"... deberíamos dejar de mirar las sombras del telediario como si fueran la verdad. Salir afuera requiere mucho esfuerzo. Al principio, al prisionero que logró escapar de la caverna de Platón, le dolían los ojos... Siguió sufriendo, y pudo ver... Salir afuera sería recordar las palabras que antes pronunciábamos, hacerlas valer, levantarlas y ponerlas en medio de la plaza, no permitir el olvido o la perversión a que han sido sometidas... Recordar quiénes somos, qué está pasando, quiénes son las víctimas y quiénes son los culpables...
Seguimos necesitando, más que nunca y desde abajo, lucha, cultura y poesía"
LA CAVERNA DE PLATÓN HOY
Fue hace ya demasiados años cuando Manuel Vázquez Montalbán escribió, a propósito de los Medios de Comunicación y de la imperiosa necesidad de enseñar desde los institutos su necesaria descodificación, interpretación, "Ante los medios de comunicacíon y muy especialmente en el caso de la televisión, el habitante de la caverna, culturalmente disminuido e infradotado para oponerse críticamente al mensaje, puede acabar siendo esclavo de la finalidad del medio, que no es otra que integrar al receptor dentro de la jerarquía de valores de los propietarios del medio"
Algunos nos repetimos con demasiada frecuencia, es cierto. Pero no lo es menos que los engaños y las derrotas se repiten con despiadada insistencia, con distintos trajes, con las mismas consecuencias. De repente, aparece algo con apariencia de nuevo, de solución incluso, y allí que nos abrazamos como almas desesperadas.
Las cámaras, con indefinible velocidad, nos dicen dónde debemos mirar y allí miramos nosotros, sin pestañear, necesitados como estamos de alguna esperanza a la que agarrarnos.
Los medios dibujan una realidad volátil, falsa. Nos van colocando cebos, reclamos, a una velocidad de vértigo, anzuelos que, aún presentándose como trascendentales, tienen como único objetivo dejar nuestro pensamiento anclado en en la superficie. Venezuela, nuevo producto de adelgazamiento, Cataluña, el rey mejora de su operación, Ansu Fati, crecen, dicen, los empleados, no dicen los explotados con empleos de mierda, el vestido de Letizia asombra a la prensa francesa, Greta Thunberg, ¿abandera una revolución climática?, no veo los destrozos causados por Repsol y Shell en tantos hábitats naturales, Piqué, Más País, ¡una nueva esperanza!, la nueva barba de Pablo Casado, Risto se presenta, nuevo tuit de Trump, no de los que mandan en él... Tenemos acceso a todo, lo podemos ver todo al instante, siempre que no pretendamos mirar al fondo de lo real.
Y es esa velocidad de vértigo de las noticias la que precisamente nos tiene vetado nuestro acceso a lo Real.
En las elecciones municipales de 1979, a pesar de que UCD fue el partido más votado, la alianza entre el PSOE y el PCE (sí, Partido Comunista de España) hizo que en las principales ciudades españolas gobernara la izquierda. Todavía se podía, más o menos, utilizar esa palabra sin temor a sonrojarse. Y fue cierto, en aquellas ciudades muchos percibimos un nuevo aire fresco de cultura y tolerancia. En 1982, el PCE se presentó a las elecciones andaluzas con el lema Juntos Podemos (¿les suena?), en clara alusión, llamada al PSOE. Este partido obtuvo 66 escaños, el PCE, 8. En octubre de ese mismo año el PSOE, que ya no quería saber nada de los ¡comunistas!, obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones generales. Su lema fue Por el cambio. Y vaya si cambió el discurso de ese partido, en la voz de su ventrílocuo, Felipe González. Vendrían tantas cosas, tantos cambios, OTAN, de entrada no, de salida tampoco. También vendrían los nuevos contratos laborales para jóvenes. Desde ellos hemos llegado a los falsos autónomos, a los riders de hoy, esas balas esclavizadas. No tardó mucho don Felipe en abrazar las políticas neoliberales que ya avanzaban los prestigiosos cerebros de Margareth Thatcher y Ronald Reagan.
Desde entonces la palabra cambio quedó convertida en una humillada catacresis, y cada vez que uno la oye corre despavorido porque sabe que quien la pronuncia sólo pretende apuntalar la injusticia.
En diciembre de 1988 le hicimos una huelga general al gobierno del PSOE, de don Felipe, el de Gas Natural. La causa, la reforma del mercado laboral que abarataba los despidos e introducía infames contratos para jóvenes, todo siempre en beneficio de la patronal y en detrimento de la clase trabajadora. Marcelino Camacho era entonces el secretario general de CC.OO.
El PSOE de 1988 introdujo aquella reforma laboral. El PSOE de 2019 no va a derogar la reforma laboral de Mariano Rajoy, ni las anteriores, ni nada. La ministra de Economía y Empresa, Calviño, ha declarado que "no es productivo deshacer, revertir o reformar las reformas" y aboga por "no dedicar la energía a estar constantemente volviendo atrás o a considerar lo que se ha hecho". ¿A que es graciosa?
El PSOE de 1988 no quiso saber nada de lo que estuviera a su izquierda. Dicen que al de 2019 le ocurre igual. Podría ser. Lo que algunos además nos barruntamos es que Podemos pudiera intentar ocupar el espacio del PSOE mientras, simultáneamente, fagocita a Izquierda Unida a nivel nacional, ¿lo ha hecho ya? De esta manera, y de otras, el sistema permanece impoluto.
¿De dónde venimos? Lo sabemos. La pregunta es ¿adónde vamos?
De momento, deberíamos dejar de mirar las sombras del telediario como si fueran la verdad. Salir afuera requiere mucho esfuerzo. Al principio, al prisionero que logró escapar de la caverna de Platón, le dolían los ojos, no podía tirar de sus piernas. Siguió sufriendo, y pudo ver. Y lo mejor, no se quedó solo disfrutando del conocimiento recién conquistado. Bajo a la cueva para comunicar la verdad a sus compañeros prisiones. Tal vez por solidaridad, tal vez porque él los necesitaba a ellos, lúcidos y andando.
Salir afuera sería recordar las palabras que antes pronunciábamos, hacerlas valer, levantarlas y ponerlas en medio de la plaza, no permitir el olvido o la perversión a que han sido sometidas. Recordar, en fin, nuestro lenguaje, el de la calle. Recordar quiénes somos, qué está pasando, quiénes son las víctimas y quiénes son los culpables. Antes creímos saberlo, ¿no?
Y como, al parecer, ya está mal visto hablar de Deuda Ilegítima, de rescate a los bancos, de los hombres de negro, de la Troika, del BCE que regala dinero a la banca privada para que esta haga de usurera con nosotros, del fraude fiscal de los grandes bancos y las empresas del IBEX, del FMI y su política destructiva en tantos países, de la democracia usurpada, de la deudocracia, del necesario Proceso Constituyente (¿se acuerdan?), del, cuando menos, artículo 128 de la Constitución Española, de la falacia del Tribunal de Cuentas, del inmenso poder económico de la Iglesia Católica, de sus privilegios, de las humillantes puertas giratorias que todo lo explican...
Fotograma de la película 'Comportarse como adultos'
entonces uno sólo espera con extremado deseo el estreno de la nueva película de Costa-Gavras, 'Comportarse como adultos'. La película realizada en colaboración con Yanis Varoufakis, habla de aquella terrible negociación que el gobierno griego tuvo sobre rescates, deudas, con los hombres de negro, con las autoridades ¿europeas? y quiere de alguna manera plantear hasta qué punto esto que habitamos puede llamarse democracia.
Porque todavía se pueden ver, quien así lo desee, los desahucios, los suicidios y los inmensos beneficios de la Banca en este reino de España.
Nos hemos convertido en humo en mitad de la tormenta. Pascual Serrano lo explica muy bien, "... la política de los que mandan sigue invariable con su IBEX35, su Banco Mundial, su FMI, su OTAN, su OCDE, su CEOE. Mientras unos están hechos de hormigón, nosotros cada vez somos más etéreos porque solo somos humo en movimiento. Pero como es movimiento y salimos en las noticias creemos que somos algo y que nos movemos. Pero el humo, aunque lo parezca, no mueve nada, solo adopta formas que no alteran ni desplazan a nadie".
Nosotros, demasiados actores y muy poco texto. A veces uno no sabe si esto es la caverna de Platón, o el camarote de los hermanos Marx.
Pero sin risa.
Los jubilados marchan caminando hacia Madrid, dos columnas, norte y sur. Van a exigir unas pensiones dignas, para ellos, para sus hijos, para sus nietos, para nosotros. Ahí está el idioma real. No está en el adormecedor y estúpido código de la política oficial con el que el telediario nos duerme.
También está en toda esa intrahistoria de hombres y mujeres que día a día, y de forma anónima, luchan por la dignidad, en sus trabajos, en sus paros, en el ambulatorio, en el instituto, en la biblioteca... en esas playas de la provincia de Cádiz donde seres humanos que de verdad lo son se organizan para intentar acoger a migrantes extraviados antes de que sean apresados.
Seguimos necesitando, más que nunca y desde abajo, lucha, cultura y poesía.