"¿De dónde vienen esas palabras que salen de mi boca...?", se preguntaba 'El Innombrable', de Samuel Beckett... "no digo lo que digo, hago lo que no hago", contesta Vetusta Morla...
Puede que no seamos nosotros los que estemos hablando. Puede que nosotros seamos hablados por algo, o por alguien. Esto empieza a inquietar, desubicación existencial, masticando confusión, perdidos en un laberinto de sintaxis imposible..."
EL SUJETO ESCINDIDO
Estas palabras, como siempre, son sólo consecuencia de una descabellada interpretación personal, pero tengo para mí que estos chicos de Vetusta Morla disfrutan, y hacen bien, hablando del ese sujeto escindido que siempre va con nosotros.
"¿De dónde vienen esas palabras que salen de mi boca...?", se preguntaba el personaje de 'El Innombrable', de Samuel Beckett... "no digo lo que digo, hago lo que no hago", contesta Vetusta Morla.
Puede que no seamos nosotros los que estemos hablando.
Puede que nosotros seamos hablados por algo, o por alguien. Esto empieza a inquietar, desubicación existencial, masticando confusión, perdidos en un laberinto de sintaxis imposible, de yuxtaposiciones tan falsas como reales, de esas que mientras te llaman se esconden, para que no las veas, todo "al revés, al revés". Pareciera como si en un segundo descubriéramos, pero sin darnos cuenta, que sólo somos anónimos personajes de Ionesco, seres divididos, sepultados siempre en la misma escena, la que nos persigue, la que nos atrapa, la que nos obliga a repetir una y otra vez frases sin sentido, como papagayos prisioneros de un idioma que no nos pertenece... "Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir..." Llega un momento lógico en el que es imposible que seamos capaces de "contar lo mejor, de ocultar lo peor".
Ahí, en esa frontera del significante agrietado, ya sólo podemos ser contados, dibujados por Otros.
Pero el apuntador no termina de darnos la voz... "deme la voz, apuntador, deme la voz...". Y por ello, a veces, demasiadas, ya no somos nosotros, o no del todo, sólo recuerdos, retales de lo que creemos ser, quizá tan sólo el eco de una voz que ya no nos pertenece... "a veces no soy yo... el eco no es mi voz... pensad que ya no estoy..."
Y claro, por eso también, siempre andamos buscando un disfraz mejor, nos agarramos al suelo, sin saber por qué, pero "bailando hasta el apagón", no podemos dejar de hacerlo... moriríamos, seguir bailando, bailando, bailando. Y no, no queremos que termine esta función.
Somos nosotros los que vamos a cambiarla.
Probablemente, ser valiente signifique eso, aprender a convivir con todos los fantasmas que nos habitan, incluso conversando con ellos, aunque sea sólo a escondidas. Saber que ellos existen, y que nosotros somos varios... Y no enloquecer por ello.
Al contrario, agarrarnos como héroes al grito ancestral que nos mantiene en pie, el único que puede alimentarnos, aquí, en mitad de la tormenta...
"¡No perdí, no perdí... porque ser valiente no es sólo cuestión de suerte...!"
Y que siga la función, siempre hay esperanza, a la deriva.
¿Dónde están las flores que probaré?
LETRA:
Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir,
ya ves, lo que es no es.
Yo no voy a contar lo mejor, a ocultar lo peor,
me pongo el mejor chaqué.
No digo lo que digo,
hago lo que no hago,
al revés, al revés, porque
ser valiente no es sólo cuestión de suerte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Tú también tienes que ver
que nunca tengo mi papel.
Nube gris, riega todo el jardín,
todo el jardín, todas las flores que no probé.
No olvido los sueños,
vuelvo a lo que no acabó,
no perdí, no perdí, porque
ser valiente no es sólo cuestión de verte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir,
ya ves, lo que es no es.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Deme la voz, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
deme la voz, deme la voz, la voz ...
ya ves, lo que es no es.
Yo no voy a contar lo mejor, a ocultar lo peor,
me pongo el mejor chaqué.
No digo lo que digo,
hago lo que no hago,
al revés, al revés, porque
ser valiente no es sólo cuestión de suerte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Tú también tienes que ver
que nunca tengo mi papel.
Nube gris, riega todo el jardín,
todo el jardín, todas las flores que no probé.
No olvido los sueños,
vuelvo a lo que no acabó,
no perdí, no perdí, porque
ser valiente no es sólo cuestión de verte.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Tras de mí una escena y diez mil frases que repetir,
ya ves, lo que es no es.
A veces no soy yo,
busco un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
¡Disculpad mi osadía!
Pensad que ya no estoy,
que el eco no es mi voz,
mejor aplaude y vámonos.
¡Qué termine esta función!
Deme la voz, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
apuntador, deme la voz, deme la voz,
deme la voz, deme la voz, la voz ...
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("... la "ambigüedad premeditada" debe ser una premisa innegociable para el quehacer literario, pues sólo agarrados a ella podemos ofrecer al receptor la plurisignificación, y, a partir de ahí, el goce estético que supone el deseo de interpretar. Y creo que Vetusta Morla navega por ahí cuando se pone a escribir... si oímos hablar de "las cartas de amor del banco...", el mensaje se abre, el pensamiento se dispara, galopa, el análisis se regocija...")