Imposible no fabular, ni en la vida, ni en la prensa supuestamente objetiva. Y así, podría ocurrir que para disfrutar de la literatura acudamos a la prensa y, al contrario, para informarnos sobre la realidad nos refugiemos en las novelas, ¿no está ocurriendo ya? Para entender la estafa que estamos sufriendo lo mejor es acudir a la -poca todavía- literatura que existe sobre ella.
"Esa historia, que al principio fue sólo una noticia exacta y neutra, acabó convirtiéndose poco menos que en una novela, y como tal la leímos sin darnos cuenta en su momento, y así ha quedado fijada en la memoria. Es decir: como una ficción inspirada en un hecho real...
... la noticia se fue alejando de su referente y se enriqueció hasta acabar pareciéndose mucho a una crónica novelada, donde la narración reclamó sus derechos de autonomía y donde los límites de la realidad objetiva se difuminaron y se confundieron con la imaginaria"
LOS LIBROS INVISIBLES
Todos hemos leído alguna vez libros que no existen, que no existirán nunca. Los recordamos sin embargo muy bien, con toda suerte de detalles, pues no en vano hemos asistido a su génesis y hasta colaborado modestamente en su composición. Aunque quizá sería más exacto decir que son libros que se han ido haciendo ellos solos a lo largo de nuestro ya viejo oficio de lectores infatigables de periódicos. Porque uno lee un libro y luego lo guarda, lo relee, lo recuerda. En cuanto a los periódicos, se leen, se tiran y se olvidan. Ahora bien, ¿será cierto que se olvidan así, sin apenas provecho para el conocimiento y la experiencia? ¿No ocurrirá que, secretamente (y la indagación de ese secreto es la materia de este artículo), los periódicos a veces se convierten en libros y de ese modo consiguen sobrevivir a la actualidad que los engendra y a la vez los devora? Si esto es así, podemos preguntarnos cuántas obras invisibles y por supuesto inéditas no habremos leído sin darnos cuenta, sin sospechar siquiera que sus fragmentos dispersos se ordenarían en libros como un rompecabezas mucho tiempo después. Y no me refiero, claro está, a los artículos de un autor que un día se recopilan y publican y entonces revelan la misteriosa unidad que ya tenían cuando aún carecían de ese orden, y ni siquiera aspiraban a él. No: hay otro tipo de libros invisibles, y de autoría entre plural y anónima, cuyos pasajes parecen morir para siempre con los periódicos del día, pero que en realidad están llamados a pervivir largo tiempo en el corazón de cada lector y acaso también en la memoria colectiva. Pongamos el ejemplo, ahora que la distancia lo permite, de una de esas obras inéditas que todos leímos entre 1990 y 1991. El tiempo la ha convertido ya en clásica. Se titula, por decir algo, "Los fantasmas del sur", y trata sobre un crimen múltiple que se cometió en un pueblo de Extremadura llamado Puerto Hurraco. Durante muchos días estuvimos leyendo entregas de esa historia atroz. Entre todos los periódicos, se compuso un libro que nunca verá la luz y cuyo último capítulo quizá está aún por escribir. Aunque en apariencia farragoso, es en el fondo un libro muy coherente, y despachado con técnicas narrativas propias de su tiempo. Digamos que se trata de un relato fragmentario y sinfónico, contado retrospectivamente (la narración comienza muy avanzada ya la historia, en su punto álgido, y a partir de ahí se reconstruye el pasado), donde no faltan digresiones doctrinales (editoriales, artículos de opinión), simultaneidad (varias escenas mostraban entreverados los puntos de vista de los personajes y testigos del drama), diálogos, monólogos, descripción, material gráfico y televisivo, registros expresivos diversos, según las preferencias estéticas de cada periodista-narrador, etcétera. Se advertían influencias de Dostoievski, de Faulkner, de la objetividad extrema de Capote, del esperpento de Valle, de las truculencias de Cela, de la novela naturalista, y de tantos autores y tendencias como el curioso se proponga rastrear y encontrar en las hemerotecas.
Esa historia, que al principio fue sólo una noticia exacta y neutra, acabó convirtiéndose poco menos que en una novela, y como tal la leímos sin darnos cuenta en su momento, y así ha quedado fijada en la memoria. Es decir: como una ficción inspirada en un hecho real. Ficción es, por ejemplo, uno de los temas de fondo: la fatalidad del profundo sur; ficción es el tiempo, que concentra en unas pocas jornadas hechos que ocupan muchos años; ficción es la atmósfera de tragedia griega que algunos autores utilizaron como clave hermenéutica; ficción son también las hipótesis que se manejaron para llenar los vacíos de la historia, y las descripciones psicológicas que se hicieron de los personajes, emparentados de pronto con los más tremebundos héroes literarios. De ese modo, la noticia se fue alejando de su referente y se enriqueció hasta acabar pareciéndose mucho a una crónica novelada, donde la narración reclamó sus derechos de autonomía y donde los límites de la realidad objetiva se difuminaron y se confundieron con la imaginaria. Y llegó el momento en que lo que era real acabó acatando las leyes de lo meramente verosímil.
Y así ocurre que ahora, cuando recordamos aquel suceso, evocamos inevitablemente el modo en que nos fue contado y en que nosotros a la vez lo contamos en nuestros coloquios privados, y actualizamos las metáforas y demás imaginería que se puso en circulación, y las variantes narrativas que cada autor compuso para tratar de encontrarle un sentido a la historia. ¿Estamos entonces recordando no un hecho objetivo sino un espacio retórico ya más o menos clausurado donde ese hecho sólo puede ser percibido junto con su leyenda, un poco al modo de los viejos cantares de gesta, que difundían acuñadas ya en verso las noticias en que latían la historia y el destino de la comunidad?
Decía Benjamin, comentando a Karl Kraus, que el antiguo relato se ha sustituido por la información, y que ese cambio refleja el empobrecimiento progresivo de la experiencia, tanto la personal como la colectiva. "El lenguaje neutro de la información periodística, y la falta de conexión entre las noticias aisladas, paraliza la imaginación de los lectores", en tanto que en la narración "queda el signo del narrador, como la huella de la mano del alfarero sobre la vasija de arcilla".
Y es cierto que el hombre ha perdido en gran parte su vieja capacidad narrativa de siempre y, con ella, el arte y el hábito de recrear los hechos objetivos y escuetos, y de apropiarse imaginariamente de ellos y de incorporarlos así a su experiencia personal, lo cual no sólo aprovecha al conocimiento sino también a la memoria, pues todo cuanto se transforma en narración pide ser transmitido, y no se olvida nunca. Pero, de cualquier modo, somos fabuladores impenitentes, casi instintivos, y necesitamos convertir cada día la vida en relato, añadir a la verdad neutra de los periódicos las verdades hondas e intuitivas de nuestro corazón, y por eso seguiremos rescribiendo la actualidad, y guardándola y protegiéndola, como un tesoro de conocimiento que es, en libros invisibles.
(Fuente: El País, 12-09-1999)
DEL MISMO AUTOR EN ESTE SITIO:
("Amados hasta la perdición, aborrecidos con saña nunca vista, expuestos siempre al préstamo, a la mudanza, al exilio, al plagio, a la censura, al fuego... podemos compartir una manzana, una copa, un taxi, una creencia o una amante, pero no un poema o una sinfonía, porque toda obra de arte obliga a un diálogo íntimo y original, y así cada mensaje, cada lectura, resulta intransferible. Lo cual no es poco en esta época en que tantos gigantes y malandrines conspiran para uniformar la voz y el pensamiento...Y así, con un libro cualquiera por escudero, nos hemos echado a los caminos a librar las batallas de nuestra libertad")
("¡Profesor de lengua y literatura!", exclamé, y como el empleado (del banco) me mirase por un instante con cierta preocupación no exenta de estupor y piedad, yo aparté los ojos y me sentí como el protagonista de El castillo, de Kafka... ... Ahora estoy explicando unas letras de La Polla Records donde antes comentaba a san Juan de la Cruz, y la verdad, es tanta la expectación con que me escuchan mis alumnos, que a veces pienso si la enseñanza no se me estará quedando pequeña y no debería dar el salto definitivo a la televisión o a la política"
("Uno no tiene nada contra la gramática, pero sí contra la intoxicación gramatical que están sufriendo nuestros jóvenes. Uno está convencido de que, fuera de algunos rudimentos teóricos, la gramática se aprende leyendo y escribiendo, y de que quien llegue, por ejemplo, a leer bien una página, entonando bien las oraciones y desentrañando con la voz el contenido y la música del idioma, ése sabe sintaxis... quien quiera aprender lengua, que estudie literatura, mucha literatura")
¡A APRENDER, AL ASILO!
("Somos narradores por instinto de libertad, porque nos repugna la servidumbre de la propia condición humana en un mundo donde no suele haber sitio para nuestros deseos y nuestros afanes de verdad, de salvación y de plenitud.... ... es de temer que nuestros jóvenes, que apenas han tenido aprendizaje narrativo oral, acaben por no saber contar sus sueños y experiencias... ... deberíamos aconsejarles que, al menos dos días por semana, huyan de las escuelas e institutos y vayan directamente a aprender al asilo, a ver si allí recuperan algo de esa vieja sabiduría")
("... El destino de Lino, el protagonista de Absolución, se encierra en una frase de Pascal que escuchó por primera vez de labios de un profesor: “Todos los infortunios del hombre vienen de no saber estarse quieto en un lugar”. Ahí radicaba “el secreto de su carácter, su más recóndito modo de ser”...")
(El objetivo de esta entrada es ampliar el horizonte de inquietudes, de lecturas, de los alumnos de Bachillerato, para que puedan ir más allá de esa serie de lecturas recomendadas oficialmente. Entre los dos fragmentos hay casi 70 años de diferencia.)
(“Estamos formando un ejército de pequeños filólogos analfabetos, que distinguen la estructura morfológica de una frase pero no comprenden su significado”)