Una sugerencia de Lidia Cerro
"Puede que las generaciones de conversadores fueran mejores que las de espectadores. El descenso notable de la cultura (o conjunto de conocimientos y facultad de relacionarlos entre sí) indica que hay una relación entre estos fenómenos"(Haro, 1994)
'Dama estudiando'
AH, ERA ESTO
"Atar cabos”, he ahí una expresión acertadísima. Describe lo que ocurre en la cabeza de alguien cuando se asocian dos o más hechos alejados en el tiempo o en el espacio. Algo se abrocha de súbito en un clic mental que ilumina un suceso oscuro. Un día, atando cabos, descubrimos que los Reyes eran los padres. Es solo un ejemplo. Al atar cabos se unen cosas o personas que hasta ese instante nada tenían que ver entre sí. Quizá tú mismo eres un cabo suelto en la cabeza de otro. La humanidad entera son siete mil millones de cabos sueltos movidos por el viento como los flecos de una falda. Ese anciano con el que te acabas de cruzar en el parque es un cabo suelto, igual que el chino que regenta la tienda de comestibles de la esquina, la indigente que pide limosna a la salida del supermercado o el profesor de Ciencias Naturales que explica ahora mismo la función clorofílica a un grupo de alumnos con astenia primaveral. Cuando nace un niño nace un cabo suelto y cuando muere un viejo muere un cabo suelto. La filosofía es el arte de atar las ideas sueltas como la literatura el de articular las obsesiones sueltas.
Un día, en un funeral de corpore insepulto, al observar el rostro de una de las asistentes, até cabos y comprendí que el muerto y ella habían sido amantes. Estudiar consiste en atar cabos. Cuando algo que leíste en un libro de historia se completa con algo leído en uno de aritmética se ata un cabo. Los cabos se desatan también por fallos de la memoria o por intereses inconfesables. Esos cabos que quedan sueltos permanecen sueltos a la espera de que algo o alguien los vuelva a anudar. La parca ata todos los cabos. “Ah, era esto”, dice el protagonista de La muerte de Ivan Ilich unos segundos antes de expirar.
(Fuente: El País, 04-05-2018)
INCULTURA
Durante el último franquismo, el primer año de transición, España no era todavía un país de espectadores; por lo menos no éramos pasivos. Ahora lo somos; cada vez un poco más. Se atribuye a la abundancia de televisión; es mas cómodo encontrar una culpa ajena, pero cualquier examen un poco mas detenido nos dirá que, por el contrario, hay mas televisión, y mas hacia el vulgo porque este tiene tendencia a lo contemplativo. Los cafés desaparecieron cuando se dejó de conversar. Puede que las generaciones de conversadores fueran mejores que las de espectadores. El descenso notable de la cultura (o conjunto de conocimientos y facultad de relacionarlos entre sí) indica que hay una relación entre estos fenómenos, pero sólo un análisis mayor permitiría saber cuales son consecuencia de cuales; y de que forma están hechas estas relaciones. Por ejemplo, coincide el descenso del nivel de analfabetismo con el de los conocimientos medios y con el de lectura; y no se puede decir que estén relacionados.
Los espectadores que pasan a ser actores por un momento, en los programas que les llaman a ello (mas dedicada la 5 que otras emisoras, salvo algunas autónomas) descorazona. Hay una parte de desparpajo y de impudor, sobre todo femenino, que a mi me causa una impresión contraria a la general (que es muy mala), porque me indica que puede haber mas libertad mental, mas claridad (si no es todo hipocresía, ficción o disimulo); lo que me inquieta es la falta de racionalidad y conocimiento. Antes se llevaba a los espectadores a contestar preguntas de temas generales (aún queda el "Un, dos, tres"); poco a poco se fue reduciendo el nivel y ahora se pregunta a la gente por sí mismos y su intimidad (bragas, toqueteos, comilonas,); y aún así no saben mucho. Es un público elegido, ya se que no por su erudición. Aterra.
Peor cuando micrófonos y cámaras van a la calle y preguntan la actualidad: nadie sabe ni entiende. ¿Está la ruina del país, su atraso, su des europeización, en relación con ello (es su consecuencia, o al contrario)? ¿Hay que seguir diciendo que es por la televisión, o podemos ya explicar que hay fallos gravísimos de enseñanza desde hace cincuenta años; y que prosiguen?
Los espectadores que pasan a ser actores por un momento, en los programas que les llaman a ello (mas dedicada la 5 que otras emisoras, salvo algunas autónomas) descorazona. Hay una parte de desparpajo y de impudor, sobre todo femenino, que a mi me causa una impresión contraria a la general (que es muy mala), porque me indica que puede haber mas libertad mental, mas claridad (si no es todo hipocresía, ficción o disimulo); lo que me inquieta es la falta de racionalidad y conocimiento. Antes se llevaba a los espectadores a contestar preguntas de temas generales (aún queda el "Un, dos, tres"); poco a poco se fue reduciendo el nivel y ahora se pregunta a la gente por sí mismos y su intimidad (bragas, toqueteos, comilonas,); y aún así no saben mucho. Es un público elegido, ya se que no por su erudición. Aterra.
Peor cuando micrófonos y cámaras van a la calle y preguntan la actualidad: nadie sabe ni entiende. ¿Está la ruina del país, su atraso, su des europeización, en relación con ello (es su consecuencia, o al contrario)? ¿Hay que seguir diciendo que es por la televisión, o podemos ya explicar que hay fallos gravísimos de enseñanza desde hace cincuenta años; y que prosiguen?
(Fuente: eduardoharotecglen,net, 07-03-1994)