"Nadie dice por maldad que anochece más tarde... Estamos programados para decir que los días son más largos y lo decimos al comprobar que la semana pasada, a la misma hora de hoy, la calle estaba oscura... Da vergüenza ver el primer telediario de la noche cuando todavía hay luz. Luego, con el paso del tiempo, te acostumbras porque se acostumbra uno a todo"
"Llega el invierno... Creció el rumor del mundo en el follaje, ardió después el trigo constelado por flores rojas como quemaduras, luego llegó el otoño a establecer la escritura del vino: todo pasó, fue cielo pasajero" (Pablo Neruda)
NO CEDAS
Los días son más largos. Ya fueron más largos otras veces: el año anterior y el anterior al anterior. Los días empezaron a ser más largos al poco de que falleciera tu padre, también unas semanas más tarde de que nacieras tú. Hay un momento del año, de todos los años, en el que los días comienzan a estirarse. Hacia principios de febrero, alguien, en el autobús o en la cafetería, pronuncia esta frase: los días son más largos. Por lo general se dice con ánimo festivo, como para celebrar la salida del invierno. Nadie dice por maldad que anochece más tarde. Se trata de una frase guardada en algún pliegue de nuestra memoria que salta automáticamente, como la alarma del móvil a la hora programada. Estamos programados para decir que los días son más largos y lo decimos al comprobar que la semana pasada, a la misma hora de hoy, la calle estaba oscura. De modo que te has asomado a la ventana, has calculado la altura del sol y te has vuelto para decirle a tu mujer que los días son más largos. Ella asiente con entusiasmo. Pero tú acabas de entrar en pánico.
Los días largos prolongan la angustia de vivir, dilatan la agonía de la jornada. Da vergüenza ver el primer telediario de la noche cuando todavía hay luz. Luego, con el paso del tiempo, te acostumbras porque se acostumbra uno a todo. Hacia abril, el mes más cruel, llegas incluso a agradecer que los días no acaben. Pero ahora, al principio de ese estiramiento, sientes una punzada de horror en la boca del estómago, pues mientras el sol no caiga tampoco tú puedes caer. Has de mostrarte firme, entero, has de enredar por la casa como si no ocurriera nada. Arregla ese enchufe o cambia esa bombilla, disimula, no cedas a la tentación de meterte en la cama con esta claridad.
(Fuente: El País, 09-02-2018)
JARDÍN DE INVIERNO
Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.
Y, ahora, ¿qué hacemos, con tanta luz, con tanto invierno, con tanto otoño? No sabemos, pero en el IES Cristóbal Colón vamos a seguir preparando nuestras Jornadas en Contra de la Pobreza Infantil.