Sí los sobreentendidos, existen. En el ámbito político la perversión del lenguaje es una constante que quiere nublar, cegar, manipular... engañar.
( Una lección de gramática para hacer una crítica al, con tanta frecuencia, falaz lenguaje de los políticos. "Los políticos (por acá y por acullá) abusan de la ambigüedad y de los conceptos amplios: “Futuro”, “libertad”, “institucionalización”... Es el lenguaje que le sirve al poder, no el que le sirve a la gente. Y cuando ellos se expresan así, los demás tenemos derecho a decidir que preferimos sustantivos precisos y verbos con todos sus complementos")
"La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo"
EL MINISTRO SÍ DIJO LO QUE NO DIJO
Supongamos que usted y yo hemos quedado para comer (y pagamos a escote, por supuesto). Yo llego tarde a la cita, así que me disculpo de esta manera: “Siento haber llegado tarde. Había una manifestación en mi barrio”. De tal modo, usted no tiene más remedio que entender que la manifestación ha causado mi retraso. Y sin embargo yo no había dicho eso.
La manifestación existía, en efecto, pero discurrió por una zona alejada del trayecto que yo debía seguir hasta el restaurante.
Si alguien me acusase de mentir por haber dado esa explicación, siempre podría responder que solo dije lo que dije: que había una manifestación en mi barrio.
Y eso se puede denominar “mentir contando hechos verdaderos”.
El ministro Cristóbal Montoro declaró en la cadena SER el 8 de octubre: “Los problemas del cine no tienen que ver solo con las subvenciones, sino también con la calidad de las películas y la comercialización”. Recriminado desde el sector cinematográfico por esas palabras, y también desde otros ámbitos de la vida pública, el ministro acudió al mismo truco que yo para disculparse: “Pido perdón por si descalifiqué, yo no quise descalificar la calidad. Me refería a que con cuanta más calidad, todos iríamos más al cine. No dije que tenía baja calidad, no utilicé ese calificativo”.
En efecto: ni yo dije que la manifestación se interpuso en mi camino, ni el ministro dijo que el problema del cine español sea su falta de calidad.
La pragmática (una rama de los estudios sobre el lenguaje) estudia el sentido de lo que decimos por encima del significado que tenga cada palabra pronunciada. Abundantes análisis han ido descubriendo y precisando los mecanismos que nos conducen a inferir obligatoriamente aquello que no se ha dicho y que, sin embargo, forma parte de lo que estamos diciendo.
Usted, que me ha esperado en el restaurante cerca de una hora, ha rellenado por su cuenta lo que yo no dije: que la manifestación alteró mi camino. Y ha completado la relación causa-efecto, ausente en mis palabras, porque confió en mi lealtad al pronunciarlas: no creyó que fuera a manipularle, sino que si cité la manifestación sería por algo: porque tenía un papel relevante. Así que su cerebro (entrenado, como el de todos, para deducir mensajes lingüísticos implícitos) relacionó enseguida la manifestación con la razón de mi tardanza.
En aquella primera declaración de Montoro se daba un silencio basado en esa misma técnica: no dijo, en efecto, que el cine español esté falto de calidad. ¿Y, entonces, por qué todo el mundo dedujo eso? Pues porque el ministro había puesto las palabras necesarias para que tal silencio se llenara. En su frase hablaba, para empezar, de u
n “problema” con las subvenciones. Como la abundancia de subvenciones no suele causar problemas, ni mucho menos quejas airadas, el “problema” con las subvenciones solo podía deberse a su falta. Ya tenemos, por tanto, la expresión “falta de” inferida en la mente del receptor: el problema por la falta de las subvenciones. Y a continuación, y dentro de la misma frase, Montoro habla de que los problemas también tienen que ver “con la calidad” del cine: “Los problemas no solo tienen que ver con (la falta de) las subvenciones, sino también con la (…) calidad”. Y como es imposible pensar cabalmente que la abundancia de calidad constituya un problema para el cine español, quienes escucharon sus palabras solo podían deducir, en aplicación de las técnicas de interpretación general que estudian los filósofos de la lengua, que el “problema” con la calidad del cine únicamente se refería a que esta era baja.
Por tanto, yo le expliqué a usted que la manifestación causó mi retraso; y Montoro estaba criticando al cine español. Ni él ni yo podemos escudarnos en que no dijimos lo que estábamos diciendo.
Así que, en lo que a mí respecta, no pienso decir que no dije lo que en realidad dije aunque no lo dijese. Y por eso le pido disculpas a usted: por haberle hecho esperar una hora en el restaurante y por haberle engañado con el motivo de mi retraso.
(Fuente: El País, 17-11-2013)
DEL MISMO AUTOR EN ESTE SITIO:
(Alex Grijelmo nos regala un paseo generoso por esa ciencia tan española, la del insulto popular, ciego. "En un hipotético código penal de los insultos, algunos (como “nazi”) deberían acarrear una indemnización severa, y otros sólo una buena multa pagadera en cómodos plazos. Pero todos ellos han de provocar la descalificación simétrica de quien los ha proferido; nunca la de quien los recibe. Así que, por favor, señorías: ya que van a descalificarse ustedes mismos, les sugerimos que insulten con más cuidado.")
("La política y el periodismo abundan en pleonasmos malos. Y queríamos llegar hasta aquí para preguntarnos si la abundancia de pleonasmos no implicará que algunas personas están dejando de creer en la fuerza de muchas palabras y en sus significados redondos... Quienes se expresan así imaginan acaso fisuras en las palabras más sólidas; o quizás esos vocablos se les han desgastado por su desempeño falso y artificial... Dentro de un cuento infantil o dentro de algún que otro programa electoral")
("El episodio da pie a deducir un Cervantes que asume el léxico hermano (también escribe lladres, en vez de ladrones) y que retrata el deseo de entendimiento de la época por encima de diferencias entre catalanes y castellanos o bandoleros y caballeros... ... Pistoletes o pedreñales, galgos o podencos, amigo Sancho, son poco más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan")
(“Auditoría”, “evolución”, “sostenible”, ”crecimiento”, ”racionalizar”, “transparencia”… son vocablos de prestigio... palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos engañan... ... El discurso político regala vocablos como estos, que endulzan la frase... valdrá la pena fijarse bien en todas las palabras que haya alrededor")
(Por eso son tan importantes los matices que, en nuestro idioma, las formas verbales nos regalan. Son inmensas las posibilidades que, por ejemplo, la coexistencia del pretérito perfecto simple, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto compuesto, pongamos, abren para nuestra expresividad... y también para la manipulación. Qué razón tiene el autor, porque ¿cuánto duró tu error, amiguete?
"Esa elección (“en dos palabras”) de la forma “me equivoqué”, cuyo tiempo verbal (pretérito perfecto simple) presenta además la acción como terminada hace mucho, modifica nuestra percepción subliminal de lo ocurrido. Al ser expresada de ese modo, se reducen los daños al momento en que una persona decide apoyar a otra porque confía en ella. Y se diluye la circunstancia de que el nombrado defraudó una y otra vez esa confianza, y no de repente ni de forma inopinada, sino martilleando...")
("Dentro de la misma maniobra, la expresión “rueda de prensa” se va arrinconando para dejar paso a esta “comparecencia” voluntaria. El compareciente, además, suele explicarse de pie, con tribuna o atril, en posición superior. No con la cabeza a similar o inferior altura como sucedería en el juzgado. Para eso es un alto cargo, para estar en alto")
("La verdad jurídica de las palabras difiere a veces de su verdad semántica y etimológica, y de cómo las entiende la sociedad. Eso suele generar disgusto y derivar en controversia; pero, sobre todo, alienta la desconfianza.... generalmente el sentido de las palabras coincide con el sentido común")
("El problema sobreviene cuando alguien se topa con un lenguaje vulgar en un ámbito donde esperaba un léxico esmerado, o, por el contrario, cuando quien está diciendo algo suelta unas cuantas frases pedantes que no casan con el ambiente de desenfreno y cachondeo que le envuelve")
("Las oraciones adversativas y las concesivas muestran a veces nuestro subconsciente: Alguna vez habremos oído: “Es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, o algo similar. Y ahí la conjunción “pero” delata el pensamiento estropeado.... en algunas ocasiones los periodistas transferimos nuestros prejuicios junto con la información que difundimos.")
("... La austeridad consiste ahora en que las medicinas se conviertan para muchos en un lujo... en que llegar a fin de mes constituya todo un alarde. Austeridad es que a alguien lo echen de su casa y que por tanto recorte sus gastos en calefacción y en electricidad.")
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