"La suya no es una erudición áspera, al contrario, es un saber clásico, emocionado, de altas temperaturas, acogedoras, una erudición amiga en la que se zambulle para saltar desde allí a los picos más altos de la modernidad...
Y es allí, en la orilla de todo, donde él encuentra su territorio, jugando, descansando, perdonando y levantando los recuerdos, la vida, siempre agarrándola, emocionándonos, mientras nos toca... viviendo, sí"
LUIS ALBERTO DE CUENCA EN EL IES CRISTÓBAL COLÓN
MIÉRCOLES 25 DE FEBRERO
La suya no es una erudición áspera, al contrario, es un saber clásico, emocionado, de altas temperaturas, acogedoras, una erudición amiga en la que se zambulle para saltar desde allí a los picos más altos de la modernidad, al asalto inteligente y cálido de las vanguardias. También es capaz, a su modo insobornable, de mantener conversaciones de tú a tú con lo coloquial, y lo persuade, y lo doma amablemente, y lo incrusta, otra vez, en la tradición, no en aquella de poses doradas y de gesto altivo, sino en la bebida y gustada desde y un yo poético que estaba ya allí, y que desde una visión panorámica, construye un edificio poético absolutamente individual, un verbo suyo, tan arrogante, como amigo... dulcemente altanero, como diciendo estoy contigo, he sentido, siente, lee, estudia, disfruta, y, sobre todo, vive.
En Luis Alberto de Cuenca se amalgaman, como en pocos, los distintos tipos de escritura. Siempre se hacen guiños, como coqueteando, su texto de investigación, su ensayo sabio, y travieso a la vez, sus traducciones y estudios, siempre en la orilla del lenguaje, en la única verdad, la del lenguaje, en la ribera, en la suya, en la de todos, en el terreno de lo prohibido, en el país de lo esencial. Siempre sin miedo a situar la palabra delante del espejo, en el cielo, en el suelo.
Y es allí, en la orilla de todo, donde él encuentra su territorio, jugando, descansando, perdonando y levantando los recuerdos, la vida, siempre viviéndola, emocionándonos, mientras nos toca... viviendo, sí.
(Luis Enrique Ibáñez)
ELOGIO DE LA PENA
No se os ocurra despreciar
las penas que nos trae la vida,
esas que brillan como el oro
en los otoños del espíritu
y nos agobian de belleza.
Estamos tristes porque estamos
vivos. La vida es sufrimiento,
y eso no está ni bien ni mal,
pero tiene su lado estético.
¿No es hermoso el viento de octubre
que nos arranca de la boca
el dulce fruto apetecido?
¿No son nuestras pobres lágrimas,
atravesadas de dolor
y, sin embargo, cristalinas
como el río más transparente?
¿No os enciende hogueras la tristeza
en los hielos de la memoria,
devolviendonos los perfumes
que un día fueron nuestra dicha?
Las penas arden en el pecho
con llamaradas más profundas
que las del sol de mediodía.
ÁLZATE, CORAZÓN
Álzate corazón, consumido de penas,
levántate, que sopla un viento de esperanza
por el mundo, llevándose con él tus inquietudes
y la costra de angustia que apaga tus latidos.
Álzate, viejo amigo, que el dios de los humildes
ha vuelto de su viaje al país de las sombras
y alumbra con su ojo la prisión en que yaces,
limando los barrotes de tu melancolía.
OPTIMISMO
No pienses en el día oscuro, en el día en que nadie
responde, en el día en que tienes a un dios enfrente.
Piensa en la otra jornada, aquella en que venciste
al enemigo o ganaste en el juego, aquel día feliz
en que todo te sonreía. Que tu ejemplo en la vida
sea siempre lo que gozaste, no el sufrimiento
responde, en el día en que tienes a un dios enfrente.
Piensa en la otra jornada, aquella en que venciste
al enemigo o ganaste en el juego, aquel día feliz
en que todo te sonreía. Que tu ejemplo en la vida
sea siempre lo que gozaste, no el sufrimiento
TU MUSA
Convéncete primero de que le caes simpático,
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta.
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie, poeta.
LA NOCHE BLANCA
Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos,
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.
Qué blanca está la noche del placer. Cómo invita
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.
Nieva sobre el espejo de las celebraciones
y la nieve eterniza el festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.
y la nieve eterniza el festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.
Para ti, pecadora, escribo cuando el alba
me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.
me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.
A ALICIA, DISFRAZADA DE LEIA ORGANA
Si sólo fuera porque a todas horas
tu cerebro se funde con el mío;
si sólo fuera porque mi vacío
lo llenas con tus naves invasoras.
Si sólo fuera porque me enamoras
a golpe de sonámbulo extravío;
si sólo fuera porque en ti confío,
princesa de galácticas auroras.
Si sólo fuera porque tú me quieres
y yo te quiero a ti, y en nada creo
que no sea el amor con que me hieres...
Pero es que hay, además, esa mirada
con que premian tus ojos mi deseo,y tu cuerpo de reina esclavizada.
Luis Alberto de Cuenca (Madrid, España, 1950). Poeta, traductor, académico y ensayista. Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica. Su poesía se caracteriza por cultivar tanto las formas clásicas como modernas. Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español. Entre sus obras destacan: Los retratos, 1971; Necrofilia, 1983; La caja de plata (Premio Nacional de la Crítica), 1985; El otro sueño, 1987; El hacha y la rosa, 1993; Insomnios, 2000; Los mundos y los días (Poesía completa), 2002; Hola, mi amor, yo soy tu lobo (Antología), 2008, El reino blanco, 2010. Su obra ha sido traducida a diversos idiomas e incluida en diversas antologías de la poesía hispanoamericana. El 2009 recibió el Premio de Poesía Manuel Alcántara en su XVII edición por su poemaPaseo vespertino.
(Fuente: letras.s5.com)
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