a armar un verdadero discurso político y a ponerlo en los labios de la enlutada pechugona Lola perpetua  (...)

¿De qué hablaba Lola Perpetua? Era difícil saberlo, "Lola no habla", recuerda que comentó Abel en una entrevista, "Lola eructa". En las primeras apariciones se limitaba a insultar de una manera cómica y genérica a los espectadores, pero los insultos eran tan colectivos que la comicidad se acababa dispersando (...) el consumismo navideño, los nacionalismos o el sistema funcionarial (...) Marcos entendía ahora que lo que había estado intentado Abel (...) era tomar el pulso a todos cuantos estaban a su alrededor. Tenía intención de averiguar hasta dónde se le iba a permitir reír. (...)

El programa cómico de Abel que tenía un horario de máxima audiencia en la primera cadena pública fue clausurado en dos sesiones cuando utilizó el personaje de Lola Perpetua para arremeter contra el gobierno por su política de privatización de la sanidad. Lola Perpetua había caído demasiado en gracia con el público español como para resultar inofensiva y lo que no tenía ninguna intención de permitir el gobierno era ser insultado a sus propias expensas... se le dio un ultimátum al que respondió con un especial en el que Lola Perpetua acudía al médico y se iba encontrando a todos uno a uno, desde el presidente del gobierno hasta la ministra de Sanidad. Tal vez el único error evidente fue incluir a la familia real. El programa se censuró antes de emitirse y desató un revuelo cuando se filtró uno de los sketches grabados en el que la reina mantenía una conversación con Lola Perpetua mientras le hacían un tacto rectal (...) Abel se puso a la opinión pública de su parte apelando a la libertad de expresión (...)

Se acercan las elecciones y el personaje de Lola Perpetua, sin llegar a nada del otro mundo, podía resulta una carta útil a la hora de definir la opinión pública con respecto al partido del gobierno (...)

En uno de los sketches de su nuevo show, Abel puso a Lola Perpetua en la puerta de un mitin político en el que era aplastada por las fanáticas juventudes del partido conservador mientras vendía bocadillos para el encuentro (...) Abel se mofaba de cómo ciertos políticos habían pasado en un tiempo récord de puestos al secretariado a dirigir comunidades autónomas. Lola pasaba de ser presidenta de su comunidad de vecinos y vendedora de bocadillos a presidenta de un nuevo partido: Lola (...)

A nadie le sorprendió que se presentara a las elecciones generales (había que llevar la broma hasta el final), lo que sí sorprendió fue que aglutinara de una manera tan radical el voto adolescente (...) Abel se dedicaba a leer declaraciones que habían hecho los políticos de los partidos principales y ponerlos en evidencia con sus propias palabras (...)

Abel había elegido a los adolescentes, pensaba Marcos, porque en realidad eran su público natural; no es que estuvieran defraudados de la clase política oficial (para estar defraudados habría sido necesario haber creído antes en ellos...), era sencillamente que hablaban idiomas distintos.

El proyecto de Abel no era proponer una enmienda al sistema sino poner de manifiesto su inutilidad, y para eso tenía el delirante propósito de hacerse con un escaño para sentar en el Congreso de los Diputados un maniquí de Lola Perpetua (...)

"Sentar a ese maniquí para que el descontento quede por fin legítimamente representado. Tendrán que darse la vuelta y mirar a este fantoche sentado como un igual"

('En presencia de un payaso', de Andrés Barba, editorial Anagrama, páginas 87- 94)






'AGUA CLARA', por Manuel Vicent / 'COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE', de Jorge Manrique / 'EL AGUA DE LOS RÍOS', Juan Perro

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"... hubo en momento en que la vida dejó de deslizarse suavemente sin peligro río abajo y en las riberas aparecieron los primeros cocodrilos. Recuerdas muy bien cuándo fue y quiénes eran esos enemigos. Después aún tuviste que atravesar un banco de pirañas antes de llegar a este prado de primavera donde ahora estás sentado contemplando cómo pasa el agua...

nunca habrá que morir mientras en esta orilla sea primavera"


AGUA CLARA

La vida es el río que va a dar al mar, por supuesto, y también está claro que nunca nos bañaremos dos veces en la misma corriente, según dijo Heráclito, pero uno puede sentarse en la ribera entre las flores de esta incipiente primavera y contemplar cómo fluye el agua, que no es sino la propia memoria limpia o turbia. Existe el placer de remontar el cauce hasta llegar al manantial donde uno se bañaba de niño, aquellas risas, aquellos gritos, y recordar también los felices y turbulentos días de la adolescencia cuando era todavía agua plateada de alta montaña, tan fría e incontaminada la que llegaba a la cascada. Bajo la espesura de los sauces había plácidos remansos, que a veces un rayo de sol hería hasta el fondo de la madre y allí de joven la vanidad del cuerpo se fundía con el verde del agua desnuda. Pero hubo en momento en que la vida dejó de deslizarse suavemente sin peligro río abajo y en las riberas aparecieron los primeros cocodrilos. Recuerdas muy bien cuándo fue y quiénes eran esos enemigos. Después aún tuviste que atravesar un banco de pirañas antes de llegar a este prado de primavera donde ahora estás sentado contemplando cómo pasa el agua. El río tiene una doble corriente, una superficial y otra profunda, como sucede también en la vida. Este suave airecillo de marzo va a producir muy pronto un violento deshielo, y con la crecida por la superficie verás pasar junto con animales muertos, árboles arrancados de cuajo y enseres inútiles, todo lo que en ti fue vano y estúpido. En cambio, por el fondo del cauce a ciegas con el légamo fluirán hacia la muerte, hacia el mar, el esfuerzo que hiciste para no ceder al fracaso, los amores y sueños que hayas tenido, toda la belleza que pudiste obtener como un regalo en tu paso por la tierra. Pero nunca habrá que morir mientras en esta orilla sea primavera.

(Fuente: El País, 01-03-2015)

“No es posible bañarse dos veces en el mismo río, ni tocar dos veces una sustancia perecedera en el mismo estado, porque ella, por el ímpetu y la rapidez de sus transformaciones, se dispersa y se reúne de nuevo, se acerca y se aleja del ser” 

(Heráclito, fragmento 91)


COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte 
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Invocación:

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad, 
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados, 
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos 
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halagüeño
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!

Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dejar?

Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.

Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.

Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!

En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.

Antonia Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.

No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.

Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.

Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su grande habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
de la Espada.

Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido.

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero: 
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,

diciendo: "Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,
¡aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera¿;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.

El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.

Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera 
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis."

No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera 
es locura.


Oración

"Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona."

Fin

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos 
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
¡en cual la dio en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.


... Tus encantos no son míos
Se me escapan como el agua
De los ríos...


'EL AGUA DE LOS RÍOS', JUAN PERRO


LETRA:

EL AGUA DE LOS RÍOS

Cuando empiezo a conversar
Se va el tiempo y nunca sé
Dónde parar
Si nos vamos es mejor
Porque ya te estoy hablando
Sin pudor

Hazme caso, no pretendas
Que me ponga yo en los ojos
Una venda
Si ese juego caprichoso es amor
Para andar así jugando
Soy mayor

Tus encantos no son míos
Se me escapan como el agua
De los ríos
Pensarás que soy un loco de atar
Otra noche nos veremos
Junto al mar







'A SALVO DE TODO', por Juan José Millás / 'PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO', de Francisco de Quevedo

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"Una patria por la que muchos depositantes darían la vida. Y la dan, aunque no la suya, sino la de los otros: la de la gente en riesgo de exclusión, la de los niños hambrientos, la de las clases medias expulsadas a la mendicidad...

A esa patria cautelosa, situada en el corazón de Ginebra... llegaban todos los días remesas ingentes de dinero extraídas de la extorsión, del robo, del fraude fiscal... de la venta de armas, del comercio de esclavos"

H. CUNNINGHAM (GETTY (EL PAÍS SEMANAL)

A SALVO DE TODO

Montañas nevadas, banderas al viento, el alma tranquila… Ese edificio en cuyo tejado pone HSBC es una patria y lo demás son cuentos. Una patria por la que muchos depositantes darían la vida. Y la dan, aunque no la suya, sino la de los otros: la de la gente en riesgo de exclusión, la de los niños hambrientos, la de las clases medias expulsadas a la mendicidad. Las patrias, como las religiones, han producido cantidades inmensas de dolor. A veces de un dolor evidente, con sangre y vientres reventados a la vista del público, y a veces de un dolor sordo, que apenas sale en la prensa o en los telediarios.
A la patria de la fotografía, llena de mármoles relucientes y mobiliario de época, le llegaba la financiación a través de unas tuberías empotradas en la realidad económica, procedentes de las minas de oro y de diamantes de África, por poner un ejemplo. Esas minas en las que se dejan la piel críos de siete años. A esa patria cautelosa, situada en el corazón de Ginebra, en el centro de Suiza, en las entrañas de la Europa más civilizada, llegaban todos los días remesas ingentes de dinero extraídas de la extorsión, del robo, del fraude fiscal, de las comisiones ilegales, de la venta de armas, del comercio de esclavos… Por el camino, el dinero se lavaba para que no oliera mal cuando patriotas como Colón de Carvajal, la familia Pujol o los Bárcenas se acercaban a retirar unos fajos. Cuando gente de esta calaña habla de la patria, no lo olviden, se refieren a esos edificios discretos en cuyo interior ellos y su pasta se encuentran a salvo de todo.
(Fuente: El País Semanal)

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.








ACERCA DE 'SUS... PENSE', de Patricia Highsmith, por Berna González / 'LA TORTUGA', de P. Highsmith

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Un verdadero escritor se distingue del falso porque seguiría escribiendo en una isla desierta aunque no hubiera lectores. Y eso es así porque, en palabras de Highsmith: “Escribir es una forma de organizar la vida. Y la necesidad de hacerlo sigue presente aunque no se tenga público

Esto es lo que hace que la profesión de escritor sea animada y apasionante: la constante posibilidad de fracasar


TODO LO QUE LE DEBEMOS A LA SIESTA DE PATRICIA HIGHSMITH

Cuenta Patricia Highsmith que una de las herramientas que más le ayudó a escribir fue la siesta. En sus primeros tiempos, cuando aún desempeñaba otros trabajos para sobrevivir, dormía al llegar a casa por la tarde y se bañaba al despertar para simular que empezaba un nuevo día, el de verdad, aquel en el que podía hacer lo que soñaba: poner una palabra tras otra para construir historias. Multiplicar cada día por dos fue el sombrero de su magia, del que iba a salir no un conejo, sino el puñado de las mejores novelas de suspense que siguen latiendo con brío décadas después.

Un sueñecito ahorra tiempo en lugar de malgastarlo”, cuenta como si tal cosa. “Me duermo con el problema y me despierto con la respuesta”.

La divina siesta de Patricia Highsmith no es solo una de las sencillas confesiones que nos regala el libro del que aquí vamos a hablar. Es el retrato de que la literatura más sofisticada no está en la sofisticación, en la mirada perdida en busca de musas inexistentes ni en la ensoñación profunda, sino que se puede esconder en los ronquidos. Y es muestra del vigor de un libro cargado de lecciones de oficio, de humildad, de cotidianidad y también de fracaso. Si yo lo he conocido, nos viene a decir, no tenéis nada que temer. “Esto es lo que hace que la profesión de escritor sea animada y apasionante: la constante posibilidad de fracasar”.

Highsmith buscaba inspiración o desconexión en los episodios y personajes más mundanos, en momentos absurdos como el lavado del coche y nunca en conversaciones con otros escritores, de los que huía como de los celos. De éstos dice: “Aunque son poderosos no me sirven de nada y a lo más que se parecen es al cáncer, que va devorando sin dar nada”.

Hablemos del libro.

'Sus… pense. Cómo se escribe una novela de misterio' es al reino de la literatura lo que los mandamientos al reino de Dios. Algo así como si a Moisés la zarza le hubiera seguido hablando: ven, vuelve, no te olvides de las otras tablas de la ley. Las disfrutaréis.

Publicado por Highsmith en 1983, Círculo de Tiza lo recupera ahora en España con aroma a gran reserva. Corto pero de largo aliento, sagaz como sus novelas, práctico como su autora, inteligente y honesto, el libro solo tiene peligro para las escuelas de literatura creativa, que podrían caer fulminadas si los aprendices se dieran cuenta de que en esas 159 páginas está la verdadera lección, y no en las aulas. Es un decir.

"Las buenas narraciones se hacen solo con las emociones del escritor... habrá escenas, descripciones  que probablemente el escritor habrá experimentado en persona. El libro es siempre mejor si contiene experiencias como estas, de primera mano, realmente sentidas"

La dama del suspense desgrana lecciones como quien explica una receta para la lasaña: tantos gramos de ambiente por aquí, un poco de sal por allá, carga de personajes, la capa de pasta, olor a alcanfor, la bechamel en su punto, el ritmo, el principio, el final y la inyección de matices para hacer de un protagonista un suicida convincente. Y al horno.

Pero hay una que centra y eleva el debate a ese lugar donde cada autor puede tiritar antes de posicionarse: cuánto hay de calculado y frío en una obra y cuánto de emocional; cuánto de cabeza y cuánto de corazón; cuánto de ajeno y cuánto de desnudez.

Las buenas narraciones se hacen solo con las emociones del escritor”, resuelve Highsmith. “Aunque un libro de suspense esté totalmente calculado, habrá escenas, descripciones —un perro atropellado, la sensación de que alguien te sigue por una calle oscura— que probablemente el escritor habrá experimentado en persona. El libro es siempre mejor si contiene experiencias como estas, de primera mano, realmente sentidas”. 

Todos construimos un caparazón para protegernos de los golpes emocionales y lo vestimos de decoro, corrección, juicio moral, ceguera o indiferencia adquirida, nos cuenta. ¿Cómo si no ser un granjero entero si coges cariño al animal que debes sacrificar? ¿Cómo ser psicólogo si te pueden contagiar la depresión? ¿O un geriatra efectivo entre ancianos que avanzan hacia la muerte? Para ser escritor se necesita, sin embargo, un grosor bastante más ligero en el caparazón: fino como para captar, sentir, comprender y trasladar las emociones, y sin morir en el intento. “Los escritores tienen un caparazón protector muy pequeño y durante toda la vida tratan de desprenderse de él, ya que los diversos golpes e impresiones que recibirán son el material que necesitan para crear. Esta receptividad es el ideal del artista”. Se llama empatía.

Cuando Highsmith creó a Tom Ripley trabajó durante días estérilmente hasta tirar a la basura las primeras versiones. Estaba acomodada en una casa de campo, feliz y relajada, y se dio cuenta de que la placidez de su estado de ánimo se había contagiado a su escritura “flácida”. Y eso no casaba con un Ripley tormentoso y brutal. Así que lo destruyó y decidió volver a empezar sentada al borde de la silla, incómoda, en tensión, como se lo imaginaba a él. Así pudo asesinar a Greenleaf y a todos los demás.

No hay nada de espectacular en el argumento de A pleno sol, pero se hizo popular por su prosa frenética y la insolencia y audacia del propio Ripley. Me imaginé a mí misma en su piel. Ningún libro me ha resultado tan fácil y a menudo sentí que Ripley lo estaba escribiendo y que lo único que hacía yo era pasarlo a máquina”.

En otra ocasión, hojear un simple libro de recetas y descubrir las instrucciones para matar a una tortuga de forma que resultara más sabrosa bastó para poner en marcha su imaginación. Le añadió un niño atormentado y una madre y creó La tortuga de agua dulce, un relato que obtuvo el Premio Mystery Writers of America.

Un verdadero escritor se distingue del falso porque seguiría escribiendo en una isla desierta aunque no hubiera lectores. Y eso es así porque, en palabras de Highsmith: “Escribir es una forma de organizar la vida. Y la necesidad de hacerlo sigue presente aunque no se tenga público”.

Sus…pense. Cómo se escribe una novela de misterio. Patricia Highsmith. Círculo de Tiza. Madrid, 2015. 175 páginas. 22 euros.


Literatura en 13 mandamientos

Esta es una lista arbitraria de mandamientos de Highsmith. A diferencia de los del Reino de Dios, cada lector podrá hacer la suya. Y no es literal.

1. Un secreto para el éxito. No hay fórmulas mágicas ni secretos, salvo la individualidad y la personalidad. Solo al individuo le corresponde expresar lo que le diferencia de los demás. Es “la apertura de espíritu”, pero no es nada místico. Es una especie de libertad, de libertad organizada.

2. Objetivo: la diversión. La primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo. Si eres capaz de divertirte escribiéndolo, divertirás a los editores y a los lectores.

3. Planificación, la justa. Un argumento nunca debe ser rígido ni estar terminado. Tengo que pensar en mi propio entretenimiento y a mí me gustan las sorpresas. Si sé todo lo que va a pasar, escribirlo no será tan divertido. Es más importante que los personajes se muevan y tomen decisiones como personas de carne y hueso, que se les dé la oportunidad de deliberar, de elegir, de volverse atrás, de tomar otras decisiones, como en la vida real. Los argumentos rígidos, aunque perfectos, pueden hacer que los personajes parezcan autómatas.

4. Así empieza todo. Los gérmenes de una idea pueden ser pequeños o grandes, sencillos o complejos, fragmentarios o completos, quietos o móviles. Yo los reconozco gracias a cierta excitación que siento enseguida, la misma que produce una sola línea de un poema. El mundo está lleno de ideas germinales y si no las tienes es por fatiga física o mental. Entonces hay que viajar, pasear, el cerebro exige vacaciones. A veces nos rodean personas que no nos convienen.

5. Claves para una buena atmósfera. Se consigue poniendo en marcha los cinco sentidos.

6. El diálogo, con moderación. Tres líneas de prosa son suficientes para transmitir lo esencial de una conversación. El diálogo es dramático y debe usarse con moderación.

7. Sin trucos. Los trucos proporcionan un entretenimiento endeble y no divertirán al lector inteligente. Son ideas ingeniosas que no tienen nada que ver con la literatura.

8. No hablar con escritores. No se me ocurre nada peor o más peligroso que comentar mi trabajo con otro escritor. Los escritores nadan unos junto a otros en la misma profundidad, dispuestos a hincar los dientes en el mismo plancton que flota a la deriva. Me llevo mucho mejor con los pintores.

9. Cuidado con el amor. Las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración.

10. El lugar de las dificultades. Están en la mente del escritor, no en el papel.

11. El dinero. El escritor hará bien en tener otro trabajo.

12. Sin juicios morales. Las personas creativas no hacen juicios morales. Hay tiempo para ello después, en lo que crearán, pero el arte no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos ni los sermones.

13. El arte de escribir. Lo que hace difícil escribir sobre el arte de escribir es la imposibilidad de establecer reglas.

Es decir, y después de todo esto: que nadie se haga ilusiones.


(Fuente: babelia.com)


Patricia Highsmith


LA TORTUGA

Víctor oyó la puerta del ascensor, los rápidos pasos de su madre en el pasillo y cerró el libro de un golpe. Lo escondió debajo del almohadón del sofá y maldijo por lo bajo cuando oyó que el libro se resbalaba entre el sofá y la pared y caía al piso con un ruido sordo. La llave ya giraba en la cerradura.

-¡Vííííctor! -gritó su madre, agitando un brazo en el aire. Con el otro sostenía una bolsa grande de papel madera y de su mano colgaban una o dos bolsitas-. Fui adonde mi editor y al mercado y a la pescadería -le dijo-. ¿Por qué no estás jugando? ¡Es un día lindísimo!

-Salí -dijo él- un ratito. Me dio frío.

-¡Uf! -la madre descargó la bolsa del almacén en la pequeña cocina detrás del vestíbulo-. Debes de estar enfermito. ¡Tener frío en el mes de octubre! He visto a todos los niños jugando en la vereda. Hasta ese nene que te gusta, creo, ¿cómo se llama?

-No lo sé -dijo Víctor. De todos modos, su madre no estaba prestándole verdadera atención. Metió las manos en el bolsillo de sus pantalones cortos, que ya le ajustaban, y empezó a caminar sin rumbo por la sala, mirándose los zapatones gastados. Su madre podría haberle comprado zapatos que le quedaran bien por lo menos. A ella le gustaban ésos porque tenían las suelas más gruesas que jamás hubiera visto y la punta cuadrada, un poquito levantada, como botas de alpinista. Víctor se detuvo frente a la ventana y miró el edificio de enfrente, de color tostado. Vivía con su madre en el piso dieciocho, cerca de la azotea. El edificio al otro lado de la calle era aún más alto que el de ellos. A Víctor le gustaba más el departamento donde habían vivido en Riverside Drive. También le gustaba más la escuela de ahí. En la nueva se reían de la ropa que usaba. En la otra se había cansado de reírse de él.

-¿No quieres salir? -preguntó su madre, entrando en la sala mientras se secaba las manos con energía con una bolsa de papel. Se olió las manos-. ¡Puaj! ¡Qué olor horrible!

-No, mamá -dijo Víctor con paciencia.

-Hoy es sábado.

-Ya lo sé.

-¿Ya sabes los días de la semana?

-Por supuesto.

-¿A ver?

-No quiero decirlos. Los sé -los ojos se le pusieron vidriosos-. Hace años que los sé. Hasta nenes de cinco años saben los días de la semana.

Pero su madre no estaba escuchando. Estaba inclinada sobre el tablero de dibujo en un rincón de la habitación. Había estado trabajando hasta tarde la noche anterior. Víctor estuvo en su sofá cama en el rincón opuesto de la habitación sin poder dormirse hasta las 2, cuando ella fue a acostarse en el sofá cama.

-Ven acá, Víííctor. ¿Ves esto?

Víctor se acercó arrastrando los pies, con las manos aún en los bolsillos. No, ni siquiera había echado un vistazo al tablero esa mañana; no había querido.

-Este es Pedro, el burrito. Lo inventé anoche. ¿Qué te parece? Y éste es Miguel, el nene mexicano que lo monta. Andan y andan por todo México y Miguel piensa que están perdidos, pero Pedro sabe cómo volver a casa todo el tiempo y...

Víctor no escuchaba. Deliberadamente pensaba en otra cosa, acto que había aprendido al cabo de muchos años de práctica. Pero el aburrimiento y la frustración -sabía lo que quería decir la palabra frustración; había leído todo al respecto- le pesaban como una piedra sobre los hombros, sentía el odio y las lágrimas amontonadas en sus ojos, como un volcán a punto de estallar en su interior. Había tenido la esperanza de que su madre captara la alusión cuando le dijo que tenía frío en sus estúpidos pantaloncitos cortos. Había tenido la esperanza de que su madre recordara lo que le había contado días antes, que el chico que había querido jugar, que parecía tener su misma edad, once años, se había reído de sus pantalones cortos el lunes por la tarde. "¿Te hacen usar los pantalones de tu hermano o algo así?" Víctor se había alejado lleno de mortificación. ¿Qué habría pasado si el otro se hubiese enterado de que ni siquiera tenía un par de knickers y menos aún un par de pantalones largos, aunque fueran vaqueros? Su madre, por alguna razón disparatada, quería que pareciera como un francés y le hacía usar pantaloncitos cortos y medias tres cuartos y camisas tontas con cuellos redondos. Su madre quería que él siguiera teniendo seis años toda su vida. Le gustaba mostrarle sus dibujos a él. "Víctor es mi tabla de armonía -les decía a veces a sus amigos-. Le muestro mis dibujos y sé de inmediato si a los niños les gustarán o no." A veces Víctor simulaba que le gustaba algunos cuentos que en realidad no le gustaban o dibujos que sentía que le resultaban indiferentes, porque sentía lástima por su madre y porque ella se ponía de mejor humor si él le decía esas cosas. Ya estaba cansado de las ilustraciones de cuentos infantiles, si es que alguna vez le habían gustado -en realidad no podía acordarse- y ahora tenía dos preferidos: las ilustraciones de Howard Pyle en algunos de los libros de Robert Louis Stevenson y las de Cruikshan en los de Dickens. Víctor pensaba que era una desgracia para él que fuera la última persona a la que su madre pedía opinión, pues simplemente odiaba las ilustraciones infantiles. Y era un milagro que su madre no se diera cuenta de ello, porque hacía años y años que no había podido vender ninguna ilustración para libros; nada desde Wimple-Dimple. Un ejemplar de ese libro cuya sobrecubierta lucía agrietada y amarilla estaba ubicado en el estante central de la biblioteca en un espacio libre, para que todos pudieran verlo. Víctor tenía siete años cuando se publicó ese libro. Su madre siempre le contaba a la gente que él le había dicho lo que quería que ella dibujase, la había observado hacer cada dibujo, le había dado su opinión y, en fin, la había guiado totalmente. Víctor tenía sus serias dudas acerca de esto, primero porque el cuento era de otra persona y había sido escrito antes de que su madre hiciera los dibujos y, naturalmente, los dibujos debieron adaptarse a la historia. Desde entonces, su madre sólo había publicado unas pocas ilustraciones para revistas infantiles y preparado calabazas y gatos negros de papel para Halloween, la fiesta de las brujas, aunque siempre llevaba su carpeta de dibujos de editor en editor. Su padre les mandaba dinero. Era un rico hombre de negocios que vivía en Francia, un exportador de perfumes. Su madre decía que era muy rico y muy apuesto. Pero él se había vuelto a casar, nunca escribía y Víctor no tenía interés en él, ni siquiera le interesaba ver una foto de su padre. Su padre era un francés con algo de polaco y su madre era húngara francesa. La palabra húngara le hacía pensar a Víctor en gitanos, pero cuando una vez le preguntó a su madre, ella replicó enfáticamente que no tenía nada de sangre gitana. Se había mostrado muy molesta con Víctor por esa pregunta.

-¡Escucha! ¿Cuál te gusta más? "En todo México no había un burro más inteligente que Miguel, el burrito de Pedro." O si no: "Miguel, el burrito de Pedro, era el más inteligente de todo México."

-Creo... que prefiero la primera.

-¿Cómo era? -preguntó su madre, cubriendo con la palma de la mano la ilustración.

Víctor trató de recordar las palabras, pero se dio cuenta de que sólo estaba mirando las marcas de lápiz en el borde del tablero de dibujo. El dibujo colorido del centro no le interesaba en absoluto. No estaba pensando. Esa era una sensación frecuente y familiar en él; había algo emocionante e importante en el no pensar. Víctor sentía que algún día iba a encontrar algo que hablara sobre eso -quizá con otro nombre- en la biblioteca pública o en los libros de psicología que había en su casa y que él hojeaba cuando su madre no estaba.

-¡Víííctor! ¿Qué estás haciendo?

-Nada, mamá.

-Eso justamente. ¡Nada! ¿No puedes pensar siquiera?

Una ola caliente de vergüenza lo envolvió. Era como si su madre pudiera leerle los pensamientos, acerca del no pensar.

-¡Pero estoy pensando! -protestó-. Estoy pensando acerca del no pensar -su tono era desafiante. ¿Qué podía hacer ella en cuanto a eso, después de todo?

-¿Qué? -su madre inclinó la cabeza negra y enrulada y lo enfrentó con los ojos maquillados entrecerrados.

-El no pensar.

Su madre apoyó las manos llenas de anillos en las caderas.

-¿Sabes, Víííctor, que tienes unas ideas medio raras? Estás enfermo. Enfermo mentalmente. Y eres un retardado. ¿Sabes lo que quiere decir eso? Que tienes la mentalidad de un nenito de cinco años -dijo con lentitud, acentuando las palabras-. Es mejor que pases las tardes de los sábados encerrado. Quién sabe, a lo mejor, si sales, puede pisarte un auto. Pero es por eso que te quiero, mi pequeñito Víííctor. -Le pasó el brazo sobre los hombros y lo atrajo hacia ella. Por un instante, la nariz de Víctor permaneció apretada contra su pecho grande y suave. Ella llevaba su vestido color piel, el que se transparentaba un poco a la altura del busto.

Víctor alejó la cabeza con brusquedad, confundido por las emociones. No sabía si deseaba reír o llorar.

Su madre reía alegremente, con la cabeza echada hacia atrás.

-¡Estás enfermo! ¡Mírate! Mi neniiito, con pantalonciiitos. ¡Ja, ja!

Entonces las lágrimas asomaron en los ojos de él, ¡y su madre se comportaba como si estuviera disfrutándolo! Víctor giró la cabeza para que ella no pudiera verle los ojos. Luego la miró repentinamente.

-¿Te crees que me gustan estos pantalones? A ti te gustan, no a mí, entonces, ¿por qué tienes que burlarte?

-Un neniiito que llora -continuó ella, riendo.

Víctor salió corriendo hacia el cuarto de baño, pero se desvió en el camino y se arrojó de cabeza en el sofá, con la cara contra los almohadones. Cerró los ojos con fuerza y abrió la boca, llorando pero sin llorar, de una manera que había aprendido con la práctica también. Con la boca abierta, la garganta cerrada, sin respirar por casi un minuto, podía en cierto modo sentir la satisfacción de llorar, hasta de gritar, sin que nadie se diera cuenta. Hundió la nariz, la boca abierta, los dientes en el almohadón rojo del sofá y, si bien siguió oyendo la voz de su madre, el tono burlón y la risa, imaginaba que esos sonidos se iban apagando y alejándose. Se imaginaba que estaba muriendo. Pero la muerte no era un escape; sólo un hecho concentrado y doloroso, el clímax de su no llorar. Luego, volvió a respirar y a oír la voz de su madre.

-¿Me oíste? ¿Me oíste? La señora Badzerkian vendrá a tomar el té. Quiero que te laves la cara y que te pongas una camisa limpia. Y también que le recites algún versito. ¿Qué verso vas a recitarle?

-Cuando me voy a la cama en el invierno -dijo Víctor. Ella le había hecho memorizar cada poema de El jardín de versos infantiles. Víctor dijo el primero que se le cruzó por la cabeza, pero eso le causó problemas porque ya lo había recitado en la última visita.

-¡Dije ése porque no podía pensar otro en el momento! -gritó Víctor.

-¡No me grites! -exclamó su madre, lanzándose hacia él. Víctor recibió una bofetada antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

Quedó apoyado en un brazo del sofá, de espaldas, con las delgadas piernas de rodillas huesudas extendidas. "Está bien -pensó-, si así son las cosas, así son las cosas." La miró con odio. No iba a hacerle ver que la bofetada le había dolido, que aún le dolía. "Basta de lágrimas por hoy -juró-, basta de no llorar." Terminaría el día, soportaría el té como una piedra, como un soldado, sin pestañear siquiera. Su madre caminaba por el cuarto, toqueteándose los anillos sin cesar, mirándolo de vez en cuando, desviando la mirada rápidamente. La mirada de Víctor estaba fija en ella. Él no tenía miedo. Ella podía golpearlo otra vez, pero a él no iba a importarle.

Por fin ella anunció que se iría a lavar la cabeza y se escurrió al baño.

Víctor se levantó del sofá y vagó por el cuarto. Hubiera querido tener un cuarto propio para poder estar solo. El departamento de Riverside Drive tenía tres ambientes: la sala, su cuarto y el de su madre. Cuando ella estaba en la sala, él podía estar en su dormitorio o viceversa, pero luego decidieron derrumbar el viejo edificio de Riverside Drive. No era algo en lo que le gustaba pensar.

De pronto recordó dónde había caído el libro, empujó el sofá y lo alcanzó. Era La mente humana, por Menninger, un libro lleno de historias clínicas fascinantes. Víctor no lo devolvió al estante donde estaba, entre un libro de astrología y otro de cómo dibujar. A su madre no le gustaba que leyera libros de psicología, pero a Víctor le encantaban; sobre todo los que tenían historias clínicas. Los pacientes hacían lo que querían. Se comportaban con naturalidad. Nadie les daba órdenes. Víctor pasaba horas en la biblioteca del barrio, hojeando los libros de psicología. Estaban en la sección para adultos, pero al bibliotecario no le molestaba que se sentara allí porque se comportaba decentemente.

Víctor fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Mientras estaba de pie bebiendo, oyó un crujido en una de las bolsas de papel de su madre. Un ratón, pensó, pero cuando movió las bolsas no vio ningún ratón. El sonido provenía del interior de una de las bolsas. La abrió con cuidado y esperó que algo saltara. Miró el interior y vio una cajita de cartón blanco. La sacó con lentitud. El fondo estaba húmedo. Se abría como una caja de masitas. Al hacerlo, Víctor dio un salto de sorpresa. Se encontró con una tortuga, viva y volcada sobre su caparazón. Las patas se agitaban en el aire, el animal intentaba darse vuelta. Víctor se humedeció los labios y, frunciendo el ceño con concentración, tomó la tortuga por los borde del caparazón con las dos manos, le dio vuelta y la volvió a colocar con suavidad en la caja. La tortuga encogió las patas, estiró la cabeza un poco y lo miró con fijeza. Víctor sonrió. ¿Por qué su madre no le había dicho que tenía un regalo para él? Los ojos de Víctor brillaron, mientras pensaba en sacar la tortuga a pasear, quizá con una correa alrededor del cuello, para mostrársela al que se había reído de sus pantalones cortos. Quizá cambiara de parecer acerca de ser su amigo si descubría que él tenía una tortuga.

-¡Eh, mamá, mamá! -gritó Víctor, apoyado contra la puerta del baño-. ¿Me trajiste una tortuga?

-¿Una qué? -había cesado el ruido de la ducha.

-¡Una tortuga! ¡En la cocina! -Víctor saltaba mientras pronunció estas palabras. De pronto se detuvo.

Su madre había dudado, también. La ducha volvió a oírse. Su madre gritó con voz chillona.

-C'est une terrapène! Pour un ragoût!*
Víctor comprendió y sintió un pequeño escalofrío. Cuando su madre le hablaba en francés era porque estaba dándole una orden que debía obedecer sin réplicas. De modo que la tortuga iría a parar a un guiso. Víctor regresó a la cocina, con perpleja resignación. Para un guiso. Bueno, ya que a la tortuga no le quedaba mucha vida, ¿qué le gustaría comer? ¿Lechuga? ¿Panceta cruda? ¿Papa hervida? Víctor abrió la heladera.

Sostuvo un pedazo de lechuga cerca de la boca callosa de la tortuga. Ésta no abrió la boca, sólo miró. Víctor sostenía la lechuga cerca de los dos agujeritos nasales pero, aunque la tortuga la olió, no mostró ningún interés. Víctor miró debajo de la pileta y sacó un fuentón grande. Lo llenó con dos dedos de agua y con suavidad puso a la tortuga adentro. La tortuga braceó por unos segundos; luego, descubriendo que el vientre se apoyaba en el fondo, se detuvo y encogió las patas. Víctor se puso de rodillas y estudió la cara del animal. El labio superior se encimaba al inferior, dándole una expresión algo testaruda y de pocos amigos, pero los ojos eran brillantes y vivaces. Víctor sonrió cuando los miró con fijeza.

-Está bien, monsieur terrapène -dijo-, dime qué te gustaría comer y te lo conseguiremos. ¿Quizá quieras un poco de atún?

El día anterior habían cenado arroz con atún y había quedado un poco. Víctor tomó un pedacito con los dedos y se lo mostró a la tortuga. La tortuga no estaba interesada. Víctor miró a su alrededor, pensativo; luego, levantó el fuentón, lo llevó a la sala y lo colocó en el suelo de modo que el sol diera en el caparazón de la tortuga. "A todas las tortugas les gusta el sol", pensó Víctor. Se extendió en el piso a su lado, apoyado en un codo. La tortuga lo miró un momento, luego con mucha lentitud y con un aire de prudencia y cautela, estiró las patas y avanzó, se topó con el borde del fuentón y dobló a la derecha, con la mitad del cuerpo fuera del agua poco profunda. Quería salir. Víctor la tomó por el caparazón y dijo:

-Puedes salir y dar un paseíto.

Sonrió, mientras la tortuga comenzaba a andar rumbo al sofá. La agarró con facilidad, pues se movía lentamente. Cuando lo volvió a colocar en la alfombra, el animal permaneció inmóvil, como si se hubiera detenido un poco a pensar lo que iba a hacer después, adónde ir. Era de color verde amarronado. Víctor pensó en el fondo del río, y en los océanos. ¿De dónde venían las tortugas? Se puso de pie de un salto y fue a buscar un diccionario a la biblioteca. El diccionario tenía un dibujo de una tortuga, pero era apagado, en blanco y negro, no se parecía en nada al ejemplar vivo. No aprendió nada nuevo, salvo que el nombre era de origen algonquino, que la tortuga de agua vivía en agua dulce o salobre, y que era comestible. Pero él no pensaba comer ninguna terrapène esa noche. Ese ragoût sería todo para su madre, y aunque ella lo golpeara y le hiciera aprender dos o tres poemas más, él no comería tortuga esa noche.

Su madre salió del baño.

-¿Qué estás haciendo ahí?
Víctor guardó el diccionario en su lugar. Su madre había visto el fuentón.

-Estoy mirando la tortuga -dijo, y enseguida se dio cuenta de que la tortuga había desaparecido. Se puso en cuatro patas y miró debajo del sofá.

-No la pongas encima de los muebles. Deja marcas -dijo su madre. Estaba de pie en el vestíbulo, secándose el pelo enérgicamente con una toalla.
Víctor encontró la tortuga entre el cesto de basura y la pared. La volvió a colocar en el fuentón.

-¿Te cambiaste la camisa? -preguntó su madre.
Víctor se cambió la camisa y luego, siguiendo las órdenes de su madre, se sentó en el sofá con el libro El jardín de versos infantiles a aprender otro poema para la señora Badzerkian. Leía en voz apenas alta, para sí; luego las repetía, dos, cuatro y seis líneas juntas hasta que sabía toda la poesía. Se la recitó a la tortuga. Después preguntó a su madre si podía jugar con la tortuga en la bañera.

-¡No! ¿Para que te salpiques la camisa?

-Puedo ponerme la otra camisa.

-¡No! Ya son casi las 4. ¡Saca ese fuentón de la sala!
Víctor llevó el fuentón de regreso a la cocina. Su madre sacó la tortuga del fuentón sin temor y la volvió a poner en la caja de cartón blanco. Cerró la tapa y puso la caja en la heladera. Víctor se estremeció un poco cuando ella cerró la puerta de un golpe. Seguramente sería mucho frío para una tortuga ahí adentro. Pero pensó que el agua del río estaba fría de vez en cuando, también.

-Víííctor, corta el limón -dijo su madre. Estaba preparando una bandeja grande con tazas y platillos. El agua estaba hirviendo en la olla.

La señora Badzerkian fue puntual como siempre. Su madre sirvió el té tan pronto como se desembarazó del tapado y el libro de bolsillo de la visitante en la silla del vestíbulo. La señora Badzerkian olía a ajo. Tenía una boca recta y chica, y un fino bigote en el labio superior que causaba fascinación a Víctor, pues nunca antes había visto una mujer con bigote, nunca de tan cerca. Jamás había mencionado el bigote de la señora Badzerkian a su madre, sabiendo que ella lo consideraría una cosa fea, pero curiosamente era el bigote lo que más le gustaba de ella. El resto era aburrido, sin interés e inamistoso. Siempre pretendía escuchar con atención mientras él recitaba, pero él sentía que se movía inquieta, que pensaba en otras cosas mientras él hablaba y que se sentía aliviada cuando terminaba. Ese día, Víctor recitó muy bien y sin titubear, de pie en el medio de la sala y frente a las dos mujeres, que estaban tomando la segunda taza de té.

-Très bien -dijo su madre-. Ahora puedes comer una masita.

Víctor eligió una masita pequeña con un poco de dulce de naranja en el medio. Mantuvo las rodillas juntas cuando se sentó. Siempre tenía la sensación de que la señora Badzerkian le miraba las rodillas con disgusto. Muchas veces deseó que le hiciera algún comentario a su madre acerca de que él ya era lo suficientemente grande como para usar pantalones largos, pero nunca había dicho nada, o al menos él no lo había oído. Víctor se enteró por la conversación entre su madre y la señora Badzerkian de que los Lorentz irían a cenar al día siguiente. Probablemente el guiso era para ellos. Víctor se alegró de tener la tortuga un día más para poder jugar. A la mañana siguiente le preguntaría a su madre si podría llevar la tortuga a la vereda un ratito, con correa o dentro de la caja de cartón, si su madre insistía.

-...como un niiiño -decía su madre, riendo, echándole una mirada. La señora Badzerkian sonreía con astucia y la boquita apretada.

Víctor recibió permiso para retirarse y fue a sentarse en el sofá en el otro extremo del cuarto, con un libro. Su madre le estaba contando a la señora Badzerkian que él había estado jugando con la tortuga. Víctor frunció las cejas y miró el libro, simulando que no oía. A su madre no le gustaba que él les hablara a los invitados una vez que le había dado permiso para retirarse. Pero lo que estaba oyendo lo hizo enrojecer de furia. Se incorporó, marcando la hoja que estaba leyendo con el dedo.

-¡No veo qué tiene de infantil mirar a una tortuga! -dijo tartamudeando-. Son animales muy interesantes, son...
Su madre lo interrumpió con una carcajada, pero una vez que la carcajada se desvaneció, dijo con severidad:

-Víííctor, creí que te había dado permiso para retirarte. ¿Correcto?

Él dudó, viendo fugazmente la escena que tendría lugar cuando se fuera la señora Badzerkian.

-Sí, mamá. Perdóname -dijo. Luego se sentó y se concentró en su libro otra vez. Veinte minutos más tarde, la señora Badzerkian se despidió. Su madre lo regañó, pero no fue un regaño de cinco o diez minutos como se había imaginado. Como ella se había olvidado de la crema le pidió a Víctor que bajara a comprarla. Víctor se puso el saco de lana gris y salió. Ese saco lo avergonzaba por llamar la atención, pues le llegaba un poco más abajo que los pantalones cortos y parecía que no tenía nada debajo del saco.

Echó una mirada a su alrededor para ver si encontraba a Frank en la vereda, pero no lo vio. Cruzó la Tercera Avenida y entró en la rosticería del edificio grande que se veía desde la ventana de la sala. A su regreso, vio a Frank caminando por la vereda, haciendo rebotar una pelota. Víctor se dirigió directamente hacia él.

-¡Eh! -dijo Víctor-. Tengo una tortuga de agua en mi casa.

-¿Una qué? -Frank tomó la pelota y se detuvo.

-Una tortuga de agua. Te la mostraré mañana por la mañana, si estás por aquí. Es bastante grande.

-¿Sí? ¿Por qué no la traes ahora?

-Porque debo ir a cenar ahora -dijo Víctor. Entró en su edificio. Sintió que había logrado algo. Frank se había mostrado muy interesado. A Víctor le hubiera gustado poder bajar la tortuga en ese momento, pero su madre no quería que saliera de noche y ya estaba casi oscuro.

Cuando Víctor entró, su madre estaba en la cocina. Vio una cacerola con huevos y una gran olla con agua en la hornalla de atrás.

-¡La sacaste otra vez! -chilló Víctor, viendo la caja de la tortuga sobre la mesada.

-Sí, voy a preparar el guiso esta noche -dijo su madre-. Por eso es que necesitaba la crema. Queda muy rico así.

Víctor la miró.

-¿Vas... vas a matarla esta noche?

-Sí, querido. Esta noche. -Su madre movió la cacerola con los huevos.

-Mamá, ¿puedo llevarla abajo un minuto para mostrársela a Frank? -preguntó Víctor con rapidez-. Sólo un minuto, mamá. Frank está abajo ahora.

-¿Quién es Frank?

-Es el chico que me preguntaste hoy. El rubio que siempre vemos. Por favor, mamá.

Las cejas negras de su madre se fruncieron.

-¿Llevar la terrapène abajo? De ningún modo. No seas absurdo, mi bebé. ¡La terrapène no es un juguete!

Víctor trató de pensar en otra forma de persuadirla. Aún no se había sacado el abrigo.

-Tú querías que me hiciera amigo de Frank.

-Sí, ¿pero qué tiene eso que ver con la tortuga?

El agua en la olla grande comenzó a hervir.

-Verás, le prometí que... -Víctor observó que su madre sacaba la tortuga de la caja y, cuando la echó en el agua hirviendo, abrió la boca espantado-. ¡Mamá!

-¿Qué pasa? ¿Qué es ese alborto?

Boquiabierto, Víctor miró a la tortuga, cuyas patas se batían con desesperación contra las paredes de la olla. La tortuga abrió la boca y, por un instante, fijó la mirada en Víctor, arqueó la cabeza hacia atrás con infinito dolor, hundió la boca abierta en el agua hirviendo... y fue el fin. Víctor pestañeó. Estaba muerta. Se acercó más, vio cuatro patas y una cola y la cabeza extendida en el agua. Miró a su madre.

Ella se estaba secando las manos con una toalla. Lo miró y exclamó:

-Diablos. -Se olió las manos y colgó la toalla en su lugar.

-¿Tenías que matarla de ese modo?

-¿De qué otro? Así es como se mata a las tortugas y las langostas. ¿No lo sabes? No sienten nada.

Él la miró con fijeza. Cuando se acercó para acariciarlo, Víctor retrocedió. Pensó en la boca abierta de la tortuga y, de repente, se le llenaron los ojos de lágrimas. La tortuga lo había mirado y no había podido oírla por el ruido de las burbujas. La tortuga lo había mirado, le había pedido que la sacara de allí, pero él no se movió para ayudarla. Su madre lo había engañado, lo había hecho tan rápido que no pudo salvarla. Retrocedió nuevamente.

-¡No! ¡No me toques!

Su madre le dio una bofetada, con fuerza y rapidez.
Víctor se cubrió la mandíbula con la mano. Después dio media vuelta, se dirigió al ropero, se sacó el abrigo y lo colgó. Fue a la sala y se arrojó en el sofá. No estaba llorando, pero tenía la boca abierta contra el almohadón del sofá. Entonces recordó la boca de la tortuga y cerró los labios. La tortuga había sufrido. De no haberlo hecho, no hubiera movido las patas a tanta velocidad. Víctor empezó a llorar silenciosamente, como la tortuga, con la boca abierta. Se cubrió el rostro con las dos manos para no mojar el sofá. Después de un largo rato, se puso de pie. Su madre tarareaba en la cocina, y de cuando en cuando él oía sus pasos rápidos y decididos mientras trabajaba. Víctor apretó los dientes otra vez. Caminó con lentitud hasta la puerta de la cocina.

La tortuga estaba sobre la tabla de picar y su madre, luego de echarle un vistazo al niño, aún canturreando, tomó un cuchillo, apretó la hoja hacia abajo y le cortó las uñitas a la tortuga. Víctor entrecerró los ojos, pero siguió mirando con fijeza. Su madre separó las uñas de las patas del animal muerto y las dejó caer en la bolsa de residuos. Después hizo girar el cuerpo exánime y, con el mismo cuchillo puntiagudo y filoso, empezó a quitar el pálido caparazón que le cubría el estómago. El pescuezo de la tortuga estaba inclinado hacia un lado. Víctor quería apartar la mirada, pero no pudo. Enseguida aparecieron las vísceras de la tortuga, rojas, blancas y verdosas. Víctor no prestó atención a lo que decía su madre acerca de que había cocinado tortugas en Europa antes de que él naciera. Su voz era suave y tranquilizadora, y de ningún modo se relacionaba con lo que estaba haciendo.

-¡Bueno, no me mires así! -le gritó repentinamente, golpeando el piso con el pie-. ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? Sí, creo que estás loco. Estás enfermo, ¿sabías eso?

Víctor no pudo probar bocado de la cena, aunque el guiso de tortuga se serviría a la noche siguiente, y su madre no pudo obligarlo a comer, aunque lo sacudió por los hombros y lo amenazó con darle otra bofetada. No dijo una palabra. Se sentía muy distante de su madre, incluso cuando ella le gritaba en las narices. Se sentía muy raro, como esas veces cuando tenía ganas de vomitar, pero en ese momento no tenía ganas de vomitar. Cuando llegó la hora de acostarse, tuvo miedo de la oscuridad. Veía la cara de la tortuga en todas partes, con la boca abierta y los ojos desorbitados en una mirada de dolor. Víctor hubiera querido salir por la ventana y flotar, irse adonde quisiera, desaparecer y al mismo tiempo estar en todas partes. Imaginó las manos de su madre atenaceando sus hombros, si lo veía intentando salir por la ventana. Odiaba a su madre.

Se levantó y fue en silencio a la cocina. La casa estaba completamente a oscuras, pero Víctor dirigió su mano con precisión a la hilera de cuchillas y tomó con suavidad la que buscaba. Pensó en la tortuga, convertida en pedacitos, mezclada en la salsa de crema y huevo y jerez en la cacerola dentro de la heladera.

El grito de su madre pareció desgarrarle los oídos. La segunda puñalada penetró en su cuerpo y le perforó la garganta otra vez. Sólo el cansancio lo hizo detenerse y, para entonces, oyó gente afuera que trataba de abrir la puerta. Víctor se dirigió a la puerta, corrió la cadena del pasador y abrió.


Lo llevaron a un edificio enorme, lleno de enfermeras y médicos. Víctor era muy callado y hacía todo lo que le pedían y contestaba las preguntas que le hacían, pero sólo eso. Como nadie preguntó nada de la tortuga, no mencionó el tema.
(Fuente: Biblioteca Ciudad Seva)


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("Estaba pensando en Ripley y en su letal facilidad para mandar al otro barrio y no dejar huellas de la sepultura a cualquier enemigo que pretenda acorralarle, que amenace la laboriosa estabilidad económica, social y sentimental que ha alcanzado su turbulenta existencia. Sin sentido de culpa, con violencia seca, con eficiencia, con feroz pragmatismo")



("El placer no reside en el castigo del culpable, sino en la aproximación al asesino

Ripley es un seductor maravillosamente amoral capaz de convertirse en otro")




("Nuestra autora posee un talento excepcional, y su representación de lo humano agazapado en la sombra, en la línea iniciada por Poe y que pasa por Kafka, encontró en la creación de Tom Ripley una forma artística y socialmente provocativa de explorar la supuesta santidad de la vida...")




("Clavó su mirada en los párpados de Dickie, sintiendo que en su interior hervía una mezcla de odio, afecto, impaciencia y frustración...")




... Sweet comic valentine 

You make me smile with my heart 

Your looks are laughable 

Unphotographable 

Yet you're my favorite work of art...






LECTURA ÍNTEGRA DE LUIS ALBERTO DE CUENCA EN EL IES CRISTÓBAL COLÓN

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"... mientras nos toca esas fibras que también pueden ser las nuestras, que lo son… querer vivir, querer gozar, el puñetero paso del tiempo, ese momento único convertido en poema, los que ya se han ido, maldita sea, y el juego eterno con el lenguaje, como una postura vital..."

"... Su presencia aquí sirve para compensar, para paliar, el daño que con tanta frecuencia los profesores de Literatura infligimos a la poesía, cuando, impelidos por las inercias de extraños exámenes y de resultados exigidos, sometemos al poema a fríos análisis de texto, como si fuera un cadáver..."

No exageramos, en absoluto, si decimos que el acto resultó especialmente entrañable. Al final de su lectura, el poeta abrió un turno de preguntas, y él mismo planteó una serie de cuestiones a los alumnos, obsequiándoles después con algunos ejemplares de sus obras.

En esta entrada os dejamos el vídeo con el acto en su totalidad, y el texto de la presentación. En sucesivas entradas, iremos fragmentando la lectura poética, de dos en dos poemas (con los textos), para intentar facilitar el trabajo de todos aquellos que quieran utilizar este material.



PRESENTACIÓN: 'A PROPÓSITO DE SU ESCRITURA, Y DE SU PRESENCIA EN UN INSTITUTO'

La suya no es una erudición áspera, al contrario, es un saber clásico, emocionado, de altas temperaturas, acogedoras, una erudición amiga en la que se zambulle para saltar desde allí a los picos más altos de la modernidad, al asalto inteligente y cálido de las vanguardias. También es capaz, a su modo insobornable, de mantener conversaciones de tú a tú con lo coloquial, y lo persuade, y lo doma amablemente, y lo incrusta, otra vez, en la tradición, no en aquella de poses doradas y de gesto altivo, sino en la bebida y gustada desde un yo poético que estaba ya allí, y que desde una visión panorámica, construye un edificio lírico absolutamente individual, un verbo suyo, tan arrogante, como amigo... dulcemente altanero, como diciendo estoy contigo, he sentido, siente, lee, estudia, disfruta, y, sobre todo, vive.

En Luis Alberto de Cuenca se amalgaman, como en pocos, los distintos tipos de escritura. Siempre se hacen guiños, como coqueteando, su texto de investigación, su ensayo sabio, y travieso a la vez, sus traducciones y estudios, siempre en la orilla del lenguaje, en la única verdad, en la ribera, en la suya, en el terreno de lo prohibido, en el país de lo esencial. Siempre sin miedo a situar la palabra delante del espejo, desde el suelo, hasta el cielo

Y es allí, en la orilla de todo, donde él encuentra su territorio, jugando, descansando, perdonando y levantando los recuerdos, la vida, siempre viviéndola, emocionándonos, mientras nos toca esas fibras que, aunque incapaces de nombrarlas nosotros, sabíamos, sabemos, que también pueden ser las nuestras, que lo son… querer vivir, querer gozar, el puñetero paso del tiempo, ese momento único convertido en poema, los que ya se han ido, maldita sea, y el juego eterno con el lenguaje, como una postura vital, bromeando con él, haciendo trucos de magia, para enseñarnos mientras sonreímos sus tesoros escondidos, sus significados plegados. Esto es su última esencia, la que abraza un chiste del mundo clásico, con un chascarrillo de barrio, con una colleja coloquial, golpe amable que nosotros recibimos en nuestro entendimiento aletargado.

Decíamos ese momento único convertido en poema. Quizá haya que hablar de otro momento aún más exclusivo, precisamente ese en el que lo revivido queda convertido en palabra poética, “…escribo cuando el alba me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.  Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades, tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo”, ardo en el recuerdo transustanciado en palabra. Pareciera como si la cima real sólo se encontrara en ese lugar, en ese momento, en el que el verbo hace su aparición.

Hablamos de la ironía aguda y generosa que nos obliga siempre a mirar más allá.

Y es que en alguna ocasión, él afirmó: “La ironía es un producto de la inteligencia. Acaso el más depurado. Y la poesía se escribe a fuerza de sensibilidad, pero también a golpe de inteligencia”

Y desde luego él se ha hecho poseedor de las dos, haciendo del componente lúdico un elemento esencial de su quehacer poético para provocar una sonrisa oblicua, furtiva, como si de un encuentro clandestino se tratase, un encuentro, otra vez, con el lenguaje.

Su presencia aquí sirve para compensar, para paliar, el daño que con tanta frecuencia los profesores de Literatura infligimos a la poesía, cuando, impelidos por las inercias de extraños exámenes y de resultados exigidos, sometemos al poema a fríos análisis de texto, como si fuera un cadáver, como si nosotros fuésemos forenses sin alma, jefes imposibles de un servicio de autopsia innecesario. Porque el poema está vivo, mucho más vivo, quizá, que nosotros.

Pero no, claro que no, no siempre es así. Muchas veces, todavía, intentamos enseñar con pasión, y es entonces cuando más disfrutamos, al menos, nosotros. Porque sí, la pasión es absolutamente necesaria, para todo.

Hoy, aquí, podremos  tocar la palabra poética de Luis Alberto de Cuenca sin que ningún intermediario ose adulterar su primigenia textura.

Recuerdo un acto en la Fundación Caballero Bonald. Fue hace un año, o dos. Alguien iba a intervenir y la sala estaba abarrotada. Sin embargo, en un momento se anuncia que el autor ponente finalmente no podía asistir. Se decidió que alguien leería su texto amablemente enviado. La sala continuó abarrotada. El acto se impregnó de cierto tinte teatral.

La persona que no pudo asistir, pero que sí supo mantener aquel salón de actos lleno hasta los topes fue Luis Alberto de Cuenca.

Hoy, en esta humilde aula del IES Cristóbal Colon, en el Barrio Alto de Sanlúcar,  sí lo tenemos delante. Nos sobra espacio y también nos sobran ganas de acoger su voz.

Gracias por estar aquí. Suya es la palabra.

(Luis Enrique Ibáñez)


ALGUNAS FOTOGRAFÍAS DEL ACTO















La charla de Luis Alberto de Cuenca en el IES Cristóbal Colón de Sanlúcar de Barrameda tuvo lugar el pasado miércoles, 25 de febrero, de 2015




'QUIERO TODO ESTO', de Marta Solé / 'QUIERO TODO ESTO', de José A. Goytisolo

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Dos poemas robados de la antología personal de Juan Carlos Rodríguez

"Quiero que todos los ministros tropiecen cada día al menos una vez... Quiero que salgan en el listín, en rojo,todos los que han robado... Quiero que a las jerarquías les llegue su hora... Quiero que todo el mundo duerma bien por una noche
y ver si a la mañana siguiente sigue habiendo tanto cabrón... Quiero que trabajemos menos horas y que todo aquel que quiera pueda hacerlo"

"... Quiero que me amnistíen por todo lo que pienso hacer de ahora en adelante...  Quiero que fichen a la policía... Quiero que no se me invite otra vez a disolverme pacíficamente..."



QUIERO TODO ESTO 
(de Marta Solé, versión libre del poema de José Agustín Goytisolo)


Quiero que todos los ministros tropiecen cada día al menos una vez

Quiero que la vida sea como un musical

Quiero que me pidan permiso o me den las gracias por el tiempo dedicado

Quiero que todos los años sean bisiestos

Quiero que aquellos que me desprecian redacten una carta argumentándolo

Quiero que todos los vinos sean buenos, hasta los baratos

Quiero que las barrigas se pongan de moda

Quiero que salgan en el listín, en rojo,todos los que han robado

Quiero que mis gatas me den más conversación

Quiero que los periódicos no tengan que ser rentables 

Quiero que a las jerarquías les llegue su hora

Quiero que todos los relojes marquen las seis, en un bolero inagotable

Quiero que el vermut sea siempre de tirador y lleve una oliva de más, por ser domingo

Quiero que el Papa sea una mujer

Quiero que Mercadona regale bonos patrióticos con cada 
paquete de bolsas de basura Bosque Verde

Quiero ser Bárcenas por un día

Quiero que algunos se encuentren a su padre, en el metro, por casualidad

Quiero que todo el mundo duerma bien por una noche
y ver si a la mañana siguiente sigue habiendo tanto cabrón

Quiero que gane la liga un club de tercera

Quiero tener un piso en la calle Rosa Parks

Quiero que la palabra nacionalismo rime con polca

Quiero un perro con cara de llamarse Joaquín

Quiero que la vergüenza cotice en el Íbex

Quiero que las corbatas lleguen hasta los pies

Quiero que los viejos vuelvan a ser sabios

Quiero que los libros sean respetables

Quiero hablarle de tú a todos los que se creen importantes

Quiero retransmitir en directo cómo tiro piedras al agua
como si fuera una emergencia nacional

Quiero formalidad

Quiero tener de nombre artístico Constantinopla

Quiero volver al uso horario anterior a 1942

Quiero acordarme de todos los nombres

Quiero volver a oler las mandarinas que mi madre me ponía en la cesta cuando en el colegio preparábamos Els Pastorets

Quiero que todos los expertos del mundo depongan las armas

Quiero que la política sea el oficio más bello del mundo

Quiero aprender a leer los labios

Quiero que no me hablen como si me insultaran

Quiero ser, todavía, más vulgar de lo que soy y disfrutarlo

Quiero que me cedan el asiento

Quiero que los farsantes sean farsantes auténticos

Quiero saber puntuar un texto sin dudar

Quiero llenar el Congreso de avestruces

Quiero que alguien cante para mí

Quiero escribir un poema en un talonario y venderlo a la banca a precio de oro

Quiero dormir como un mapache

Quiero que todos los periódicos abran con las necrológicas
para acordarnos de los muertos de alguien en plan literal

Quiero que el sexo no sea ideología

Quiero que Chuck Palahniuk publique un libro cada mes

Quiero ir gratis a todos los festivales, a los de ópera también

Quiero pensar a tiempo aquello que se me ocurrió decir más tarde

Quiero seguir siendo persona non grata en Marina d’Or

Quiero que las tertulias se dramaticen

Quiero que vuelva el radioteatro

Quiero que a los perros con dinero se les llame Don Perro

Quiero aprender a hablar cuando me toca

Quiero que el FMI publique una colección de tomas falsas

Quiero que no se ponga a nadie en duda por ser mujer

Quiero que todos los presidentes posen para una foto aérea sonriendo al Meteosat,también los de escalera

Quiero que la verdad deje de ser considerada un término medio

Quiero ver naves ardiendo más allá de Orión

Quiero que a los cargos públicos no se les pague propina

Quiero ir a Barranquilla con un caimán

Quiero que ninguna conversación se zanje con un ‘porque es 
así’ o ‘porque yo lo digo’

Quiero que ningún caballo acabe siendo lasaña sin saberlo

Quiero que Barcelona no se vista de seda

Quiero entender una partida de críquet

Quiero hacer una cordura, o varias

Quiero que los cines dejen de vender palomitas

Quiero que nadie vaya a ruedas de prensa sin preguntas

Quiero que se pinche la burbuja de los MBA

Quiero poder decir basta, una vez al mes, sin desdecirme luego

Quiero que los eufemismos sean desterrados

Quiero que reine ‘la amiga del rey’

Quiero que trabajemos menos horas y que todo aquel que quiera pueda hacerlo

Quiero disecar al enemigo

Quiero que nadie se olvide de que de que en Europa ha habido guerras después de los años 40

Quiero que ser pobre se convierta en  título nobiliario

Quiero tener una buena mano en esta partida y saber ir de farol, si me hace falta

Quiero saber tirar una cerveza sin que me sobre espuma

Quiero todo esto
yo no puedo seguir viviendo así:

es una decisión irrevocable



QUIERO TODO ESTO
(de José Agustín Goytisolo)
Quiero ser informado sobre lo que ocurre
al más alto nivel

Quiero ver a la gente uno por uno

Quiero que me amnistíen por todo lo que pienso hacer
       de ahora en adelante

Quiero entrar en los cines sin pagar

Quiero que una persona de fiar escoja mis camisas
       y nunca se equivoque

Quiero un informe sobre el comportamiento sexual
       de los sexólogos

Quiero que los cocineros no sean obscenos

Quiero que ordenen llevar camisa azul a todos
       los que en su día la llevaron

Quiero que no me den gato por liebre

Quiero que el socialismo vaya sin más
       directamente al grano

Quiero aprender inglés en 15 días

Quiero saber con precisión exacta la verdadera
       forma del universo

Quiero que los croissants siempre estén calentitos
       y sabrosos

Quiero misas de culo y en latín

Quiero saber si el papel higiénico de la Real Academia
limpia fija y da esplendor

Quiero ser la Madre Abadesa

Quiero que se prohiban los canalones y la plusvalía

Quiero que el Imperio Romano no siga decayendo
       de este modo

Quiero que fichen a la policía

Quiero comer Potitos Bledine

Quiero el control de la natalidad con carácter retroactivo

Quiero que se sepa que el presidente de U.S.A. barre
para su casa de una manera descarada

Quiero amor

Quiero lanzarme en plancha y rematar marcando
       el sexto gol al Real Madrid

Quiero que Manolo no se quede calvo

Quiero saber si alguien me está robando los calzoncillos

Quiero entablar un juicio

Quiero volver a merendar en la terraza con mis primas
 y Tía Catalina

Quiero que me homologuen en Ohio

Quiero que alguien me nombre su Delegado en el Exterior

Quiero que Reus sea puerto de mar

Quiero que me devuelvan  la gabardina que me quitaron
       el diecisite de Noviembre de 1949 en el Cine Carretas

Quiero que dios exista

Quiero que los Catedráticos de Estética no sean tan feos

Quiero ser de derechas

Quiero jugar al mus

Quiero que no menoscaben mi integridad

Quiero tener aparcamiento reservado dondequiera que vaya

Quiero bailar el rock

Quiero que le salga un sarpullido al Santo Padre

Quiero una mantita en la barriga a la hora de la siesta

Quiero que se firmen todos los acuerdos

Quiero destituir a Bing Crosby de un modo fulminante

Quiero fugarme con la morterada

Quiero comer centollo con Julia y con la Ton

Quiero triunfar como una bestia

Quiero que no se me invite otra vez a disolverme
       pacíficamente

Quiero que emplumen a San Valentín

Quiero que Cataluña llegue hasta el Tirol

Quiero un felpudo igual que el del vecino

Quiero considerar seriamente la posibilidad de que 
me expulsen de cualquier país

Quiero unas garantías mínimas

Quiero que se suprima la circulación periférica

Quiero que en las cajas de quesitos hayan más quesitos

Quiero ir a las islas Filipinas

Quiero que se elimienen las condiciones objetivas ya que
por culpa de ellas todo sale mal

Quiero que no se tiren más a nuestras mujeres

Quiero tirarme a alguien

Quiero controlar el gasto Público partida por partida

Quiero ser bueno

Quiero que se me paguen daños y perjuicios

Quiero que cada pueblo tenga el gobierno que no se merezca

Quiero que no me avergüencen más en las autopistas

Quiero que no haya clase obrera

Quiero que trasladen las Fallas de Valencia

Quiero que no vuelvan los buenos tiempos

Quiero revolcarme en la alfombra del Hotel des Templaires

Quiero ser hábilmente interrogado para cantarlo todo
a la primera friega

Quiero sardinas en escabeche y pan tosatado con aceite y sal

Quiero ascender por méritos de guerra

Quiero que se me incapacite legalmente para no ser ya nunca
responsable de nada

Quiero que no me maten la ilusión

Quiero que no vuelvan a salir goteras en el techo

Quiero que todo el mundo cobre más

Quiero que no se me hinche la barriga

Quiero que me convenzan

Quiero un poco de caridad cristiana

Quiero que todos pasen por el tubo

Quiero un nuevo cepillo de dientes

Quiero todo esto
yo no puedo seguir viviendo así:
es una decisión irrevocable






                    


'VIDA SIN CULTURA', por Rafael Argullol / 'WRAPPEED UP IN BOOKS', BELLE AND SEBASTIAN

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"No sólo...  jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia... El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad...

habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar... la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas... el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes"(R.Argullol)

"... Ceñir las aspiraciones a una envoltura formada por libros..." (Belle and Sebastian)

Fotograma de 'Ciudadano Kane', de Orson Welles

VIDA SIN CULTURA

Quizá lleguemos a ver cómo será la vida sin cultura. De momento ya tenemos indicios de lo que está siendo, paulatinamente, un mundo que ha optado, al parecer, por desembarazarse de la cultura de la palabra pese a poseer índices de alfabetización escolar sin precedentes. Hace poco un editor me comentaba que el problema —o, más bien, el síntoma— no eran los bajos niveles de venta de libros sino la drástica disminución del hábito de la lectura. Si el problema fuera de ventas, decía, con esperar a la recuperación económica sería suficiente; sin embargo, la caída de la lectura, al adquirir continuidad estructural, se convierte en un fenómeno epocal que necesariamente marcará el futuro. El preocupado editor —un buen editor, de buena literatura— añadía que, además, la inmensa mayoría de los libros que se leen son de pésima calidad, desde best sellers prefabricados que avergonzarían a los grandes autores de best sellers tradicionales hasta panfletos de autoayuda que sacarían los colores a los curanderos espirituales de antaño.
De querer preocupar todavía más al editor, y a los que piensan como él, se podría analizar detenidamente la última encuesta sobre la lectura que hace unas semanas apareció en los medios de comunicación. No sólo un tanto por ciento muy elevado de la población jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia. Para muchos de nuestros contemporáneos la lectura se ha hecho agresivamente superflua e incluso experimentan una cierta incomodidad al ser preguntados al respecto. Dicen no tener tiempo para leer, o que prefieren dedicar su tiempo a otras cosas más útiles y divertidas. Nos encontramos, por tanto, ante una bastante generalizada falta de prestigio social de la lectura que probablemente oculte una incapacidad real para leer. Dicho de otro modo: el acto de leer se ha transformado en un acto altamente dificultoso y, para muchos, imposible. Me refiero, claro está, a leer un texto que vaya más allá de la instrucción de manual, del mensaje breve o del titular de noticia. Me refiero a leer un texto de una cierta complejidad mental que requiera un cierto uso de la memoria y que exija una cierta duración temporal para ir eligiendo en libertad, y en soledad, los distintos caminos ofrecidos por las sucesivas encrucijadas argumentales.
El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad. Él abomina de lo complejo como algo insoportablemente pesado; desprecia la memoria, para la que ya tenemos nuestras máquinas; no tiene tiempo que perder en vericuetos textuales; no se atreve a elegir libremente en la soledad que, de modo implacable, exige la lectura. En definitiva, nuestro pseudolector actual ha sido alfabetizado en la escuela y, en muchos casos, ha acudido a la universidad, pero no está en condiciones de confrontarse con el legado histórico de la cultura humanista e ilustrada construido a lo largo de más de dos milenios. Este pseudolector —en el que se identifica a la mayoría de nuestros contemporáneos— no puede leer un solo libro verdaderamente significativo de lo que hemos llamado, durante siglos, “cultura”.
El mundo político se ha adaptado sin titubeos al nuevo decorado, expulsando de su retórica cualquier conexión cultural. Esto habría sido imposible en los últimos tres siglos
Les propongo tres ejemplos de obras maestras sometidas al asedio de dicho turismo: La Gioconda en el Museo del Louvre, El nacimiento de Venus en los Uffizi y La Pietà en la Basílica de San Pedro. No intenten acercarse a las obras con detenimiento porque eso es imposible; apóstense, más bien, a un lado y miren a los que tendrían que mirar. La conclusión es fácil: en su mayoría no miran porque únicamente tienen tiempo de observar, unos segundos, a través de su cámara: de posar para hacerse un selfie. Capturadas las imágenes, los ajetreados cazadores vuelven en tropel a la comitiva que desfila por las galerías. ¿Alguien tiene tiempo de pensar en la ambigua ironía de Leonardo, o en la sensualidad de Botticelli, o en el sereno dramatismo de Miguel Ángel? Es más: ¿alguien piensa que tiene que pensar en tales cosas? Quien escuche una opinión semejante rápidamente alegará que hemos sustituido la cultura de la palabra por la cultura de la imagen, el argumento favorito cuando se conversa de estas cuestiones. De ser así, habríamos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar. Surgen, como es lógico, las nuevas tecnologías, extraordinarias productoras de imágenes, e incluso las vastas muchedumbres que el turismo masivo ha dirigido hacia las salas de los museos de todo el mundo. Esto probaría que el hombre actual, reacio al valor de la palabra, confía su conocimiento al poder de la imagen. Esto es indudable, pero, ¿cuál es la calidad de su mirada? ¿Mira auténticamente? A este respecto, puede hacerse un experimento interesante en los museos a los que se accede con móviles y cámaras fotográficas, que son casi todos por la presión del denominado turismo cultural.

Paradójicamente, nuestra célebre cultura de la imagen alberga una mirada de baja calidad en la que la velocidad del consumo parece proporcionalmente inverso a la captación del sentido. El experimento en los museos, aun con su componente paródico, ilustra bien la orientación presente del acto de mirar: un acto masivo, permanente, que atraviesa fronteras e intimidades, pero, simultáneamente, un acto superficial, amnésico, que apenas proporciona significado al que mira, si este niega las propiedades que exigiría una mirada profunda y que, de alguna manera, se identifican con los que requiere el acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libre elección desde la libertad. Frente a estas propiedades la mirada idolátrica es un vertiginoso consumo de imágenes que se devoran entre sí. Al adicto a esta mirada, al ciego mirón, le ocurre lo que al pseudolector: tampoco está en condiciones de confrontarse con las imágenes creadas a lo largo de milenios, desde una pintura renacentista a una secuencia de Orson Welles: las mira pero no las ve.
puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar
El mundo político se ha adaptado sin titubeos al nuevo decorado, expulsando de su retórica cualquier conexión cultural. Esto habría sido imposible en los últimos tres siglos. Pero el mundo político, el que más crudamente expresa las oscilaciones de la oferta y la demanda, no es sino la superficie especular en la que se contemplan los otros mundos, más o menos distorsionadamente. La expulsión de la cultura —o de una determinada cultura: la de la palabra, la de la mirada, la de la interrogación— es un proceso colectivo que afecta a todos los ámbitos, desde los medios de comunicación hasta, paradójicamente, las mismas universidades. No obstante, en ninguno de ellos es tan determinante como en el de los propios ciudadanos, que han dejado de relacionar su libertad con aquella búsqueda de la verdad, el bien y la belleza que caracterizaba la libertad humanista e ilustrada. La utilidad, la apariencia y la posesión parecen, hoy, valores más sólidos en la supuesta conquista de la felicidad. De ser cierto esto, la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas, a los ojos y oídos de muchos, al mismo tiempo. El pseudolector, que ha aceptado que a su alrededor se desvanezcan las palabras, marcha al unísono con el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el océano de las imágenes. La casi desaparición del acto de leer y, pese a la abundante materia prima visual, el empobrecimiento del acto de mirar llevan consigo una creciente dificultad para la interrogación. En nuestro escenario actual el espectáculo tiene una apariencia impactante pero las voces que escuchamos son escasamente interrogativas. Y con bastante justificación puede identificarse el oscurecimiento actual de la cultura humanista e ilustrada con nuestra triple incapacidad para leer, mirar e interrogar. Cuando en la última reforma educativa se defiende enfáticamente que la lógica filosófica va a ser sustituida, en la enseñanza escolar, por la “lógica del emprendedor” no hace sino sancionarse el fin de una determinada manera de entender el acceso al conocimiento. Aunque ni siquiera quien ha acuñado esta frase sabe qué diablos significa la “lógica del emprendedor”, aquella sustitución es perfectamente representativa del modo de pensar dominante en la actualidad.

Y puede que sea cierto. Igual la vida sin cultura es mucho más feliz. O puede que no: puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar.
(Fuente: El País, 06-03-2015)


"... Ceñir las aspiraciones a una envoltura formada por libros..."

'WRAPPEED UP IN BOOKS', BELLE AND SEBASTIAN

LETRA:
It was pretty bright, up on the rainbow bridge tonight
I could see into your window although you’re far away
You were racing in a car
Beside a boy, you just don’t know if he is up for
What you have in mind
If he is up for what you have in mind 

Change is on the cards, but this time it will be hard
But I never want to leave you
We’ve never had a fight
You should never split a pole
You should never split at all
I wish I had two paths that I could follow
I’d write the ending without any sorrow

I will say a prayer, just while you are sitting there
I will wrap my hands around you
I know it will be fine
We‚ve got a fantasy affair
We didn’t get wet, we didn’t dare
Our aspirations, are wrapped up in books
Our inclinations are hidden in looks

Summer’s hastening on
I’m trying to get a feeling from the city
But I’ve been unfaithful
I’ve been travelling abroad
We’ve got a fantasy affair
We didn’t get wet, we didn’t dare
Our aspirations, are wrapped up in books
Our inclinations are hidden in looks
ENTRADAS RELACIONADAS:
("Demasiada gente ingenua se ha convencido de que cosa que cuelga en las redes, la va a contemplar el universo mundo... Todo esto recuerda a los niños pequeños que precisan la constante atención de la madre o el padre: “Mamá, mira lo que hago”... El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe... Esa inseguridad inicial solía pasarse... Ahora... las personas exigen contar con espectadores y espejos de todas sus actividades, hasta de las más vulgares")
("Mis alumnos no leen los periódicos. Ni en formato digital ni en papel. Las noticias llegan a ellos... solo cuando tienen carga emocional. Tampoco son tan distintos a gran parte de la sociedad donde triunfa el género de la emo-noticia: violencia, amenazas, sexo, rarezas y escándalos... El selfie es una gran metáfora de la vida actual. Ya no interesa lo que ocurre alrededor sino lo que nos ocurre a nosotros: a mí y a mis amigos, a mí y a mi grupo. Las segundas y terceras personas han desaparecido por ajenas, problemáticas, difíciles. Más allá del yo y del nosotros está el abismo"
("Los profesores nos quejamos sin cesar, y más ahora que Bolonia nos “obliga” a organizar seminarios y prácticas que suelen requerir lectura. No leen libros, no son capaces de seguir un artículo académico; por no leer muchos ni siquiera se acercan a una novela. Sin embargo, en secundaria y en bachillerato sí lo hacen: es obligatorio... Ahora pretendemos que los alumnos aprendan en cuatro meses lo que antes procesaban en ocho. La primera víctima de esta recorte fue la lectura sosegada, solitaria y fecunda de libros académicos")

OTROS ARTÍCULOS DE RAFAEL ARGULLOL EN ESTE SITIO:
(Lúcido artículo -como siempre- de Rafael Argullol, en el que explica que después de la primera, después del cierre de la Ilustración, después de la Guerra Civil, ahora, en España, asistimos, casi sin darnos cuenta, a la cuarta Contrarreforma. Y no parece un delirio. "Y cuando el suelo se quebró... reemergieron, con máscaras nuevas, las criaturas del subsuelo: el desprecio por la libertad y la crítica, el fanatismo, los populismos de todo tipo. Y la más dañina: la ignorancia autosatisfecha que contempla apáticamente la destrucción de la cultura y la dispersión del talento")
("... la universidad actual se ha convertido, por inseguridad, cobardía u oportunismo, en cómplice pasivo de la actitud antiintelectual que debería combatir. En lugar de responder al desafío arrogante de la ignorancia ofreciendo a la luz pública propuestas creativas, la universidad del presente ha tendido a encerrarse entre sus muros... el humanista ha sido arrinconado por el burócrata...")
(En enero, dos personas murieron en Chicago, ahogadas en el río por intentar recuperar su smartphone. El FC Barcelona pone en marcha su Espacio Mermorial, "un recinto funerario que albergaría las cenizas de todos aquellos difuntos que decidiesen escoger el estadio azulgrana como lugar de reposo para la eternidad". "... la trascendencia aprisionada en la corriente de la banalidad es lo que desemboca en formas más o menos lastimosas de idolatría. Al parecer nosotros nos hemos acostumbrado a vivir sin lo divino pero tenemos una acuciante necesidad de lo idolátrico. Hemos sustituido la aspiración a la gloria por la consecución del éxito...")
FAUSTO, SIGLO XXI

("... el Fausto que somos, sería un ser inmerso en la contradicción, notablemente preparado para actuar libremente, pero imbuido de un espíritu apático que le hace desinteresarse por todo aquello que excede a lo inmediato... Mefistófeles somos nosotros cuando renunciamos al conocimiento por la comodidad de la posesión")





Columna periodística: 'FEMINICIDIO', por Manuel Rivas. PROPUESTA DE EXAMEN (según PAU)

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"Las mujeres inmigrantes no paren criaturas. Dan a luz “transeúntes recién nacidos”. Y la atención pediátrica tiene un límite. Según una circular de la administración de Salud de Madrid, “la caducidad de este tipo de ciudadano” está fijada en un año. Ni siquiera con la lupa de Beckett puedo creerme lo que leo. Sí, dice “caducidad..."


FEMINICIDIO

Las mujeres inmigrantes no paren criaturas. Dan a luz “transeúntes recién nacidos”. Y la atención pediátrica tiene un límite. Según una circular de la administración de Salud de Madrid, “la caducidad de este tipo de ciudadano” está fijada en un año. Ni siquiera con la lupa de Beckett puedo creerme lo que leo. Sí, dice “caducidad”. También los oídos se resisten a creer que es verdad lo que oyen en esa cancha, donde una turba de machos intenta borrar del campo, con disparos de grosería, a una joven linier. Hace años estuve en una oficina de borrado de personas. Después de la caída de Ceausescu, en Bucarest, pude entrar en el contundente edificio que albergaba la agencia de información y propaganda del régimen. En la mole, y a aquella hora de crepúsculo, solo encontré a un hombre, regordete y locuaz, que parecía custodiar las sombras. Fue él quien me condujo al Departamento de Borrado y me explicó que allí se hacía desaparecer de las fotografías de prensa a la gente caída en desgracia. Ese gesto, el borrado, suele preceder a la desaparición real, como las quemas “en efigie” de la Inquisición. Podemos imaginar un proceso a la inversa: la fotografía luchando por rescatar las ausencias. Hay gente que compromete la vida en esa tarea. Desde 1993, son cientos las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez y Chihuahua. Mayra Martel fotografía la habitación, los enseres, las almas externadas en las pequeñas cosas. Esas fotos minúsculas se multiplican en postes, supermercados, estaciones, como un sistema nervioso del territorio. Las fotos buscan a sus ausentes. Se cuenta en Feminicidio, recién nacido en España, un escalofriante libro colectivo que desvela la magnitud de un terror cotidiano y nos confronta, urbi et orbi,con el mayor borrado que atraviesa la historia: el asesinato de mujeres por ser mujeres.

(Fuente: El País, 07-03-2015)

Mayra Martell, Retrato utópico de la identidad, 2007. Fotografías analógicas en b/n realizadas a partir de los objetos y espacios que pertenecieron a las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez. (revista-red.pueg.unam)

PREGUNTAS:
1ª ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS
2ª TEMA. RESUMEN

3ª COMENTARIO CRÍTICO

Preguntas guía para el comentario crítico

1ª ¿Cómo está organizado el texto? (Estructura)
2ª ¿Qué tesis defiende el autor? (Ver Orientaciones para determinar el tema...)
3ª ¿Podrías resumir brevemente el texto con tus propias palabras?
(Las tres primeras preguntas corresponden, evidentemente, a las preguntas de Selectividad, ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS, TEMA Y RESUMEN. A partir de la cuarta pregunta comenzaría -es sólo una propuesta- el COMENTARIO CRÍTICO)
4ª ¿Qué tipo de texto es? Si es un texto literario, ¿a qué momento histórico pertenece, está "encuadrado" en algún movimiento literario?
5ª ¿Es un tema actual? ¿Crees que hay alguna idea "secundaria" importante?
6ª ¿Es un tema polémico?
7ª ¿Es un tema local/universal
8ª ¿Qé argumentos utiliza el autor para defender su tesis?
9ª ¿Es objetivo en sus planteamientos, o es subjetivo?
10ª ¿Cuáles son las “marcas lingüísticas” de su supuesta subjetividad? ¿Cuáles son las expresiones más impactantes, más significativas? Coméntalas.
11ª ¿Es un tema original?
12ª Si no lo es, ¿lo es, al menos su tratamiento, su enfoque?
13ª ¿Cuál es tu opinión?
14ª ¿Qué argumentos añadirías?
15ª ¿Qué argumentos opondrías a los del autor?
16ª ¿Puedes relacionar el texto, su tema principal, con otros textos, noticias… que conozcas?
17ª Teniendo en cuenta la intención del autor, ¿crees que ha sido eficaz? ¿Qué funciones del lenguaje predominan?
18ª ¿Cómo concluyes tu análisis, tu comentario?

4ª ANÁLISIS SINTÁCTICO:
Fue él quien me condujo al Departamento de Borrado y me explicó que allí se hacía desaparecer de las fotografías de prensa a la gente caída en desgracia
5ª EL LENGUAJE PERIODÍSTICO / LOS GÉNEROS DE OPINIÓN / LOS GÉNEROS INFORMATIVOS / CLASIFICACIÓN DE LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS







'EGO DIVINO', por Manuel Vicent / 'PROVERBIOS Y CANTARES', de Antonio Machado

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"Con esta lección desde los seis años los niños pasarán a engrosar el acervo de los mortales que esperan una solución a sus problemas mediante plegarias a un Poder Celestial. La oración siempre entraña un pacto egoísta...

... El profesor de religión las habrá tenido que borrar para suplantarlas por otras palabras mágicas, revelación, culpas, plegarias, milagros, misterios, ruedas de molino y otras parábolas"


EGO DIVINO

Según consta en el Boletín Oficial del Estado los profesores de religión deberán explicar a los niños de primaria la forma de pedir favores a Dios y mostrar agradecimiento cuando la súplica haya sido atendida. Con esta lección desde los seis años los niños pasarán a engrosar el acervo de los mortales que esperan una solución a sus problemas mediante plegarias a un Poder Celestial. La oración siempre entraña un pacto egoísta. Quien alaba al Señor cree merecer una dádiva a cambio. Si en algún lugar del universo hubiera un Ser Omnipotente como el que pinta la iglesia debería de estar harto de esta murga lastimera que emiten los habitantes de este planeta pidiéndole beneficios o remedios para sus males. El coro de alabanzas destinadas a excitar el ego divino, seguidas de un rosario inagotable de penalidades no lo soportaría en la tierra el sátrapa oriental más veleidoso. No es extraño que el silencio de las esferas sea la única respuesta. Pero los profesores de religión lo tendrán aun más difícil a la hora de explicar a los alumnos de secundaria que Dios ha creado al hombre para que sea feliz y por tanto está obligado a expresar gratitud y amistad con su Creador. Puede que algún alumno resabiado pregunte por qué nuestros padres fueron expulsados del paraíso si allí eran felices, iban desnudos y se sentían inmortales. Por haber probado el fruto del árbol de la ciencia aconteció el desastre – contestará el profesor. Ese árbol de la ciencia ha quedado ahora en la pizarra del aula plantado por la clase anterior que hubo de matemáticas. En el negro encerado los signos algebraicos forman una noche muy estrellada llena de constelaciones. El profesor de religión las habrá tenido que borrar para suplantarlas por otras palabras mágicas, revelación, culpas, plegarias, milagros, misterios, ruedas de molino y otras parábolas.

(Fuente: El País, 08-03-2015)



PROVERBIOS Y CANTARES


XXVIII

Todo hombre tiene dos
batallas que pelear. 
En sueños lucha con Dios; 
y despierto, con el mar.

XXXIII

Soñé a Dios como una fragua
de fuego que ablanda el hierro, 
como un forjador de espadas, 
como un bruñidor de aceros
que iba firmando en las hojas
de luz: Libertad.—Imperio. 

XLVI

Anoche soñé que oía
a Dios gritándome: ¡Alerta! 
Luego era Dios quien dormía, 
y yo gritaba: ¡Despierta! 

LIII

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza, 
entre una España que muere
y otra España que bosteza. 
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios. 
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón. 




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