"Este cibermundo sin jerarquías vivirá mucho tiempo. Por eso convendría responder a su desafío reforzando las estructuras previas del pensamiento de los escolares, de modo que procesen con inteligencia la información desestructurada, tan inadvertida como fenómeno que ni siquiera la calificamos con ese adjetivo. Casi nadie usa una palabra de connotación negativa para algo que ahora se ve tan prestigioso"
LA INFORMACIÓN DESESTRUCTURADA
El ser humano no ha sabido vivir sin rodearse de estructuras. Incluso lo más salvaje las tiene. La propia naturaleza estructura el árbol y sus hojas, y el ciclo del agua, y las estaciones del año; el cuerpo de una persona y el de un reptil tienen estructura. Los edificios también, igual que la gramática. Cuando tales estructuras se alteran, sobrevienen por lo común algunos males.
En aquel lejanísimo reparto de los significados entre unas palabras y otras, los términos “estructurar”, “estructurado” y “estructura” absorbieron ideas muy positivas. Y sus vocablos contrarios se quedaron con la peor parte: “desestructurar”, “desestructurado”, “desestructura”. Esas tres voces del otro lado del espejo no han entrado siquiera en el Diccionario. Se ganaron su legitimidad morfológica, eso sí, mediante la aplicación del sufijo des-, que las sitúa, ay, en la parte oscura de la negación de términos positivos (como en “desconfiar”, “desordenado”, “descontrol”…).
Así, se considera pernicioso que un niño se eduque en una familia “desestructurada”, o que el mercado se “desestructure”, o que asistamos a la “desestructuración” del tejido industrial, porque todo lo bueno goza de estructura.
El genoma humano no vale nada si no se enuncia en el orden adecuado, y todas las palabras del Quijotereunidas en un caldero no harían una obra maestra, sino un galimatías. Elogiamos a las personas que muestran una mente bien estructurada, que dan a cada concepto la trascendencia debida sin poner arriba lo trivial ni debajo lo decisivo.
La enseñanza se ha venido impartiendo hasta ahora conforme a unas estructuras que nos llevan de los enunciados generales a otros más complejos que encajan milagrosamente en aquellos. Un científico debe conocer la estructura de la materia sobre la que investiga, y estructurar asimismo su propia sabiduría. Y si desea transmitirla, con estructuras habrá de hacerlo.
El buen olor semántico de todo lo que se estructura nos hace dar así por buena la estructura del partido político, la estructura de nuestra empresa, la de las leyes; y podemos aspirar a derribarla, pero siempre para construir de inmediato otra estructura, por diferente que se pretenda.
Por su parte, la “desestructuración” nos preocupa si ocurre en el cerebro de una persona, o en una ciudad, o en cualquier sistema que funcione con engranajes: se desestructura primero lo que caerá luego.
Las noticias se han transmitido hasta hace poco con arreglo a la estructura de los periódicos, asimilada después por los informativos de radio y de televisión. Los diarios digitales de hoy están dotados igualmente de una estructura que jerarquiza la información y la ordena.
Sin embargo, las noticias circulan ya muy a menudo en nuestros días desestructuradas por redes y espacios, y millones de personas se dicen informadas con arreglo a sus picoteos y sus curiosidades personales. Toman los hechos de acá y de allá, deslavazados y dispersos. No acceden a un medio en su conjunto, sino a noticias que leen aisladas y sin enmarcar.
Y la expresión correspondiente, “información desestructurada”, está ausente de nuestros principales debates, tal vez porque esto no lo percibimos como problema: no hablamos de “desestructura”, sino de “libertad”, de “información en las redes”, de “acceso sin fronteras”.
Pero este panorama no tiene por qué implicar daño. Por ventura, tal maremágnum de testimonios, infundios, certezas y barruntos habrá de pasar, ahora sí, por la propia estructura del razonamiento de cada persona, que por lo general se conformó felizmente fuera de Internet.
Este cibermundo sin jerarquías vivirá mucho tiempo. Por eso convendría responder a su desafío reforzando las estructuras previas del pensamiento de los escolares, de modo que procesen con inteligencia la información desestructurada, tan inadvertida como fenómeno que ni siquiera la calificamos con ese adjetivo. Casi nadie usa una palabra de connotación negativa para algo que ahora se ve tan prestigioso.
(Fuente: El País, 23-02-2014)
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("...la lectura como elemento esencial en la formación del espíritu humano o la preservación en cada uno de nosotros del acervo cultural de un pasado lo más amplio y diverso posible frente al conocimiento instantáneo y efímero que nos brinda la continua innovación tecnológica...")
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(La proximidad sorprendente entre perlas y excrementos no debe hacer que nos rasguemos las vestiduras, no debe disfrazar nuestra mirada con la pose fina y pudorosa del que se cree pensador titulado, intelectual agudo situado más allá del bien y del mal. Sin embargo, esa proximidad sí nos obliga a aprender a mirar. Y esto es especialmente importante si recordamos que somos profesores, que trabajamos con jóvenes en los que la expresión aprender a mirar, debe traducirse poraprender a pensar)
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("... las palabras tienen su propio inconsciente y, por tanto, se pueden psicoanalizar también... El lenguaje político está repleto del verbo “querer”, pero con la idea dentro de él de hacer, de decidir, de ordenar... si entre el “quiero” de un ciudadano y el logro de su anhelo media un tramo largo, apenas se aprecia distancia psicológica entre estos “quiero” tan repetidos por los poderosos...)
("Los políticos abusan de estas fórmulas, que suelen sonarnos ajenas. Nuestra desconfianza se activa quizás con dos indicios: lo artificioso del vocablo y el hecho de que sólo se pueda pensar en su lado bueno, pues casi nunca tienen un antónimo simétrico... En esto se ha producido una nueva expropiación de la calle, y también de las palabras. Podían haberlo denominado internalización, sin embargo se llamó casting. Ya está todo listo para que algún día ese vocablo pueda funcionar como eufemismo de la censura")
("... resulta curioso que las mismas personas que dicen "catalanes y catalanas", o "españoles y españolas", o "murcianos y murcianas", para que las catalanas, las españolas y las murcianas no queden fuera del discurso, acudan luego a fórmulas como "Cataluña no está de acuerdo", "España piensa tal cosa" o "Murcia prefiere", expresiones con las cuales se silencia a los ciudadanos y ciudadanas que, dentro de esos sujetos colectivos, tienen posiciones divergentes... cualquier catalán puede presumir, si así lo desea, de que en su tradición literaria figuren tanto el Quijote como Tirant lo Blanc, obras ambas que leerá sin problema en la lengua original")
("... una cosa es el sistema de la lengua, que permitiría esa fórmula, y otra el empleo que cada cual decida hacer de ella. Quizás a muchos eso del “natural” les suene poco natural, paradójicamente; pero se les podría replicar que más raro será el derechazo de un zurdo... el genio del idioma lo adapta todo cuando esa actividad se populariza. Entonces los complejos iniciales ante el inglés se desvanecen y ya no hace falta distinguirse con palabras selectivas")
("Un objeto no puede sentirse ofendido. Tampoco una idea. Por mucho que lo intentemos... ¿cómo se pueden regular las ofensas y los ultrajes a España, a la bandera, a las comunidades y, ya puestos, también a los ayuntamientos, las diputaciones, las comarcas, las vegas y los valles? Malamente... Está en marcha una ley que se prevé incluya palabras desviadas de su significado, como “ofender” o “ultrajar”; verbos que tampoco se realizan por sí mismos, sino que necesitan la contribución del complemento que recibe la acción. Y los complementos de esta ley no pueden contribuir a ello porque no son personas")
("Cristiano Ronaldo no recibe el apelativo de “inmigrante”, sino el de “extranjero”, pese a que técnicamente cumple los requisitos del inmigrante... los hijos de los inmigrantes marroquíes o colombianos de empleos más menestrales tienen reservado otro nombre en las estadísticas y en nuestro imaginario: son “inmigrantes de segunda generación”... ... a menudo les negamos lo más definitivo, lo que va por la vía emocional: las palabras. La palabra español, la palabra igual, la palabra votante, la palabra ciudadano, la palabra vecino, la palabra contribuyente. El término “inmigrante”, hereditario además, las aniquila todas, ocupa sus espacios y, a veces, también arrincona los derechos que se vinculan a ellas")
("La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo")
(Alex Grijelmo nos regala un paseo generoso por esa ciencia tan española, la del insulto popular, ciego. "En un hipotético código penal de los insultos, algunos (como “nazi”) deberían acarrear una indemnización severa, y otros sólo una buena multa pagadera en cómodos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificación simétrica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe. Así que, por favor, señorías: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con más cuidado.")
("La política y el periodismo abundan en pleonasmos malos. Y queríamos llegar hasta aquí para preguntarnos si la abundancia de pleonasmos no implicará que algunas personas están dejando de creer en la fuerza de muchas palabras y en sus significados redondos... Quienes se expresan así imaginan acaso fisuras en las palabras más sólidas; o quizás esos vocablos se les han desgastado por su desempeño falso y artificial... Dentro de un cuento infantil o dentro de algún que otro programa electoral")
("El episodio da pie a deducir un Cervantes que asume el léxico hermano (también escribe lladres, en vez de ladrones) y que retrata el deseo de entendimiento de la época por encima de diferencias entre catalanes y castellanos o bandoleros y caballeros... ... Pistoletes o pedreñales, galgos o podencos, amigo Sancho, son poco más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan")
(“Auditoría”, “evolución”, “sostenible”, ”crecimiento”, ”racionalizar”, “transparencia”… son vocablos de prestigio... palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos engañan... ... El discurso político regala vocablos como estos, que endulzan la frase... valdrá la pena fijarse bien en todas las palabras que haya alrededor")
(Por eso son tan importantes los matices que, en nuestro idioma, las formas verbales nos regalan. Son inmensas las posibilidades que, por ejemplo, la coexistencia del pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto compuesto, pongamos, abren para nuestra expresividad... y también para la manipulación. Qué razón tiene el autor, porque ¿cuánto duró tu error, amiguete?
"Esa elección (“en dos palabras”) de la forma “me equivoqué”, cuyo tiempo verbal (pretérito perfecto simple) presenta además la acción como terminada hace mucho, modifica nuestra percepción subliminal de lo ocurrido. Al ser expresada de ese modo, se reducen los daños al momento en que una persona decide apoyar a otra porque confía en ella. Y se diluye la circunstancia de que el nombrado defraudó una y otra vez esa confianza, y no de repente ni de forma inopinada, sino martilleando...")
("Dentro de la misma maniobra, la expresión “rueda de prensa” se va arrinconando para dejar paso a esta “comparecencia” voluntaria. El compareciente, además, suele explicarse de pie, con tribuna o atril, en posición superior. No con la cabeza a similar o inferior altura como sucedería en el juzgado. Para eso es un alto cargo, para estar en alto")
("La verdad jurídica de las palabras difiere a veces de su verdad semántica y etimológica, y de cómo las entiende la sociedad. Eso suele generar disgusto y derivar en controversia; pero, sobre todo, alienta la desconfianza.... generalmente el sentido de las palabras coincide con el sentido común")
("El problema sobreviene cuando alguien se topa con un lenguaje vulgar en un ámbito donde esperaba un léxico esmerado, o, por el contrario, cuando quien está diciendo algo suelta unas cuantas frases pedantes que no casan con el ambiente de desenfreno y cachondeo que le envuelve")
("Las oraciones adversativas y las concesivas muestran a veces nuestro subconsciente: Alguna vez habremos oído: “Es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, o algo similar. Y ahí la conjunción “pero” delata el pensamiento estropeado.... en algunas ocasiones los periodistas transferimos nuestros prejuicios junto con la información que difundimos.")
("... La austeridad consiste ahora en que las medicinas se conviertan para muchos en un lujo... en que llegar a fin de mes constituya todo un alarde. Austeridad es que a alguien lo echen de su casa y que por tanto recorte sus gastos en calefacción y en electricidad.")
("Tal vez la calidad de la vida pública se pueda medir contabilizando el léxico circulante (cabría componer un índice con el aumento de eufemismos, la abundancia de archisílabos o la profusión de tecnicismos oscuros); pero también la calidad de los periódicos tendrá algo que ver con el número de rumores que publiquen.")