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'GRIETAS EN EL FAJÍN DEL REY', por Luis Enrique Ibáñez

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"Las imágenes muestran el desfile de los nuevos reyes por las calles de Madrid. Es evidente que han calculado mal en número de figurantes que debían acudir a la cita... Craso error. En la representación de motivos fantásticos la puesta en escena es esencial...

al mismo tiempo en que Felipe VI habla al vacío, la policía carga contra ciudadanos españoles que portan insignias republicanas... Apago la tele. Apago el ordenador. Vuelvo definitivamente al libro. Creo que ahí me quedaré, en el libro... y en la plaza"




GRIETAS EN EL FAJÍN DEL REY

Mientras Su Majestad el Rey Juan Carlos colocaba el fajín de Capitán General de los Ejércitos a Su Majestad el Rey Felipe VI (que no queríais rey, pues ahí lleváis dos, que os sea leve), yo me refugiaba en la lectura de 'Grietas', de Santi Fernández Patón (XIX Premio Lengua de Trapo de Novela). El contraste entre las imágenes de la televisión y las palabras puñetazo del libro podían hacer pensar en la esquizofrenia del lector, la mía.

Según la contraportada del libro, "la superación de la anorexia les obliga a buscar su lugar en un mundo donde lo social y lo íntimo se confunden y les atrapa en un presente sin expectativas. La crisis económica, y sobre todo el ciclo de protestas sociales que inaugura, coloca a estos personajes en una soledad a medio camino entre la complicidad y el desastre... Fernández Patón narra los complejos mecanismos con los que el capitalismo corrompe hoy los cuerpos y desquicia las personalidades... una generación que ya ha deslegitimado los viejos roles y los relatos heredados, pero que tiene la incierta labor de construir los suyos".

El fajín se resiste en una de Sus Majestades, mientras la otra Majestad recibe ayuda de un operario modal de la Corte. Y yo me quedo pensando en la la cita inicial del libro, la que precede al relato. Es de 'La bestia humana', de Émile Zola. No entiendo lo que me pasa, las imágenes de la tele, el título de la novela, 'Grietas', las reformas que tengo que hacer en mi casa, el ayudante de Su Majestad Juan Carlos que le lleva el bastón, mi cadera, la otra, que todavía me duele, las reformas de Rajoy, la revolución, que no reformas, necesaria en el país... sólo veo grietas, afuera, y en mi interior. 

La cita aludida habla en un idioma extraño de una familia, y yo, que estoy perdiendo los papeles, vuelvo a pensar en la familia real, en la eterna familia real, venida del principio de los tiempos, de cuando se decía que la monarquía gozaba de un origen divino, ¿quiere esto decir que el Dios que todo lo permite decidió que estos reyes tendrían también inviolabilidad, impunidad absoluta, incluso en posibles delitos relacionados con sus vidas privadas? Y en todo caso, ¿es ese el mismo Dios al que Dámaso Alonso gritaba, "... por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?". La monarquía, las grietas, la familia, llegada de lejos y, al parecer, hasta el final asentada, incluso con sus grietas hereditarias. Así dice la cita de Zola:


"La familia no estaba del todo bien, muchos tenían una grieta. Él, a ciertas horas, sentía claramente esta grieta hereditaria; no es que fuese de salud precaria, pues la aprehensión y la vergüenza de sus crisis apenas lo habían adelgazado en otras ocasiones; pero en el interior de su ser aparecían repentinas pérdidas de equilibrio, como fracturas, agujeros por los cuales su yo se le escapaba en medio de una especie de gran humareda que lo deformaba todo..."

Dejo el libro y vuelvo a la tele, ¿que por qué hago eso? No lo sé. Las imágenes muestran el desfile de los nuevos reyes por las calles de Madrid. Es evidente que han calculado mal en número de figurantes que debían acudir a la cita. Quizá, han gastado demasiado en banderas y muy poco en la contratación de extras. Craso error. En la representación de motivos fantásticos la puesta en escena es esencial. De ella depende la verosimilitud de lo representado, su influencia es casi más importante que la calidad de los actores. Estos no lo hicieron mal del todo, aunque en algunos planos mostraban falta de convicción, como si no creyeran de verdad en sus personajes. Puede que Felipe VI esté realmente "muy preparado" (estoy hasta los mismísimos de oír esa frase, ya saben... validos, cortesanos, pelotas reales), pero no ha leído a Stanislawski ("La construcción del personaje"), debería hacerlo.

Sin embargo, esas imágenes del desfile irreal me provocan sensaciones complejas, extrañas, muy contradictorias, supongo que tienen que ver con mi patología mental. Por una lado me alegra comprobar la ausencia de masas enfebrecidas celebrando el paso de la comitiva real. Pero por otro, esa misma ausencia, esa falta, agudiza la sensación de estar asido a una fantasmal irrealidad, como si estuviéramos huecos, como comprobando siniestramente que hemos sido colocados en un escenario de cartón piedra, un escenario sostenido por vigas de madera carcomida. 

Y no hay nadie viendo la función. Más imágenes. La del desfile se encadena en mi pantalla particular con aquel famoso fotograma de Amenábar en 'Abre los ojos', (1997), con ese Eduardo Noriega solo, asustado, en la Gran Vía madrileña, ese no saber si somos nosotros los que no existimos, o es el mundo el que ya se fue.



Freno en seco mis enfermizas elucubraciones, vuelvo a la realidad, cojo el libro, no debí abandonarlo, sólo él me sujeta a lo real, me protege de la pesadilla. Después de toda una hora masticando la cita inicial, inicio mi viaje por los barrios reales que la novela me ofrece, para sentir, sufriendo, que sí estamos vivos, de aquella manera, pero vivos,

"Cuando Lucía contaba alrededor de veinte años la crisis aún tenía forma de burbuja. El parque más próximo a su casa disponía de canchas de baloncesto -que las instalaciones de un gimnasio de enormes cristaleras con vistas al mar acabó por devorar-, un tramo de césped lo recorría de extremo a extremo -el trazado que hoy ocupa el carril bici- y los domingos grupos de ecuatorianos y bolivianos organizaban partidos de fútbol en los barrizales -los mismos que ahora acogen por la noche a hombres y mujeres, cuando después de sopa boba en la explanada del hotel Ibis se distribuyen entre cartones y sacos de dormir-."

Ahora me acuerdo otra vez del fajín real, entre la sopa boba, en la explanada, entre cartones para dormir. Sopa boba, sopa boba, fajín, sopa boba, se mezclan las palabras y los textos, los reales y los imaginados, y se presenta rumbosa la palabra bodrio, título de otro artículo, 'Bodrio', de Manuel Vicent, y me asaltan algunas frases, "...los hambrientos deberán aceptar su destino. Para ellos solo habrá una disyuntiva: si son buenos, tendrán sopa; si se rebelan, rebotará en su espalda la verga de la policía."  . 

Y dejo el libro, y vuelvo a la tele, ¿que por qué hago eso? No lo sé. Y escucho el discurso de Su Majestad 2, ese al que en la escena anterior Su Majestad 1 había colocado el fajín de Capitán General de los Ejércitos, ahí es nada.

Y me dispongo a escuchar, pero antes Baltasar Gracián me llama por teléfono para advertirme:


"Preñado ha de ser el verbo, no hinchado; que signifique, no que resuene; verbos con fondo, donde se engolfe la atención, donde tenga que cebarse la comprehensión"

Bruscamente le cuelgo, ¡estás muerto!, le digo. La mujer que nos ayuda en casa me pregunta si le he dicho algo a ella, me sonrojo, y callo. 

El caso es que ahora, después de la llamadita de ese listillo del Siglo de Oro, ¿con qué cara me pongo yo a escuchar el discurso de Felipe VI? Aun así, lo intento, y, además, con buena disposición, con esa aplicación que se le supone a un buen súbdito. Y escucho, escucho... Y otra vez, la pesadilla.

Ahora es Samuel Beckett el que, a través de 'El innombrable', se presenta en mi mente desquiciada. Mientras veo cómo el nuevo rey mueve los labios, estas son las palabras que oigo:


"Y las palabras que yo pronunciaba, y que casi siempre debían estar en relación con un esfuerzo de la inteligencia, me parecían el zumbido de un insecto... esto terminará así, con murmullos inarticulados, que habrá que inventar, que habrá que improvisar, gimiendo, reiré, esto acabará así, ñam, hu, plf, pss, sólo emoción, pan, paf, los golpes, na, toc... sin embargo tengo miedo de lo que mis palabras harán de mí... después vendrá la coma donde me ahogaré por las buenas..."

Vuelvo a concentrarme. Oigo palabros como honestidad, prestigio de la institución, solidaridad... con gran esfuerzo, sigo concentrado, es difícil. Espero ansioso el momento en el que el muy preparado monarca va a anunciar su inmediata abdicación, y la solemne propuesta de iniciar un Nuevo Proceso Constituyente, con unas nuevas reglas de juego, que conformen un nuevo marco político, otro modelo de Estado.

Pero las palabras no salieron, se quedaron ahogadas entre los gastados rostros de sus señorías complacidas.

Bajo el volumen de la tele, vuelvo a la realidad. Internet me muestra cómo casi al mismo tiempo en que Felipe VI habla al vacío, la policía carga contra ciudadanos españoles que portan insignias republicanas. Sí, esa es la realidad.

Apago la tele. Apago el ordenador. Vuelvo definitivamente al libro. Creo que ahí me quedaré, en el libro... y en la plaza.




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