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'TENGO UN ENVÍO PARA EL SEÑOR BEZOS', por Raquel Martos / 'FRANKENSTEIN', de M. Shelley (fragmentos)

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¿Te imaginas que la vida fuera eterna, que nunca se acabara el baile, que pudiéramos ver amaneceres sin parar y ninguno de los atardeceres fuera definitivo? ... un momento, una vida más longeva… ¿con qué pensión, con qué atención, con qué calidad de vida? No lo sé, Rick, parece jodido…"

"... me lancé con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida... ¡qué fama rodearía al descubrimiento si yo pudiera eliminar de la humanidad toda enfermedad...!"('Frankestein')



TENGO UN ENVÍO PARA EL SEÑOR BEZOS

Unos tipos están gastándose un pastón en la búsqueda del secreto de la vida eterna. Dicho así, parece que estoy comentando la noticia de una pandilla que se ha encerrado en un rancho de Dakota, siguiendo la estela de un líder espiritual, para practicar sexo a tutiplén y hacer tortillas de alucinógenos, pero no. Voy a contarlo bien:

Jeff Bezos, Yuri Milner y otros millonarios del mundo están invirtiendo en la investigación de la reprogramación celular con el objetivo final de rejuvenecernos. Dicho así, parece que hablo de un sérum de hialurónico, pero no. Voy a contarlo bien:

Varias empresas de biotecnología trabajan en la consecución de lo que es un sueño quimérico para las personas normales y un proyecto alcanzable para los que han hecho del éxito su esencia vital: prolongar la vida y acabar con la única certeza que tenemos en esta, la muerte.

Una de estas empresas, Altos Labs, que podría haberse llamado “Altos vuelos” –no por el ratico de Bezos en el espacio, sino por lo lejos que pretende llegar con la investigación–ha fichado a científicos de gran prestigio. Entre ellos, dos investigadores españoles, Manuel Serrano y Juan Carlos Izpisua Belmonte, y un premio Nobel de Medicina, Shinya Yamanaka. 

El proceso se iniciaría con el rejuvenecimiento de células en el laboratorio, después lo intentaría con cuerpos animales y finalmente seríamos los humanos los beneficiarios de esta longevidad.

Claro, a priori, una piensa ¿¡Qué maravilla, no!?. ¿Te imaginas que la vida fuera eterna, que nunca se acabara el baile, que pudiéramos ver amaneceres sin parar y ninguno de los atardeceres fuera definitivo? ¿Te imaginas que un hallazgo científico como el que pretenden Bezos y sus colegas del grupo de whatsapp de millonarios del mundo hubiera llegado a tiempo para que todavía vivieran mi hermana, mi padre, mis amigos del alma y todos los que se me fueron

Pero un poco después, cuando llevas un rato centrifugando la idea dentro de la escafandra de tu cerebro, abandonas la nave de los sueños y te preguntas: “un momento, una vida más longeva… ¿con qué pensión, con qué atención, con qué calidad de vida? ¿Una vida eterna con una eterna hipoteca, eternamente compartiendo piso, durmiendo para siempre en un cajero automático con cartones, pagando el megavatio a precio de percebe navideño… toda la vida?. No lo sé, Rick, parece jodido…

Envejecer es una mierda. No porque la experiencia y la sabiduría –que solo se consiguen a fuerza de consumir años– no tengan enorme valor; no porque unas manos con pliegues en la piel no sean bellísimas; no porque las arrugas en un rostro no dibujen el mapa inequívoco de quien ha vivido. Envejecer es una mierda, sin entrar en muchos detalles, porque todo es más difícil. Y muchísimo más difícil sin tienes menos.

Quizás en el cómputo global de una vida no importe tanto el cuánto como el cómo. Cómo de cómoda ha sido la tuya gracias a aquello que se paga con dinero, cómo de feliz, plena e interesante, gracias a aquello que no tiene precio. Al asunto de cómo hacer que cada minuto no se haga eterno por las dificultades, Bezos, si tenéis un rato, podríais darle también una vuelta tus colegas y tú en el laboratorio…

(Fuente: infolibre, 18-09-2021)

'FRANKENSTEIN', de M. Shelley

(fragmentos)

Así pues, mis sueños no se veían turbados por la realidad, y me lancé con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida. Pero era esto último lo que recibía mi más completa atención: la riqueza era un objetivo inferior; pero ¡qué fama rodearía al descubrimiento si yo pudiera eliminar de la humanidad toda enfermedad y hacer invulnerables a los hombres a todo salvo a la muerte violenta! (...)

Recuerde que no narro las fantasías de un iluminado; lo que digo es tan cierto como que el sol brilla en el cielo. Quizá algún milagro hubiera podido producir esto, mas las etapas de mi investigación eran claras y verosímiles. Tras noches y días de increíble labor y fatiga, conseguí descubrir el origen de la generación y la vida; es más, yo mismo estaba capacitado para infundir vida en la materia inerte.

La estupefacción que en un principio experimenté ante el descubrimiento pronto dio paso al entusiasmo y al arrebato. El alcanzar de repente la cima de mis aspiraciones, tras tanto tiempo de arduo trabajo, era la recompensa más satisfactoria. Pero el descubrimiento era tan inmenso y sobrecogedor, que olvidé todos los pasos que progresivamente me habían ido llevando a él, para ver sólo el resultado final. Lo que desde la creación del mundo había sido motivo de afanes y desvelos por parte de los sabios se hallaba ahora en mis manos. No es que se me revelara todo de golpe, como si de un juego de magia se tratara. Los datos que había obtenido no eran la meta final; más bien tenían la propiedad de, bien dirigidos, poder encaminar mis esfuerzos hacia la consecución de mi objetivo. Me sentía como el árabe que enterrado junto a los muertos encontró un pasadizo por el cual volver al mundo, sin más ayuda que una luz mortecina y apenas suficiente.








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