"Salgamos fuera, rompamos los malditos guiones escritos por los amos para nosotros y decidamos cuál es el papel, real, que queremos representar. Que nadie más escriba nuestros diálogos... con el lenguaje mentiroso de la estafa continua"
Nosotros, aquí y ahora, gracias a ese registrador de la propiedad, disfrazado de presidente de gobierno, y a la espectacular subida del IVA cultural que nos ha regalado, ni siquiera podemos hacer eso. También el cine se está convirtiendo en un lujo imposible, en un servicio solo apto para las clases más adineradas, para Ellos. ¿A qué extrañarnos? Si bienes esenciales como la Educación o la Sanidad ya son, prácticamente, delicatessen, ¿cómo no lo iba a ser el cine?
En la película "La rosa púrpura del Cairo", de "Woody Allen, podemos apreciar varios niveles de interpretación. No obstante, nos interesa uno en especial: el de la rebeldía.
En primer lugar, el cine no solo es un refugio, que lo es, para esa mujer; es también el lugar donde ella, su sujeto real, se rebela ante un realidad tosca que la aliena y la difumina como mujer, como persona. Su no soledad ante la pantalla es su victoria. Se trasciende a sí misma y vuela, y sueña, y crea su propia vida, tan real como la otra. Allí, además de sonreír, puede hablar de verdad, aunque solo sea repitiendo los diálogos fantásticos aprendidos de memoria desde esa niña que vuelve a ser, viajando feliz a lomos de la imaginación, dejando lejos, en el suelo, todos los lastres de una vida que no lo es, de una existencia injusta.
Y una segunda rebeldía de la que todos deberíamos aprender: el personaje que se rebela ante el guión que ha sido escrito para él, porque desea vivir una vida real, una vida no diseñada por otros, desde arriba, para que él solo haga de títere, desde abajo.
Personajes supuestamente ficticios, que no cuentan, que no tienen voz propia, ahora quieren acabar con eso de que otros, guionistas, escritores, actores reales... troikas, ladrones financieros, les marquen el camino y sellen el no futuro en su frente. No se trata de una pericia original, pero siempre es un estimulante. En la novela Niebla, de Miguel de Unamuno, Augusto, el personaje, va a hablar con el autor, Unamuno, y le comunica que quiere suicidarse, aunque después manifestase su deseo de vivir. También aquí podríamos recrearnos en el placer estético de la plurisignificación, ansia de inmortalidad, sentido trágico de la vida... pero, siendo mucho más simples, es evidente que Augusto, como mínimo, se niega a aceptar el papel que otro ha pergeñado para él.
––¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! ––me suplicó consternado––, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo volverme loco.
Y una segunda rebeldía de la que todos deberíamos aprender: el personaje que se rebela ante el guión que ha sido escrito para él, porque desea vivir una vida real, una vida no diseñada por otros, desde arriba, para que él solo haga de títere, desde abajo.
Personajes supuestamente ficticios, que no cuentan, que no tienen voz propia, ahora quieren acabar con eso de que otros, guionistas, escritores, actores reales... troikas, ladrones financieros, les marquen el camino y sellen el no futuro en su frente. No se trata de una pericia original, pero siempre es un estimulante. En la novela Niebla, de Miguel de Unamuno, Augusto, el personaje, va a hablar con el autor, Unamuno, y le comunica que quiere suicidarse, aunque después manifestase su deseo de vivir. También aquí podríamos recrearnos en el placer estético de la plurisignificación, ansia de inmortalidad, sentido trágico de la vida... pero, siendo mucho más simples, es evidente que Augusto, como mínimo, se niega a aceptar el papel que otro ha pergeñado para él.
––¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! ––me suplicó consternado––, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo volverme loco.
––Pues bien; la verdad es, querido Augusto ––le dije con la más dulce de mis voces––, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes...
––¿Cómo que no existo? ––––exclamó.
(Niebla, Miguel de Unamuno)
En "La rosa púrpura del Cairo" el personaje principal de la película (de la película que ve nuestra protagonista) escapa a la vida real y, una vez allí, no desea perder la libertad que acaba de conocer. Se encuentra, en la vida real, con el actor que lo interpreta, el cual le exige que vuelva a la película, que abandone la vida real, con problemas, pero con sentimientos tan humanos como el amor que siente por esa mujer,
¡Existes porque yo digo las frases escritas en un guión, y te di vida, te encarné, te encarné!, le espeta el actor real al personaje ¿ficticio?
Entonces estoy vivo, quiero mi libertad, contesta el personaje.
También en "El show de Truman" (ver "Mundo inteligible y mito de la caverna"), el conflicto podría ser parecido: ¿quién decide nuestra existencia? ¿quién diseña nuestras vidas? ¿quién decide lo que podemos y lo que no podemos hacer? ¿dónde y cómo deseamos vivir?
Ahora mismo, a la mayoría de la población nos han introducido en en el interior de una película falsa que otros han escrito. Y nosotros nos hemos creído nuestro papel, ahí en el fondo de la cloaca. Ellos han inventado un relato, y nosotros les hemos creído. Un relato fantasmal, nada épico, lleno de falsedades, de trucos del tipo de deudas pública, de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, de arrimar el hombro, de todos tenemos que hacer sacrificios... Un relato de terror que nos hipnotiza, nos bloquea, nos convierte en estatuas de sal. Un guión pensado para, cual adalid de la insana regresión, volvernos a la infancia y convencernos de que nos hemos portado mal y que, por tanto, debemos ser castigados, de rodillas y mirando a la pared, mientras otros se llevan nuestra ropa, nuestra comida... nuestra dignidad.
Decía Manuel Vázquez Montalbán en "Los dioses se han marchado, nos queda la televisión" que era urgente enseñar a los jóvenes a descodificar los mensajes provenientes de los medios de comunicación, para poder ser críticos, para no ser tan fácilmente manipulados. Me temo que en el presente esa enseñanza se hace urgente, no solo para los jóvenes, sino para toda la población que, a veces, da la sensación de haber asumido sin rechistar su nueva condición de esclava.
Seguimos siendo esclavos en el interior de las cavernas, o de las pantallas, o de las estafas financieras.
Salgamos fuera, rompamos los malditos guiones escritos por los amos para nosotros y decidamos cuál es el papel, real, que queremos representar. Que nadie más escriba nuestros diálogos... mentiroso de la estafa continua.
En estos tiempos que tanto hieren no pensamos, luego existimos, existimos, si nos rebelamos.
El personaje de "La rosa..." nos enseña el camino...
P.D. : SOLIDARIDAD CON TODAS LAS VÍCTIMAS DEL ACCIDENTE EN GALICIA