"... León Felipe te sonrió
con la rabia más tierna,
te llevó a todas las arboledas perdidas...
al deseo de Lorca
y a la idea aliñada en hacha de Machado,
al sur de Cernuda...
a lo que sí llegará,
a la plaza de Aleixandre... Y pensaste en eso que llaman
Andalucía..."
Jaén
LAS PÁGINAS DE LA VIDA
A León Felipe
Y las páginas de la vida van pasando,
dijiste en un acto público, las páginas.
No sabías si eran las páginas, o las nubes, o la lluvia,
pero asuntos pasaban por encima de tu ilusa mirada,
las páginas de la vida, qué expresión más imbécil, pensaste,
mentira, otra más, y escuchaste que ya no estaban
los locos que sostenían la palabra.
Y la buscaste en los cajones
perdidos de tu cautiva memoria,
y sonreíste, sí hay locos.
Y pusiste la vela que tenías
guardada para León Felipe,
y volviste a sonreír,
a jugar con las palabras
que sí existían en
la voz de los locos.
Los viste.
Y creíste en ellos.
Salió la luna.
Y se escondió
detrás de una nube,
de un pasado,
buscando sonidos,
significantes ocultos.
Volviste a la poesía,
a las palabras extrañas,
a la oscilación vital, volviste.
León Felipe te sonrió
con la rabia más tierna,
te llevó a todas las arboledas perdidas,
al amante sin dueño,
al deseo de Lorca
y a la idea aliñada en hacha de Machado,
al sur de Cernuda, al porvenir
que no llega,
a lo que sí llegará,
a la plaza de Aleixandre,
la que une sin hablar
todas las lenguas extraviadas,
las indómitas, las que no se pueden
desdecir.
Y pensaste en eso que llaman
Andalucía, y no te gustó
el manoseo huero
de homenajes y alharacas.
Tierra, polvo, y el nombre exacto de las cosas
en eso pensabas tú
sin hablar,
sin sentir,
apenas sufrir.
Y volviste a la poesía,
la del hierro,
la que hiere y resucita,
la de todos.
Y la luna no se fue,
se quedó,
mirándote,
como una novia ausente,
una morisca cautiva,
aquella, la del silencio,
la que protege tu lenguaje,
y tu silencio,
te tapa por la noche
y te besa.
Siguen ahí,
los urgentes locos,
los que nos llaman,
la luna los ve,
viste sus palabras.
Y soñaste, feliz, que un pupitre,
en mitad de la noche,
en lo oscuro del bosque,
encendía la luz.
Dormiste,
abrazado a la luna.
Y a Jaén.