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'DUELO ENTRE PALABRAS', de Luis Enrique Ibáñez

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"... Yo mismo me había convertido en materia de tango. Los límites de mi cuerpo se confundían plácidamente con la substancia fonética como si alguien hubiera mezclado células y sonidos para conformar un tejido nuevo de elasticidad imposible; las palabras se habían quedado colgadas en el aire, ocupándolo todo.  Pensé en abrir la ventana para que pudieran salir, pero no lo hice. Preferí quedarme con ellas, jugando: las tocaba; las pesaba; las lanzaba hacia el techo para ver cómo regresaban, lentamente, a mi mano..."


El próximo jueves, 6 de mayo, llega a las librerías 'Duelo entre palabras' (Editorial Pábilo). Dejamos aquí dos fragmentos, el primero pertenece al prólogo, el segundo, a la propia obra.


DEL PRÓLOGO

... Duelo entre palabras está escrita para lectores sin reparos, esos que entienden que vivir y leer es tomar el pulso a la realidad, ser conscientes e inconscientes al tiempo, y comprender que el paraíso y el infierno pueden estar dentro de uno mismo, y que asumirlo no tiene nada que ver con el pecado, sino con la inteligencia, con la lectura hecha desde la conciencia, sin miedo a reconocer que detrás de las páginas está, como la belleza en las flores de los cactus que apenas sobreviven hermosas un día, la vida, la misma vida que apenas dura el tiempo de mirarla. 

Vivir es más o menos fácil. Son la inteligencia o la falta de ella, nuestro saber o no, nuestro conocimiento o desconocimiento de todas las realidades que nos rodean, las circunstancias que nos convierten en lectores con reparos incapaces de reconocer dónde empieza todo y dónde terminan Masterchef o First dates.

Esta que tienes entre manos es sobre todo una cita a ciegas con esa realidad ajena a los relatos que nos ofrecen la modernidad y la comunicación del espectáculo, el circo vital que compartimos. Tiene efectivamente algo de primera cita, pero también de última; aunque es sobre todo un alegato a cuanto acontece en el cuarto de atrás –rememorando a la incisiva Carmen Martín Gaite–, que es, sobra decirlo, donde ocurre la mayor parte de todo lo que de verdad es importante...

Manuel Bernal Romero 

Profesor, periodista y escritor


DE 'DUELO ENTRE PALABRAS'

... Cuando se marchó, no me quedó otro remedio que pasar el resto de la mañana escuchando los tangos más decrépitos que pude encontrar en mi desordenada habitación. Antes de hacerlo, realicé una necesaria actividad previa para que todo el encanto de la derrota se apoderase sin dudar del aire de mi casa: durante más de una hora, estuve fantaseando, como un adolescente bobalicón, con mi propia muerte, con el entierro, con la arrogante negrura de la tierra. Repasé algunos sucesos de mi infancia que, en la lejanía del tiempo, parecían connotar momentos de felicidad perdidos para siempre. Hice todo lo que pude, insistiendo especialmente en el tema de la muerte, en el maravilloso funeral al que los seres que me abandonaron acudían, arrepentidos, para depositar sin fuerza sus vanos llantos tardíos. Y, cuando las primeras lágrimas resbalaron por mis mejillas, supe que ya podía escuchar la primera andanada de tangos demoledores...

... Ya no podía seguir con mi voz despreciable aquellas dulces palabras argentinas. Lo único que hacía era doblarme cada vez más y dejar que esas letras indiscutibles se introdujeran como un veneno agradable en el interior de mi cuerpo. Tangos y más tangos. Seguían sonando sin parar. 

Yo mismo me había convertido en materia de tango. Los límites de mi cuerpo se confundían plácidamente con la substancia fonética como si alguien hubiera mezclado células y sonidos para conformar un tejido nuevo de elasticidad imposible; las palabras se habían quedado colgadas en el aire, ocupándolo todo.  Pensé en abrir la ventana para que pudieran salir, pero no lo hice. Preferí quedarme con ellas, jugando: las tocaba; las pesaba; las lanzaba hacia el techo para ver cómo regresaban, lentamente, a mi mano; las aspiraba y luego las expulsaba por la nariz; intentaba estrujarlas y, entonces, ellas se convertían en algo escurridizo y redondo, imposible de atrapar... Eran indestructibles. A veces se agrupaban todas en un rincón de la habitación para, acto seguido, invadir de nuevo todo el aire, dibujando extrañas figuras en el firmamento de mi locura. Todo parecía un proceso irreversible que conduciría inevitablemente a mi metamorfosis. Estaba convencido de que, en pocos minutos, yo sería simplemente una esquina más de cualquier barrio arrabalero de Buenos Aires, una anónima esquina en la que antiguos rumores de milonga se balancearan suavemente sobre la quieta luz de un farol...






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