"Si alguna persona devota le reprochaba la inconveniencia de sus palabras, el cura cambiaba de voz y de gesto, y con una marcada hipocresía, tomando un tonillo de falsa unción, que no cuadraba bien con su cara morena y con la expresión de sus ojos negros y atrevidos, afirmaba que la religión nada tenía que ver con los vicios de sus indignos sacerdotes"('El árbol de la ciencia')
"Esta capa tan amplia... ¿no significa extensísima caridad que debe llegar a ayudar a todos... evitar las guerras, resistir a los malos príncipes derramando para ello no sólo las riquezas, sino la propia sangre en beneficio del rebaño"('Elogio de la locura')
'La visita del obispo', de José Solana, pintor que comparte con la Generación del 98 la visión pesimista de España (1)
'EL ÁRBOL DE LA CIENCIA':
CITAS SOBRE LA RELIGIÓN
El otro cura era un mozo bravío, alto, fuerte, de facciones enérgicas. Hablaba de una manera terminante y despótica; solía contar con gracejo historias verdes, que provocaban bárbaros comentarios.
Si alguna persona devota le reprochaba la inconveniencia de sus palabras, el cura cambiaba de voz y de gesto, y con una marcada hipocresía, tomando un tonillo de falsa unción, que no cuadraba bien con su cara morena y con la expresión de sus ojos negros y atrevidos, afirmaba que la religión nada tenía que ver con los vicios de sus indignos sacerdotes.
Algunos internos que le conocían desde hacía algún tiempo y le hablaban de tú, le llamaban Lagartijo, porque se parecía algo a este célebre torero (…)
Andrés se hizo amigo de las hermanas de la Caridad de su sala y de algunas otras.
Le hubiera gustado creer, a pesar de no ser religioso, por romanticismo, que las hermanas de la Caridad eran angelicales; pero la verdad, en el hospital no se las veía más que cuidarse de cuestiones administrativas y de llamar al confesor cuando un enfermo se ponía grave (…)
… don Blas miraba a Andrés sonriendo, y pensaba: ¡Qué hombre más raro! Varias veces discutieron acerca de religión, de política, de la doctrina evolucionista. Estas cosas del darwinismo como decía él, le parecían a don Blas cosas inventadas para divertirse. Para él los datos comprobados no significaban nada. Creía en el fondo que se escribía para demostrar ingenio, no para exponer ideas con claridad, y que la investigación de un sabio se echaba abajo con una frase graciosa (…)
—Usted, Hurtado, quiere demostrar que se puede no tener religión y ser más bueno que los religiosos.
—¿Más bueno, señora? —replicó Andrés—. Realmente, eso no es difícil (…)
La religión y la moral vieja gravitan todavía sobre uno —se decía—; no puede uno echar fuera completamente el hombre supersticioso que lleva en la sangre la idea del pecado.
'ELOGIO DE LA LOCURA': DE PONTÍFICES, CARDENALES Y OBISPOS
CAPÍTULO LVIII
Los pontífices, cardenales y obispos, sucesores de los Apóstoles, imitan de tiempo inmemorial la conducta de los príncipes y casi les llevan ventaja. Pero si alguno reflexionase que su vestidura de lino de níveo blancor simboliza una vida inmaculada, que la mitra bicorne, cuyas puntas están unidas por un lazo, representa la ciencia absoluta del Antiguo y del Nuevo Testamento; que los guantes que cubren sus manos le indican que deben estar protegidas del contacto de las humanas cosas e inmaculadas para administrar los Sacramentos; que el báculo es insignia de vigilancia diligentísima para con la grey que se le ha confiado; que el pectoral que pende de su pecho representa la victoria de las virtudes sobre las pasiones; si uno de éstos, digo, meditase sobre todo ello, ¿no viviría lleno de tristeza e inquietud? Pero nuestros prelados de hoy tienen bastante con ser pastores de sí mismos y confían el cuidado de sus ovejas o a Cristo, o a los frailes y vicarios. No recuerdan que la palabra «obispo» quiere decir, trabajo, vigilancia y solicitud. Sólo si se trata de coger dinero se sienten verdaderamente obispos y no se les embota la vista.
CAPÍTULO LIX
De la misma manera si los cardenales reflexionasen que son sucesores de los Apóstoles y que deben guardar la misma conducta que éstos observaron; que no son dueños, sino administradores de los bienes espirituales, de todos los cuales han de dar pronto exacta cuenta; si filosofasen un poco sobre sus vestiduras y reflexionasen: «Este albo sobrepelliz, ¿no representa la pureza de costumbres? Este manto de púrpura, ¿no simboliza el ardentísimo amor a Dios? Esta capa tan amplia que cubre completamente la mula de Su Reverencia y que bien pudiera tapar a un camello, ¿no significa extensísima caridad que debe llegar a ayudar a todos, es decir, a enseñar, exhortar, consolar, reprender, amonestar, evitar las guerras, resistir a los malos príncipes derramando para ello no sólo las riquezas, sino la propia sangre en beneficio del rebaño de Cristo? Además, ¿se precisan las riquezas para imitar a los Apóstoles en su existencia?» Si todo esto recordasen, no ambicionarían tal posición y dejándola de buen grado, llevarían vida laboriosa y prudente, como fue la de los discípulos de Jesús.
(1) ACERCA DE JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA:
Pintor y escritor español nacido en Madrid, vinculado al expresionismo. Después de estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, alterna estancias entre Santander y Madrid, para formar su propio estilo, ajeno al academicismo y al mundo de las vanguardias. Se mueve en los círculos intelectuales frecuentados por Valle-Inclán y Zuloaga, y participaba en las tertulias de cafés madrileños, que inmortalizará en algunos de sus cuadros. Como Regoyos y Zuloaga, su pintura refleja una visión pesimista de España, que comparte con la Generación del 98 y que tan atractiva, en aquellos momentos, resultaba en el extranjero. En lo artístico, además de la influencia que en él ejercen los pintores del barroco, tanto por sus temas como por las composiciones (de acusado claroscuro), es particularmente notable la influencia de las pinturas negras de Goya o del romántico Eugenio Lucas. Su pintura resalta la miseria de una España sórdida y grotesca, cuyos personajes pertenecen al mundo de la pobreza, la prostitución o la superstición, definidos mediante una pincelada densa que modela sus figuras con trazos gruesos. Su paleta tenebrista resalta el oscurantismo de una España divida temáticamente en tres apartados, las fiestas populares (El entierro de la sardina), los usos y costumbres de España (La visita del obispo) y, finalmente, los retratos (1920, La tertulia del Café Pombo). Su pintura, de particular carga social, está vinculada al expresionismo, como también lo están sus obras literarias como Madrid, Escenas y costumbres, del año 1913.
(Fuente reseña: epdlp.com)
VER COMENTARIO DEL CUADRO EN EL SEÑOR DEL BIOMBO
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(la naturaleza era muy sabia; hacía el esclavo, y le daba el espíritu de la esclavitud; hacía la prostituta, y le daba el espíritu de la prostitución... La verdad es que si el pueblo lo comprendiese se mataría por intentar una revolución social... la evolución progresiva de la gente rica que iba hermoseándose, fortificándose, convirtiéndose en casta... Los síntomas de la derrota se revelaban en todo... La casta burguesa se iba preparando para someter a la casta pobre y hacerla su esclava")
("El que toma las riendas del gobierno no debe ocuparse en sus asuntos propios, sino en los públicos; debe únicamente interesarse por el interés general, no apartarse ni lo ancho de un dedo de las leyes que él ha promulgado... y responder de la integridad de todos los funcionarios y magistrados... Se imaginan que cumplen intachablemente el deber real con cazar constantemente... vender en beneficio propio los cargos y las magistraturas y aplicarse a encontrar medios nuevos de apoderarse del dinero de los vasallos... de cuando en cuando añaden algún halago al pueblo para tenerlo en su favor")
(Se trata de jóvenes que saben que se están jugando su futuro y por ello mismo se ven obligados a abrazar la incoherencia... les dije suavemente que, tal vez, estábamos asistiendo a un dilema, al planteamiento de un conflicto moral, ético... Porque probablemente estaban poniendo la conveniencia práctica por encima de sus convicciones morales... desde las alturas de su ático imperial, la sonrisa de Rouco Varela cubría de tristeza, y de negritud, el último reducto de aquella vieja, y triste, luz de septiembre")