Quantcast
Channel: Lengua y Literatura de Bachillerato... y otras cosas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2602

'QUIERO DECLARAR INAUGURADO ESTE ACTO', por Alex Grijelmo

$
0
0
"... las palabras tienen su propio inconsciente y, por tanto, se pueden psicoanalizar también...

El lenguaje político está repleto del verbo “querer”, pero con la idea dentro de él de hacer, de decidir, de ordenar...
... si entre el “quiero” de un ciudadano y el logro de su anhelo media un tramo largo, apenas se aprecia distancia psicológica entre estos “quiero” tan repetidos por los poderosos...
Quizá por ello abunde ese verbo en el lenguaje del poder, y quizá por ello algunos otros lo copien para sí: porque las palabras tal vez les ayuden a identificar en su corazón los deseos con la realidad"

Mariano Rajoy (imagen de huffingtonpost.es)

QUIERO DECLARAR INAUGURADO ESTE ACTO

El lenguaje político sugiere mucho acerca de la clase dirigente que nos gobierna. Escribía José Antonio Marina (Elogio y refutación del ingenio, 1996) que las palabras tienen su propio inconsciente y, por tanto, se pueden psicoanalizar también.
Quienes emplean el discurso del poder se expresan con determinados movimientos convulsos del lenguaje que ellos mismos no controlan, un tic oratorio que los pone en el pedestal y los libera de tensión.
Esto se representa con frecuencia en un insistente uso del verbo “querer” con el sentido de tener una voluntad. Los demás mortales quieren muchas cosas (anhelan, desean, pretenden), pero entre su impulso y la consecución del logro median a menudo trechos que no tienen la capacidad de recorrer o que les suponen un gran sacrificio: tal vez el ahorro de años o meses, tal vez el estudio concienzudo. “Quiero comprarme una casa”, “quiero regalarle un televisor a mi madre”, “quiero encontrar trabajo”, “quiero estudiar una carrera”. Este verbo se remite comúnmente al esfuerzo que se interpone entre la voluntad y el éxito.
La misma palabra “voluntad” se transforma: significa una intención y, a la vez, la tenacidad precisa para que aquella se ejecute; y así debemos tener voluntad para lograr lo que buscamos; y una persona sin voluntad no es quien no desea algo, sino quien no pone el esfuerzo necesario.
Cómo se aleja de todo eso la "voluntad política". En su lenguaje peculiar, los políticos saben que todo se ejecuta de inmediato cuando se da una “voluntad política” en quien tiene el poder: los obstáculos se disuelven como una pastilla efervescente y se genera una fuerza que evita cualquier ardor de estómago. Las pólizas, los interventores, los trámites, los impedimentos tienden a hacerse invisibles si la voluntad política se activa desde el lugar adecuado.
Y esto se manifiesta luego en las palabras, pues para un poderoso el verbo “querer” está en el terreno del hacer al decir; mientras que para los demás forma parte del decir para hacer. Nadie le suelta a un amigo “quiero expresarte mi agradecimiento”, sino que simplemente le decimos “gracias”. Y si alguien proclama “quiero un parque en este barrio” no está decidiendo, sino suplicando. Qué distinta esa misma frase en los labios de un concejal.
El lenguaje político está repleto del verbo “querer”, pero con la idea dentro de él de hacer, de decidir, de ordenar.
Esos insistentes desvíos respecto del lenguaje común nos dan siempre pistas.
Proclaman los personajes públicos: “Quiero felicitarles”, “quiero reconocer y agradecer”, “quiero transmitiros mi determinación de continuar estimulando la convivencia”… Y “quiero anunciarles” equivale a “les anuncio”, y “quiero declarar inaugurado este acto” equivale a “queda inaugurado”… Ahí se va viendo que querer significa para ellos, sobre todo, hacer.
Ese “quiero”, expresado casi siempre en un acto público, viene de lejos. Ya en el siglo XV escribían los reyes “nos plaze que” para mandar algo. Carlos III de Navarra usa varias veces la expresión “queremos e nos plaze” al redactar su testamento. Y más adelante identifica los dos verbos: “Ordenamos et queremos que de las rentas, provechos et hemolumentos…”. Fernando el Católico acude también al “queremos e nos plaze” para otorgar bienes y navíos en 1488. Los documentos del Tratado de Tordesillas (1494) muestran numerosos “otrosí queremos”, o “queremos e otorgamos”, y también un “porque mi merced e voluntad es (…) que se guarde y se cumpla”.
Casi todos los vocablos tienen su recorrido histórico, pero no solemos darnos cuenta de hasta qué punto las palabras y sus caminos pueden separarnos: si entre el “quiero” de un ciudadano y el logro de su anhelo media un tramo largo, apenas se aprecia distancia psicológica entre estos “quiero” tan repetidos por los poderosos y la ejecución de lo expresado.

Quizá por ello abunde ese verbo en el lenguaje del poder, y quizá por ello algunos otros lo copien para sí: porque las palabras tal vez les ayuden a identificar en su corazón los deseos con la realidad.
(Fuente: El País, 16-02-2014)
OTROS ARTÍCULOS DEL AUTOR EN ESTE SITIO:
("Los políticos abusan de estas fórmulas, que suelen sonarnos ajenas. Nuestra desconfianza se activa quizás con dos indicios: lo artificioso del vocablo y el hecho de que sólo se pueda pensar en su lado bueno, pues casi nunca tienen un antónimo simétrico... En esto se ha producido una nueva expropiación de la calle, y también de las palabras. Podían haberlo denominado internalización, sin embargo se llamó casting. Ya está todo listo para que algún día ese vocablo pueda funcionar como eufemismo de la censura")
("... resulta curioso que las mismas personas que dicen "catalanes y catalanas", o "españoles y españolas", o "murcianos y murcianas", para que las catalanas, las españolas y las murcianas no queden fuera del discurso, acudan luego a fórmulas como "Cataluña no está de acuerdo", "España piensa tal cosa" o "Murcia prefiere", expresiones con las cuales se silencia a los ciudadanos y ciudadanas que, dentro de esos sujetos colectivos, tienen posiciones divergentes... cualquier catalán puede presumir, si así lo desea, de que en su tradición literaria figuren tanto el Quijote como Tirant lo Blanc, obras ambas que leerá sin problema en la lengua original")
("... una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo... el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas")
("Un objeto no puede sentirse ofendido. Tampoco una idea. Por mucho que lo intentemos... ¿cómo se pueden regular las ofensas y los ultrajes a España, a la bandera, a las comunidades y, ya puestos, también a los ayuntamientos, las diputaciones, las comarcas, las vegas y los valles? Malamente... Está en marcha una ley que se prevé incluya palabras desviadas de su significado, como “ofender” o “ultrajar”; verbos que tampoco se realizan por sí mismos, sino que necesitan la contribución del complemento que recibe la acción. Y los complementos de esta ley no pueden contribuir a ello porque no son personas")
("... comprobamos a veces que alguien se queda más ancho que largo ante un caso de corrupción tras anunciar que “se van a depurar responsabilidades”. Y cuando un significado se fuerza, cuando no responde a lo que el Diccionario viene diciendo de él, conviene reflexionar al respecto. Sobre todo si la manipulación semántica procede del poder, ya sea político, económico o sindical: cuando viene de los que pontifican ante el micrófono, y no de lo que circula entre el pueblo... esas expresiones hacen luego que algunos se sientan cómodos al proferirlas, porque inconscientemente les sirven de escondrijo... nos gustaría más que ... se propusieran en su lugar “la dimisión de todos los culpables")

("Cristiano Ronaldo no recibe el apelativo de “inmigrante”, sino el de “extranjero”, pese a que técnicamente cumple los requisitos del inmigrante... los hijos de los inmigrantes marroquíes o colombianos de empleos más menestrales tienen reservado otro nombre en las estadísticas y en nuestro imaginario: son “inmigrantes de segunda generación”... ... a menudo les negamos lo más definitivo, lo que va por la vía emocional: las palabras. La palabra español, la palabra igual, la palabra votante, la palabra ciudadano, la palabra vecino, la palabra contribuyente. El término “inmigrante”, hereditario además, las aniquila todas, ocupa sus espacios y, a veces, también arrincona los derechos que se vinculan a ellas")
("La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo")
(Alex Grijelmo nos regala un paseo generoso por esa ciencia tan española, la del insulto popular, ciego. "En un hipotético código penal de los insultos, algunos (como “nazi”) deberían acarrear una indemnización severa, y otros sólo una buena multa pagadera en cómodos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificación simétrica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe. Así que, por favor, señorías: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con más cuidado.")
("La política y el periodismo abundan en pleonasmos malos. Y queríamos llegar hasta aquí para preguntarnos si la abundancia de pleonasmos no implicará que algunas personas están dejando de creer en la fuerza de muchas palabras y en sus significados redondos... Quienes se expresan así imaginan acaso fisuras en las palabras más sólidas; o quizás esos vocablos se les han desgastado por su desempeño falso y artificial... Dentro de un cuento infantil o dentro de algún que otro programa electoral")

("El episodio da pie a deducir un Cervantes que asume el léxico hermano (también escribe lladres, en vez de ladrones) y que retrata el deseo de entendimiento de la época por encima de diferencias entre catalanes y castellanos o bandoleros y caballeros... ... Pistoletes o pedreñales, galgos o podencos, amigo Sancho, son poco más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan")

(“Auditoría”, “evolución”, “sostenible”, ”crecimiento”, ”racionalizar”, “transparencia”… son vocablos de prestigio... palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos engañan... ... El discurso político regala vocablos como estos, que endulzan la frase... valdrá la pena fijarse bien en todas las palabras que haya alrededor")
(Una lección de gramática para hacer una crítica al, con tanta frecuencia, falaz lenguaje de los políticos. "Los políticos (por acá y por acullá) abusan de la ambigüedad y de los conceptos amplios: “Futuro”, “libertad”, “institucionalización”... Es el lenguaje que le sirve al poder, no el que le sirve a la gente. Y cuando ellos se expresan así, los demás tenemos derecho a decidir que preferimos sustantivos precisos y verbos con todos sus complementos")

(Por eso son tan importantes los matices que, en nuestro idioma, las formas verbales nos regalan. Son inmensas las posibilidades que, por ejemplo, la coexistencia del pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto compuesto, pongamos, abren para nuestra expresividad... y también para la manipulación. Qué razón tiene el autor, porque ¿cuánto duró tu error, amiguete? 
"Esa elección (“en dos palabras”) de la forma “me equivoqué”, cuyo tiempo verbal (pretérito perfecto simple) presenta además la acción como terminada hace mucho, modifica nuestra percepción subliminal de lo ocurrido. Al ser expresada de ese modo, se reducen los daños al momento en que una persona decide apoyar a otra porque confía en ella. Y se diluye la circunstancia de que el nombrado defraudó una y otra vez esa confianza, y no de repente ni de forma inopinada, sino martilleando...")

("Dentro de la misma maniobra, la expresión “rueda de prensa” se va arrinconando para dejar paso a esta “comparecencia” voluntaria. El compareciente, además, suele explicarse de pie, con tribuna o atril, en posición superior. No con la cabeza a similar o inferior altura como sucedería en el juzgado. Para eso es un alto cargo, para estar en alto")

("La verdad jurídica de las palabras difiere a veces de su verdad semántica y etimológica, y de cómo las entiende la sociedad. Eso suele generar disgusto y derivar en controversia; pero, sobre todo, alienta la desconfianza.... generalmente el sentido de las palabras coincide con el sentido común")



("El problema sobreviene cuando alguien se topa con un lenguaje vulgar en un ámbito donde esperaba un léxico esmerado, o, por el contrario, cuando quien está diciendo algo suelta unas cuantas frases pedantes que no casan con el ambiente de desenfreno y cachondeo que le envuelve")


("Las oraciones adversativas y las concesivas muestran a veces nuestro subconsciente: Alguna vez habremos oído: “Es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, o algo similar. Y ahí la conjunción “pero” delata el pensamiento estropeado.... en algunas ocasiones los periodistas transferimos nuestros prejuicios junto con la información que difundimos.")


("... La austeridad consiste ahora en que las medicinas se conviertan para muchos en un lujo... en que llegar a fin de mes constituya todo un alarde. Austeridad es que a alguien lo echen de su casa y que por tanto recorte sus gastos en calefacción y en electricidad.")


("Tal vez la calidad de la vida pública se pueda medir contabilizando el léxico circulante (cabría componer un índice con el aumento de eufemismos, la abundancia de archisílabos o la profusión de tecnicismos oscuros); pero también la calidad de los periódicos tendrá algo que ver con el número de rumores que publiquen.") 

Viewing all articles
Browse latest Browse all 2602

Trending Articles