"En aquellos tiempos las personas se creían más libres y modernas que nunca. Sin embargo, tenían joroba, porque llevaban la esclavitud y la mentira cargadas sobre sus espaldas... Sí, eran tiempos extraños. Las personas, enamoradas de la tecnología, no podían percibir el veneno tranquilo y poderoso que poco a poco se iba alojando en sus neuronas...
Luego, algunos historiadores se fueron fijando, poco, en otro tipo de esclavos, los invisibles, también los llamaban los inservibles"
ESCLAVOS SIN DARNOS CUENTA
En aquellos tiempos las personas se creían más libres y modernas que nunca. Sin embargo, tenían joroba, porque llevaban la esclavitud y la mentira cargadas sobre sus espaldas...
Sí, eran tiempos extraños. Las personas, enamoradas de la tecnología, no podían percibir el veneno tranquilo y poderoso que poco a poco se iba alojando en sus neuronas. Algunos, por ejemplo, trabajaban en lugares llamados institutos. Y en esos sitios, tan maravillosos como incomprensibles, era normal escuchar frases sonrientes y felices como esta, "Ahora todo es más fácil. Gracias a las comunicaciones digitales, podemos enviarnos todos los documentos por correo electrónico, leerlos tranquilamente en casa y, así, traerlos ya estudiados a los claustros; de este modo, las reuniones serán más ágiles y breves... también si no nos ha dado tiempo por la mañana, podemos meter las faltas de los alumnos en el programa chivato por la noche, también tranquilos, en nuestra casa." Había algunos trabajadores de esos sitios que pensaban que todo aquello era una manera de, no sólo hurtar el necesario debate en presencia física (con nuestros gestos, qué cosas), sino, sobre todo, de alargar hasta el infinito el horario laboral, seducidos, siempre, por la magia irresistible de un dispositivo electrónico.
En aquellos tiempos, lo anterior resultaba ridículo, si alguien se paraba a pensar en el nuevo Dorado de otros niveles de trabajo. Era el paraíso de los horarios flexibles, de los sueldos competitivos, de esos pequeños robots que, incrustados en sus motos (las ponían ellos) hacían repartos a domicilio, de cualquier cosa, a cualquier hora, a cualquier precio, yo te llamo y haces lo que yo te pido, y sin rechistar, y da gracias porque tienes un empleo, ya no hay crisis. Y las personas, en sus casas, se sentían felices, como dueñas de un futuro de ciencia ficción, porque en cuanto surgiera el deseo podían pedir una pizza, alguien se encargaría de llevársela a su salón, y ellos se sentían orgullosos al contribuir al empleo de tantos, de tantos esclavos.
Luego, algunos historiadores se fueron fijando, poco, en otro tipo de esclavos, los invisibles, también los llamaban los inservibles. Eran los suicidados, los desahuciados, los que sabían que ya jamás encontrarían un trabajo, ni siquiera un empleo de esclavo moderno, eso era un lujo fuera de su alcance. De estos ya no se hablaba, estaban borrados, al borde del camino, en las cunetas de un sistema tan mentiroso como embriagador, no pienses, sigue.
Otros pensadores, temerarios, escribieron, pocos leyeron su palabras, que la gente sólo quería alimentarse de metáforas. Y que, sin embargo, había realidades que no necesitaban retórica. Se referían a la venta de esclavos, real, sin literatura, que se estaba produciendo en algunas zonas de aquel mundo ciego, zonas como Libia. Las personas vendidas como tales eran seres humanos que huían del hambre, de la guerra... de todo. Pero la moderna y democrática Europa les negaba la entrada... ellos no iban con su estética.
Y en aquellos tiempos, por lo visto no se podía parar la venta de armas a Araba Saudí, ni cambiar la reforma laboral. Tampoco se daban las condiciones propicias para eliminar la Ley Mordaza, ni mucho menos para subir los impuestos a las rentas más altas, o a los bancos, qué locura. Además, el mayor de los dos reyes que tenían en ese país (sí, allí tenían dos) resultaba tan campechano...
Bueno, lo dejo, porque, aunque sea domingo, tengo la fantástica oportunidad de terminar la programación de esa asignatura. Además, puedo comentarla por whatsapp con mis compañeras de departamento.
No me digan que no es un puntazo.