"... el futuro cabalga inteligente, desbocado,
a lomos de la idea que sostienen
los jóvenes invisibles, los intocables,
los indecibles.
Y la tarde me sonrió mientras me besaba
a escondidas..."
La tarde. En esta de hoy vi fotos de mis hermanos y apareció la mañana. Estamos.
(Ernesto Ibáñez)
A mis hermanos, siempre.
Fue la tarde la que rajó su vestido malva,
mientras el invisible se peleaba con las palabras.
Fue la tarde, con sus aromas helados, la que nombró
los sustantivos innombrables.
Sí, fue la tarde la que me miró directamente a los ojos.
Y sonreía, así es la tarde cuando te busca,
nunca espera respuesta,
sólo llega,
como si siempre hubiera estado aquí.
Ella es así, es la tarde.
Y me contó el noticiario
y me explicó mi torpeza,
la repartió por el aire
y comprendí.
Es la tarde,
y no tiene nada que ver
con los crepúsculos soñados, leídos,
imaginados.
Es sólo la tarde
en su versión real, sin poesía,
sin nada que añadir, ya es tarde.
Y fue la tarde la que me susurró al oído
que el futuro cabalga inteligente, desbocado,
a lomos de la idea que sostienen
los jóvenes invisibles, los intocables,
los indecibles.
Y la tarde me sonrió mientras me besaba
a escondidas,
como la tristeza ilegal, la única,
la que sabe mucho más que nosotros,
incluso que la tarde.
Es esa tristeza
que sabe darte un beso por detrás,
la que cuando vuelves la cara,
te convierte en alegría.
Es ella,
la vida.
No es tarde.