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'¿QUÉ CELEBRÁIS, TRAIDORES?', por Luis Enrique Ibáñez

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"Hoy tampoco se les caerá la cara de vergüenza cuando, entre obscenas copas y canapés, vuelvan a repetir esa estúpida memez, hiriente, de la modélica transición... Hoy, insultando la inteligencia de todos los que todavía piensan, Ellos están allí, celebrando el dia de la Constitución... ¿qué celebráis, traidores? ¿El día de qué?"



¿QUÉ CELEBRÁIS, TRAIDORES?

Hoy tampoco se les caerá la cara de vergüenza cuando, entre obscenas copas y canapés, vuelvan a repetir esa estúpida memez, hiriente, de la modélica transición. Envueltos en sus trajes y en sus sonrisas de cartón, maquillados con ungüentos podridos, volverán hablar de ese pueblo español que, unido y responsable, supo pasar página, supo perdonar y construir una democracia en la que cabemos todos. Y pronunciarán esas frases con aire serio, solemne, sin que quepa la más mínima posibilidad de que se les escape toda la risa macabra que habita feliz en esos cuerpos beneficiados, desagradables.

Y, probablemente, interpreten su papel delante de nuestros dos reyes, ¿qué, que no queríais Monarquía? Pues ahí lleváis dos. Sí, volverán a rayar nuestro cerebro, proclamando, entre babas, el papel esencial de la corona, su función catalizadora, providencial para que este país haya llegado a esta maravilla de estado que ahora nos desangra.

Modélica Transición, Sacrosanta Transición. Una llamada transición que bendijo, con sangre derramada, una ley de amnistía que valía tanto para las víctimas como para los verdugos. Un estado de amnesia colectiva y repentina que posibilitaba que los más rabiosos partidarios de la dictadura se envolvieran, en un segundo, en su nueva chaqueta de demócratas de toda la vida. Así, pudimos disfrutar del hecho de que un ministro del dictador, presente en sus firmas de pena de muerte, no sólo fuera un ponente de la nueva Constitución, sino también uno de los protagonistas más importantes que cacareaba su arrogancia y su falta de arrepentimiento, a toda voz, en el nuevo circo parlamentario. Nosotros es que somos así de enrollados, qué buena gente.

Una extraordinaria transición, tan exportable ella, en la que esas familias y santuarios económicos que vivieron tan relajados bajo el manto del tirano, mantuvieron después todo su poder. También, instituciones que exhibieron su criminal complicidad con la dictadura, no sólo conservaron sus beneficios y poderes, sino que, con la modélica transición, los aumentaron. Sí, estoy hablando de la Iglesia Católica. Aquí hemos visto cómo presidentes de la más altas instituciones del Estado juraban su cargo ante un crucifijo, arrodillándose ante Rouco Varela y celebrando a continuación una misa por todo lo alto... estado laico, aconfesional. Comprobamos que la autofinanciación de esa iglesia, aunque esté escrita, se ha convertido en anatema. Los que llevaban bajo palio al dictador ahora siguen igual de felices. Quizá más, aunque se muestren eternamente enojados.

Hoy, insultando la inteligencia de todos los que todavía piensan, Ellos están allí, celebrando el dia de la Constitución. Probablemente, el catering sea servido por ese simpático señor que hasta hace bien poco era el vicepresidente de la CEOE. Sí, ese que, al parecer pagaba en negro a sus trabajadores, sí, el mismo que también ha disfrutado del porno duro de esas tarjetas black pagadas con nuestro dinero. Y, mientras, en la calle, miles de españoles siguen buscando comida en los contenedores, convertidos ahora en los espejos más crueles de esta infamia insoportable.

Un proceso de transición en el que la ironía trágica de Sófocles y de Shakespeare se nos queda corta. Aquí estamos buceando en el más preclaro esperpento valleinclanesco. Porque sí, sí es cierto que en aquellos años de ilusiones tumbadas, hubo muchísimos actores anónimos y no anónimos, que, aunque estaban movidos por ideales limpios, por buenísimas intenciones, también ayudaron, sin querer, a conformar este paisaje de crimen y de rapiña, esta llanura seca habitada por todas las palabras muertas. Vivimos en la deformación grotesca. No hemos podido salir del Callejón del Gato.

Una constitución que, aunque nació de aquella manera, tenía algunas cosas buenas. Tenía, sí, ya no tiene. Ha sido violada y golpeada tantas veces que su rostro ahora resulta irreconocible. Es un fantasma.

Una constitución que hablaba, habla, por ejemplo, de sanidad publica, universal... El texto no lo han cambiado. Pero en la calle ya hemos visto inmigrantes muertos a las puertas de centros de salud, centros españoles, constitucionales. También sabemos de ciudadanos de este país que cada día se debaten entre comprar algo para comer, o pagar su medicación, si no quieren morir. En el fondo parecen estar decidiendo de qué manera quieren irse.

Una constitución que habla del derecho a una vivienda digna. Y un parlamento que escupió en el rostro de la ciudadanía, cuando despreció una ILP sobre la Ley Hipotecaria, una iniciativa que pretendía acabar con las prácticas asesinas de esos bancos, provocadores de la crisis, de esos bancos rescatados con el dinero de todos. Aquella iniciativa iba avalada por casi un millón y medio de firmas. Ellos, educadamente, la depositaron en la papelera de reciclaje. Los salvajes desahucios, los suicidios invisibles, continúan. Como continúa la siniestra simbiosis entre el poder financiero y el político, la dos caras de la misma moneda.

Una constitución que, ingenua, nos regala los oídos con expresiones como Educación Pública, gratuita. Todo es un trágico sarcasmo. Comprendemos bien, con los recortes, tasas, falta de becas, másteres imposibles, grados inservibles... que están siguiendo un plan perfectamente meditado, están partiendo la sociedad en dos. La educación de calidad, si todo sigue así, sin que nadie lo pare, será un derecho exclusivo para los hijos de las élites dominadoras. Se restringe el acceso a la información, al conocimiento, al poder. Volvemos, sin darnos cuenta, al diáfano estado medieval: señores, por un lado; siervos, por otro.

También se habla, en esa tabla de intenciones impedidas, de derechos como libertad de expresión, de reunión, de manifestación... En los últimos tiempos ya hemos vivido demasiadas pesadillas, demasiadas palizas, demasiadas detenciones arbitrarias, demasiadas multas sin sentido, demasiados acosos, demasiados como para no llorar mientras leemos esas palabras vacías. Y ahora, con la nueva ley mordaza, irónicamente llama Ley de Seguridad Ciudadana, nadie estará seguro cuando quiera mostrar su posicionamiento ético, esto es, cuando quiera protestar, cuando pretenda lavar las palabras sucias que salen, pongamos, de la boca de nuestro beato ministro de la Represión, perdón, ministro de Interior. Seremos oficialmente delincuentes, en cuanto pongamos un pie en la calle, aunque sea para bajar la basura. ¿Qué está pasando con Alfón?

Y si le quedaba algo a ese papel travestido, en agosto de 2011, para que no quedara ningún resquicio, la constitución recibió humillada su tiro de gracia. Con la reforma del artículo 135, ellos descuartizaron la soberanía de esta cosa llamada España. Nos entregaron a los lobos. Ahora estamos en manos de las mafias que lo controlan todo. En manos de organizaciones criminales, absolutamente antidemocráticas, como el FMI. Ahora ya, ni siquiera podemos tomar decisiones, sólo obedecer.

El renqueante despertar al que hemos asistido en los últimos años necesita ya un empuje definitivo. Lo único que cabe es la creación de un nuevo Proceso Constituyente, desde el principio. Un proceso que lo limpie todo y haga posible una democracia real, de todos, una democracia que pueda tomar decisiones, decisiones que vayan en beneficio de la mayoría, una democracia que acabe con los privilegios infames, con los chiringuitos inexpugnables.

Una democracia en la que podamos llamarnos, sin sonrojarnos, ciudadanos.

Mientras tanto, vosotros, ¿qué celebráis, traidores?


¿El día de qué?

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