"... efectivamente, nuestro poeta vio. Vio el horror y no apartó la mirada.
Se pausó y contempló sin prisa dejando que el significado se inoculara en el interior de su cuerpo, aceptándolo, sujetando el ser que no renuncia a ver el horror. Y, así, con esa lentitud, permitió, trabajando como sólo hacen los que manejan la calma, que las palabras salieran destiladas con una inquietante suavidad, palabras que, sin gritar, sí mostraban sólidas el desgarro..."
El próximo miércoles, 23 de junio, José Pallarés presentará su nuevo libro 'Y apenas un deseo' (Ediciones En Huida). Será a las 20:30 en el Salón Don Benigno de Bodegas Barbadillo. La presentación correrá a cargo del artista sanluqueño y museógráfo especialista en lenguajes artísticos contemporáneos, Paco Pérez Valencia. El libro es el cuarto poemario del poeta, después de Cuadernos de arena (Colección Genil de Literatura, 2008), Cuaderno del cerco de Lisboa (Dauro, 2015) y Claro del tiempo (Esdrújula, 2017).
Los poemas que ahora ven la luz están escritos en el espacio que media entre la anterior crisis económica y la actual a causa de la pandemia, y son consecuencia de los fogonazos que ciertas imágenes de la realidad inmediata (y a veces no tan inmediata) provocaban en la sensibilidad del poeta. Aguijonazos en la mirada desencadenados por la visión de un cadáver en la playa, los efectos de un bombardeo, un desahucio...
Y es que en este libro es evidente que lo social adquiere un relieve especial. Pero eso sí, sin olvidar nunca el radical compromiso (2) que este escritor mantiene con el hecho poético. Porque Pallarés lleva sellada en la frente de su oficio aquella advertencia que el propio Celaya formuló: no se podía olvidar que antes que nada somos poetas.
Al principio del libro, la primera que cita que se hace es de Goya, "yo lo vi", referencia que se abraza de modo especialmente significativo con la segunda, Machado, "El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve."Y, efectivamente, nuestro poeta vio. Vio el horror y no apartó la mirada.
Se pausó y contempló sin prisa dejando que el significado se inoculara en el interior de su cuerpo, aceptándolo, sujetando el ser que no renuncia a ver el horror. Y, así, con esa lentitud, permitió, trabajando como sólo hacen los que manejan la calma, que las palabras salieran destiladas con una inquietante suavidad, palabras que, sin gritar, sí mostraban sólidas el desgarro, ese espanto que para tantos ya es cotidiano.
Lo cotidiano, lo que a fuerza de repetirse deja de interesar, deja de ser noticia, que diría Juan Goytisolo. Son tantas las veces que hemos leído estadísticas gigantes con el número de, por ejemplo, desahucios que llega un momento en que el espanto desaparece, aunque la tragedia, terca como nuestra inacción, siga ahí, mirándonos a la cara.
José Pallarés la vio.
Desahucios... aquel hombre muerto en la playa, el cuerpo de ese hombre / que el mar ha desechado... esa mano abierta / nos interroga a todos.
Alojamos aquí un poema de este libro tan necesario. Su título hace referencia a la dificultad que el lenguaje común, gastado, tiene para poder contar lo que está sucediendo ahora mismo, lo que sigue sucediendo ahora mismo. Cuando esa dificultad se hace insoportable llega el momento de la poesía. Y José Pallarés la trae de la mano.
Subrayar, por último, un punto de este libro que yo agradezco profundamente. Igual que Miguel Hernández en muchos de sus poemas más trágicos, aquí el autor abre rendijas de esperanza.
Y hace que nosotros la veamos también.
"... Pero también las puertas protegen los latidos
del corazón sereno que goza cada día
el vuelo de las aves, un libro, una palabra
alegre, una planta que crece, una sonrisa.
Cuando se abran las puertas que sea esta sonrisa
la que inunde las calles, que no sean la penumbra,
la sospecha y el miedo las que se abran camino,
que no vaguemos juntos, más solos que la una."
"... y tomas decidido
partido por la luz."
Luis Enrique Ibáñez
NADIE PUEDE EXPLICARLO
Inmóvil en tu silla
contemplas todo aquello
que se ha ido.
Tú miras sin ver nada,
pues nada es lo que queda
donde reina el vacío.
Ese cuerpo que pasa
en unas angarillas
con el rostro cubierto
por una tela oscura
hasta hace solo un rato
tenía vida y lo amabas.
Ahora es sólo vacío.
Otros cuerpos desfilan
vacíos a tu lado.
Tú sabes lo que fueron,
sabes que te querían,
que te has quedado sola
rodeada de ruinas,
de polvo, de desierto.
Tú también te has quedado
vacía como ellos,
muerta en vida.
Por eso no te mueves,
permaneces callada,
inmóvil en tu silla,
reina tú sin quererlo
de un paisaje de muertos
en que no queda nada,
en el que solo queda
doloroso el vacío.
(1) Una fotografía de Ivor Prickett, publicada en The New York Times, mereció el primer premio de la categoría “General News – Stories” del World Press Photo 2018. Es una imagen precisa de la desolación. El pie de foto que la acompañaba en El País (13/IV/18) decía así: “La foto muestra a Nadhira Aziz mientras observa a los trabajadores de la Defensa Civil iraquí sacando los cuerpos de su hermana y sobrina de su casa en la Ciudad Vieja, donde fueron asesinadas por un ataque aéreo en Mosul, Irak, el 16 de septiembre de 2017. Al final de la batalla por la segunda ciudad más grande de Irak, más de 9.000 civiles fueron asesinados.”
(2) Estas dos palabras están tomadas deliberadamente de un poema inédito de nuestro autor de hoy.
TODO VALE
Oculta tras su máscara
de alegre desenfado
radical compromiso
con la falta de escrúpulos.
Podría aludir a los que ejecutan sin pestañear nuestras tragedias de todos los días. Y se tocan también con unos versos que sí aparecen en el libro que estamos recomendando. Son los últimos versos de un poema provocado por la imagen de un desahucio, 'Toda una vida para esto',
¡Van a tomar medidas! Hay ya quien ha propuesto
borrar del diccionario la palabra “decencia”.