"¿No les parece que nos observa también desde una dimensión de la realidad que poco o nada tiene que ver con la vigilia? Parece como sonámbulo, como perdido en un mundo de sombras alejado del nuestro"
"... justamente el infierno es un sitio donde uno se cree fuera de lugar"
(Bioy Casares,'Postrimerías)
BORGES SUEÑA A BIOY
Si lo piensan, lo extraordinario de esta imagen es su textura onírica. Como si el fotógrafo, para obtenerla, se hubiera colado en el sueño de alguien. Imaginemos que eso es posible, que se puede entrar de forma subrepticia, con una cámara de fotos, en la cabeza de un durmiente. En la de tu mujer, pongamos por caso, en la de un amigo, en la de un adversario, o en la de una persona que te resulta del todo indiferente. Supongamos que te es permitido regresar de ese viaje con un fotograma. ¿Se parecería a éste? Quizá sí, en la atmósfera al menos, en el color, en esa geometría del fondo, tan cargada de elementos arquitectónicos simbólicos que parece un decorado. Esa perspectiva lineal, con ambición de punto de fuga, es resueltamente alucinatoria. Y luego está el sujeto retratado, de nombre Adolfo Bioy Casares, escritor argentino que practicó, entre otros, el género fantástico. ¿No les parece que nos observa también desde una dimensión de la realidad que poco o nada tiene que ver con la vigilia? Parece como sonámbulo, como perdido en un mundo de sombras alejado del nuestro.
Recuerdo que cuando tropecé con el retrato en las páginas de Cultura del periódico, lo confundí durante unas décimas de segundo con Borges, del que fue amigo íntimo y colaborador. Tras caer en la cuenta del error, que me produjo una sorpresa embarazosa, continué observando la imagen, intentando adivinar qué me había conducido a él. Ahora creo haberlo adivinado: se trata de una instantánea de Bioy, en efecto, pero que parece sacada de un sueño de Borges. ¡Es Borges soñando con Bioy! ¿O no?
(Fuente: El País Semanal, 22-02-2015)
POSTRIMERÍAS
Cuando entró en el edificio, buscó las escaleras, para subir. Encontrarlas era difícil. Preguntaba por ellas, y algunos le contestaban: “No hay.” Otros le daban la espalda. Acababa siempre por encontrarlas y por subir otro piso. La circunstancia de que muchas veces las escaleras fueran endebles, arduas y estrechas, aumentaba su fe. En un piso había una ciudad, con plazas y calles bien trazadas. Nevaba, caía la noche. Algunas casas -eran todas de tamaño reducido- estaban iluminadas vivamente. Por las ventanas veía a hombres y mujeres de dos pies de estatura. No podía quedarse entre esos enanos. Descubrió una amplia escalinata de piedra, que lo llevó a otro piso. Éste era un antecomedor, donde mozos, con chaqueta blanca y modales pésimos, limpiaban juegos de té. Sin volverse, le dijeron que había más pisos y que podía subir. Llegó a una terraza con vastos parques crepusculares, hermosos, pero un poco tristes. Una mujer, con vestido de terciopelo rojo, lo miró espantada y huyó por el enorme paisaje, meciéndose la cabellera, gimiendo. Él entendió que cuantos vivían allí estaban locos. Pudo subir otro piso. En una arquitectura propia del interior de un buque, en la que abundaban maderas y hierros pintados de blanco, halló una escalera de caracol. Subió por ella a un altillo donde estaban los peroles que daban el agua caliente a los pisos de abajo. Dijo: “Sobre el fuego está el cielo” y, seguro de su destino, se agarró de un caño, para subir más. El caño se dobló; hubo un escape de vapor, que le rozó el brazo. Esto lo disuadió de seguir subiendo. Pensó: “En el cielo me quemaré.” Se preguntó a cuál de los horribles pisos inferiores debería descender. En todos él se había sentido fuera de lugar. Esto no probaba que no fuese la morada que le correspondía, porque justamente el infierno es un sitio donde uno se cree fuera de lugar.
SOBRE ADOLFO BIOY CASARES:
Escritor argentino. Iniciado muy joven con una serie de relatos, impregnados de surrealismo y luego no recogidos en la madurez, fundó en 1935 la revista Destiempo junto con Jorge Luis Borges. Con él escribió varios volúmenes de novelas policiacas, mezclados con observaciones irónicas sobre la sociedad argentina y suscritos con diversos seudónimos: H. Bustos Domecq, B. Suárez Lynch, B. Lynch Davis y Gervasio Montenegro. Su principal personaje es el detective Isidro Parodi. En novelas, cuentos y guiones de filmes, Bioy ha estudiado mitos clásicos revividos en la modernidad, aspectos paranormales de la vida y la psicología del amor. Entre sus títulos más notorios están: las novelas La invención de Morel (1940), Plan de evasión (1945), El sueño de los héroes (1954), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973) y Aventuras de un fotógrafo en La Plata (1985), y los libros de cuentos El perjurio de la nieve (1944), La trama celeste (1948), Historia prodigiosa (1956), Guirnalda con amores (1959), Historias desaforadas (1986) y Una muñeca rusa(1991). Publicó parcialmente sus memorias y el texto de dos filmes coescritos con Borges: Los orilleros y El paraíso de los creyentes (1955). En 1990 se le concedió el Premio Cervantes.
(Fuente: epdlp.com)