"Creo que mi memoria es algo así como un campo de excavaciones arqueológicas; sin pretender nada, a veces me encuentro con pensamientos, con citas, que yo creía perdidos para siempre y que, sin embargo, abandonan su ya tranquilo pasado para irrumpir en el presente, como una carta de amor inoportuna... Es como si el demonio hubiera estado escondido en algún bolsillo, esperando la primera oportunidad blanca para salir fuera"
IDEA Y PALABRA
- Bueno, pues como te iba diciendo aquel profesor nos contó -es prácticamente lo único que recuerdo de la facultad- que el tal Berkeley dijo, "mientras mi pensamiento se limite a las ideas despojadas de toda palabra, no creo pueda caer fácilmente en el error". Este pensamiento, o esta idea, o estas palabras, no sé exactamente como tengo que referirme a la cosa, me trajo de cabeza durante algún tiempo, y ahora que vuelvo a hablar de ello, empiezo a ponerme nervioso, otra vez. Es como si el demonio hubiera estado escondido en algún bolsillo, esperando la primera oportunidad blanca para salir fuera.
¿De verdad le pone tan nervioso la relación entre la idea y la palabra?
- ¡Pues claro! ¿A ti no?
- Hombreeee...
- Es igual, de todas formas dejé de estudiar para no tener que tratar con esta suerte de pensamientos inútiles... bueno y también para no tener que charlar tanto con mi mujer, es verdad.
- Sepa usted, de todos modos, que a ese problema han dedicado sus esfuerzos no pocos filósofos.
- Ya. Pero lo único interesante que leí al respecto fue un artículo que publicó un tal Enrique Ibáñez en los Cuadernos Andalucesde no sé qué... Creo que mi memoria es algo así como un campo de excavaciones arqueológicas; sin pretender nada, a veces me encuentro con pensamientos, con citas, que yo creía perdidos para siempre y que, sin embargo, abandonan su ya tranquilo pasado para irrumpir en el presente, como una carta de amor inoportuna. Ese tal Ibáñez decía que "... sólo un mensaje esencialmente ambiguo será capaz de comunicar de forma exacta un sentimiento, un delirio, ya que libera a las palabras de los grilletes que les impedían insinuar. Se trata de un trabajo clandestino, ilegal, realizado a escondidas del lenguaje, paseándonos delante de él para que pueda vernos, pero no permitiendo que averigüe de forma exacta quiénes somos..." Pero dejémoslo, no quiero que ese hormigueo vuelva a instalarse en mi cuerpo.
- Pues parecía interesante...
- ¿Tus orejas son de verdad, no?
- Vale, vale... ¿no tendrá por ahí ese artículo?
- Por supuesto que no. Lo tiré.
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("... Yo mismo me había convertido en materia de tango. Los límites de mi cuerpo se confundían plácidamente con la substancia fonética como si alguien hubiera mezclado células y sonidos para conformar un tejido nuevo de elasticidad imposible; las palabras se habían quedado colgadas en el aire, ocupándolo todo. Pensé en abrir la ventana para que pudieran salir, pero no lo hice. Preferí quedarme con ellas, jugando: las tocaba; las pesaba; las lanzaba hacia el techo para ver cómo regresaban, lentamente, a mi mano...")