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'EL CUARTO DE LOS NIÑOS', por Gustavo Martín Garzo / 'LA HISTORIA DE ISABETTA Y LA MACETA DE ALBAHACA' ('EL DECAMERÓN)

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"El tema central de El Decamerón será lo humano. No lo humano idealizado, reflejo de un orden superior, sino el ser humano real, con sus virtudes y defectos.Y, por encima de todo, el hombre animado por el deseo... 

Chesterton escribió que las dos cárceles que amenazan la libertad de los hombres son la cárcel del puritanismo y la cárcel del pesimismo, y El Decamerón logra escapar de las dos y, como el cuarto de los niños, “guarda goces que el puritano no puede prohibir ni el pesimista negar”. El mundo del relato sustituye al paraíso y nos lo recuerda"

'Isabella y la maceta de albahaca', de William Holman Hunt (1)

EL CUARTO DE LOS NIÑOS

Corre el año de 1348 y una terrible epidemia de peste asola la ciudad de Florencia. Los muertos son tan numerosos que apenas da tiempo a enterrarlos. Se abren fosas comunes, se aprovechan los ataúdes para meter varios cuerpos a la vez, las ceremonias religiosas se multiplican inútilmente y el horror invade las calles y la vida cotidiana de la gente. Florencia pierde la mitad de su población y la sospecha de que la epidemia es un castigo de Dios por la iniquidad de los hombres, vuelve aún más lúgubre la atmósfera de desolación que rodea a los que sobreviven.

Pasan los meses y, paradójicamente, los efectos de la peste resultan vivificadores para el conjunto de la ciudad. La iglesia pierde parte de su prestigio y la disminución de la población y la ruina de los familias importantes crea nuevas oportunidades a la clase baja. La demanda de todo tipo de servicios contribuye al crecimiento de banqueros, mercaderes y artesanos hábiles, por lo que en poco tiempo la ciudad se transforma en un hervidero de vida. Esta es la Florencia en que vive Boccaccio cuando escribe El Decamerón. Han pasado dos años desde el final de la peste y todo anuncia el surgimiento de una nueva concepción de la vida, que rechaza la primacía de lo religioso. El tema central de El Decamerón será lo humano. No lo humano idealizado, reflejo de un orden superior, sino el ser humano real, con sus virtudes y defectos. Y, por encima de todo, el hombre animado por el deseo.
Pero vayamos al comienzo del libro. Tras la descripción de la peste, Boccaccio nos cuenta como un grupo de jóvenes damas coincide en una iglesia. Son siete, y deciden dirigirse a alguna de sus posesiones campestres a fin de huir del horror que las rodea. Tres apuestos varones se ofrecen a acompañarlas, y juntos abandonan la ciudad maldita para refugiarse en una villa de las afueras. Se preguntan entonces qué harán con su tiempo, y deciden contarse historias. Llegan a un acuerdo, cada día uno de ellos será el rey o la reina de los otros y les encargará el tema sobre el que deben versar sus relatos.
El cuento de nunca acabar, así llamó Carmen Martín Gaite al cuento de la vida. Pero si lo que importa es esa rueda de los cuentos, ¿por qué Boccaccio elige el marco tenebroso de una peste para ponerla en marcha? Algo así sucede en Las Mil y una Noches donde Sherezade cuenta sus historias en la alcoba del ogro. “La muerte es la mayor aventura”, exclama Peter Pan en la novela de J. M. Barrie. Orfeo desciende al submundo para recuperar a su amada Eurídice, y a cambio tiene que renunciar a mirarla y a hablar con ella. Conocemos el relato de Orfeo, pero ¿cómo habría sido el de Eurídice? ¿Como hablarían los muertos de lo que encuentran si pudieran regresar al mundo? ¿Cómo hablarían de todo aquello que ya nunca podrá ser suyo: los lechos de sus amantes, la compañía de los animales, el amor de los niños? ¿Qué importancia tendrían para ellos los pequeños o grandes dramas de la vida si a cambio pudieran participar en ellos? “Jamás renunciaría a la locura de este mundo, —escribe Faulkner— a pesar de su infinita tristeza”. Es lo que hacen todos los grandes narradores: mirar el mundo con los ojos de los muertos.
Chesterton escribió que las dos cárceles que amenazan la libertad de los hombres son la cárcel del puritanismo y la cárcel del pesimismo, y El Decamerón logra escapar de las dos y, como el cuarto de los niños, “guarda goces que el puritano no puede prohibir ni el pesimista negar”. El mundo del relato sustituye al paraíso y nos lo recuerda. Hay al final de Otelo un momento extraordinario. Desdémona consciente de que no logrará convencer a Otelo de su inocencia le pide que al menos la regale esa noche. “Por favor, le dice, mátame mañana”. Ese tiempo robado a la muerte es el tiempo del relato. Tendrás una nueva historia, le dice Sherezade al sultán, si me concedes un día más. Ese tiempo se confunde con el que nuestras bellas damas y sus dispuestos caballeros tratan de ganar con sus historias. Estamos en el mundo de Sherezade, donde contar es pedir a la vida un día más. Contar para seguir en el mundo contemplando su locura y su belleza.
El libro de Boccaccio fue prohibido por la iglesia, pero conoció un inmediato e inmenso éxito popular. Uno de sus cuentos más encantadores narra la historia del encuentro de dos amantes muy jóvenes. Se han enamorado y ella, que no sabe cómo librarse de la vigilancia de sus padres, finge pasar mucho calor en su alcoba durante las noches y logra que le dejen dormir en la terraza, donde el aire es más fresco y donde podrá disfrutar del canto del ruiseñor. Será allí donde se reúna con su enamorado. Mas una noche, tras el repetido goce, la parejita se queda dormida y el padre de ella les descubre al amanecer en el lecho. Ambos están desnudos y ella tiene en su mano el sexo de su amigo. El hombre corre a buscar a su esposa y le dice que se levante de prisa y que vaya a ver cómo su hija ha cogido y tiene en su mano el ruiseñor que tanto le gustaba. Los dos deciden hacer la vista gorda y limitarse a casarles. El sexo en esta historia es visto como un deseo natural que no cabe aplazar, y a cuya gozosa ley hay que rendirse. Devuelve a la naturaleza a los jóvenes amantes, les pone en contacto con las otras criaturas del mundo, transforma la terraza en que duermen en ese “cuarto de los niños” al que se refiere Chesterton.
El Decamerón está compuesto por cien relatos. Sus argumentos no son por lo general invención de Boccaccio; de hecho, se basan en fuentes italianas más antiguas o, en ocasiones, en fuentes francesas o latinas. En realidad, casi todos los relatos giran sobre deseo el sexual y sobre cómo arreglárselas para satisfacerle. No hay en ello atisbo de culpa, pues hombres y mujeres no hacen sino servir a la naturaleza, que es quien pone en ellos los deseos que deben satisfacer, por lo que el mal nunca está en el sexo en sí sino en quienes lo pervierten con sus prejuicios, su hipocresía o sus intereses. Todo esto queda claro en la historia más bella del libro: la historia de la desdichada Lisabetta. Sus hermanos matan a su joven amante, pero este le revela en un sueño donde está su cuerpo y ella, tras desenterrarlo, toma su cabeza y la esconde en un tiesto de albahaca que cuida en su cuarto. La albahaca florece llena de hermosura gracias a las lágrimas de la infeliz amante, lo que hace sospechar a los hermanos que, al descubrir su secreto, harán desaparecer la cabeza para evitar que pueda descubrirse su crimen, lo que termina causando la muerte a la pobre muchacha.

No hay separación entre el hombre y el mundo natural, nos dice este bello cuento. El cuerpo amado vuelve a la tierra de donde regresa transformado en una albahaca. Estamos en el reino de las metamorfosis, cantado por Ovidio, donde los cuerpos se transforman en árboles, ríos o constelaciones, siguiendo la leyes eternas de las correspondencias. Y no importa lo triste que sea el final del cuento, lo que quedará en nuestra memoria es la imagen de esa albahaca floreciendo en el balcón de la muchacha. Nada puede agotar el mundo del deseo y el de la belleza. Una albahaca nos dice que el amor es fuerte como la muerte; y el canto de un ruiseñor, que no se puede causar daño o perjuicio a las cosas hermosas del mundo. Cosas así podemos leer en este libro admirable.
(Fuente: El País, 13-09-2014)

'EL DECAMERÓN', CUARTA JORNADA, NARRACIÓN QUINTA

Los hermanos de Isabetta matan a su amante, éste se le aparece en sueños y le muestra dónde está enterrado, ella ocultamente le desentierra la cabeza y la pone en un tiesto de albahaca y llorando sobre él todos los días durante mucho tiempo, sus hermanos se lo quitan y ella se muere de dolor poco después.  
 
Terminada la historia de Elisa y alabada por el rey durante un rato, a Filomena le fue ordenado que contase: la cual, llena de compasión por el mísero Gerbino y su señora, luego de un piadoso suspiro, comenzó:

-Mi historia, graciosas señoras, no será sobre gentes de tan alta condición como fueron aquéllas sobre quienes Elisa ha hablado, pero acaso no será menos digna de lástima; y a acordarme de ella me trae Mesina, ha poco recordada, donde sucedió el caso.

Había, pues, en Mesina tres jóvenes hermanos y mercaderes, y hombres, que habían quedado siendo bastante ricos después de la muerte de su padre, que era de San Gimigniano, y tenían una hermana llamada Elisabetta, joven muy hermosa y cortés, a quien, fuera cual fuese la razón, todavía no habían casado. Y tenían además estos tres hermanos, en un almacén suyo, a un mozo paisano llamado Lorenzo, que todos sus asuntos dirigía y hacía, el cual, siendo asaz hermoso de persona y muy gallardo, habiéndolo muchas veces visto Isabetta, sucedió que empezó a gustarle extraordinariamente, de lo que Lorenzo se percató y una vez y otra, semejantemente, abandonando todos sus otros amoríos, comenzó a poner en ella el ánimo; y de tal modo anduvo el asunto que, gustándose el uno al otro igualmente, no pasó mucho tiempo sin que se atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban.

Y continuando en ello y pasando juntos muchos buenos ratos y placenteros, no supieron obrar tan secretamente que una noche, yendo Isabetta calladamente allí donde Lorenzo dormía, el mayor de los hermanos, sin advertirlo ella, no lo advirtiese; el cual, porque era un prudente joven, aunque muy doloroso le fue enterarse de aquello, movido por muy honesto propósito, sin hacer un ruido ni decir cosa alguna, dándole vuelta a varios pensamientos sobre aquel asunto, esperó a la mañana siguiente.

Después, venido el día, a sus hermanos contó lo que la pasada noche había visto entre Isabetta y Lorenzo, y junto con ellos, después de largo consejo, deliberó para que sobre su hermana no cayese ninguna infamia, pasar aquello en silencio y fingir no haber visto ni sabido nada de ello hasta que llegara el momento en que, sin daño ni deshonra suya, esta afrenta antes de que más adelante siguiera pudiesen lavarse.

Y quedando en tal disposición charlando y riendo con Lorenzo tal como acostumbraban, sucedió que fingiendo irse fuera de la ciudad para solazarse llevaron los tres consigo a Lorenzo; y llegados a un lugar muy solitario y remoto, viéndose con ventaja, a Lorenzo, que de aquello nada se guardaba, mataron y enterraron de manera que nadie pudiera percatarse; y vueltos a Mesina corrieron la voz de que lo habían mandado a algún lugar, lo que fácilmente fue creído porque muchas veces solían mandarlo de viaje. No volviendo Lorenzo, e Isabetta muy frecuente y solícitamente preguntando por él a sus hermanos, como a quien la larga tardanza pesaba, sucedió un día que preguntándole ella muy insistentemente, uno de sus hermanos le dijo:

-¿Qué quiere decir esto? ¿Qué tienes que ver tú con Lorenzo que me preguntas por él tanto? Si vuelves a preguntarnos te daremos la contestación que mereces.

Por lo que la joven, doliente y triste, temerosa y no sabiendo de qué, dejó de preguntarles, y muchas veces por la noche lastímeramente lo llamaba y le pedía que viniese, y algunas veces con muchas lágrimas de su larga ausencia se quejaba y sin consolarse estaba siempre esperándolo. Sucedió una noche que, habiendo llorado mucho a Lorenzo que no volvía y habiéndose al fin quedado dormida, Lorenzo se le apareció en sueños, pálido y todo despeinado, y con las ropas desgarradas y podridas, y le pareció que le dijo:

-Oh, Isabetta, no haces más que llamarme y de mi larga tardanza te entristeces y con tus lágrimas duramente me acusas; y por ello, sabe que no puedo volver ahí, porque el último día que me viste tus hermanos me mataron.

Y describiéndole el lugar donde lo habían enterrado, le dijo que no lo llamase más ni lo esperase. La joven, despertándose y dando fe a la visión, amargamente lloró; después, levantándose por la mañana, no atreviéndose a decir nada a sus hermanos, se propuso ir al lugar que le había sido mostrado y ver si era verdad lo que en sueños se le había aparecido. Y obteniendo licencia de sus hermanos para salir algún tiempo de la ciudad a pasearse en compañía de una que otras veces con ellos había estado y todos sus asuntos sabía, lo antes que pudo allá se fue, y apartando las hojas secas que había en el suelo, donde la tierra le pareció menos dura allí cavó; y no había cavado mucho cuando encontró el cuerpo de su mísero amante en nada estropeado ni corrompido; por lo que claramente conoció que su visión había sido verdadera. De lo que más que mujer alguna adolorida, conociendo que no era aquél lugar de llantos, si hubiera podido todo el cuerpo se hubiese llevado para darle sepultura más conveniente; pero viendo que no podía ser, con un cuchillo lo mejor que pudo le separó la cabeza del tronco y, envolviéndola en una toalla y arrojando la tierra sobre el resto del cuerpo, poniéndosela en el regazo a la criada, sin ser vista por nadie, se fue de allí y se volvió a su casa.

Allí, con esta cabeza en su alcoba encerrándose, sobre ella lloró larga y amargamente hasta que la lavó con sus lágrimas, dándole mil besos en todas partes. Luego cogió un tiesto grande y hermoso, de esos donde se planta la mejorana o la albahaca, y la puso dentro envuelta en un hermoso paño, y luego, poniendo encima la tierra, sobre ella plantó algunas matas de hermosísima albahaca salernitana, y con ninguna otra agua sino con agua de rosas o de azahares o con sus lágrimas la regaba; y había tomado la costumbre de estar siempre cerca de este tiesto, y de cuidarlo con todo su afán, como que tenía oculto a su Lorenzo, y luego de que lo había cuidado mucho, poniéndose junto a él, empezaba a llorar, y mucho tiempo, hasta que toda la albahaca humedecía, lloraba. La albahaca, tanto por la larga y continua solicitud como por la riqueza de la tierra procedente de la cabeza corrompida que en ella había, se puso hermosísima y muy olorosa.

Y continuando la joven siempre de esta manera, muchas veces la vieron sus vecinos; los cuales, al maravillarse sus hermanos de su estropeada hermosura y de que los ojos parecían salírsele de la cara, les dijeron:

-Nos hemos apercibido de que todos los días actúa de tal manera.
Lo que, oyendo sus hermanos y advirtiéndolo ellos, habiéndola reprendido alguna vez y no sirviendo de nada, ocultamente hicieron quitarle aquel tiesto. Y no encontrándolo ella, con grandísima insistencia lo pidió muchas veces, y no devolviéndoselo, no cesando en el llanto y las lágrimas, enfermó y en su enfermedad no pedía otra cosa que el tiesto.

Los jóvenes se maravillaron mucho de esta petición y por ello quisieron ver lo que había dentro; y vertida la tierra vieron el paño y en él la cabeza todavía no tan consumida que en el cabello rizado no conocieran que era la de Lorenzo. Por lo que se maravillaron mucho y temieron que aquello se supiera; y enterrándola sin decir nada ocultamente salieron de Mesina y ordenando la manera de irse de allí se fueron a Nápoles. No dejando de llorar la joven y siempre pidiendo su tiesto llorando murió y así tuvo fin su desventurado amor; pero después de cierto tiempo, siendo esto sabido por muchos hubo alguien que compuso aquella canción que todavía se canta hoy y dice:
Quién sería el mal cristiano
que el albahaquero me robó, etc .
(Fuente: Biblioteca Ciudad Seva)


(1) SOBRE WILLIAM HOLMAN HUNT:

Pintor británico que, junto con Dante Gabriel Rossetti y John Everett Millais, fundó la Hermandad prerrafaelista en 1848. En todas sus obras, la mayoría sobre escenas bíblicas, pretendía alcanzar los objetivos propios de los prerrafaelistas: profundo contenido moral, observación directa de la naturaleza y autenticidad histórica. Sus obras más conocidas son El hallazgo de Cristo en el templo (1854, Museo de Birmingham) y el Chivo expiatorio (1854, Galería de Arte Lady Lever, Port Sunlight). Ambas están pintadas en un estilo que se caracteriza por la composición apretada y brillante, un colorido relativamente tosco y gran riqueza de detalles.

(Fuente: epdlp.com)

VER TAMBIÉN 'EL DECAMERÓN' (REUNIÓN DE MATERIALES)

OTROS ARTÍCULOS DE GUSTAVO MARTÍN GARZO EN ESTE SITIO:

UN MUNDO SIN SOMBRA

("... lo que necesita un niño a los cinco años no es saber leer, sino escuchar música y cuentos, conocer su cuerpo y jugar con él, encontrar palabras y figuras que le ayuden entender lo que siente... La educación ha dado la espalda al complejo mundo de sus afectos y apuesta cada vez más por un individuo adaptado, pragmático, obediente a los códigos de su entorno social... Hay un momento único en que el niño descubre su sombra. Descubre otro yo, alguien que le acompaña en secreto. Ese alguien habita sus pensamientos y sus deseos más íntimos...")



("En el teatro, cuando la función termina, los actores abandonan la escena y regresan exhaustos a sus vidas ordinarias; mientras que aquí los actores siguen apegados a sus personajes y se van por las calles saludando a unos y a otros como si se negaran a aceptar que el telón se bajó. Y lo curioso es que lejos de tomarlos por locos, no son pocos los que les siguen la corriente... La vieja idea de una familia sagrada no debería tener cabida... En España hay tres millones de niños que viven en el umbral de la pobreza...")



("... las locuras de Don Quijote tienen el poder de suspender por un momento el principio de realidad. Su función es abrir una grieta, y, más allá de la lógica, llevarnos a la comprensión profunda e inmediata de una verdad nueva... Nada que ver con la locura. La locura es no tener en cuenta a los otros y pocos héroes los han tenido tan en cuenta como el nuestro. La gran lección de sus aventuras es que un mundo sin justicia no merece la pena... La ironía, para Cervantes, es la capacidad de aceptar las contradicciones de la vida; de aceptar, en suma, que nada es de una sola manera")


("No vemos la realidad, sino sus múltiples simulacros... Vivimos bajo el signo de las copias y los ecos. Bajo del signo de la pobre ninfa Eco...  Dos cosas nos diferencian de la delicada ninfa: la conciencia de su desdicha y su vocación de amor... Mirar tiene que ver con la atención, con la renuncia a poseer, es un acto de amor... Llegar a un lugar sin daño, eso es mirar. Solo el verdadero cine nos lleva a lugares donde ver y soñar se confunden")


LA ORACIÓN DEL JOROBADITO
("En los planes de estudio desaparecen las asignaturas, como la filosofía y la literatura, que hablan del jorobadito y su pandilla y se sustituyen por otras que solo buscan adoctrinar a los niños... la verdadera cultura no tiene que ver con el deseo de éxito o de notoriedad, sino con el deseo de ser y de saber. El verdadero lector no busca en los libros lo que le halaga o confirma, sino lo que le niega y disloca: busca lo que no tiene... 
Leer es tirar los dados de nuevo..." “Las músicas oídas son dulces, pero / más dulces son las no oídas”)

("Nuestra vida está llena de preguntas que no podemos evitar hacernos sin descanso. Para mantenerlas vivas y mitigar a la vez la angustia que nos produce no conocer sus respuestas existe el mundo de las fábulas y los cuentos, el mundo inagotable de la ficción. Estamos perdidos y buscamos un camino que transforme nuestra vida en una historia que merezca la pena contar, una historia que nos consuele con su belleza... las religiones nos dicen que ésta no es nuestra verdadera vida y que sólo la muerte puede conducirnos a ella; los cuentos, que el paraíso está en el mundo y que hay que vivir como si fuera posible alcanzarlo. El árbol que canta, el pájaro que habla y el agua de oro... leo para seguir el rastro de luz que dejan en la noche esas moritas cautivas de mi infancia")

("... no filma a los niños para decirnos cómo son sino para mostrarnos cuánto necesitamos su verdad. “Al contrario de lo que leo con frecuencia”, declara François Truffaut, “las películas no pueden hacerse con niños para comprenderlos mejor. Los niños deben ser filmados solo porque los amamos". El cine, en suma, como refugio de significado, esperanza de lo que no ha desaparecido" "En cada escena de la película ('El sol del membrillo') late la nostalgia de esa añorada comunidad humana. Una comunidad amenazada...")


("... también nosotros hemos renunciado a preguntarnos por las causas que hacen que las cosas sean así... ¿Por qué no se obliga a los bancos nacionalizados a dar crédito a las empresas que lo necesitan y no hay un banco público que se enfrente a un problema como el los desahucios? ¿Por qué se permiten los delirantes salarios de la banca? ¿Por qué si tenemos la misma moneda tenemos que pagar distintos intereses por la deuda? ... La última pregunta de Perceval, la más dolorosa de todas, solo puede ser entonces si puede llamarse democracia a esto que tenemos")


SUAVE PATRIA ("La única patria decente (...) es la infancia. Todos tenemos una patria así. En ella están los lugares en los que vivimos, la lengua con que aprendimos a nombrar el mundo y a disipar el miedo a la ausencia de los seres amados... Están los juegos misteriosos, las olorosas fiestas... las primeras lecturas... Y esa patria oculta, secreta, nada tiene que ver con las banderas, los himnos... los tertulianos y los equipos de fútbol que pueblan esos parques temáticos de la identidad a que tan proclives son todos los patriotismos...")

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LOS PAÍSES IMAGINADOS ("... La realidad está enferma y necesitamos el elixir de esa flor misteriosa que sólo en los países imaginados florece")
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