"Desde las religiones hasta los relatos heroicos, la figura del icono individual se apodera del relato... Pero no es así. La empresa colectiva permanece inalterable como la única solución posible. Fabricamos mitos individualistas para luego asistir al espectáculo de su destrucción. Fauna de usar y tirar, que encadenamos de manera incansable. Movámonos hacia las orquestas, al ejercicio de afinación general, de cadencia grupal, y las cosas nos saldrán mucho mejor"
Messi, abatido tras sufrir la derrota frente al Liverpool en la semifinal de la Champions. CLIVE BRUNSKILL (GETTY IMAGES)
EL RETO DEL SIGLO
Al saber que hoy se decide el futuro de la Orquesta de Granada, abandonada en su financiación, a uno le invaden dudas sobre si el ascenso del individualismo no resulta ya insostenible. A menudo los espectadores se preguntan en voz alta por qué no funcionan demasiado bien las ficciones sobre fútbol y sí en cambio sobre disciplinas individuales en deportes menos populares. La respuesta es sencilla, la épica en el espectáculo necesita de un protagonismo único para poder ser representada y compartida. Desde las religiones hasta los relatos heroicos, la figura del icono individual se apodera del relato. Las epopeyas colectivas son difíciles de narrar. Y nosotros nos moldeamos a la manera del relato, del mismo modo que nos convertimos en lo que nos obliga a convertirnos la publicidad, sin darnos cuenta de que el proceso convendría que fuera inverso. En un tiempo anterior no tenía tanto peso en la sociedad la cultura del espectáculo, existía la cercanía y la experiencia vivida. Al día de hoy, la transmisión de todo lo real a través de pantallas, fuerza a que los relatos sean transmitidos como ficciones elaboradas. Por eso el individualismo se ha reforzado.
Tanto es así que hasta en la política existe un relato individualizado. La Transición española son dos personas y la relevancia que han cobrado los salvapatrias, desde Trump hasta Putin pasando por Salvini, es referencia directa al papá autoritario que viene a poner orden en el hogar. Ejemplos como el de Macron apuntalan la idea de que pueden existir liderazgos sin partido. El lema zafio deVuelve el hombre nos caló para mal. Hace pocos días eliminaron al Barcelona en la Copa de Europa y hubo una crisis de relato colectivo. Si Messi era invencible, como se nos decía en cada titular durante los meses anteriores, ¿cómo resultaba posible que algún rival lo venciera? Muy sencillo, en lugar de valorar que su equipo andaba ganando por encima de sus posibilidades reales, se insistía en ese valor individual tan sostenido en lo mediático. Semanas antes había sucedido con Cristiano Ronaldo, eliminado una ronda anterior, pero bajo el mismo ensalmo glorificador a su persona. En el pasado Mundial, fue risible leer en la prensa, tras la eliminación de ambas estrellas con sus selecciones, que el tiempo de las individualidades había terminado. Al día siguiente, el jugador de Francia Kylian Mbappé hizo un partido llamativo y esos mismos titulares corrieron a coronarlo como el nuevo Pelé.
Necesitamos que individuos representen el mérito absoluto. Sucede así porque el consumo es inducido a través de la representación particular. La publicidad no es más que otra rama de la ficción, como la autobiografía y la fábula. Ya apenas quedan relatos sostenidos de un esfuerzo colectivo, de la importancia de afrontar los debates y los conflictos con todas las sensibilidades incorporadas. En la cultura del superhéroe, los niños son educados en figuras del salvador y del mártir, en lugar del acuerdo y la estrategia de grupo. Somos un caos que algunos pretenden resolver a fuerza de francotiradores. Pero no es así. La empresa colectiva permanece inalterable como la única solución posible. Fabricamos mitos individualistas para luego asistir al espectáculo de su destrucción. Fauna de usar y tirar, que encadenamos de manera incansable. Movámonos hacia las orquestas, al ejercicio de afinación general, de cadencia grupal, y las cosas nos saldrán mucho mejor. Podría ser el reto del siglo.
(Fuente: El País, 14-05-2019)
'HISTORIA DE UNA ESCALERA'
(fragmento)
Fernando: Hola, Urbano. Nada.
Urbano: Tienes cara de enfado.
Fernando: No es nada.
Urbano: Baja al «casinillo». (Señalando el hueco de la ventana) Te invito a un cigarro. (Paus¡Baja, hombre! (Fernando empieza a bajar sin prisa) Algo te pasa. (Sacando la petaca) ¿No se puede saber?
Fernando: (Que ha llegado) Nada, lo de siempre... (Se recuestan en la pared del «casinillo».Mientras hacen los pitillos) ¡Que estoy harto de todo esto!
Urbano: (Riendo) Eso es ya muy viejo. Creí que te ocurría algo.
Fernando: Puedes reírte. Pero te aseguro que no sé cómo aguanto. (Breve
pausa) En fin, ¡para qué hablar! ¿Qué hay por tu fábrica?
pausa) En fin, ¡para qué hablar! ¿Qué hay por tu fábrica?
Urbano: ¡Muchas cosas! Desde la última huelga de metalúrgicos la gente se sindica a toda prisa. A ver cuándo nos imitáis los dependientes.
Fernando: No me interesan esas cosas.
Urbano: Porque eres tonto. No sé de qué te sirve tanta lectura.
Fernando: ¿Me quieres decir lo que sacáis en limpio de esos líos?
Urbano: Fernando, eres un desgraciado. Y lo peor es que no lo sabes. Los pobres diablos como nosotros nunca lograremos mejorar de vida sin la ayuda mutua. Y eso es el sindicato. ¡Solidaridad! Esa es nuestra palabra. Y sería la tuya si te dieses cuenta de que no eres más que un triste hortera. ¡Pero como te crees un marqués!
Fernando: No me creo nada. Sólo quiero subir. ¿Comprendes? ¡Subir Y dejar toda esta sordidez en que vivimos.
Urbano: Y a los demás que los parta un rayo.
Fernando: ¿Qué tengo yo que ver con los demás? Nadie hace nada por nadie. Y vosotros osmetéis en el sindicato porque no tenéis arranque para subir solos. Pero ese no es camino para mí. Yo sé que puedo subir y subiré solo.
Urbano: ¿Se puede uno reír?
Fernando: Haz lo que te de la gana.
Urbano: (Sonriendo) Escucha, papanatas. Para subir solo, como dices, tendrías que trabajar todos los días diez horas en la papelería; no podrías faltar nunca, como has hecho hoy..
Fernando: ¿Cómo lo sabes?
Urbano: ¡Porque lo dice tu cara, simple! Y déjame continuar. No podrías tumbarte a hacerversitos ni a pensar en las musarañas; buscarías trabajos particulares para redondear el presupuesto y te acostarías a las tres de la mañana contento de ahorrar sueño y dinero. Porque tendrías que ahorrar, ahorrar como una urraca; quitándolo de la comida, del vestido, del tabaco... Y cuando llevases un montón de años haciendoeso, y ensayando negocios y buscando caminos, acabarías por verte solicitando cualquier miserable empleo para no morirte de hambre... No tienes tú madera para esa vida.
Fernando: Ya lo veremos. Desde mañana mismo…
Urbano: (Riendo) Siempre es desde mañana. ¿Por qué no lo has hecho desde ayer, o desde hace un mes?(Breve pausa) Porque no puedes. Porque eres un soñador. ¡Y un gandul! (Fernando le mira lívido, conteniéndose, y hace un movimiento para marcharse) ¡Espera, hombre! No te enfades. Todo esto te lo digo como un amigo.(Pausa)
Fernando: (Más calmado y levemente despreciativo) ¿Sabes lo que te digo? Que el tiempo lo dirá todo. Y que te emplazo. (Urbano le mira) Sí, te emplazo para dentro de... diezaños, por ejemplo. Veremos, para entonces, quién ha llegado más lejos; si tú con tu sindicato o yo con mis proyectos.
Fernando: Yo, no. (Pausa) Aunque quizá no sean muchos diez años...
Urbano: (Riendo) ¡Vamos! Parece que no estás muy seguro.
Fernando: No es eso, Urbano. ¡Es que le tengo miedo al tiempo! Es lo que más me hace sufrir. Ver cómo pasan los días, y los años..., sin que nada cambie. Ayer mismo éramos tú y yo dos críos que veníamos a fumar aquí, a escondidas, los primeros pitillos... ¡Y hace ya diez años! Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera, rodeados siempre de los padres, que no nos entienden: de vecinos que murmuran de de nosotros y de quienes murmuramos. Buscando mil recursos y soportando humillaciones para poder pagar la casa, la luz... y las patatas. (Pausa) Y mañana no conduce a ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo.., perdiendo día tras día... (Pausa)Por eso es preciso cortar por lo sano.
Urbano: ¿Y qué vas a hacer?
Fernando: No lo sé. Pero ya haré algo.
Urbano: ¿Y quieres hacerlo solo?
Fernando: Solo.
Urbano: ¿Completamente?
Fernando: Claro.
Urbano: Pues te voy a dar un consejo. Aunque no lo creas, siempre necesitamos de los demás. No podrás luchar solo sin cansarte.
ACTIVIDADES:
1ª Indique las ideas del texto (artículo de David Trueba) y exponga esquemáticamente su organización.
2ª Indique y explique la intención comunicativa del autor (David Trueba), y comente dos mecanismos de cohesión que refuercen la coherencia textual.
3. ¿Cree usted que, a la hora de conseguir un objetivo, debe primar el trabajo colectivo sobre el talento individual? Elabore un texto argumentativo, entre 150 y 200 palabras, respondiendo a la pregunta, eligiendo el tipo de estructura que considere adecuada.
ENTRADAS DE APOYO: