PRIMER PREMIO EN LA IV EDICIÓN DEL CONCURSO "INVÉNTATE UN MITO", ORGANIZADO POR EL IES FRANCISCO PACHECO DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA
"Las pupilas se dilatarían con las emociones positivas y se contraerían con las negativas haciendo saber lo que era del agrado de las personas y lo que producía rechazo en ellas, sólo con mirarles a los ojos...
Al ser Afrodita, diosa del amor, la que ayudó a conseguir a Óculos una fuente de luz, los ojos de las personas brillarían de una manera especial cuando estuviesen enamoradas..."
Los profesores siempre andamos pensando, como muy obligados, estrategias para fomentar la afición a la lectura en nuestros alumnos. Quizá, una idea eficaz sea fomentar la escritura, que ellos encuentren el placer que se halla en ese proceso mágico que consiste en juntar palabras, bucear otros mundos, abrir la imaginación, pelear con las frases... construir una historia. Eso es lo que provocan iniciativas como las del IES Francisco Pacheco con su concurso 'Invéntate un mito'.
Eso es lo que ha conseguido Raúl Galán con su relato. Esperamos que él haya disfrutado escribiéndolo... tanto como nosotros al leerlo
LA VERDAD EN TUS OJOS
Hubo una época muy lejana en la que los ojos no eran como los conocemos hoy. Al principio de la humanidad los ojos de las personas eran completamente blancos. Aunque podían ver perfectamente, no tenían iris ni pupilas. Esto cambió un día en el que cierta diosa se hartó de las mentiras de los humanos.
Veritas, la diosa de la verdad, no podía soportar que los humanos se mintieran los unos a los otros. Nunca podía descansar porque los humanos mentían mucho y debía acudir al lugar donde se producía cada mentira para descubrirla. Por eso, decidió que cada persona tendría una pequeña esfera negra en cada ojo rodeada por una franja de color que, de forma conjunta, se comportaran de manera extraña al pronunciar la mentira.
Así, cuando alguien mintiera, la persona mentida podría percatarse de la falsedad de la mentirosa al mirar sus ojos moviéndose descontroladamente por el nerviosismo de poder ser descubierto.
Veritas convocó a todos los dioses en el Olimpo para traer al mundo al que sería el dios de los ojos. Todos los dioses acudieron a la llamada de Veritas porque también querían solucionar el problema de la mentira. Veritas llevó al Olimpo el pavo real más majestuoso del mundo y cada dios centró su mirada en uno de los ojos de su esbelta cola. El ave comenzó a metamorfosearse en un joven y bello dios al que Veritas bautizó como Óculos.
Veritas informó a Óculos del problema y de lo que debía hacer para solucionarlo. Óculos aceptó su misión y propuso que los ojos no reflejaran sólo la mentira, sino también los sentimientos más profundos del corazón.
Lo primero que hizo Óculos fue colocar las esferas negras en el centro de los ojos de los humanos. Para ello, pidió a Nix que le diera pequeñas perlas de oscuridad de la noche. Con cada perla que cogía Nix del cielo nocturno, aparecía un pequeño punto que irradiaba luz, dando así origen a las estrellas. Óculos puso una perla de noche en cada ojo de los humanos. A estas perlas que incrustó en los ojos las llamó pupilas en honor a los pupilos, que eran personas que se hospedaban en un domicilio particular durante la noche.
Las pupilas se dilatarían con las emociones positivas y se contraerían con las negativas haciendo saber lo que era del agrado de las personas y lo que producía rechazo en ellas, sólo con mirarles a los ojos.
Como las pupilas eran perlas de oscuridad de la noche, desaparecerían completamente con la luz. Para que esto no ocurriera, Óculos pidió a Apolo que le entregara una fuente de luz solar. Apolo no se la quiso dar porque tenía envidia de Óculos.
Apolo, que además de dios del Sol era el dios de la belleza masculina, no soportaba que Óculos fuera tan bello como él y que además le superara en extravagancia y exotismo, porque al urgir del pavo real conservó su maravilloso plumaje.
Óculos no se rindió en su objetivo y cambió de plan. Pensó que la mentira era muy perjudicial para el amor y que por eso Afrodita no le negaría su ayuda. Óculos le pidió a Afrodita que consiguiera la fuente de luz de Apolo utilizando sus encantos femeninos y Afrodita accedió.
Afrodita se le insinuó a Apolo y le pidió que le diera la fuente de luz para que Óculos pudiera proporcionársela a los ojos de los humanos. Apolo le entregó a Afrodita una aureola que despedía rayos de luz muy luminosos. Pero Afrodita no cumplió su palabra y, tras conseguir lo que quería, desapareció sin haber obtenido Apolo lo que quería de ella.
Afrodita entregó la reluciente aureola a Óculos y la colocó sobre su cabeza. Así obtuvo la fuente de luz que necesitaba para aclimatar las pupilas a la claridad. Óculos puso luz en pequeñas cantidades en los ojos de los humanos iluminando la noche de la mirada.
Al ser Afrodita, diosa del amor, la que ayudó a conseguir a Óculos una fuente de luz, los ojos de las personas brillarían de una manera especial cuando estuviesen enamoradas.
Apolo estaba muy enfadado por haber caído en la trampa de Óculos y Afrodita, y por eso se dedicó desde ese momento a dañar los ojos de los humanos. Cuando alguien mirara al Sol, les molestaría a la vista y les haría daño para fastidiar a su envidiado enemigo. También intentaría hacer desaparecer las pupilas, pero no lo conseguiría, solo reduciría su tamaño porque estaban protegidas por su propia luz.
Para que los ojos reflejaran más sentimientos, Óculos le pidió a Iris, diosa del arco iris, que le ayudara. Iris le dio a Óculos un cetro que contenía los tres colores más abundantes del planeta: el marrón de la tierra, el azul del mar y el verde de la vegetación. Cuando Óculos cogió el cetro, alrededor de sus desnudas pupilas aparecieron dos franjas de color que tenían una zona marrón, otra azul y otra verde.
Con la ayuda del cetro que Iris le proporcionó, Óculos bordeó las pupilas de cada humano con uno de estos tres colores según el estado de ánimo que tuviera cuando lo hiciera: Si Óculos estaba alegre, los ojos de la persona serían marrones; si estaba triste, serían azules y si se sentía esperanzado, serían de color verde. A estos bordes de color los llamó iris, en honor a la diosa que le ayudó en su misión.
Óculos le puso un dispositivo de movimiento automático a los iris para detectar las mentiras y el nerviosismo. Así, cuando las personas mintieran poniéndose nerviosas, los iris harían que los ojos desviaran la mirada hacia todas direcciones para que la falsedad fuese descubierta en el acto. Este dispositivo también desviaría la mirada hacia otras direcciones en diversas circunstancias:
- Desviaría la mirada hacia abajo para indicar desánimo y depresión, y hacer que las personas que se encontraran alrededor de la que estuviera triste, aunque ésta dijera que no le pasaba nada, se dieran cuenta de su estado y pudieran ayudarla.
- En caso de desesperación, desviaría la mirada hacia arriba para elevar la paciencia. - A la hora de disimular, se moverían automáticamente hacia los lados para conocer la posición de todo el mundo y no ser descubierto.
- Y por último, el dispositivo de movimiento se desconectaría sólo para activar la concentración. De esta manera, al estar concentrados, los ojos no se moverían lo más mínimo de su posición inicial.
Para que reflejasen la tristeza en abundancia, Óculos puso los lacrimales junto a los ojos. Pensó que sería beneficioso para la humanidad que, cuando una persona llorase porque le habían hecho algún mal, los ojos se inundaran como Zeus inundó la Tierra por la impiedad de los humanos. Esto haría que el culpable de las lágrimas se aterrorizara creyendo que, por haber hecho ese mal, Zeus podría inundar la Tierra por segunda vez. El ver las lágrimas, solía despertar en las personas la pena y la compasión y hacía que quisieran ayudar a la persona que lloraba para que la posibilidad de que Zeus enviara otro diluvio desapareciera.
Las personas dejaron al fin de mentirse tanto porque, al hacerlo, eran descubiertos por sus propios ojos. Tampoco podían ocultar sus sentimientos más profundos. Los ojos se convirtieron en el reflejo del alma, en los transmisores de los sentimientos que nunca mienten, a diferencia de las palabras.